Recomiendo:
0

¿Qué pasó mi líder?

Fuentes: saberypoder.blogspot.com

I.- Leyendo los dos más recientes artículos de Javier Biardeau ( El pensamiento crítico socialista ante el reto de conjurar la deriva cesarista y A la deriva del mito-cesarista: ¿qué hay de nuevo en el socialismo del siglo XXI?) recordé una entrevista que le hiciera a Enrique Dussel para ÁvilaTV, y cuya publicación (de la […]

I.- Leyendo los dos más recientes artículos de Javier Biardeau ( El pensamiento crítico socialista ante el reto de conjurar la deriva cesarista y A la deriva del mito-cesarista: ¿qué hay de nuevo en el socialismo del siglo XXI?) recordé una entrevista que le hiciera a Enrique Dussel para ÁvilaTV, y cuya publicación (de la versión escrita) en este espacio es una de las tareas que tengo pendientes.

A falta de la entrevista, vale comentarles mientras tanto un artículo que publicara el mismo Dussel en el diario mexicano La Jornada, en marzo de este año, en donde ya abordaba el tema que nos concierne: el liderazgo revolucionario.

El referido artículo lleva por título Criterios del liderazgo democrático. Sostiene Dussel que uno de los rasgos de la cultura política de la izquierda latinoamericana es su renuencia a discutir sobre este asunto del liderazgo: «La izquierda necesita del liderazgo, siempre lo ha tenido, pero no le agrada discutir el tema». Más adelante complementa esta misma idea:

«Todo movimiento político necesita participación popular, principios normativos, proyecto hegemónico, organización y liderazgo confiable y eficaz. No hay que temer al líder, pero hay que exigirle cumplir criterios políticos democráticos claros que puedan servir para la crítica constructiva. A esto la izquierda no está habituada: critica todo o acepta todo».

II.- Aunque a mi amigo Erik del Búfalo no le agrade la palabreja, y aunque tenga sus fundadas razones para asumir tal postura, considero crucial, democráticamente crucial, que recreemos permanentemente las condiciones que hacen posible un «debate» sobre éste y otros asuntos. En esta Venezuela de revolución bolivariana, es el debate, al menos tal y como lo entiendo, el que «saca de sus casillas» a los sujetos sociales, mientras que la charlatanería, la palabrería aparentemente docta (chavista y antichavista), la repetición de consignas, la adulación, la propaganda y hasta el cotilleo («el más pequeño burgués de todos los fenómenos», según Walter Benjamin) los «encasillan».

«Contra el debate, la polémica», es el grito de guerra de los amigos reunidos en la web surversion.com. Pues bien, yo le apuesto a un debate de combate, que en la práctica equivale a sustraerse a esta lógica de la «clase discutidora» que lo discute todo para que nada cambie. Pero como es imposible que «nada cambie», la «clase discutidora» enfila sus baterías argumentativas para garantizar que el cambio les beneficie exclusivamente. Pero esto de los beneficiarios de la revolución lo abordaré más adelante. Así pues, nos sugiere Dussel ubicarnos en una posición distinta a la que ocupa la falsa y maniquea dialéctica del criticarlo todo o aceptarlo todo. Tanto como aceptarlo todo acríticamente, criticarlo todo constituye una impostura que opera, por ejemplo, criticando todo lo relativo al liderazgo de Chávez, pero reivindicando al mismo tiempo la «verdad que emergió» el 13 de Abril. Esta impostura, digo, supone lo que hay que explicar: que cuando el «gentío», la «multitud indomable», el «bullicio de singularidades irreductibles» emergió el 13 de Abril, lo hizo para restituir a su líder. Tiene que ser mucha la mala conciencia para negar una verdad como ésta.

Sin embargo, es de tal naturaleza eso que algunos llaman el «clima de opinión», que afirmar algo parecido (la gente el 13 de Abril restituyó a su líder) equivale a someterse a toda clase de «encasillamientos», siendo justamente uno de los preferidos, ¡oh casualidad!, que uno lo acepta todo acríticamente. Ciertamente, no será éste el caso de nuestros amigos «polemistas», que al parecer llegan con ganas de sumarse con energía a éste, nuestro debate, discusión o atajaperros, como prefieran llamarlo, a lo interno de las filas revolucionarias. Bienvenida, pues, sea la surversión.com.

III.- Venía de decir Dussel que «no hay que temer al líder, pero hay que exigirle cumplir criterios políticos democráticos claros que puedan servir para la crítica constructiva». Y por ahí va la cosa, ¿no? Reconocimiento del liderazgo de Chávez no puede ser equivalente a temor de esgrimir la crítica constructiva y necesaria. Cualquier persona con cuatro dedos de frente, y hasta con tres, sabe que «crítica constructiva y necesaria» no es la que hacen Didalco Bolívar o Ramón Martínez. Pero ni Didalco Bolivar ni Ramón Martínez deben utilizarse como chivos expiatorios para luego despachar toda crítica.

Es necesaria, pues, la crítica, en particular la crítica del líder, pero es necesario el líder. «¿Por qué toda revolución o proceso de cambio social tiene siempre un liderazgo construido desde el pueblo?», se pregunta Dussel. Inmediatamente la respuesta:

«Porque los proyectos y principios de todo cambio social y político, que son específicos o universales, hay que aplicarlos a casos concretos, y en esta aplicación puede haber errores. Los encargados de aplicarlos son personas, políti cos, biografías concretas, sujetos con cualidades y vicios, humanos, limitados, históricos. Los movimientos sociales, los pueblos, los ciudadanos pueden adherirse a proyectos y principios, pero necesitan discernir sobre personas concretas que llevarán a cabo los principios y proyectos hegemónicos. La persona real, con rostro, honestidad, sentido del humor, prontitud en la decisión, perseverancia, es esencial. Los pueblos no siguen sólo principios, proyectos, sino también personas. Y es correcto en política (como en toda actividad humana)…

«La cuestión de fondo es reflexionar sobre los criterios que juzgan la acción de liderazgo y la colocan dentro de ciertos límites que lo determinen como liderazgo justo, democrático, eficaz, crítico. Si se cumplen estos criterios no habría que temer al liderazgo. Así, los mismos que cumplen el liderazgo tendrían pautas correctivas que les permitirían enmendar errores en el ejercicio del liderazgo. Los líderes no pueden ser infalibles; siempre se equivocan, como todo político. La cuestión estriba en poder corregir los errores coherentemente, cumpliendo con criterios estipulados».

Muy interesante resulta la aplicación de estos criterios para realizar una valoración del liderazgo de Chávez. Siempre según Dussel, estos serían tres, a saber:

1) «toda acción del líder debe cumplir con el proyecto de reproducir y aumentar la calidad de vida de los ciudadanos, en especial los más necesitados»; 2) «ejercicio continuo de la democracia»; y 3) «la factibilidad», esto es, «si el liderazgo llega a las metas propuestas es eficaz».

Sobre el segundo criterio, Dussel emplea un ejemplo que vale la pena citar, en tanto que guarda alguna semejanza con la realidad venezolana:

«Si un líder en el Ejecutivo tuviera mayoría absoluta con sus partidarios en la Cámara de Diputados, situación ideal para exigir a sus correligionarios cumplir con sus deberes de representantes, estudiando las leyes y decretándolas, más si el mismo Ejecutivo las promueve y, para ir más rápido, pidiera plenos poderes para suplir la acción del Congreso, habría faltado al criterio de un liderazgo democrático, porque asumiría innecesariamente plenos poderes, debilitando la capacidad discursiva de los diputados. Estos perderían responsabilidad, quedarían inactivos y obedientes a un liderazgo que no se ocupa de acrecentar los hábitos democráticos de sus colaboradores. Es una ocasión perdida para democratizar las estructuras del Estado. Se transformaría así en un liderazgo ambiguo, que puede ser criticado de dictadura (en el sentido de la institución romana), y, por desgracia, dictadura innecesaria, siendo que tiene una mayoría absoluta en la Cámara (pero débil, porque la oposición decidió no participar en las elecciones, y en vez de afirmar a sus correligionarios en la Cámara los debilita con sus plenos poderes). Se trata de un error en el ejercicio del liderazgo».

¿Existe una dictadura en Venezuela? El hecho de que los medios de la derecha lo griten a los cuatro vientos, todos los santos días, en ejercicio pleno de la más absoluta libertad de expresión, es la más clara demostración de que esto no es así. Libertad, dicho sea de paso, que se ejerce con tanta virulencia, que una parte importante del chavismo considera que el gobierno venezolano incurre en lenidad a costa de su legítimo afán democrático. ¿Cometió un error el Presidente Chávez al solicitar poderes para sancionar leyes por vía habilitante? Caramba cámara: no sienta pánico, no mire para los lados, no se ruborice, no se indigne, no tiene por qué sentir que se le viene el mundo encima. Porque de eso se trata la democracia, y más si es revolucionaria: de hacernos estas preguntas, sin temor alguno. Y no espere de este servidor una respuesta que lo tranquilice: revise nuevamente, si lo cree conveniente, los criterios que nos sugiere Dussel, realice su propio análisis y saque sus propias conclusiones. IV.- Ejercicio igualmente interesante resulta evaluar la propuesta de Reforma Constitucional a partir de estos tres criterios: ¿las reformas planteadas por el Presidente Chávez están orientadas a reproducir y aumentar la calidad de vida de venezolanos y venezolanas? ¿Prefiguran y garantizan el ejercicio continuo de la democracia? ¿Crean las condiciones para alcanzar las metas que se ha propuesto la revolución bolivariana?ucir y aumentar la calidad de vida de venezolanos y venezolanas? ¿Prefiguran y garantizan el ejercicio continuo de la democracia? ¿Crean las condiciones para alcanzar las metas que se ha propuesto la revolución bolivariana?

Pongamos por caso el tema espinoso, el preferido de la «clase discutidora» opositora: la reelección «indefinida». Me cuento entre quienes están convencidos de que la distinción entre «reelección indefinida» y «reelección continua» no es puro ejercicio de retórica. Ya sabemos que para la oposición la propuesta presidencial es sinónimo de entronización eterna de Chávez en el gobierno. Si no fuera tan lamentable, esta postura sería simplemente cómica, porque es la evidencia más palpable y reciente de la impotencia opositora frente al liderazgo de Chávez. La reelección sería «indefinida» no por voluntad dictatorial, sino por la «indefinición» e inexistencia del liderazgo opositor.

Lo que habría que discutir es cuán conveniente, e incluso necesario, es la continuación de un Chávez en el gobierno más allá de 2012, y la relación entre ésta y la continuidad y profundización de la revolución bolivariana. Y para despejar cualquier duda, esta pregunta, cámaras, se la formula y se las plantea alguien que no alberga ninguna duda sobre la necesidad de votar por el Sí el venidero diciembre. ¿A partir de qué criterios determinamos que es necesaria la reelección del Presidente Chávez en la contienda electoral de 2012? ¿A partir de qué criterios es posible sostener hoy, 2007, que no será necesaria e imprescindible entonces, e inclusive ahora mismo, la aparición de nuevos liderazgos genuinamente revolucionarios, provenientes de la izquierda del chavismo? Al margen de las eventuales respuestas, son preguntas, insisto, indudablemente pertinentes, de esas preguntas que uno puede hacerse en democracia y sin temor de ningún tipo.

Es cierto que los nuevos liderazgos no surgen de la nada, y que sólo es posible que lo hagan a partir del fragor de la lucha cotidiana. Pero es sólo parcialmente cierto que el carácter «avasallante» de Chávez inhibe esta emergencia. Parafraseando a Erik del Búfalo, el liderazgo, si es verdadero, «no pide permiso a nadie… no espera por la acción, pero la suscita». Mal haríamos si procediéramos, cual opositor desorientado, atribuyéndole al liderazgo de Chávez la razón de todas nuestras carencias (y al escribir esto, estoy pensando en los amigos que militan en los movimientos sociales y populares revolucionarios).

V.- Tema asociado, pero distinto, es el que versa sobre algunos liderazgos que se fortalecen al amparo del liderazgo de Chávez. En su artículo El pensamiento crítico socialista…, citado al principio, Javier Biardeau se refiere a los «beneficiarios directos de la lealtad incondicional al líder», a partir de la cual «se construye el mito-cesarista incuestionable y la falsificación histórica de que sin su presencia es imposible una revolución socialista».

Es fama que el Presidente Chávez siente profundo desprecio por los aduladores. Y es historia que son los aduladores los primeros en huir del barco cuando se acerca la tempestad, así como los más mordaces críticos cuando hacen filas en el bando contrarrevolucionario. Do you remember Miquilena? Y como habrán de venir inevitablemente, porque se trata de una revolución, nuevas tempestades, eventualmente los veremos huir por la derecha. Literalmente. Lo que esperamos, claro está, es que no sean tantos como para hacer naufragar el barco.

La discusión, el atajaperros, la polémica o el debate necesarios, pasan por hacer visible lo que Jeudiel Martínez llama «régimen de explotación política». Lo que Javier Biardeau enuncia como «deriva cesarista» no responde, tal vez ni siquiera principalmente, a la mera voluntad del liderazgo de Chávez, sino que éste está envuelto en una madeja de relaciones de poder que tiene beneficiarios concretos, y que usufructúan la potencia popular.

Para identificarlos, tal vez sirvan de algo los criterios que nos sugiere Dussel: ¿contribuyen a aumentar la calidad de vida del pueblo venezolano o están muy ocupados en mejorar su propio estilo de vida? ¿Ejercen de manera continua la democracia o hablan de democracia participativa, pero en la práctica actúan como los viejos «representantes» de la voluntad popular? ¿Son eficaces en la acción de gobierno?

Cosas que se pregunta uno.

– ¿Qué paso mi líder? – Aquí mi pana, intentando hacer una revolución.