Contra la mal llamada ‘piratería’ – no la que ocurre en las costas de Somalia, sino contra los pacíficos ciudadanos que hacen clic en un enlace – no hay que hacer absolutamente NADA. Primero, porque hacer clic en un enlace o usar un programa de descarga es lo más natural del mundo en Internet. Está en su mismísimo diseño, en sus protocolos. Es inevitable, y cualquier intento de impedirlo fracasará como han fracasado hasta ahora. Perseguir lo que no puede ser perseguido es absurdo.
Segundo, porque no es malo. No es robar. No se puede comparar al robo de propiedad física, es una falacia conceptual que solo los más ignorantes se atreven a mantener. La difusión no perjudica a los artistas cuando se asume que el modelo de cobrar por copia ha desaparecido. No se puede aspirar a cobrar por algo, generar una copia, que ya no cuesta nada. Producir música no es gratis, copiarla sí. Por tanto, hay que generar valor de otra manera. Proteger el negocio de las copias es absurdo.
Tercero, porque generar valor de otra manera no es imposible. Tal vez no requiera las costosas y pesadas estructuras que determinadas empresas mantenían para ello y se vean obligados a aligerarlas, pero no es imposible. Quien genere recursos con la propiedad intelectual de otros debe pagar por ello. En el nuevo entorno existen infinitas maneras de generar valor y de hacer que alguien pague por tu producto, sin extorsionarlo mediante un injusto canon o gravarlo con un impuesto arbitrario. Subvencionar la ineficiencia es absurdo.
Cuarto, porque en una jerarquía de valores razonable, proteger la intimidad de los ciudadanos, el secreto de las comunicaciones o la libertad de expresión son cuestiones que siempre y en todo momento deberían estar por encima de la protección de la propiedad intelectual. Lo contrario es prevaricar, favorecer los intereses de una minoría en contra del interés general, y a medio plazo es absurdo.
Quinto, porque la cultura no se defiende restringiendo el acceso a ella, sino difundiéndola, permitiendo que sea compatible con la realidad de su entorno. La protección que entre insultos y malas maneras exigen determinados estamentos no es protección para la cultura, sino para una serie de modelos económicos inviables en el mundo actual. Defender a quien no merece ser defendido porque no añade valor alguno es absurdo.
Dejémonos de absurdos y de verdades a medias. Ni campañas de concienciación innecesarias y mentirosas, ni un FICOD convertido en escenario para que la mal llamada «industria cultural» acuda a insultar a los asistentes. La «piratería» no existe, y contra ella no hay que hacer NADA.