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Que no es el Fénix

Fuentes: Bohemia

Quién lo iba a imaginar. Cuando la inmensa mayoría de los analistas coincidían en vaticinar la ruina total del dólar estadounidense como patrón de las transacciones internacionales, en medio de una crisis global detonada por la debacle del sector inmobiliario precisamente en USA, se aparece esta moneda en pose de ave Fénix, de cenizas trasmutadas […]

Quién lo iba a imaginar. Cuando la inmensa mayoría de los analistas coincidían en vaticinar la ruina total del dólar estadounidense como patrón de las transacciones internacionales, en medio de una crisis global detonada por la debacle del sector inmobiliario precisamente en USA, se aparece esta moneda en pose de ave Fénix, de cenizas trasmutadas en cuerpo, con un despegue que se mantendrá en los próximos meses, conforme al más aceptado pronóstico.

Fuentes como The Wall Street Journal, citada por la agencia IAR Noticias, lucen exultantes al relatar una saga de aumentos semanales, con un acumulado en lo que va de año de más de cinco por ciento con respecto al euro, renco a causa de la actual crisis de deuda regional, que hace temer una insolvencia de pago generalizada y el consiguiente derrumbe en cadena de las economías más débiles, con España a la cabeza. Situación ya constatada en Grecia, la cual boquea a tal extremo que, con cinismo inapelable, Alemania le ha recomendado… la venta de islas. Cinismo porque, nos recuerda el colega Néstor Núñez, ese Estado federal se proclamaba «garante» de la indivisibilidad nacional en aquellos inefables tiempos en que deseaba anexarse la porción socialista conocida como RDA.

El que el ánimo de los inversionistas haya pasado del pesimismo frente al dólar al pesimismo ante el euro, a despecho de la caída del producto interno bruto en 2,5 por ciento, el riesgo de una corriente inflacionaria y el agravamiento del déficit presupuestario de los Estados Unidos, ha investido una vez más a la moneda del Tío Sam con la condición de «remanso» para una miríada de especuladores internacionales, quienes están comprando deuda pública gringa y, como señala The Financial Times, exportando «la nueva crisis desde EE.UU., mediante el endeudamiento sin respaldo que explota el dólar como refugio seguro».

Ahora, habría que pasar de desavisado para pensar que la subida del billete verde significa la cabal recuperación del país líder del sistema transnacionalizado. En opinión de especialistas como el cubano José Luis Rodríguez, de hecho nos hallamos en los umbrales de una redistribución del poder económico, que puede llevar a un nuevo reparto del mundo.

¿Por qué? Pues por factores que no solo se dan allá en la hiperbórea Unión, sino que andan también globalizados por esos andurriales de Dios nombrados planeta Tierra. Al decir de Rodríguez, «ha predominado una falsa dicotomía que, en la salvación supuesta, privilegia la economía especulativa, desasida de la productiva y todos sus corolarios, incluida la ambiental. Al final, la financiarización de la economía no ha sido más que la extracción del excedente de capital, y va a parar a la circulación, hasta abrirse paso por la vía especulativa (…) Los fondos públicos van a parar, en un círculo vicioso, a las arcas de los propios zares financieros que han provocado la crisis, esos que seguirán acentuándola.»

Los mismos que retornan al cálido regazo del dólar, como si el peso de la economía norteamericana no anduviera reduciéndose a ojos vista. (Ah, dorada época, posbélica, aquella en que constituía casi el 50 por ciento de la del orbe). Y como si una treintena de naciones «emergentes» no hubieran logrado un ritmo de desarrollo tan acelerado que en los últimos diez años sobrepasa en más del doble al de los que más despuntaban. Ello, sustituyendo el paradigma occidental con políticas de regulación y obligando a los señeros a cambiar el fuero del Grupo de los Siete Países más Industrializados (G-7) por el de un G-20 que marca, cual barómetro, la intensidad de la tormenta que se cierne sobre algunos.

Otro signo premonitorio: Hay quienes se resisten al canto de sirenas de un repunte entronizado por los siglos de los siglos, y sin decir amén se preparan para momentos más procelosos aún. Tomados un tanto aleatoriamente, los cables de prensa se encargan de alumbrarnos el panorama: «Arabia Saudita, Bahrein, Qatar y Kuwait crearon una unión monetaria (…) ¿Quién ganará la guerra de las divisas entre el dólar y el yuan-renminbi chino? Ninguno de los dos, sino el oro y la plata (…) En materia financiera y económica, Nueva Delhi empieza a aplicar la filosofía del BRIC (Brasil, Rusia, India y China), cuando en forma sorprendente su banco central compró al FMI 200 toneladas de oro, del total de 403 puestas en venta». Apuntemos, además, que los integrantes del ALBA han empezado a asumir el sucre, y que ya algunas naciones de Sudamérica realizan el comercio bilateral en sus propias monedas…

No en vano, según un reciente informe del Comité Nacional de Inteligencia, «EE.UU. verá debilitado en gran medida su predominio mundial antes de 2025». Visión más convincente que la difusa claridad que para unos cuantos pueda traer el alza del dólar, en cuyo abrazo se solazan de nuevo los al parecer desaprensivos especuladores.