Traducido para Rebelión por Germán Leyens
Imaginad la reacción de Dick Cheney cuando se vea enfrentado a esta información.
El clérigo chií Muqtada al-Sadr, un adverado líder nacionalista iraquí y el entronizador de facto del país, acaba de pedir el fin de toda «resistencia» armada contra las fuerzas del «invasor» estadounidense antes de una retirada total de EE.UU. en diciembre de 2011, como fue establecido por el Acuerdo de Estatuto de Fuerzas (SOFA, por sus siglas en inglés) firmado por el parlamento iraquí y el gobierno de Bush a fineals de 2008.
Hay un «pero» importante: Si EE.UU. no se retira por completo y continúa lo que es considerado ampliamente por la mayoría de los iraquíes como «la ocupación», se reanudarán las operaciones armadas «con nuevos medios».
Muqtada siempre ha subrayado que los sadristas no tolerarán tropas estadounidenses después del 21 de diciembre; lo nuevo es la actitud de «esperar a ver qué pasa».
Para dejar las cosas claras, los sadristas desarrollaron una inmensa manifestación en Bagdad el viernes, urgiendo tres demandas:
Empleos
El gobierno de Nuri al-Maliki debería emular a Obama y establecer de inmediato un programa de empleo que beneficie a por lo menos 50.000 iraquíes de todas las etnias y religiones.
Justicia social
El gobierno de al-Maliki debe transferir royalties de los fabulosos beneficios petroleros del país a todo ciudadano iraquí.
Soberanía
No debe quedar ningún soldado estadounidense en suelo iraquí después del 31 de diciembre.
Los sadristas ocupan 40 escaños en el parlamento iraquí. Sin ellos, la coalición de gobierno de al-Maliki está liquidada. El propio al-Maliki está en el poder solo gracias a un acuerdo negociado con la ayuda de Teherán con los sadristas.
Al-Maliki no solo no se puede permitir ignorar a los sadristas; la constitución iraquí estipula que el Parlamento puede pedir una moción de censura si 50 miembros están de acuerdo. El hombre a quien al-Maliki terminó por derrotar después de las elecciones más recientes, el ex activo de la CIA y ex «carnicero de Faluya», Iyad Allaui, ha estado pidiendo una votación semejante.
Aparecen los 3.000
Haciendo caso omiso de las demandas sadristas -para no mencionar a los nacionalistas iraquíes o a los fundamentalistas suníes- el presidente Barack Obama ganó una mini batalla contra el Pentágono y decidió unilateralmente mantener «solo» 3.000 soldados estadounidenses después del 31 de diciembre, pisoteando cualquier decisión del primer ministro iraquí o del Parlamento iraquí.
Esto ocurrió mientras el Departamento de Estado de EE.UU. se involucraba en lo que se describió oficialmente como «negociaciones formales» para convencer a al-Maliki de que ahora permita a esos famosos 3.000.
El Pentágono, así como los senadores belicistas estadounidenses como John McCain y Lindsay Graham, querían por lo menos 25.000.
Es como si Washington apostara en masa a que los protagonistas políticos iraquíes cantaran algo como «¡Oh, por faaaavor… ocúpennos un poco más!»
Al-Maliki ha declarado oficialmente innumerables veces que el SOFA no es negociable y no se puede modificar. Un nuevo SOFA tendría que ser negociado y aprobado por el Parlamento iraquí.
Arabia Saudí y las monarquías del CCG -consumidas por un miedo irracional a Teherán- razonan que si las tropas de EE.UU. se quedan mantendrán bajo control al régimen iraní. Pero los saudíes no votan en Bagdad.
Los kurdos iraquíes -quienes básicamente quieren que los dejen tranquilos en su mini Estado- pueden querer un nuevo SOFA. Y lo mismo querría la lista Iraqiya de mayoría suní. Pero de ninguna manera podrían conseguir juntos los 163 votos para aprobarlo en el Parlamento iraquí.
Por lo tanto, a pesar de las vanas ilusiones de Washington, no sucederá.
Eso abre el camino para el plan B de Washington: un juego semántico.
En pura neoneolengua, se empieza a llamar a los soldados estadounidenses «entrenadores», con la misión de entrenar a los iraquíes para que tripulen los cazas y helicópteros que el gobierno al-Maliki compró recientemente al complejo industrial-militar de EE.UU.
Y luego habrá hasta 7.000 «contratistas militares privados», es decir mercenarios para proveer «seguridad» a la embajada de EE.UU., más grande que el Vaticano, es decir la Fortaleza Bagdad, así como otros contratistas de todo tipo.
«Conocimiento circunstancial», si gustan pasen adelante…
Influencias regionales
El juego de Washington no sale muy bien parado si se le compara con los de Teherán y Ankara, incluso a la luz de una letal división chií-suní en todo Medio Oriente, que ha sido alimentada en gran parte por la Casa de Saud.
Fue la invasión y ocupación estadounidense de Iraq la que destruyó totalmente un régimen nacionalista árabe, secular, controlado por suníes; en su lugar surgió un gobierno menos secular, menos nacionalista, controlado por chiíes. No son de ninguna manera jomeinistas; pero muchos vivieron en el exilio en Irán y quieren mantener excelentes relaciones con Teherán.
Al gobierno de al-Maliki no le gustaría exactamente que los manifestantes de Siria, en su mayoría suníes, derrocaran el régimen de Bashar al-Asad, que se basa en la minoría alauita.
Además, los chiíes iraquíes han sido profundamente afectados por la condición difícil de la mayoría chií en Bahréin, que ha sido brutalmente reprimida por la dinastía suní al-Khalifa con la ayuda crucial de Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos (EAU)
Sin embargo, el argumento de que Iraq es «débil» o frágil» por sus divisiones sectarias o étnicas es engañoso. Lo que avivó desde el principio esas divisiones fue la ocupación estadounidense, que utilizó una clásica táctica de «dividir para gobernar». Una mayoría de árabes iraquíes, suníes o chiíes, se puede unir fácilmente en una causa nacionalista como el hecho de repeler la ocupación.
No importa la cantidad de soldados, «entrenadores» o mercenarios que EE.UU. consiga en el terreno en Iraq, es poco probable que el eje Teherán-Bagdad-Damasco se deshaga en un futuro cercano.
Y esto, mientras en sus tiempos difíciles, los iraquíes preferirían volverse hacia Ankara como modelo que hacia Washington.
En todo caso EE.UU. no cederá. La apuesta es una mezcla de la vieja escuela -una multitud de agentes de la CIA basados en la embajada de EE.UU.- y una nueva escuela -una multitud de mercenarios paramilitares-
Desde el punto de vista de Washington, la hoja de ruta es la siguiente: Incluye hasta 17.000 personas dirigidas por el Departamento de Estado que suministren «conocimiento circunstancial», capaces de «manejar crisis políticas» y «conceder ayuda económica, para el desarrollo y la seguridad».
Más hojas de ruta se encontrarán en este documento (en inglés), que detalla la supervisión por el Departamento de Estado de «una operación planificada de 6.800 millones de dólares», que puede traducirse como: sin apoderarse de petróleo, la ocupación solo surtirá efecto si Iraq se convierte en un régimen cliente.
Por lo tanto, estos son los hechos en el terreno. Muqtada al-Sadr contra Hillary Clinton. Una disputa encarnizada. ¿Alguna apuesta?
Pepe Escobar es corresponsal itinerante de Asia Times. Su último libro es Obama Does Globalistan (Nimble Books, 2009). Para contactos: [email protected].
Fuente: http://english.aljazeera.net/
rCR