En un momento pareció que tras la interminable sucesión de crisis financieras que sacudieron a los países de América Latina durante las ultimas décadas, la región por fin había aprendido los peligros de la dependencia excesiva del financiamiento externo. Partiendo de este reconocimiento, así como de los importantes cambios políticos que tuvieron lugar a lo […]
En un momento pareció que tras la interminable sucesión de crisis financieras que sacudieron a los países de América Latina durante las ultimas décadas, la región por fin había aprendido los peligros de la dependencia excesiva del financiamiento externo. Partiendo de este reconocimiento, así como de los importantes cambios políticos que tuvieron lugar a lo largo de los últimos años, surgió el proyecto del Banco del Sur. La noción clave detrás de la iniciativa es la necesidad de canalizar el ahorro propio para el financiamiento de proyectos productivos y de infraestructura destinados a promover la integración regional a través de la movilización de reservas internacionales.
Sin embargo hoy, 6 años después de que se empezara a discutir la necesidad de un Banco del Sur, casi 3 años tras la firma del Acuerdo Fundacional1 y un año de la firma del Acta de Constitución por 7 Jefes de Estado de la región2, el Banco aun no es una realidad. Dada la importancia fundamental de este proyecto para superar los problemas de volatilidad y fragilidad financiera asociada a la apertura a los mercados financieros internacionales, se hace necesario tras este largo periodo de tiempo de realizar la pregunta: Que pasa con el Banco del Sur?
A modo de abrir el debate, se podrían dar 4 explicaciones para responder a esta pregunta. En primer lugar pareciera como si la bonanza exportadora de materias primas hubiera hecho olvidar las dolorosas experiencias de crisis del reciente pasado y por ende de la importancia de establecer un mecanismo de financiamiento alternativo y democrático a nivel regional. De esta forma, la relativa estabilidad con la cual los países parte de la iniciativa han enfrentado la crisis financiera global ha relegado al Banco del Sur a un plano secundario dentro del grupo de prioridades regionales. Esta falta de visión estratégica puede resultar fatal, una vez se continúen intensificando las tensiones comerciales y financieras a nivel global producto de la profundización de los desequilibrios estructurales que produjeron inicialmente la crisis.
Aunado a este elemento se encuentra, en segundo lugar, la falta de voluntad política de los gobiernos de la región para mantener la persistencia requerida para la implementación del Banco. Desde el comienzo fue claro que la variedad de intereses contrarios al éxito de la iniciativa, dado su potencial para romper con el sistema de dominación y saqueo de la deuda, esta necesitaba un esfuerzo político sostenido para lograr su concreción. A pesar de las buenas voluntades de los gobiernos progresistas detrás del proyecto, este esfuerzo no ha existido. El carácter intermitente del Banco en la agenda regional ha permitido que tanto los elementos externos contrarios al mismo, representados por las IFI, como los elementos internos, representados por la tecnocracia tradicional de los Bancos Centrales y Ministerios de Finanzas, hayan podido des-acelerar y finalmente frenar el ímpetu inicial de las discusiones sobre la Nueva Arquitectura Financiera (NAF) en América Latina. En este sentido la falta de transparencia en las negociaciones por parte de los gobiernos no ha ayudado para la movilización de apoyo político con el objetivo de superar estas resistencias.
Sin embargo no toda la responsabilidad recae sobre los gobiernos, sino también sobre la falta de acompañamiento por parte de los movimientos sociales y populares al Banco del Sur. Por un lado, el constante cambio en las dinámicas políticas internas de los países miembros de la iniciativa ha tenido como resultado el privilegiar las reivindicaciones a nivel nacional por encima del desarrollo de una conciencia de la importancia de las luchas a nivel regional. Por el otro, la errónea percepción por parte del movimiento social del carácter arcano y abstracto de los beneficios del Banco han causado su virtual abandono dentro del discurso y lucha política regional. Como en todo proceso político, la falta de presión por parte del electorado para la aprobación de una iniciativa, disminuye el atractivo de esta para los políticos electos. El Banco del Sur no es una excepción a esta regla.
En este punto, y como cuarta explicación, es de resaltar que la falta de interés por parte de los movimientos sociales con respecto al Banco se debe en gran medida al poco éxito que han tenido los interesados en promoverlo en comunicar de forma adecuada los beneficios y ventajas asociadas a la NAF. Es necesario darse cuenta que el apoyo que requiere el Banco del Sur no proviene de un salón de conferencias, sino de grupos específicos de intereses a nivel regional que pueden beneficiarse enormemente de su implementación. Campesinos sin tierra que requieren capital y tecnología para volver productivo el campo latinoamericano y asegurar la soberanía alimentaria de la región. Empleados del sector metalúrgico que necesitan de los medios para poner en marcha empresas recuperadas y construir una infraestructura ferroviaria acorde al proceso de integración regional. Científicos e ingenieros de centros de investigación ávidos de recursos para poner en marcha innovaciones tecnológicas acorde a las necesidades históricas de la región. Estos son entre muchos otros a los cuales es necesario llegar con análisis practico para construir el apoyo político requerido para volver el Banco del Sur una realidad.
Del análisis se deriva que se requiere un esfuerzo mancomunado por parte de diferentes sectores progresistas en la región para poder cambiar la actual situación. Es preciso que los gobiernos participes de la iniciativa den total transparencia al proceso de negociaciones. La libre circulación de información respecto a la operación del Banco del Sur se debe constituir desde un principio como la característica fundamental que lo diferencie de las IFI. Sin embargo esta apertura no será posible sin el apoyo de los movimientos sociales. Es necesario que de la misma forma que el movimiento social a nivel regional logro bloquear el ALCA, este se organice y pida de forma enérgica la transparencia en las negociaciones del Banco del Sur como un primer paso para desbloquear su proceso de implementación. Apoyando estas dos dinámicas se requiere un esfuerzo por parte de académicos e interesados en el proyecto de explicar a los diferentes sectores sociales la importancia y beneficios que conlleva este proyecto para la integración regional. Solamente a través de este esfuerzo común será posible convertir al Banco del Sur en esa realidad y piedra clave del proceso de integración económico y productivo que América Latina tanto ha anhelado.
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