Hace un par de días el Director Gerente de Operaciones del Banco Mundial, Juan José Daboud, soltaba un par de frases de las que no tienen desperdicio porque revelan hasta qué punto tienen interiorizado el discurso neoliberal y la fe dogmática en las virtudes del mercado quienes gobiernan esas instituciones (aunque, claro, supongo que por […]
Hace un par de días el Director Gerente de Operaciones del Banco Mundial, Juan José Daboud, soltaba un par de frases de las que no tienen desperdicio porque revelan hasta qué punto tienen interiorizado el discurso neoliberal y la fe dogmática en las virtudes del mercado quienes gobiernan esas instituciones (aunque, claro, supongo que por eso mismo son elegidos, ¿no?).
El señor en cuestión, a raíz del problema de la subida del precio de los alimentos a nivel mundial y sus repercusiones, sólo se le ocurre decir que «el mercado ha salido intacto de la crisis de precios y está funcionando, por lo que no ha perdido su capacidad para arreglar estos desajustes por sí sólo, aunque habrá que esperar. No es cuestión de semanas ni meses, el ajuste puede durar dos o tres años».
No me negaréis que la declaración no es cojonuda: hay decenas de millones de personas a punto de morir de hambre porque no tienen posibilidad de comprar los alimentos que tradicionalmente han constituido la base, cuando no la totalidad, de su dieta y al Banco Mundial sólo le preocupa el estado del mercado que ha salido «intacto de la crisis».
Como si los mercados nacieran, vivieran -y, para vivir, comieran- y murieran; como si fueran como esos niños famélicos de vientre hinchado que son los que van a morir de hambre porque no pueden acceder a alimentos, no porque no existan sino porque se han encarecido; como si esos niños pudieran esperar dos o tres años a que el mercado se ajuste.
Sí, el mercado arregla estos desajustes por sí sólo. Es cierto, señor Daboud, pero a expensas de un mayor precio para todos y decenas de millones de muertos en el camino que no pueden permitirse pagar ese precio ni esperar ese tiempo.
Ahora bien, cuando Daboud ya lleva el cinismo a extremos vergonzosos es cuando afirma que el Banco Mundial no piensa intervenir en los mercados porque «es mejor tener un mercado imperfecto que un perfecto burócrata decidiendo por otros».
¡Y lo dice él! ¡Un funcionario de una institución, el Banco Mundial, que si por algo se caracteriza es por dedicarse a imponer sobre los otros su forma de entender la economía y la sociedad a base del chantaje financiero!
Lo dice alguien que dedica su tiempo a presionar a los dirigentes políticos de los países pobres para que reduzcan la presencia del Estado en la economía; para que privaticen sus empresas públicas; para que desmantelen sus frágiles redes de protección social; para que abran sus mercados a la competencia internacional; para que sigan atendiendo religiosamente una deuda externa cuyo monto ya han pagado varias veces; para que, en definitiva, se preocupen más por la estabilidad presupuestaria y la inflación que por las personas.
Lo dice un «perfecto» burócrata. ¡Vivir para ver!