El término «ciudadano-soldado» ha sido evocado en varios ámbitos con acepciones diversas en el pasado. El General Eleazar López Contreras, en mensaje a la nación el 16 de abril de 1936, ante la convocatoria a la formación de la Asamblea Nacional como mecanismo para transitar de un estado de hecho a uno de derecho, alude […]
El término «ciudadano-soldado» ha sido evocado en varios ámbitos con acepciones diversas en el pasado. El General Eleazar López Contreras, en mensaje a la nación el 16 de abril de 1936, ante la convocatoria a la formación de la Asamblea Nacional como mecanismo para transitar de un estado de hecho a uno de derecho, alude a su deber cumplido como ciudadano-soldado, pero en etapas separadas de su vida: esa acepción, honrosa sin duda, es justamente la que necesitamos superar a la luz de lo establecido en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela aprobada en referéndum nacional el 15 de diciembre de 1999.
No es cuestión de leyes sino de realidades inocultables: la Constitución del 99 recoge la percepción de un pueblo que reclama participar más activamente en la construcción y defensa de su futuro, lo cual lo llevará inexorablemente a chocar con intereses internacionales que dependían para su funcionamiento de un ciudadano apático y manejable, además de la colaboración de ciertos sectores nacionales que favorecían estados y/o corporaciones trasnacionales por beneficios personales.
CRITERIOS OBSOLETOS
La profesionalización del militar, si bien tiene como norte la búsqueda de eficiencia en la administración de la violencia legítima, aspecto éste que justifica su permanencia, es producto de la separación de funciones sociales a lo largo del tránsito histórico como efecto de decantación, burguesa o no, de las tareas humanas. El sector civil de la población no se percibe como un integrante necesario e insustituible en las labores de defensa nacional. En tiempos de paz la motivación ideológica de cualquier índole deja de ser motor para la guerra o la defensa, razón por la que todavía se utiliza el término » soldado», derivado del latín («que recibe sueldo») para remarcar su carácter mercenario, preparado para vender sus servicios al mejor postor, tal como hoy podría hacerlo una banda de sicarios. Ejemplos patentes son los «contratistas» que combaten en Irak pagados por los Estados Unidos, condición que les permite exceder los límites normados para la conducta del militar en conflictos bélicos.
Por otra parte, la profesionalización del militar y la tecnificación y especialización requeridas para el manejo apropiado de los nuevos equipos le lleva a asumir su actividad en términos ajenos a los estrictamente ideológicos: su labor parece perder el componente vocacional y se convierte en una ocupación más, como la de un contador o un ingeniero, y llega el caso de que intente organizarse en gremios para mejorar sus condiciones de vida al estilo de los sindicatos.
Un tercer factor que gravita sobre el componente militar es el alto grado de verticalidad de mando, formalismo y ritualidades que se conservan dentro del cuartel y la estructura organizativa; si bien ello puede ser atractivo para algunos, llega a convertirse en una rutina que pierde el sentido de debida majestad en tiempos de paz.
Otro legado de la profesionalización militar durante las últimas décadas del siglo pasado es su obligatoria apoliticidad; le era negada la posibilidad de tener opinión política, lo cual es prácticamente una castración de su intelectualidad y una forma de convertirlo en instrumento del gobierno de turno.
Lo innegable, sin embargo, es la mayor eficiencia derivada de la organización estructural de los componentes militares y la gerencia eficaz gracias a la especialización en el manejo de los nuevos productos tecnológicos que la investigación y desarrollo ha incorporado al arsenal disponible: su uso adecuado y la experiencia adquirida tienen de esta manera, combinadas con la coordinación inteligente, una justificación que sobrepasa todos los posibles inconvenientes de la excesiva profesionalización.
LA REALIDAD VENEZOLANA
La nación venezolana ha sido sometida al pillaje de las trasnacionales por casi un siglo. Gobiernos complacientes permitieron que esta situación se prolongara aún ante el deterioro de las condiciones de vida de los ciudadanos menos favorecidos, aquellos que habitaban las áreas rurales, alejados de la posibilidad de educarse o disfrutar de servicios básicos de salud. Atraídos por el brillo del neón en las ciudades, migraron a ellas para buscar la quimera de la riqueza o por lo menos para no morir de mengua, pero sólo encontraron ubicarse en la escala inferior de una sociedad que los marginó como los parias hindúes.
Esta situación de injusticia institucionalizada era insostenible, y produjo brotes de violencia que fueron reprimidos a muerte por los gobernantes de turno, utilizando justamente las fuerzas armadas en contra de su propio pueblo. Era la gota que llenó el vaso: el militar venezolano se formó con el ejemplo de Bolívar, y no toleraría semejante injuria. Desde los cuarteles empezó a surgir un brote de patriotismo real que se uniría al pueblo para finalmente llegar a gobernar al país con espíritu nacionalista: es la Venezuela Bolivariana de hoy, que asume un rol antiimperialista y empieza a retomar las riendas del país que habían sido entregadas a las compañías trasnacionales.
Al mismo tiempo, desde la caída del Muro de Berlín y el colapso de la Unión Soviética se vino impulsando un modelo de mundo unipolar propulsado por los oligopolios trasnacionales que veían abiertas las puertas para expandir sus actividades en todo el orbe; el poderío económico acumulado tras décadas de explotación indiscriminada de los recursos en los países del tercer mundo, apoyado ahora por el dominio militar libre de la amenaza del bloque soviético empezó a imponer una literal apropiación y sometimiento de todos los mercados disponibles, sin restricciones y sorda a las advertencias sobre la insostenibilidad del modelo de explotación y consumo tanto desde el punto de vista ecológico como por razones de resistencia social inevitable; convenios internacionales y resoluciones de las Naciones Unidas fueron olímpicamente desobedecidas por la insensibilidad inherente al sistema capitalista, aupando una actitud cada vez más prepotente e inhumana contra los países más débiles, los cuales a su vez se dejaron envolver en este proyecto hegemónico… exceptuando a un puñado de países, entre los cuales Venezuela.
El nacionalismo, el sentido de debida justicia y el rescate del ideario de Simón Bolívar, unidas a las fortalezas económicas de nuestro país, lograron ser encauzadas por el liderazgo y carisma del presidente Hugo Chávez, quien con su discurso antiimperialista se convierte en una amenaza seria para los grandes conglomerados industriales del primer mundo debido al efecto contagioso que despierta en los pueblos latinoamericanos y aún en otros países del tercer mundo, caracterizados por ser productores de materias primas y tener altos índices de exclusión o haber sido víctimas de colapsos económicos propiciados desde las altas esferas del poder financiero internacional.
Venezuela posee la más vasta reserva de hidrocarburos líquidos del mundo, enormes reservas de gas, yacimientos de hierro, bauxita, níquel, oro , diamantes y otros minerales estratégicos. Su úbicación geográfica, al norte del subcontinente suramericano, con una costa extendida y una plataforma continental en uno de los mares más ricos en variedades piscícolas, y sus diferentes hábitats naturales en tierra firme con enormes potenciales agroforestales, pecuarios y turísticos, la convierten en una presa apetecible para la expansión hegemónica de las grandes potencias; al mismo tiempo su proceso político plantea una incómoda guía para la emancipación de los pueblos latinoamericanos, contrapuesta a la situación de guerra civil en Colombia, donde las trasnacionales dictan la agenda represiva de las fuerzas armadas y paramilitares para defender sus intereses políticos y económicos. La actividad de los grupos paramilitares de ese país vecino ha empezado a traspasar la frontera, y se convierte en uno de los riesgos más visibles para la estabilidad social y política de la nación venezolana.
Esta breve sinopsis histórico-política explica el escenario de conflicto actual y la amenaza que se cierne sobre la República Bolivariana de Venezuela, cuyos efectos fueron evidentes durante el año 2002 (golpe militar fascista y paro patronal) y 2004 (desobediencia civil focalizada), y permite explicar la necesidad de instituir, estudiar y materializar de manera eficiente un proceso de participación civil en la defensa del territorio venezolano.
VARIABLES A CONSIDERAR
1) Hábitos sociales
El colectivo venezolano ha sido sometido durante décadas a un sistema de modelaje conductual favorable a las élites político-económicas alineadas con los capitales trasnacionales cuya meta era crear al sujeto acrítico, consumista y desligado de sus raíces históricas y culturales, listo a aceptar las limosnas del destino. Los medios de comunicación en manos de la oligarquía criolla fueron decisivos en la alienación del ciudadano urbano, a la vez que las corrientes disidentes y nacionalistas de corte socialista fueron reprimidas ferozmente o asimiladas dentro de los partidos del «status quo» luego de eliminar sus facetas más críticas.
La pobreza, la marginación, el racismo, el colapso de los sistemas de salud y educación favorecieron la aparición de la corrupción, los vicios, la conducta hedonista y la falta de solidaridad. El tejido social está descompuesto y se necesitaría un salto generacional para corregir esta tara síquica, a menos que se tomen medidas draconianas en el manejo de los medios de comunicación para convertirlos en reeducadores, en conjunto con otros mecanismos de eliminación de antivalores. Para ello, una clave la encontramos en el pasado, cuando nuestras ciudades eran más humanas y la gente interactuaba en sus vecindarios: de hecho, en el ámbito rural se consigue mucha más solidaridad que en las urbes.
2) El aspecto económico y laboral
Aunque la variable económica podría incluirse en los factores que conforman el aspecto social, lo que se quiere destacar aquí son dos elementos: la disponibilidad del ciudadano que tiene obligaciones laborales para mantener su familia y por ende necesita un programa de incentivos a la empresa y a él o ella misma, y la población desempleada o con trabajo eventual, que necesita la seguridad de su sustento.
Ello implica un programa de erogaciones específicamente diseñado para atender esas necesidades; hay que destacar que la exclusión está siendo combatida a través de las obras y programas de educación, salud y redes de distribución de alimentos a precios solidarios, así como de asistencia a los más necesitados.
3) El aspecto demográfico
La distribución geográfica de la población Venezolana muestra una concentración hacia las urbes en el eje Norte costero y una grave despoblación de las áreas fronterizas. La defensa física de las fronteras no puede hacerse a distancia, requiere de la presencia activa no sólo de contingentes militares sino también de un proceso de población en esas areas, incentivado por la generación de núcleos de producción adecuados al ambiente específico que además ayudan a desconcentrar el inapropiado crecimiento de las zonas marginales en los centros urbanos.
4) El aspecto ideológico
La controversia política de los dos sistemas que conviven en el país, uno en el gobierno, orientado a la socialización de las estructuras de servicios sanitarios, educativos, alimentarios y de transporte, y el otro en la oposición proclive a la privatización de dichos servicios basado en la libre competencia como regulador de los precios, ha generado una interpretación equivocada del rol de los ciudadanos en la defensa del territorio nacional. La oposición venezolana se identifica, más que con los valores autóctonos, con los símbolos del modelo capitalista, hábilmente manipulados por un conglomerado mediático que amplió su penetrante actividad de mercadeo de productos importados para invadir abiertamente el espacio político-ideológico, convirtiéndose de esta manera en vanguardia de las fuerzas agresoras que en el corto plazo son la amenaza más inmediata a la soberanía nacional.
Dicho de otra manera, una porción de la población percibe y confunde la defensa de la soberanía con un proyecto político al que adversan visceralmente. Esta situación obliga a considerar la presencia de enemigos internos dentro de la misma población, ya que la historia reciente ha demostrado que, movidos por el mensaje antisocial de los medios identificados con la oligarquía apátrida y los capitales trasnacionales, algunos sectores oposicionistas pueden llegar a cometer actos de desestabilización y sabotaje aún en perjuicio propio.
Cabe añadir que un vasto sector de la administración pública proviene de las estructuras partidistas de la Cuarta República a cuyas directrices siguen siendo leales, y están protegidos por la Ley de Carrera Administrativa. Por lo tanto pueden, como en efecto hacen, sabotear las acciones de gobierno gracias a su poder dentro de la burocracia estatal.
Este hecho explica que varios vicios del pasado sigan siendo difíciles de erradicar (corrupción, tráfico de influencias, prevaricación) dado que son lucrativos para los funcionarios y dado que el entramado legal que los protege sigue teniendo poder en las esferas judiciales.
Este problema está siendo atacado a través de la formación de estructuras estatales paralelas a los ministerios y a través de la jubilación del personal de los mismos para substituirlos por elementos frescos y con mayor formación ética, moral e ideológica; sin embargo seguirá siendo un problema a considerar en la construcción de un nuevo modelo de país. Añadamos a ello la inevitable contaminación de los nuevos cuadros debida a la débil formación y educación moral y a la tentación de los símbolos de status que la maquinaria de consumo proyecta en el imaginario colectivo a través de la propaganda para formarnos una idea de la difícil labor que nos espera en ese frente interno.
En el lado positivo, la redistribución de la renta petrolera y tributaria se materializa en obras y servicios de beneficio colectivo evidentes, accesibles para toda la ciudadanía. El empoderamiento de las clases y bases populares se hace palpable y se traduce en apoyo al gobierno, preocupado por la pronta reducción de las dificultades que acompañan a la pobreza a través de planes masivos de salud, educación, alimentación y trabajo. Todo ello consolida una actitud positiva al proceso de democracia participativa, pues perciben en él la solución endógena a los problemas estructurales heredados tras décadas de negligencia estatal.
Es preciso apuntar que el componente militar ha participado activamente en los planes de atención y solución de los problemas más acuciantes de la sociedad desde el principio del proceso Bolivariano, lo cual ha logrado un estrecho grado de vinculación cívico militar, contrapuesta a la visión «gorilista» de las fuerzas armadas en la región.
ORGANIZACIÓN, MOTIVACIÓN, PARTICIPACIÓN Y CORRESPONSABILIDAD.
El sucinto análisis de la situación actual plantea los frentes de acción más relevantes para la organización y participación de la sociedad como un todo cohesionado en la defensa de la soberanía nacional.
La visión de sociedad estratificada: gobierno/fuerzas armadas/población civil debe ser sustituida por una percepción de pertenencia y pertinencia colectiva, donde las pasiones políticas y apetitos personales sean superados por un sentimiento de soberanía irrenunciable.
Es imprescindible acometer un programa inteligente de reeducación y acercamiento de la población que supere en alcance a las fuerzas divisivas que la maquinaria mediática inyecta con éxito para el beneficio de los sectores excluyentes de la sociedad; identificar y neutralizar aquellos que pueden convertirse en frentes de playa y avanzadas de la penetración y la subversión como facilitadores, espías, colaboradores y en general traidores de la patria y del proyecto de emancipación que tratamos de proteger.
Asímismo, debe trabajarse con rigor en los aspectos organizativos y logísticos necesarios para la consolidación de un ejército popular eficiente, bien suplido e informado, con la estructura apropiada para manejar las contingencias en relativa autonomía sin perder la coordinación centralizada requerida, todos enfocados en la labor de defender el suelo patrio bajo la guía de las autoridades cívico-militares.
La meta es sencilla de definir: un ejército de 26 millones de venezolanos leales y dispuestos a la entrega total al servicio de la defensa del bienestar colectivo.