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Reseña

¿Qué hacemos con el poder de crear dinero?

Fuentes: Rebelión

«¿Qué hacemos con el poder de crear dinero?». Editorial Akal, Madrid, 2013. Autores: Bruno Estrada, Francisco Javier Braña, Alejandro Inurrieta y Juan Laborda.

«El dinero confiere un enorme poder a quien puede crearlo», se afirma en una de las primeras páginas del libro Qué hacemos con el poder que tienen los bancos y gobiernos de crear dinero sin ningún control democrático , editado por Akal y escrito por los economistas Bruno Estrada (economista, director de estudios de la Fundación 1º de Mayo de CCOO), Francisco Javier Braña (Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Salamanca), Alejandro Inurrieta (Economista, ha trabajado en empresas como Intermoney o FEDEA) y Juan Laborda (Economista, profesor del IEB y de la Universidad Carlos III), que hacen un alarde de divulgación para explicar las razones de actual crisis económica desde otro punto de vista.

En el título de este libro está enunciado el problema y también parte de la solución al mismo con tres verbos de acción: «poder», «crear» y «control».

El diccionario de la Real Academia de la lengua define «poder», en su primera entrada, como: «tener expedita la facultad o potencia de hace algo» y en su segunda entrada como: «tener facilidad, tiempo o lugar de hacer algo». Y esto es lo que han tenido en sus manos gobiernos y bancos a lo largo de la historia: facilidad, lugar y tiempo para crear dinero. Cuando se realiza sin ningún control democrático, como en el momento actual, el resultado es una nueva crisis del sistema capitalista, como la que ahora se padece en el inicio del siglo XXI.

El libro está divido en dos partes, una primera en la que se hace un viaje por la historia del dinero como medida de valor, como medio de pago y de cambio y como instrumento de acumulación de capital desde sus orígenes en forma de primitivas conchas de caurí hasta la actual situación de un euro en crisis. Este repaso por la historia del dinero permite analizar como el capital privado ha intentado someter el poder a sus intereses y cómo gracias a la desregulación y los abusos del sistema financiero se ha permitido la creación de una gran deuda que ha producido cantidades astronómicas de «dinero basura», esto es, dinero que no se corresponde con ningún valor tangible y no tiene su reflejo en la economía productiva.

Merece la pena detenerse en este punto para resaltar dos de los momentos clave que los autores señalan como el inicio del gran lío financiero que padecemos. El primero de ellos es el 15 de agosto de 1971, cuando el presidente Richard Nixon, aconsejado por su particular gurú económico, Milton Friedman (economista de la nefasta escuela de Chicago) devaluó el dólar de forma unilateral, rompiendo los acuerdos de Bretton Woods por el que el tipo de cambio de las principales monedas capitalistas del mundo era fijo. Esta acción permitió a los Estados Unidos darle rienda suelta a máquina de hacer dinero para sufragar la guerra de Vietman sin subir los impuestos ni caer en un déficit excesivo del Estado. Esta acción eliminó la relación entre la cantidad de dinero y las reservas de oro que los bancos centrales de cada país tenían, haciendo del tipo de cambio un elemento fluctuante que ha permitido a los Estados Unidos imponer sus políticas y su moneda sin contrapartida real alguna. Desde ese momento, los lobbies financieros fueron presionando a los diferentes gobiernos para que se compartiera con ellos ese poder de crear dinero, a la vez que se permitían desfiscalizaciones de las rentas del capital. El segundo gran «hito» fue la derogación de la Ley Glass-Steagall en 1999 permitida por Bill Clinton, una ley que se articuló tras el Crac del 1929 para impedir que la banca comercial fuera absorbida por la banca financiera, que es justamente lo que ha sucedido en esta crisis, que la banca financiera privada se ha hecho con el control gracias a las desregulaciones y las políticas de desfiscalización globales, que permiten que el dinero se reproduzca por arte de casino con la rapidez de un «clik» sin que tenga ninguna correlación real con el bien que representa (caso de las hipotecas basura) y sin que tribute en las haciendas de los países por los que viaja.

La segunda parte del libro está dedicada a las propuestas. Condensadas en apenas un par de páginas, los autores realizan 12 propuestas para recuperar el control democrático sobre la creación de dinero público que se concretan en la necesaria refundación de un sistema monetario mundial sobre la base de la economía real; la vuelta a la separación entre la banca comercial y la banca financiera; la recuperación del control de los gobiernos y parlamentos de los bancos centrales; la necesidad de una fuerte supervisión pública y supranacional; la eliminación de los paraísos fiscales; la creación de un impuesto sobre las transacciones financieras; la necesidad de imponer plazos de caducidad a las acciones con el objetivo «de eliminar una de las dos grandes fuentes del aumento de la deuda improductiva, haciendo poco atractiva la especulación apalancada en las acciones existentes»; la regulación pública de las agencias de rating ; la necesidad de implantar nuevos modelos de valoración de riesgos que impliquen un mayor control de los riesgos asumidos; y la modificació0n de los sistemas de retribuciones de los altos directivos.

Qué hacemos con el poder de crear dinero es un buen libro, que ayuda a entender lo que ha sucedido, pero sobre todo a comprender que el capitalismo es un sistema depredador cuando se permite su desarrollo sin ningún control democrático sobre sus actuaciones. Regular el poder de crear dinero con instrumentos legales y democráticos es la única manera de salir de la crisis económica. Las recetas que han resumido estos cuatro autores para ello son aplicables desde el minuto cero, solo hace falta la determinación política suficiente para embridar la economía desde una rienda política democrática.

 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.