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Política fiscal

¿Qué pagan realmente las empresas en impuestos?

Fuentes: Viento Sur [Foto: BBC.com/ Getty]

Joe Biden quiere marcar diferencias con Donald Trump. Si a este último le molestaba el Estado, su sucesor lo quiere usar como palanca para salir de la crisis generada por la pandemia. No es revolucionario, como se ha querido presentar, pero hay un abismo entre ambas políticas.

Biden lanzó a finales de marzo un ambicioso plan de infraestructuras públicas de dos billones de dólares para sacudir el país y crear miles de puestos de trabajo. Y lo que es más importante, a los pocos días presentó algo más concreto: un programa fiscal para financiar dicho plan, cuyo pilar reposa sobre la reforma del impuesto de sociedades. Biden quiere que las empresas paguen más.

El plan apenas llega a recordar tímidamente al New Deal de Franklin D. Roosvelt –habla de subir el tipo impositivo nominal del 21% al 28%–, pero oír hablar a un inquilino de la Casa Blanca de subir impuestos a las empresas ya es de por sí novedoso. Apenas se ha hecho en el último medio siglo de dominio neoliberal.

La tendencia con el impuesto de sociedades ha sido global. El pasado mes de julio, la OCDE, juez y parte, señalaba que en las últimas dos décadas el tipo nominal medio ha pasado del 28% al 20%. Las haciendas vascas no son ajenas a esta tendencia, ni mucho menos. El tipo nominal –que no el efectivo, luego hablaremos de esto– pasó en 2013 del 28% al 24% actual y, lo que es más importante, la recaudación se ha desplomado en los últimos tres lustros. Si en 2007 las haciendas de la CAV recaudaron 2.034 millones de euros de las empresas, en 2020 fueron 1.043 millones. La mitad. Dicho de otro modo: en 2007, el impuesto de sociedades supuso el 14,8% de la recaudación total; el año pasado fue el 7,5%.

Causas múltiples

El tipo impositivo, sin embargo, no explica por sí solo el descenso en la recaudación de un impuesto que el catedrático de Hacienda Pública de la UPV-EHU, Ignacio Zubiri, califica como “el más sensible a la coyuntura”. En épocas de bonanza, como la que acabó en 2007, la recaudación se dispara, y en tiempos de crisis, como la que hemos vivido la última década, se desploma.

Hay dos elementos que ayudan a abordar este desplome, según explica Txema Mendibil, matemático y buen conocedor de los recovecos de la hacienda pública: la compensación de bases imponibles negativas y “las deducciones sin límites o con límites muy altos y dilatados”. Por partes, que aquí nos perdemos hasta con la declaración de la renta más sencilla.

La compensación de bases imponibles negativas hace referencia a la posibilidad de que una empresa que ha declarado pérdidas en un ejercicio las pueda compensar con los beneficios de los siguientes años. Es decir, una empresa ha ganado 10 millones este año, pero como hace tres años tuvo pérdidas de 15 millones, no tiene que tributar por el beneficio actual, ya que puede alegar las pérdidas de ejercicios anteriores. “Después de la crisis de 2008-2012 muchas empresas están todavía renqueando”, apunta Mendibil.

El segundo elemento son las deducciones y los incentivos; mecanismos y elementos variados que permiten un importante ahorro fiscal a las empresas. Es la jungla, un laberinto, un banco de niebla en un cruce de caminos enfangado. Le pedimos a Zubiri que nos guíe: “Las empresas que aplican la normativa vasca tienen bastantes más incentivos, y solamente las deducciones de la cuota suponen un ahorro de impuestos de casi el 20%. No estamos hablando de cantidades triviales”.

Zubiri también apunta que “hay una gran mentira que muchas veces se utiliza para justificar que aquí en el País Vasco las empresas pagan de verdad: el tipo mínimo”. Es decir, aunque el tipo nominal sea del 24%, la normativa de Bizkaia, por ejemplo, señala que el tipo mínimo a pagar, tras deducciones varias, debe ser del 17% –en el caso de pequeñas empresas, del 15%–. ¿Quiere decir esto que una empresa con 100 millones de beneficio paga realmente 17 de Impuesto de Sociedades? Zubiri tiene muy clara la respuesta: no. La trampa está en el cálculo de la base imponible, sobre la cual se aplica el porcentaje a pagar al fisco.

“Hay que tener en cuenta que la base imponible ya tiene montones de ahorros, de consolidación, de inversiones, de amortización acelerada, de exención de montones de rentas…”, manifiesta.

“Hace falta un tipo mínimo pero, tal y como está definido, tiene una efectividad muy pequeña; es más aparente que efectivo. Un tipo mínimo debería aplicarse sobre el beneficio contable, sin aplicar deducciones de ningún tipo”, añade.

Las deducciones, ¿efectivas?

Establecido que las empresas se ahorran mucho dinero a través de deducciones e inversiones en carpetas como la I+D, cabe preguntarse al menos si son medidas efectivas. Es decir, si repercuten de alguna manera sobre el bien común. Ignacio Zubiri vuelve a hablar sin pelos en la lengua: “No hay una sola razón sobre la faz de la tierra para incentivar las inversiones; las deducciones y los incentivos fiscales son realmente ineficientes y caros”.

Zubiri pone como ejemplo Alemania, “donde los incentivos fiscales prácticamente no existen”. “Todo el mundo sabe que son poco efectivos”, sigue: “No veo yo probable que una empresa invierta en una coyuntura mala, por mucho incentivo que haya, ni tampoco contratará a un trabajador porque le den 5.000 euros”.

El catedrático apunta además que son muy caras: no es solo la recaudación que se pierde con la deducción, también hay que contar la que hubiese generado la propia inversión, que en cualquier caso se hubiera producido. El ejemplo más claro es el de los sectores que se dedican a hacer I+D: “Primero se incentiva la investigación a través de deducciones y luego, cuando se vende la patente, la mayor parte de lo que se produce está exento”. Es decir, “primero se paga la investigación y luego los rendimientos que produce”.

En su opinión, estas ayudas “deberían limitarse a aquellos casos en los que estén justificadas desde el punto de vista económico. Por ejemplo, si hay un colectivo que tiene una dificultad especial de acceso al trabajo, es legítimo que haya una intervención; pero no es razonable hacerlo urbi et orbi”. Un Porsche para Amancio

Preguntamos a Zubiri si las deducciones se reparten al menos “democráticamente” entre todas las empresas. Contesta con otra pregunta: “¿Tengo la misma libertad de comprar un Porsche que Amancio Ortega? En teoría, legalmente sí, pero en la práctica no”. “Es verdad que las deducciones están abiertas a todas las empresas, lo que ocurre es que algunas, fundamentalmente las de mayor tamaño, están en mejor posición de utilizarlas”, señala.

Por ejemplo, señala el catedrático, “las empresas que se unen, que se consolidan en un grupo, tributan conjuntamente y reducen su factura fiscal en un 30%”. “Realmente, hay una gran cantidad de mecanismos para que las empresas tributen poco por el impuesto de sociedades, hay muchas empresas que pagan demasiado poco”, apunta ya a modo de conclusión.

Pagar en el lugar del beneficio

Otro agujero, en este caso global, en la tributación de las empresas lo causan las deslocalizaciones fiscales. Es decir, empresas multinacionales que se llevan los beneficios a tributar a lugares con mayores ventajas fiscales, donde pagan todavía menos. O nada. El plan de Biden señala la necesidad de que las empresas tributen por el beneficio allí donde lo obtienen, pero no va a ser fácil. Txema Mendibil señala que afectaría solo a las grandes multinacionales, y recuerda que “hay una propuesta similar pero mucho mejor de Caritas y otras ONG, que afectaría a todas las empresas”. Mendibil recuerda, además, que estas transferencias de bases imponibles “no solo se dan por razones fiscales, sino también políticas”.

Zubiri es escéptico ante la posibilidad de poner coto a estas transferencias fiscales. “Al final de los finales, el problema de lograr acuerdos internacionales es que no hay ningún acuerdo internacional que beneficie a todos los países, porque muchos países han hecho su fortuna en base a permitir defraudar. No solo hablamos de las Islas Caimán”.

Refiere, asimismo, el problema del árbitro: “Le han encargado el trabajo a la OCDE. Muy bien, recordemos que hace como 10 años dijo que solo quedaba un paraíso fiscal en el mundo y que puso como presidente de una comisión contra el fraude fiscal al ministro de Hacienda de un paraíso fiscal”.

La reforma pendiente

Sin olvidar el esfuerzo global, Zubiri prefiere poner el foco en las medidas que las haciendas vascas pueden poner en marcha bajo el principio rector de que “para alguien preocupado por el estado de bienestar, es crucial preocuparse por los impuestos que pagan las empresas, sobre todo las grandes”.

El catedrático asegura que “es necesario hacer una reforma del impuesto de sociedades que aumente su capacidad recaudatoria e, incluso, su eficiencia”. A su juicio, esa reforma debe pasar por “eliminar todos los beneficios fiscales no justificados, reformar la aplicación del régimen de consolidación, endurecer los criterios para eximir de tributación intereses, dividendos y plusvalías, eliminar los regímenes especiales, evitar que se use para eludir el IRPF y establecer un tipo mínimo de tributación significativo, en relación al beneficio contable”.

Podemos escuchar anticipadamente las protestas patronales ante tal lista de la compra. Zubiri contesta preventivamente: “Quienes vean eliminados sus beneficios dirán que esto destruirá empleo y creará pobreza, pero no es cierto. Simplemente se estarán eliminando privilegios que no producen ningún beneficio a la sociedad, solo a quienes los reciben”.

Fuente: https://vientosur.info/que-pagan-realmente-las-empresas-en-impuestos/