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Protejamos al guindo

Fuentes: Gara

La suerte de ser Papa es que uno se puede permitir el lujo de tener siempre la razón y, además, ejercer esa infalibilidad a discreción, con el poder absoluto que le es concedido en el momento mismo de su elección para dejar de ser, como el vermú, rosso y transformarse en bianco. El de ahora, […]

La suerte de ser Papa es que uno se puede permitir el lujo de tener siempre la razón y, además, ejercer esa infalibilidad a discreción, con el poder absoluto que le es concedido en el momento mismo de su elección para dejar de ser, como el vermú, rosso y transformarse en bianco.

El de ahora, que rige con el nombre artístico de Benedicto XVI, ha decidido, de par de mañana, que no existe el Limbo. Y ésa, no lo negarán, es de las gordas. Después de vaya usted a saber cuántos siglos pensando que los niños que mueren sin bautizar van al Limbo en espera, habrá que suponer, de alcanzar la mayoría de edad ­en este aspecto siempre he albergado dudas. ¿Se cumplen años en el Limbo?­ se despierta un buen día el infalible y nos dice que va a ser que no. Que lo del limbo no tenía mucho fuste y que mejor lo dejamos y nos centramos en lo serio, que viene a ser el Cielo, acogedor y aburrido, el Infierno, tenebroso y llameante, y el Purgatorio de las Animas, que es como lo del Infierno pero en tercer grado penitenciario.

Ahí empiezan mis temores. Si un día nos quitan el Limbo, cualquier día vendrá Benedicto XVI o cualquier otro infalible y nos quitará Babia. Y ya me dirán ustedes qué hacemos con la cantidad de gente que está instalada de forma permanente en Babia. Repasen los periódicos, escuchen los boletines informativos y atiendan a los políticos que nos gobiernan o pretenden hacerlo y verán que una parte importante de esa tropa está, tan a gustito, en Babia. Lean y relean todo lo referido al conflicto que aquí padecemos y les parecerá, además, que Babia está demasiado cerca de la realidad para algunos. Más lejos aún los imagino, hablando de procesos irreversibles, treguas ya escritas aunque no publicitadas, paz por nada, democracia compatible con apartheid… Cuando nos quiten Babia, ¿qué haremos con todos ellos?

Y llega lo más preocupante. Si ya han quitado el Limbo y nos quitan Babia, ¿cuánto falta para que algún otro decrete la desaparición del guindo? Y, cuando nos lo quiten, ¿de qué árbol nos caeremos al cerciorarnos de que la estrategia de los que mandan es muy clara a la hora de buscar la división entre las víctimas de sus propias andanadas? ¿Cuándo nos daremos cuenta de que el doble rasero, la doble vara de medir, la división entre buenos y malos sólo beneficia al agresor? Es hora de caer del guindo. ¡Protejamos al guindo, por favor! –