Un nuevo temor recorre el mundo de los poderosos del mundo -los países fuertemente exportadores, las multinacionales y sus socios menores en nuestros países. Ese temor es la llamada desglobalización término enunciado por primera vez por el premier británico Gordon Brown en enero pasado en el Foro de Davos. Globalización y OMC En términos estrictamente […]
Un nuevo temor recorre el mundo de los poderosos del mundo -los países fuertemente exportadores, las multinacionales y sus socios menores en nuestros países. Ese temor es la llamada desglobalización término enunciado por primera vez por el premier británico Gordon Brown en enero pasado en el Foro de Davos.
Globalización y OMC
En términos estrictamente económicos globalización, si se quiere un concepto, refiere al libre movimiento del dinero y los capitales, a la liberación del tráfico de mercancías y servicios, a la internacionalización de la producción y a la posición cada vez más dominante de las empresas multinacionales.
Sin embargo este término no hace más que identificar una etapa o período del capitalismo que en rigor es copntinuación de la tendencia histórica a la mundialización del sistema del capital que lo acompaña desde su nacimiento como tal. Esta tendencia no es mecánica ni lineal, por el contrario tienen momentos de auge y de retroceso como puede verse a los largo de todo el Siglo XX. Argentina es un caso emblemático, si se toma como indicador el grado de apertura de la economía (un indicador construido por el cociente entre el promedio de exportaciones más importaciones sobre el PBI) se comprueba que en la primera década del siglo pasado este índice daba un valor del orden del 30%, a partir de 1925 comienza un descenso que se profundiza luego de los años ’30 para llegar a un mínimo de 5% en 1955. Se mantiene en niveles bajos hasta que en la década del ’80 inicia un nuevo ascenso que se acelera a partir de 1995 para superar el 20% en esto últimos años.
Los años ’90 con la desregulación de los mercados, las reducciones impositivas, el libre movimiento de capitales y la recuperación de mercados luego de la implosión de la URSS, la caída del muro de Berlín y los cambios en China, vieron el cenit de la globalización.
Así la institución emergente de este período fue la Organización Mundial de Comercio (OMC). Creada en 1995 sus objetivos buscan imponer reglas de liberalización comercial de los mercados con el argumento de que contribuirían al desarrollo, a elevar el nivel de vida de los ahora llamados países «emergentes». La realidad es que buscó garantizar los negocios de las corporaciones multinacionales, sometiendo a sus intereses la posibilidad de desenvolver políticas nacionales y la propia soberanía de los Estados-nación. Así el énfasis estuvo puesto en la desregulaciones y en lograr facilidades para el comercio y el acceso a mercados no agrícolas y de servicios, las inversiones y las compras gubernamentales. La desprotección del empleo y las reducciones salariales se convirtieron en variables determinantes para garantizar la competitividad internacional.
Proteccionismo y desglobalización
La crisis mundial desatada a mediados del 2007 pondría un freno -veremos si momentáneo- a estas tendencias liberalizadoras. Preocupados los jefes de Estado reunidos en el G-20 hicieron en Londres un llamado a todos los países a no recurrir a medidas proteccionistas, mientras que en Viñas del Mar los líderes «progresistas» de España, Inglaterra y Chile se mostraron alarmados por las «tendencias al populismo y al proteccionismo» que estimula la crisis.
Sin embargo una cosa son los organismos multinacionales con sus llamamientos generales y otra las actitudes de cada país en particular respecto de sus economías nacionales. Así EEUU, Francia, China, Gran Bretaña y España aplican distintas versiones del compre nacional; Alemania, Francia, EEUU y Rusia entre otros países han sancionado medidas administrativas que limitan las inversiones extranjeras; la Unión Europea que se pretendía como un modelo de integración social hoy ve renacer el racismo y la xenofobia y expulsa trabajadores extranjeros, particularmente a los países del Este.
Las estimaciones indican que en el 2009 el comercio mundial se contraerá un 10%, aunque para los grandes exportadores -Alemania, Japón, China- este porcentaje prácticamente se triplica; mientras que las inversiones extranjeras directas en el mundo cayeron un 21% en el 2008. Las remesas que enviaban los migrantes a sus países de origen se están reduciendo rápidamente, a tal punto que el Programa Mundial de Alimentos de las NU ha sido convocado de urgencia. Mientras el turismo y el transporte internacional también se contraen.
La crisis deteriora los pilares de la globalización: cae el intercambio mundial de mercancías, hay retrocesos en la movilidad del capital y de las personas y se contrae el flujo de dinero entre países, la OMC está estancada desde hace varios años. Toma cuerpo así la creación semántica del premier británico: desglobalización.
También entre nosotros
En nuestro país el contagio de la crisis mundial no llegó por la vía financiera, porque el ajuste en este sector se hizo en el 2001, pero desde mediados del año pasado comenzó a impactar en la llamada economía real. Frente a la evidencia de fuertes excedentes de exportación en los países más industrializados el gobierno nacional se vio obligado a reconocer el impacto que antes había negado. Desde el último trimestre del 2008 ha comenzado tomar medidas que restringen las importaciones y que buscan proteger el mercado y la producción nacional.
Se han puesto condicionamientos a la importación de textiles, calzado, muebles, productos metalúrgicos y eléctricos. Sea burocratizando mas los trámites aduaneros en las «licencias automáticas de importación»; imponiendo permisos de importación para unos 200 productos, lo que se conoce como «licencias no automáticas» o elevando los aranceles de importación para determinados productos provenientes de China, el Sudeste asiático y Brasil. Además se aprobaron diversas medidas antidumping.
Para los productos electrónicos fabricados en Tierra del Fuego se estableció un régimen impositivo particular reduciendo los impuestos internos a la producción y se proyecta gravar con más del 20% la importación de ciertos bienes del rubro electrónica. El objetivo no es otro que proteger la producción local.
Estas medidas no solo trajeron problemas con Brasil y China, también repercutieron al interior de la Unión Industrial, entre sectores menos competitivos o mercadointernistas y los que representan a las corporaciones multinacionales.
Ni tanto ni tan poco
Si bien los intercambios internacionales pueden continuar cayendo no puede asegurarse una fractura comercial como la de los años ’30, hay que tener en cuenta que en la actualidad las multinacionales generan el 70% del comercio mundial, y que buena parte de este porcentual es comercio intrafirmas, por lo que no es pensable un desplome como aquel.
Sin embargo la persistencia del libre comercio colisiona con las tendencias crecientes al proteccionismo. Puede que sea un a cuestión momentánea y el libre comercio vuelva a reinar o que el proteccionismo se acentúe, dependerá de la prolongación y profundidad que alcance la crisis. En todo caso las dos tendencias se inscriben en la lógica del capital, y ninguna de ellas contiene una salida efectiva para las transformaciones que requieren nuestras sociedades.
*Integrante del colectivo EDI-Economistas de Izquierda