En cuanto a la economía solo podemos hablar desde lo que nos dicta el sentido común, ya que somos legos en tan importante materia. Lejos de nuestra intención está el pontificar en torno a un tema en el cual no somos especialistas. No andaremos proponiendo medidas en detalle, pues correríamos el riesgo de hacer el […]
En cuanto a la economía solo podemos hablar desde lo que nos dicta el sentido común, ya que somos legos en tan importante materia. Lejos de nuestra intención está el pontificar en torno a un tema en el cual no somos especialistas. No andaremos proponiendo medidas en detalle, pues correríamos el riesgo de hacer el ridículo, cosa que a otros al parecer poco importa. En el análisis político y comunicacional hablaremos seguramente con más propiedad, en los próximos artículos de esta serie, tal como prometimos.
En un Análisis nuestro del 4 de diciembre (o sea, antes de las elecciones) planteamos algo que habría de ocurrir si no nos iba bien, lo cual sucedió: «…. es seguro que habrá explicaciones y huidas hacia adelante para justificar cualquier derrota. Si perdemos nosotros -¡Dios nos libre!- algunos les echarán las culpas a la guerra económica, a la manipulación mediática y a la campaña internacional«. Bueno, está bien que estas lacras se señalen, pero en nuestra opinión, ya lo habíamos dicho en otros análisis, nuestros grandes errores en la economía facilitaron grandemente tal guerra económica.
Avanzamos muy poco en la conversión de Venezuela de un país rentista a un país productivo, fuimos demasiado improvisados en esa materia, hubo grandes fallas de planificación (no te absuelvas, camarada Giordani). Estuvo muy bien que inventáramos y no copiáramos modelos, pero muy mal que erráramos tanto. En fin, asumamos que nuestra dirigencia ha estado aprendiendo: es hora de poner en acción las lecciones aprendidas, si las hubiere. De algún modo, es lo que plantea el camarada y analista argentino Atilio Borón: « La pertinaz guerra económica lanzada por el imperio así como su incesante campaña diplomática y mediática acabaron por erosionar la lealtad de las bases sociales del chavismo, agotada y también enfurecida por años de desabastecimiento planificado, alza incontenible de los precios y auge de la inseguridad ciudadana. Bajo estas condiciones, a las cuales sin duda hay que agregar los gruesos errores en la gestión macroeconómica del oficialismo y los estragos producidos por la corrupción, nunca combatida seriamente por el gobierno, era obvio que la elección del domingo pasado tenía que terminar como terminó «. Lo dice un amigo nuestro y enemigo, por supuesto, de la guerra económica.
En otro análisis del 16 de julio pasado, dijimos: «Los venezolanos, en general, se están comportando muy bien ante las dificultades, buena parte de ellos han sido dignos de las enseñanzas políticas de Hugo Chávez y de los llamados a la paz de Nicolás Maduro. Pero ojalá no se cumpla aquello de que tanto va el cántaro al agua, hasta que se rompe. Porque de todo hay en la viña del señor y nada está escrito«.
Es una frase que gustamos de repetir: nada está escrito. Se demostró ¿Cómo puede alguien andar criticando a este pueblo que asumió con estoicismo las colas, las carencias, la insoportable inflación, y no cayó en los llamados a la violencia ni en las provocaciones de saqueos? Pues se rompió el cántaro, sí señor. El pueblo se equivocó, por supuesto, el remedio no era darle tanto poder a la derecha ¿Y acaso no puede equivocarse, no tiene el derecho de cometer errores? ¿Cómo podemos, nosotros, que hemos sido tan erráticos (a las pruebas nos remitimos) criticar al pueblo porque se equivocó? Ese pueblo tendrá que corregirse a sí mismo, claro está, pero necesita, no una pequeña, sino una gran ayuda de sus amigos, que somos nosotros.
Creemos que no han sido para nada pequeños nuestros errores, que además vienen de larga data, es completamente injusto echarle todas las culpas a ese gran trabajador que es el presidente Maduro. En el mismo análisis que recién mencionamos, escribimos también: «Nosotros pensamos que este pueblo paciente y noble no está esperando soluciones para mañana. Pero sí que se le muestre con claridad un camino. No el Plan de la Patria, que es un proyecto estratégico, sino elementos tácticos para el mediano plazo que le restauren la esperanza, que anda algo golpeada. Sobre todo, un camino que le haga creer que será posible superar las dificultades económicas actuales, un plan coherente, global, que combine distintas medidas que configuren una perspectiva nítida. Inclusive, no dudamos que este pueblo estaría dispuesto a hacer algunos sacrificios si se le muestra la luz al final del túnel. Ya no bastan las generalidades, las carantoñas al pueblo, las promesas. La gente quiere verle el queso a la tostada, eso es evidente. Es hora de poner el queso sobre la mesa» ¿Se ha hecho esto? Pensamos que no. Se tomaron diversas medidas, pero eso no es un plan, al menos así lo percibió el pueblo.
Es más, la derecha vendió con éxito la matriz de que la intensa distribución de comida, los decretos de precios, la entrega de viviendas, pensiones y computadoras eran solo medidas electoreras, pan para hoy y hambre para mañana ¿Sintió el pueblo que lo estaban comprando? No podemos saberlo, porque somos supersticiosos y no analizamos científicamente la realidad, nos llevamos por pálpitos, corazonadas, impulsos, ocurrencias, algunas buenas, otras no tanto y otras realmente malas. Un plan es muy otra cosa, tiene que fijarse objetivos realistas y mensurables, con base en el estudio científico de la realidad (¡Cómo amaba Chávez las matemáticas!), proponer una estrategia, unos caminos, unos hitos temporales y unos resultados deseables y posibles, la luz al final del túnel.
No podemos seguir pensando en levantar una economía socialista a los trancazos, pues vivimos en un país capitalista, vamos a meternos eso en la cabeza. Creemos que hace falta estudiar profundamente nuestra sociedad y determinar el papel de los distintos factores económicos presentes. Creemos, junto a otros muchos revolucionarios, que Venezuela necesita una poderosa economía mixta y productiva, que deseche de una vez por todas cierto radicalismo económico que solo nos ha hecho daño. Por ahora, pensamos que se necesita una democratización de la economía que pase por incorporar a importantes sectores de la burguesía manufacturera bajo un control estricto del Estado, pero con la generación de incentivos diversos. Junto a ello, ir desarrollando el filón económico del Estado comunal, pero donde el Estado ejerza igualmente un cerrado control, para evitar el despilfarro, la corrupción, la dispersión. Una economía comunal con planificación centralizada que evite los peligros del individualismo, del desvío de recursos y de la generación subrepticia de cierto capitalismo popular (como dice la Machado) contrario al espíritu de la comuna. Se necesita desarrollar un plan creíble que combine con severa planificación formas capitalistas y socialistas de la economía.
En fin, son ideas para el debate salidas de la mente de un ignorante de la ciencia económica que solo trata de guiarse, como dijimos, por el sentido común. Eso sí. Lo decimos en torno a todos los aspectos, en el económico, en el político, en el social: basta de hacer las cosas «como sea», hay que prepararse, estudiar, planificar. Es claro que el «como sea» no nos llevará a obtener victorias. Continuará…
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