«La paz no sólo consiste en poner fin a la violencia o a la guerra, sino a todos los demás factores que amenazan la paz, como la discriminación, la desigualdad, la pobreza» (Aung San Suu Kyi) Diversos economistas desfilan los programas de televisión y también se publican en los demás medios periodísticos dando cuenta […]
«La paz no sólo consiste en poner fin a la violencia o a la guerra, sino a todos los demás factores que amenazan la paz, como la discriminación, la desigualdad, la pobreza» (Aung San Suu Kyi)
Diversos economistas desfilan los programas de televisión y también se publican en los demás medios periodísticos dando cuenta y razón sobre la situación económica argentina, notablemente en ruina y acelerando algo peor. Pero esa explicación económica es matematizada, es decir, despojada de su génesis política.
La voz del movimiento cooperativo aún es débil o cuanto menos carece de incidencia política, en cuanto a su posición ante la actual crisis económica y cultural, ya que se conmueve, para peor, el Estado de derecho, la democracia se devalúa, el objetivo de un buen vivir se aleja cada día.
Muchos atribuyen y califican al modelo económico actual en Argentina como un fracaso, inmediatamente surge la pregunta: ¿Para quienes resulta un fracaso?
Aquí claramente emergen ganadores y perdedores. No es ajena a ello la firme intencionalidad en la construcción de otra sociedad, de otro tipo de relación laboral, una sociedad en disminución de derechos, una sociedad profundamente desigual. Las condiciones materiales y concretas para ese tipo de sociedad ya fueron fundadas y establecidas, pretenden pauperizar nuestras vidas.
El brutal ajuste sobre nuestro nivel de vida, ya experimentado en los años 90, en que padecimos enormes necesidades insatisfechas, nosotros sostenemos: O la pasamos mal todos o no la pasan nadie.
Recordamos con justa causa nuestro enojo aquellos tiempos de los gobiernos ajustadores, realmente la pasamos recontra mal con el salario de miseria y fue penoso e indignante ver sufrir a muchas familias desahuciadas.
Por ello, ratificamos que no es justo que siempre se ponga el sacrificio sobre las espaldas de los trabajadores, en cambio, los sectores privilegiados la pasan de lo mejor, bueno sería un poco de justicia social, es decir, que las gastos y presupuestos políticos y de jerarquía institucionales se reduzcan considerablemente, pues, «a ley pareja nadie se queja».
Deuda externa execrable
En ese panorama actual de infortunios reiterados en el devenir de la vida de los pueblos, la deuda externa es sólo un mecanismo de pauperización de la vida de las grandes mayorías, es un dispositivo técnico-económico que facilita el traslado de enormes cantidades de recursos dinerarios, vía ajuste y devaluación, desde los sectores desprotegidos al sector capitalista-financiero, y como dice el gaucho argentino: «Como pa ganar al truco con un juego de ese modo».
Así la deuda externa no se destina a obras públicas para fomentar la industria, la salud o la educación, nada que ver. Por tanto, tal deuda externa deviene, claramente, execrable para el pueblo.
Tenemos la firme convicción, entonces, que estas repotencias de despojo capitalista, aquella que en su etapa industrial impulsara como reacción a tanto maltrato a los trabajadores, la búsqueda y encuentro en las cooperativas una esperanza cierta de mejoría humana. Hoy, esa búsqueda, en la etapa financiera del capitalismo, prosigue.
¡En la fraternidad, un abrazo cooperativo!
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