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Propuestas alternativas y actores sociales en América Latina

Fuentes: Movimiento Libres del Sur

Desde los años 30, el estado pasó a jugar un papel trascendente y comenzó a modificarse la relación Estado y Mercado: la regulación económica apareció desde entonces como un componente fundamental del desenvolvimiento capitalista. Terminada la segunda guerra mundial, se perfilan dos escenarios. Por Isaac Rudnik y Jacob Goransky. Desde los años 30, el estado […]



Desde los años 30, el estado pasó a jugar un papel trascendente y comenzó a modificarse la relación Estado y Mercado: la regulación económica apareció desde entonces como un componente fundamental del desenvolvimiento capitalista. Terminada la segunda guerra mundial, se perfilan dos escenarios. Por Isaac Rudnik y Jacob Goransky.

Desde los años 30, el estado pasó a jugar un papel trascendente y comenzó a modificarse la relación Estado y Mercado: la regulación económica apareció desde entonces como un componente fundamental del desenvolvimiento capitalista. Terminada la segunda guerra mundial, se perfilan dos escenarios:

El primero, va de 1945 hasta 1968-71, caracterizado por un funcionamiento más o menos acorde a lo pactado en Bretón Woods (BW). BW entra en crisis cuando el presupuesto público no puede satisfacer las apetencias de pueblos cada vez más conscientes de sus necesidades, a un mismo tiempo que aumentan las exigencias de maximización de beneficios de las grandes empresas en un marco de creciente concentración y centralización de capitales. Es el fin de la puesta en práctica de la teoría keynesiana que intentó una regulación del capitalismo a escala planetaria.

U’ Thant Secretario General de las Naciones Unidas advirtió sobre lo que podría acontecer, en su último discurso (mayo de 1969), como Secretario General, titulado «El reto de un decenio: desarrollo global o fracaso global», U Thant dijo:

«No quiero parecer excesivamente dramático, pero a juzgar por la información de la cual dispongo, como Secretario General, sólo puedo inferir que a los Miembros de las Naciones Unidas quizás les queden diez años más para subordinar sus antiguas querellas o iniciar una asociación global a fin de poner coto a la carrera de los armamentos, mejorar el medio ambiente humano, reducir la explosión demográfica y cobrar el impulso necesario para los esfuerzos del desarrollo. Si tal asociación global no se forja durante el próximo decenio, mucho me temo que los problemas mencionados puedan alcanzar proporciones tan aterradoras que escapen a nuestra capacidad de control». .

Es evidente que las expresiones de U Thant quedaron como advertencias no atendidas: La «Revolución keynesiana» había dado todo lo que podía dar y el sistema recurrió desde el Poder y con todo su Poder (económico, político, militar), a engendrar la contrarrevolución neoliberal.

El segundo escenario llega hasta la actualidad y, habida cuenta de un desenvolvimiento sistémico con índices económicos muy inferiores a la etapa anterior y con un marcado deterioro en lo socio – político, es que podemos afirmar que continuamos en una onda larga recesiva que llega nuestros días.

Treinta años después de U Thant, en Davos, el Director General de la OIT, Juan Somavía advirtió que la crisis global del empleo amenaza la credibilidad de las democracias en el mundo.

«La crisis no va a pasar desapercibida ni en las calles de los países ricos ni en las de los pobres» La mitad de todos los trabajadores del mundo – cerca de 1,4 mil millones de trabajadores pobres – viven actualmente con menos de 2 dólares al día por persona. Trabajan en el vasto sector informal – desde explotaciones agrícolas a la pesca, desde la agricultura a las calles de las ciudades – sin prestaciones, seguridad social o asistencia social. «El desempleo, en términos de personas actualmente sin trabajo, está en sus máximos niveles y continúa creciendo. En los últimos diez años, el desempleo oficial creció más de 25 por ciento y afecta hoy a cerca de 192 millones de personas en el mundo, o el 6% de toda la fuerza laboral «Alguien podría preguntar si el reciente crecimiento económico mundial es suficiente para contrarrestar la crisis del trabajo», dijo Somavía. «Pero la respuesta es un no rotundo. A pesar del fuerte crecimiento económico de 4,3 por ciento en 2005, la economía mundi al no está dando respuestas adecuadas a la creación de nuevos empleos para los que entran en el mercado del trabajo. Sería necesario crear cerca de 40 millones de trabajos cada año en la próxima década sólo para satisfacer la demanda del número creciente de trabajadores que buscan empleo».

A lo largo de las tres últimas décadas similares declaraciones realizadas como denuncias, propuestas y/o compromisos para superar la crisis, se suscribieron en todos los organismos multilaterales, tanto públicos como privados. Sin embargo los problemas se fueron agravando cada vez más, hasta llegar a los niveles de una tragedia que hoy alcanza a miles de millones de personas.

Algunas características de esta etapa

* 1. En el marco de la mundialización económica y la globalización financiera, el capital financiero, que se auto reproduce en magnitudes varias veces superiores a las necesidades de la producción, influye en forma trascendente en el desenvolvimiento sistémico. El área financiera gira como un sector independiente de la economía que puede cambiarlo todo en segundos, afectando al conjunto de la economía mundial.

* 2. Las contradicciones señaladas por la teoría marxista que antes se manifestaban en el ámbito de las naciones ahora se proyectan sobre el mercado mundial.

* 3. La explotación no es solo de asalariados sino también de extensos sectores de capas medias, trascendiendo el concepto de tiempo y de espacio geográfico.

* 4. La corrupción es sistémica, en tanto abarca a todas las instituciones del sistema, tanto las políticas como las económicas. La teoría del derrame se cumple no con la riqueza sino con la corrupción. A pesar de la gran cantidad de resoluciones que todos los años se toman, los Organismos Internacionales en la práctica son ciegos y sordos ante la existencia visible de los Paraísos Fiscales, y el ostensible funcionamiento de los diversos medios para el lavado de dinero que encubre al narcotráfico, a otras formas del crimen organizado, y la evasión fiscal, mientras que la Banca de los EE.UU. sigue ocupando el primer lugar como responsable de ambos delitos. Obviamente éste comportamiento esquizofrénico que se traduce en definiciones públicas en un sentido y acciones en dirección inversa, promovidas por los mismos actores que controlan el poder económico a escala planetaria, (y reproducido hasta el hartazgo por los administradores nacionales de este modelo) sólo puede ser entendido en el marco de la derrota política que los sectores populares sufrieron en los años 80 y 90.

* 5. El vaciamiento sistemático de los estados nacionales mediante la destrucción y privatización de todas sus herramientas: económicas, políticas, mediáticas, culturales, es una pieza clave que deja el terreno servido a las Corporaciones Transnacionales.

* 6. Las políticas económicas nacionales quedan entonces totalmente subordinadas a los vaivenes del mercado mundial de bienes y de servicios; y en el espacio mundial se condensan las diferentes actitudes que adoptan frente a los fenómenos citados, las políticas activas de los Estados Naciones imperialistas (o regiones para el caso de la UE) en particular, la de los EE.UU.

* 7. Esas actitudes se complementan con la creciente manipulación de las Instituciones Internacionales como la ONU el FMI, el BM, la OMC.

* 8. El agravamiento de la crisis sistémica se debe principalmente, a esta actitud hegemónica y dominante que asumieron las potencias imperialistas, aprovechando cada milímetro ganado en todos los campos en disputa: económico, político, social, cultural, militar, e ideológico, lo que les ha permitido a sus gobiernos embanderarse con las políticas más regresivas y reaccionarias de los últimos cien años.

Como llegamos aquí

Aún cuando es indispensable un pequeño racconto histórico-económico para entender como llegamos a la situación descripta, advertimos que desde ciertos sectores del progresismo y la izquierda provienen planteos que privilegian a tal grado el desenvolvimiento económico, que no superan el análisis de los índices de la macroeconomía para sacar sus conclusiones. De ellos podemos decir que contribuyen menos a una visión objetiva sobre el presente y futuro del modo de producción capitalista, que algunos análisis surgidos desde el propio modelo actual, como los de Joseph Stiglitz y Paul Krugman.

Es importante detenernos brevemente en el desarrollo de la composición orgánica del capital, que relaciona el capital constante a la fuerza de trabajo capaz de movilizarlo.

La tendencia a la elevación de la composición orgánica está en las entrañas del sistema; en sus motivaciones, en la competencia que obliga al empresario a bajar costos, a racionalizar incorporando tecnología y maquinaria, creando nuevos productos para iguales necesidades. Es un proceso que exige siempre y continuadamente que el sistema crezca acumulando capital y movilizándolo cada vez con menor masa salarial; es una ley de su desenvolvimiento íntimamente vinculado a la concepciones de mercancía, de plusvalía, de acumulación del capital y reproducción del sistema. A un mismo tiempo con ella se manifiesta la tendencia a la baja de la tasa de ganancia, y es natural que sea así, ya que la ganancia es resultado del trabajo no retribuido que en gran parte se transforma en capital: si la relación entre capital constante- capital muerto-, y capital variable- capital vivo-, crece, lo hace en desmedro de éste último.

El sistema crece expulsando asalariados que a su vez son la base sobre los que se sustenta la ganancia, y a un mismo tiempo constituyen en gran parte la demanda solvente que posibilita que esa producción se realice. Para decirlo en los términos de la economía oficial: si bien la relación entre el stock de capital y los bienes producidos disminuye, es mayor la relevancia, a los fines del desenvolvimiento económico, del continuo aumento de la relación entre el stock de capital y la suma de la masa salarial necesaria para producir la misma cantidad de bienes.

Desde que el capital se concentraba en cada país, y luego a fines del siglo XIX a nivel internacional, surgieron posibilidades de manipulación de las variables económicas por parte de los oligopolios que emergían como ganadores después de cada crisis. Lo cual se institucionalizó luego de la crisis de los años 30 con el nuevo papel que asumió el Estado en la economía, lo que permitió encontrar formas de contrarrestar la tendencia a la baja de la tasa de ganancia. Esto produjo modificaciones en los ciclos, que a su vez sufrieron en forma trascendente, la influencia de los progresos tecnológicos.

La incorporación de las últimas tecnologías exige mucho menos capital (aún creciendo) para incrementar la producción, que a su vez requiere una cantidad muy inferior (aún disminuyendo) de capital variable. Recordemos la expresión de Marx en cuanto a que el capital utiliza la fuerza de trabajo productora de plusvalía, y a los no productores de plusvalía indispensables para la realización de la producción mediante la venta de las mercancías. De tal manera que si relacionamos el aumento de la producción debido al incremento de la productividad real y potencial (como resultado de la introducción de innovaciones de la Revolución Informática), la demanda solvente posible con la población efectivamente ocupada (en tareas productivas o improductivas), no es suficiente para impedir la crisis de superproducción relativa en coincidencia con un sub consumo relativo.

Una información suministrada por el INSEE, instituto estadístico francés, señala que «entre 1974 y 1998 el PBI creció en un 60%, en tanto la necesidad total de trabajo descendió en un 12%. Las horas trabajadas descendieron de 38. 000 millones a 33. 400 millones, y la población activa aumentó fuertemente pasando de 22.3 millones de personas a 25.7 millones. De tal manera desde 1974, último año de cuasi equilibrio en el mercado de trabajo, la necesidad de trabajo disminuyó en un 12%, en tanto los efectivos disponibles han aumentado en un 15%: una diferencia de 27 puntos Esa diferencia es una de las principales explicaciones de la desocupación». Se marca una tendencia inmodificable de no cambiar las relaciones de propiedad y de poder.

Después del 71 la preocupación central para las Corporaciones Transnacionales es la inflación. Emerge un rasgo perverso: la competencia por tener mayor productividad por menor costo laboral, que genera la deslocalización industrial arrastrando al descenso la capacidad de consumo, y agudizando la contradicción con la posibilidad de una producción exacerbada a nivel mundial. Hasta fines de los sesenta las innovaciones tecnológicas se daban en el círculo virtuoso de prosperidad. En las siguientes décadas el incremento de la productividad, ya sea por la incorporación de tecnología, o por el descenso del costo laboral, profundizan la inequidad en la sociedad y se acentúan los rasgos de la crisis.

Frente a esa lógica de crecimiento la reacción del gran capital es actuar ejerciendo su poder económico, político y militar, multiplicado después de la derrota política de los sectores populares en los 80 y 90, para transformar la baja de la tasa de ganancia en un alza de la misma. Las series con tasas de ganancia que crecen no contradicen la teoría, sencillamente evidencian los resultados del ejercicio coactivo del poder por parte de los Conglomerados Transnacionales (CTN) al interior de cada país y en el mercado mundial.

La conjunción de la suma del poder público con la dinámica de crecimiento de las CTN, produjo cambios que se manifestaron en las formas de propiedad, de competencia, de acumulación de ganancias, en la retribución del salario; se internacionalizó el proceso productivo y el del trabajo, y se conformó un mercado mundial, bajo una concepción distinta a la existente hasta ese momento.

Los CTN que, como nunca antes, llegan a dominar y orientar el desenvolvimiento socio económico, político, e institucional, a través de los precios de transferencias, la evasión, la conformación de los paraísos fiscales, y el manejo de su enorme potencial financiero para subordinar países.

Este poder incluye acciones militares del calibre de la Guerra del Golfo, de las invasiones a Afganistán e Irak, para mencionar a modo de ejemplo sólo algunas que siguen en curso. El chantaje y la coacción son las armas para imponer el miedo, e instalar la idea de que este poder es inconmovible.

Queda al desnudo toda la prédica falaz alrededor del funcionamiento transparente del mercado, aparecen los Conglomerados Transnacionales imponiendo sus precios y ganancias de monopolio, y determinan, en competencia feroz con los mas rezagados, dónde invertir, dónde acumular. El precio dejó de ser expresión de valor (como se dijo) y asignador eficiente de recursos, pasando a ser expresión del Poder, en un marco en que EEUU deja de lado unilateralmente el patrón oro-dólar, y éste se convierte en moneda internacional de curso forzoso. La manipulación de precios propia del sector monopolizado de la economía contrarresta la tendencia a la baja de la tasa de ganancia. Las ventajas de la mayor productividad quedan, esencialmente como beneficios para dicho sector.

La conformación del mercado mundial bajo esta lógica no trajo progreso para los pueblos del mundo, por el contrario se incrementó la inequidad en las relaciones económicas internacionales y al interior de las naciones, tanto en los países desarrollados como en los «emergentes».

En ese mercado se manifiestan las contradicciones que antes se daban al interior de las Naciones. A las que se agregaron las contradicciones entre las CTN, de éstas con los estados naciones principalmente de los países periféricos, y actualmente las que existen entre ambos y las regiones a su interior. Después del 71 comienza una crisis de onda larga caracterizada por la regulación impuesta por un puñado de Conglomerados Transnacionales con la complicidad activa de los estados naciones que los cobijan.

Hubo un cambio profundo en la lógica sistémica, se encararon todo tipo de políticas de ajustes, tuvieron éxito en bajar la tasa de inflación pero la desocupación siguió creciendo. La Revolución Informática no deja de expulsar asalariados manuales e intelectuales, y consecuentemente la demanda solvente no deja de disminuir a nivel mundial. A pesar de ello los gurúes neoliberales siguen pontificando desde una perspectiva supuestamente científica, que la salida de la crisis llegará con la disminución de los ingresos de los asalariados.

Tampoco lograron alentar la inversión productiva en la medida de lo esperado, dada la magnitud de las medidas tomadas para promoverla.

En cuanto al aspecto monetario y financiero, la globalización financiera (con especulación contra divisas) en retroalimentación con este funcionamiento irracional del mercado mundial, agrava cada uno de los rasgos señalados que se manifiestan como riesgos sistémicos.

Algunas visiones parciales

Entender como confluyen y se imbrican los cambios económicos, políticos y sociales que transformaron el mundo en sentido claramente regresivo en las últimas décadas, es determinante a la hora de pensar el devenir de nuestro futuro inmediato, y de cuales son las propuestas alternativas que buscamos construir. El desechar una visión sistémica, reduciendo el análisis a lo económico o divorciándolo de lo político, en muchos casos lleva a conclusiones equivocadas de algunos procesos en marcha, principalmente en Sudamérica.

Así, desde algunos sectores progresistas y de izquierda el análisis empieza desde lo económico y sin considerar el contexto político se concluye que «debería hacerse tal o cual cosa» para producir los cambios necesarios, construyéndose moldes por los que hacen pasar la realidad en curso. Si en un tiempo determinado el proceso en marcha no coincide con el molde o modelo alternativo propuesto, es porque los que conducen y participan de estos procesos, no tienen voluntad de cambio porque son cómplices de la continuidad del neoliberalismo, o han sido cooptados por su pensamiento aunque sean bien intencionados. Son planteos que terminan girando en el aire porque no tienen en cuenta, a la hora de proponer modelos alternativos al neoliberalismo, los comportamientos de los actores sociales portadores del cambio, principalmente en relación al poder de los CTN.

Es fácil comprender que ello tiene consecuencias en el accionar político que se vuelve testimonial y sus promotores son observadores más que protagonistas. Muchos de ellos han sido sorprendidos por lo que acontece en la Argentina, en Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Brasil, y Uruguay, porque ninguno de estos procesos podría pasar la prueba de encajar en aquellos moldes. Hoy buscan respuestas intentando hacer coincidir las realidades con sus esquemas, concluyendo que, en el mejor de los casos, ese «debe hacerse» se está realizando en algunos de estos lugares, pero de ninguna manera en todos.

Esta misma incomprensión -u omisión deliberada- conduce a economistas del estáblishment como Joseph Stiglitz y Paul Krugman, que en numerosas ocasiones denuncian el accionar de las instituciones multilaterales, critican la guerra de Irak, señalan el riesgo del estallido de múltiples burbujas, advierten sobre las posibles consecuencias de los déficit gemelos, pero nunca explicitan, que todo eso forma parte intrínseca del desenvolvimiento sistémico, del proceso de concentración y centralización del capital producido en los últimos decenios y son una consecuencia directa de la caída de los sistemas de regulación creados en Bretton Woods. Es que no es posible entender la invasión a Irak, la existencia de Guantánamo o la agresión irracional al equilibrio del planeta que pone en riesgo su misma existencia, sino como una parte substancial de las políticas que las CNT han venido sosteniendo con todo su poder en las últimas décadas. Estos economistas no reconocen lo que está delante de sus na rices, y es que éste sistema no puede ser mejorado o renovado, por lo que los que buscan soluciones para esos problemas deben promover cambios radicales en las relaciones de propiedad y poder, en sectores de la economía decisivos para precisar una estrategia autónoma frente a los CTN.

Las luchas populares en la situación actual

Pasaron 217 años desde la Revolución Francesa y el funcionamiento sistémico del capitalismo -que profundizó sus contradicciones en las últimas décadas- desnaturalizó las instituciones que la revolución generó. Subsisten los esqueletos de las Constituciones Republicanas, pero en el desenvolvimiento cotidiano quedan atrás las garantías y derechos ciudadanos conquistados por las luchas de los pueblos en el marco de los postulados revolucionarios.

En la época de la mundialización económica y la globalización financiera, tal dinámica sistémica tiene implicancias en la sociedad global (marginación, criminalidad, narcotráfico, los males de la urbanización); en el sistema productivo (disminución del stock de capital para una producción incrementada, expulsión creciente de fuerza de trabajo con desocupación y exclusión en auge y recesión), agresión a la naturaleza, problemas ecológicos multiplicados.

Nuevamente, como en sus comienzos, ahora ya como modo de producción consolidado y expandido por todo el mundo, el sistema capitalista necesita ser administrado y controlado por el pequeño grupo más concentrado y centralizado de beneficiarios casi exclusivos, que al no poder recurrir hoy a un sistema absolutista, lo corporizan en el «mercado», al que los ideólogos neoliberales le adjudican posibilidades reguladoras mágicas.

Sin embargo, Constituciones, Parlamentos, Poder Judicial, formas electivas que impusieron gobiernos de las mayorías con cierto respeto de las minorías, gestiones municipales más o menos participativas, en fin, instituciones que se generaron en su devenir y conformaron la Democracia Burguesa, no pueden ser eliminadas de cuajo, aun cuando su funcionamiento pleno y transparente no garantizaría la defensa de los intereses de esos sectores más concentrados.

Por ello los bienes públicos, manifestados como derechos humanos, como derechos ciudadanos, que se exteriorizaron en las relaciones interpersonales y sociales, hábitos y tradiciones, están jaqueados por formas autoritarias y represivas, expuesta a graves riesgos en cada país y por las políticas del imperialismo estadounidense a nivel internacional. La Democracia como gobierno del pueblo y para el pueblo, ha sido restringida, acotada a expresiones casi caricaturescas.

Los comienzos del nuevo siglo están signados por las luchas de los pueblos en defensa de esos derechos y garantías, que en cada país se desarrollan de una manera particular, en un contexto de deslegitimación a los ojos de las mayorías, de la mundialización económica y globalización financiera promovidas por el modelo neoliberal.

El derecho al trabajo con retribución digna, a la salud, a la educación, a la cultura, a la vivienda, a buscar y obtener representaciones políticas genuinas, en definitiva, a vivir una vida digna, son objetivos que para ser alcanzados, requieren de cambios profundos que confrontan directamente con la esencia de este modelo. La recuperación de la voluntad de resistir, de vencer el miedo, de organizarse y luchar por parte de los pueblos -presupuesto básico sin los cuales no podemos pensar en ninguna propuesta alternativa- viene claramente asentada sobre estos ejes.

Lograr estos cambios, requiere de una intervención extremadamente fina y precisa de los estados sobre los mercados para controlar y regular la asignación de las rentas, y sobre los sistemas tributarios para vigilar su distribución y acumulación; para acotar los mecanismos que posibilitan la valorización del capital financiero por encima de las necesidades de la producción; para avanzar hacia la liquidación de los sistemas delictivos como el lavado de dinero y los paraísos fiscales. Se trataría que la distribución y redistribución de los ingresos (que genera la demanda solvente) creciera a igual ritmo que la producción y la productividad. O sea un camino que posibilite que la producción de plusvalía, su acumulación, y la maximización de ganancia, se transformen en la búsqueda de la satisfacción de las necesidades populares

Para ello los estados precisan de una profunda renovación de los mecanismos para la elección de las representaciones y las gestiones gubernamentales, de los parlamentos, del poder judicial, de los ejecutivos, que garanticen su transparencia e impidan que sean condicionados, captados y/o corrompidos por los intereses de las minorías más poderosas, mediante la promoción de la genuina participación de las mayorías

Es importante aclarar que no estamos planteando retomar caminos ya transitados. Así, cuando se hace referencia al ciclo de onda larga, no estamos diciendo que hay reversibilidad en los ciclos. No se trata de un eterno recomenzar. Los ciclos de onda larga no se suceden retomándose cada uno en el último punto de prosperidad o de crisis como si nada hubiera pasado.

No estamos promoviendo el regreso del keynesianismo a través de alguna forma renovada. Entre otras cosas porque el keynesianismo fue sólo el intento regulador mas serio pero fallido al fin, para intentar contrarrestar las consecuencias más agudas de las crisis capitalistas preservando los intereses de las minorías, mientras que nosotros estamos proponiendo un camino para alcanzar cambios profundos, sobre los ejes que los pueblos desenvuelven sus luchas, en las actuales condiciones económicas, políticas, sociales. Objetivos que de ser alcanzados, nos permitirá instalar otra relación de los pueblos frente al poder de las CNT, que implicará otra correlación de fuerzas para buscar y obtener resultados superiores.

Tampoco estamos pensando en poner parches o en impulsar reformas parciales a los mecanismos que actualmente rigen las formas de elección y el ejercicio de las representaciones públicas de la sociedad, pues en las ultimas décadas éstas han sido moldeadas desde la raíz, como instrumentos para las políticas neoliberales. Para cumplir plenamente su función de genuina representación popular se requieren nuevos modelos de funcionamiento de la democracia, que deberían incorporar las riquísimas experiencias que han venido desarrollando los pueblos en estos años de resistencia, lo que permitirá reflejar al interior del propio estado la nueva correlación de fuerzas que se va desarrollando en el conjunto de la sociedad.

En fin, creemos que así como no es posible entender la hegemonía de las políticas neoliberales en los 90 al margen del comportamiento de los actores sociales -o sea el triunfo de ese modelo sobre la base de la derrota de los sectores populares- es que estamos convencidos que en esta etapa en la que se aprecia que gobiernos y pueblos están saliendo de la resistencia para pasar a confrontar con las Corporaciones Transnacionales y el G7, debemos debatir propuestas alternativas considerando justamente los procesos de lucha y cambios en las correlaciones de fuerza, que en definitiva caracterizan los alcances y límites de cada momento político.