La Asamblea Nacional bolivariana es unicameral y cada cinco años renueva la totalidad de las bancas. Las elecciones son el 6 de diciembre y todos, gobierno y oposición, están mirando al día de las parlamentarias para que se sincere la correlación de fuerzas. Todos están apostando todo ahí. En esa clave es que hay mirar […]
La Asamblea Nacional bolivariana es unicameral y cada cinco años renueva la totalidad de las bancas. Las elecciones son el 6 de diciembre y todos, gobierno y oposición, están mirando al día de las parlamentarias para que se sincere la correlación de fuerzas. Todos están apostando todo ahí. En esa clave es que hay mirar cada uno de los movimientos que se den en Venezuela. Y en esa carrera el conflicto con Colombia, país con el que comparte 2.219 km de frontera, abre un grieta por donde se entrecruzan varios debates.
Formalmente, la razón del cierre de la frontera en el Estado del Táchira tiene que ver con el asesinato de tres suboficiales del Ejército venezolano por parte de «grupos irregulares», según denunció el gobernador José Gregorio Vielma Mora. Primero se anunció que se cerraban los pasos en cinco departamentos por 72 horas para capturar a los presuntos paramilitares colombianos responsables de los asesinatos. Rápido el clima se caldeó. Arrancaron las deportaciones y Maduro extendió el cierre de la frontera. El presidente colombiano Juan Manuel Santos intentó convocar de urgencia a la Unasur y a la OEA pero no alcanzó a juntar los porotos suficientes. Maduro denunció que desde Bogotá siguen conspirando contra la revolución y dijo que planeaban asesinarlo. Santos quiere llevar el tema ahora a la Corte Internacional de la Haya.
Evidentemente, la tensión no hace otra cosa que espiralarse. El argumento más repetido tiene que ver con una frontera porosa y complicada desde lo político. Los paramilitares que van y vienen siempre fueron un dolor de cabeza para el chavismo. Pero de fondo, al margen de la estridencia retórica, lo que se está poniendo en juego hoy tiene mucho más que ver con la economía.
En Venezuela se habla de una «guerra económica» que golpea de varios y diferentes modos. Con una economía en crisis por la baja del precio del petróleo, las cosas no están fáciles. Si en la época dorada que duró entre 2004 y 2008 el país creció casi al 10 por ciento anual, después de la crisis internacional de 2008 la cosa se puso dura. Con vaivenes se mantuvo y en 2014 el PBI cayó un 3 por ciento. Los pronósticos para el 2015 no son los más felices.
El Estado controla los resortes fundamentales del ingreso de divisas pero el esquema se desarticula en el momento de la distribución de los bienes. A su vez, la diferencia es abismal entre aquellos productos subsidiados por el gobierno y aquellos que se mueven en el mercado negro, ecuación que alimenta al desabastecimiento y la inflación que según el Banco Central de Venezuela fue de 68.5 por ciento en 2014.
En este esquema algunos bienes como el petróleo son miel para los que contrabandean en la frontera y se enriquecen con la bicicleta especulativa que tan bien describe el economista español Alfredo Serrano Mancilla cuando plantea que desde Colombia se desarrolla un «ataque cambiario y especulativo contra la moneda venezolana».
Ante este clima, la oposición entiende que puede y para eso necesita ganar elecciones. En una reciente entrevista, la historiadora opositora Margarita López Maya planteó a un «chavismo en declive» aunque eso no suponga que se haya abierto todavía una transición. Para eso, destaca, insiste, hace falta vencer al oficialismo en diciembre. El problema para la oposición es que si bien cuenta con una notable capacidad de movilización en un país notablemente polarizado, al momento de contar votos siempre flaquea.
En 2013 Maduro ganó por tan solo 1.5 las presidenciales. Fue una noticia que tuvo difusión a nivel mundial. En un momento durísimo para el chavismo, la oposición se endureció y salió a las calles el lunes siguiente a denunciar fraude. Pero no se pusieron de acuerdo con la estrategia, otra vez. Algunos prefirieron seguir al nuevo hombre fuerte, el gobernador de Miranda y ex candidato presidencial Enrique Capriles Radonsky, el moderado. Otros, los más duros, fueron por todo. El plan tenía un nombre: La Salida. El objetivo, que Maduro dejase Miraflores como fuera. En ese contexto se dieron las elecciones municipales de fines de 2013 en las que el «Gran Polo Patriótico», a contramano de lo que esperaba la oposición, amplió la diferencia.
A comienzos de 2014 la oposición estaba encerrada. Sin elecciones a la vista, solo les quedaba esperar 2 años más para juntar firmas y eventualmente convocar a un referendum revocatorio que pudiese tumbar a Maduro. Pero para eso faltaba mucho. Se impuso La Salida y las movilizaciones terminaron a comienzos de ese año con 43 muertos.
Las parlamentarias de diciembre son las primeras después de mucho tiempo. Operan como una suerte de referendum para el gobierno. Mientras, el contexto regional envalentona a la oposición. Con Ecuador, El Salvador y Brasil en situaciones delicadas, tanto adentro como afuera de Venezuela hay coincidencia en que lo que ahí suceda tendrá un peso estratégico y simbólico decisivo para toda América del Sur.
Fuente: http://www.telam.com.ar/notas/201509/118758-que-es-lo-que-esta-en-juego-hoy-en-venezuela.html