Esta pregunta carece de fundamento a priori: no se hubiera creado un empleo si fuera inútil y es igualmente útil para quien lo ejerce, ya que le proporciona un ingreso. Pero la pregunta se vuelve relevante si se plantea al nivel del conjunto de la sociedad. La pregunta entonces es: ¿qué es un trabajo socialmente […]
Esta pregunta carece de fundamento a priori: no se hubiera creado un empleo si fuera inútil y es igualmente útil para quien lo ejerce, ya que le proporciona un ingreso. Pero la pregunta se vuelve relevante si se plantea al nivel del conjunto de la sociedad. La pregunta entonces es: ¿qué es un trabajo socialmente útil?
Los trabajos improductivos no son inútiles
La economía política se ha enfrentado a esta pregunta durante mucho tiempo, pero desde un ángulo algo sesgado, preguntándose quiénes son los trabajadores productivos. Esta distinción entre trabajo productivo e improductivo tiene una larga historia, que se remonta a François Quesnay. En su famoso Cuadro económico 1/, plantea que «la nación se reduce a tres clases de ciudadanos: la clase productiva, la clase de los propietarios y la clase estéril». La clase productiva se define estrechamente, como «la que nos hace renacer por la cultura del territorio las riquezas anuales de la nación. La clase de propietarios incluye al soberano, los terratenientes y los decimadores»[encargados de cobrar el diezmo]. Sigue habiendo la clase definida como «estéril» que agrupa «a todos los ciudadanos ocupados con otros servicios y con otras obras que no sean las de la agricultura». Para la llamada escuela fisiocrática (que algunos llamaron la «secta de los economistas»), la tierra es, por lo tanto, la única fuente de riqueza gracias a su capacidad «milagrosa», y solo el trabajo de la tierra es productivo.