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Prisioneros del capital

Fuentes: Sin Permiso

«la participación en los beneficios y en el capital es más bien una cuestión fundamental del ordenamiento político. Contribuye a decidir quién, en las empresas, dispone sobre el uso del capital» Contra una participación de los trabajadores nadie puede tener seriamente nada. Sin embargo, en Alemania más que en el extranjero, parece ideológicamente tabú hablar […]

«la participación en los beneficios y en el capital es más bien una cuestión fundamental del ordenamiento político. Contribuye a decidir quién, en las empresas, dispone sobre el uso del capital»

Contra una participación de los trabajadores nadie puede tener seriamente nada. Sin embargo, en Alemania más que en el extranjero, parece ideológicamente tabú hablar de que los asalariados tengan participación en los frutos de su labor productiva: los beneficios y el capital de las empresas económicas privadas.

Esa participación, no sólo parece oportuna, como empiezan a decir algunos políticos, porque en este país, en los últimos años, hemos tenido que lamentar una redistribución a favor de los ingresos derivados del beneficio y del patrimonio y porque la riqueza generada sólo se ha concentrado en las manos de unos pocos. No: la participación en los beneficios y en el capital es más bien una cuestión fundamental del ordenamiento político. Contribuye a decidir quién, en las empresas, dispone sobre el uso del capital.

Si los trabajadores dependientes sólo obtienen salario e ingreso, el «monopolio de la inversión» (Erich Preiser) queda en manos del capital, que determina cuándo, cómo y dónde se invierte. Quien sólo recibe ingresos salariales queda como «prisionero» del capital. Jamás llega a la esfera de las inversiones, que deciden todo. Y esto es lo que nos ha acontecido bajo una globalización forjada políticamente, a la que, por lo mismo, hay que imputar responsabilidades. El caso Nokia no ha sido aquí sino un ejemplo particularmente señalado; no será, desde luego, el último.

Una participación real y substancial de los empleados no es realizable con el actual modelo de la Gran Coalición. Eso sólo sería posible, si el legislador prescribiera que la mitad de los beneficios imponibles se desviara hacia los trabajadores. De eso habla la política, pero ni siquiera a puerta cerrada.

Conforme al modelo gubernamental que se acaba de presentar, de lo que se trata, en el fondo, es de incentivos que habrán de ser contabilizados como gastos de personal en los libros de beneficios y pérdidas, con lo que, ceteris paribus, las empresas verán contablemente reducidos sus beneficios imponibles, lo que significará menores ingresos para el Estado. Suben, en cambio, los impuestos al salario y al gasto social: pero, bajo cuerda, el Estado tendrá que intervenir; sobre todo, tendrá que incrementar los estímulos fiscales a los empleados, es decir, tendrá que aumentar las subvenciones. Dado el trasfondo del tan criticado endeudamiento, hay que preguntarse: ¿por qué el Estado tiene aún que ofrecer estímulos a una tal participación del capital?

Quedan, así pues, dudas obvias respecto de si la Unión Democristiana y la SPD pretenden seriamente con su modelo una «genuina» participación en los beneficios o en el capital. ¿O acaso la Gran Coalición ha visto en ello un nuevo instrumento de flexibilización salarial? ¿Qué, si a la hora de poner por obra el modelo de la coalición en una empresa lo que acabara resultando es el acoplamiento de la participación en el beneficio con una participación en las pérdidas?

Mientras que en los años de buena coyuntura para los negocios los incentivos adicionales resultan atractivos, en los tiempos de vacas flacas los empleados tendrían que adaptarse a las pérdidas. Pero, puesto que hay un sinnúmero de medios y vías por los que se pueden empequeñecer contablemente los beneficios, o aun presentarlos como pérdidas, a lo único que esto apunta es a una redistribución aún más radical de abajo hacia arriba, y a una ulterior y masiva sangría fiscal del Estado.

Heinz-J. Bontrup enseña teoría económica en la Fachhochschule de Gelsenkirchen y es miembro de los «Grupos de trabajo para una política económica alternativa» (AAW, por sus siglas en alemán).