Aproximadamente a la 1 de la madrugada, después de una larga demora, la Comisión Electoral Nacional de Venezuela anunció los resultados del referéndum sobre la reforma constitucional. La propuesta de cambio constitucional fuer derrotada por un estrecho margen: 4.504.354 votos en contra (50,70%) y 4.379.392 (49,29%) a favor del SÍ. Poco después, el presidente Chávez […]
Aproximadamente a la 1 de la madrugada, después de una larga demora, la Comisión Electoral Nacional de Venezuela anunció los resultados del referéndum sobre la reforma constitucional. La propuesta de cambio constitucional fuer derrotada por un estrecho margen: 4.504.354 votos en contra (50,70%) y 4.379.392 (49,29%) a favor del SÍ. Poco después, el presidente Chávez apareció en televisión aceptando los resultados. Dijo que las reformas propuestas no se habían aprobado «por ahora», pero que él continuaría la lucha por la construcción del socialismo.
El resultado, como se podía esperar, fue recibido con júbilo por la oposición de derechas y todas las fuerzas reaccionarias. Por primera vez en casi una década habían conseguido una victoria. Hubo escenas de alegría en zonas acomodadas de clase media de Caracas. «¡Al final hemos demostrado que se puede derrotar a Chávez! ¡Por lo menos hemos detenido el giro hacia el comunismo! ¡Hemos dado a la chusma una lección!»
La alegría de los reaccionarios es prematura y exagerada. Una mirada a los resultados demuestra que la fuerza electoral de la oposición apenas ha aumentado, si se comparan los resultados (después de contabilizar el 88% de los votos) con las elecciones presidenciales de 2006, la oposición ha conseguido sólo 100.000 votos más, pero Chávez ha perdido 2,8 millones de votos. Estos votos no fueron a la oposición sino a la abstención. Este hecho significa que el apoyo a la contrarrevolución no ha aumentado de manera significativa desde su punto más alto de hace un año.
Cómo «informa» la burguesía a la opinión pública
Varios factores han contribuido a este resultado. La burguesía tiene en sus manos instrumentos poderosos para moldear a la opinión pública. Organizaron una absoluta movilización de los medios de comunicación reaccionarios para realizar una campaña histérica de mentiras y calumnias contra Chávez, la revolución y el socialismo. Esta campaña alarmista sin duda tuvo un efecto en los sectores más atrasados de la población.
La presión fue despiadada. La Iglesia Católica, encabezada por la reaccionaria Conferencia Episcopal, predicó desde sus púlpitos contra Chávez y el «comunismo ateo». En Últimas Noticias, uno de los periódicos más leídos en Venezuela y uno de los que más leen los bolivarianos, apareció un anuncio de dos páginas en el que se decía que el Estado te quitaría a tus hijos y que ellos pertenecerían al Estado, que se eliminaría la libertad de confesión religiosa.
En Carabobo, el periódico regional Notitarde, publicó una encuesta en primera línea con el siguiente titular: «Hoy tú decides y la decisión será para siempre» y justo debajo de una fotografía una carnicería vacía con una bandera cubana y una imagen de Castro con el siguiente titular: «Así es cómo hoy es la Cuba socialista».
Estos ejemplos demuestran la hipocresía mendaz de la campaña de los medios de comunicación internacionales cuando dicen que «no hay libertad de prensa hoy en Venezuela». Esta campaña ruidosa alcanzó su crescendo hace unos meses cuando el gobierno decidió no renovar la licencia de RCTV, una cadena de televisión de derechas que era un nido célebre de conspiradores contrarrevolucionarios que jugaron un papel clave en el golpe de abril de 2002.
El problema no es que la revolución haya limitado los derechos democráticos de la oposición o pisoteado la «libertad de prensa». El problema es que la revolución ha sido demasiado generosa con sus oponentes, excesivamente tolerante, muy paciente, demasiado caballerosa. Ha dejado excesivo poder en manos de la oligarquía y sus agentes. Ha puesto un arma en sus manos y que la están utilizando de modo muy efectivo para sabotear la revolución, descarrilarla y por último destruirla.
La abstención
Todo esto es cierto pero no responde a la pregunta de por qué ha ganado el «no». El elemento principal en la ecuación fue la abstención: un gran número de chavistas no se han molestado en ir a votar. La pregunta que se debe hacer es la siguiente: ¿por qué no han votado? Los burócratas y cínicos de clase media culparán a las masas por su supuesta apatía. Esa idea es totalmente falsa. Las masas han votado sistemáticamente a Chávez en cada elección y referéndum. Votaron masivamente en diciembre pasado, pero ahora hay síntomas de cansancio. ¿Por qué?
Después de todo lo que se habla sobre el socialismo, la oligarquía aún está firmemente atrincherada, utiliza su riqueza y poder para sabotear y socavar la revolución. Los golpistas de 2002 aún están en libertad. Los medios de comunicación de derechas son libres para extender mentiras y calumnias contra la revolución. Asesinan a activistas campesinos y no pasa nada.
A pesar de las reformas del gobierno, que sin duda han ayudado a los pobres y desfavorecidos, la mayoría aún vive en la pobreza. El problema de los sin techo sigue sin resolverse. El sabotaje de los terratenientes y capitalistas está provocando escasez de productos básicos. Todo esto tiene un efecto sobre la moral de las masas.
La aplastante mayoría de las masas aún apoyan a Chávez y la revolución, pero hay claros síntomas de cansancio. Después de nueve años de agitación, las masas están cansadas de palabras y discursos, desfiles y manifestaciones, también de interminables elecciones y referendos. Quieren menos palabras y una acción más decisiva: acción contra los terratenientes y capitalistas, acción contra los gobernadores y funcionarios corruptos.
Sobre todo, quieren acción contra la quinta columna de chavistas de derechas que llevan camisetas rojas y hablan de socialismo del siglo XXI pero que se oponen al verdadero socialismo, que sabotean la revolución desde dentro. A menos que se purgue el Movimiento Bolivariano y el PSUV de estos burócratas y arribistas reformistas, no se podrá hacer nada.
La quinta columna
Los burócratas de nuevo demostraron su total incapacidad de organizar una campaña seria de masas. No consiguieron responder a las mentiras de la oposición. No fueron capaces de explicar los muchos puntos de la reforma constitucional que habrían beneficiado a la clase obrera, como la jornada laboral de 36 horas semanales. ¿Cómo lo iban a hacer cuando ellos mismos se oponen a este tipo de medidas socialistas? Este sabotaje por parte de la quinta columna es bien conocido por la base del movimiento, también por sus enemigos. La revista Time comentaba con desdén:
«Incluso algunos aliados de Chávez quieren poner frenos al tren radical del presidente. Muchas de las reformas propuestas, dicen ellos, tienen menos que ver con atribuir poderes al pueblo que con la concentración de poder en manos de Chávez. Entre las iniciativas: eliminar el límite de mandados presidencial; poner el ahora autónomo Banco Central bajo el control del presidente; y la creación de vicepresidentes regionales. Los líderes provinciales como Ramón Martínez, gobernador del estado de Sucre y socialista, considera esta última idea como una profusa centralización de la autoridad federal, además de una traición a la revolución bolivariana de Chávez (llamada así por el héroe de la independencia sudamericana del siglo XIX: Simón Bolívar). ‘Esta revolución se supone que crearía más pluralismo en Venezuela’, dice Martínez. ‘Nosotros no queremos un mega-estado como la Unión Soviética'».
Cualquiera que lea estas líneas comprenderá inmediatamente por qué no hubo una campaña seria. Ramón Martínez no es un socialista sino un dirigente de Podemos, esos renegados que se escindieron del Movimiento Bolivariano en víspera del referéndum para llevar a cabo una violenta campaña por el «no». Su comportamiento no debería sorprender a nadie, no fue un caso aislado. En Apure, el gobernador no hizo nada para organizar la campaña, y muchos otros se comportaron de una manera similar. Los burócratas simplemente repitieron la misma campaña desastrosa y vacía que organizaron hace un año en la campaña presidencial.
Un compañero en Mérida describía la situación de esta manera: «Fue una campaña estúpida, los carteles sólo decían que si votabas a Chávez era por ‘amor’ mientras que la campaña de la derecha era violenta. Decían que le quitarían todo a la gente, si tenías dos automóviles, te quitarían uno, que los recién nacidos serían arrebatados por el estado ‘socialista'». Después de que se anunciara el resultado, hubo un programa en directo con las líneas telefónicas abiertas al público en RNV, una de las emisoras de radio estatales, y la mayoría de los que llamaron culpaban a la burocracia por la ausente campaña a favor del SÍ. Muchos mencionaron la actitud de los gobernadores alcaldes «chavistas» que no solo no organizaron la campaña, sino que la sabotearon activamente. Estos burócratas temían la aprobación de estas reformar más que la oposición. Correctamente, veían que las masas considerarían este referéndum como parte de un largo y atrasado ajuste de cuentas no sólo con la clase dominante, sino también contra los elementos reformistas y burocráticos dentro de la dirección del movimiento bolivariano.
La táctica de Baduel
Las declaraciones de la oposición después del resultado fueron muy significativas. El primer orador fue uno de los dirigentes de los estudiantes reaccionarios, en tercer lugar estaba Rosales, el candidato opositor al presidente que perdió contundentemente frente a Chávez el pasado mes de diciembre. Pero el segundo orador no era otro que el general Baduel, el anterior ministro de defensa de quién hemos escrito hace poco.
¿Qué dijo Baduel? Habló de la reconciliación nacional y ofreció negociar con Chávez. Renunciaba a todas las intenciones de organizar un golpe. En pocas palabras, ofreció una cara sonriente y la mano amistosa. Esta es una táctica bastante inteligente y confirma nuestra impresión de que Baduel es un contrarrevolucionario inteligente. La nueva táctica de la oposición refleja también la verdadera correlación de fuerzas que, a pesar del resultado del referéndum, es aún muy desfavorable para los contrarrevolucionarios.
La revolución no debería confiar en ninguna de las caras sonrientes de la contrarrevolución. Debemos recordar las palabras de Shakespeare: «¡hay sonrisas que hieren como puñales!» La oferta de reconciliación es una trampa. No puede haber reconciliación entre revolución y contrarrevolución porque no puede existir reconciliación entre ricos y pobres, explotadores y explotados.
La única razón de este cambio de táctica es que la oposición no puede derrotar a Chávez mediante la acción directa. Son demasiado débiles y lo saben. Los elementos más estúpidos de la oposición ahora están borrachos de éxito. Pero después de una noche de borrachera llegará la mañana con una mala resaca. La «victoria» se ha ganado por un estrecho margen. A pesar de los grandes esfuerzos de la oposición sólo han conseguido movilizar unos 100.000 votos más. Además, esta lucha no se puede ganar sólo con los votos.
Los burgueses barrigones, sus esposas e hijos, el pequeño tendero, el estudiante «mocosos consentidos de los ricos», los oficinistas del gobierno, resentidos con la «chusma», los pensionistas nostálgicos de los «buenos y viejos días» de la Cuarta República, los especuladores, ladrones y estafadores, los viejos devotos de ambos sexos manipulados por la jerarquía reaccionaria de la Iglesia, los ciudadanos de la sólida clase media cansados de la «anarquía»: todos estos elementos parecen como una fuerza formidable en términos electorales, pero en la lucha de clases su peso es prácticamente cero.
La correlación de fuerzas de clase
La verdadera correlación de fuerzas de clase se pudo ver en los mítines de fin de campaña del referéndum. Como en diciembre de 2006, la oposición movió cielo y tierra para movilizar a su base y consiguió reunir una gran multitud. Sin embargo, al día siguiente, las calles del centro de Caracas estaban llenas de una manera de camisetas rojas y pancartas. Los dos mítines revelaron que la base activa de los chavistas es cinco u ocho veces más que grande que la base de la oposición.
La imagen es incluso más clara en el caso de la juventud. Los estudiantes de la oposición son las tropas de choque de la oposición. Han sido la principal fuerza organizadora de provocaciones violentas contra los chavistas. En su manifestación más grande congregaron a 50.000 personas, según el cálculo más optimista. Pero los estudiantes chavistas en su manifestación reunieron a 200.000 o 300.000 personas. En este sector decisivo de la lucha, la juventud, las fuerzas activas de la revolución superan con creces a las fuerzas de la contrarrevolución.
En el lado de la revolución está la aplastante mayoría de los trabajadores y campesinos. ¡Esta es la cuestión decisiva! Ni una bombilla se enciende, ni una rueda gira, ni un teléfono suena sin el permiso de la clase obrera. Esta es una fuerza colosal una vez se organiza y moviliza por la transformación socialista de la sociedad.
¿Y el ejército? ¿Qué pasa con el ejército? Los reformistas como Heinz Dieterich siempre están con la misma historia como si se tratara de un disco rallado en un viejo gramófono. Sí, el ejército es una cuestión decisiva. Pero el ejército siempre refleja las tendencias que hay dentro de la sociedad. El ejército venezolano lleva viviendo una década de tormenta y tensión revolucionaria. ¡Y eso deja su sello!
No hay ninguna duda de que la aplastante mayoría de los soldados rasos, hijos de trabajadores y campesinos, son leales a Chávez y la revolución. Lo mismo se aplica a la mayoría de los sargentos, suboficiales y oficiales más jóvenes. Pero cuanto más ascendemos en el escalafón militar menos clara es la situación. En las últimas semanas hubo rumores de conspiraciones y algunos oficiales fueron detenidos. ¡Es una advertencia seria!
Entre los oficiales, muchos serán leales a Chávez, otros simpatizarán con la oposición o serán secretos contrarrevolucionarios. La mayoría probablemente sean soldados de carrera apolíticos, cuyas simpatías se inclinan a uno u otro lado dependiendo del clima general de la sociedad.
El hecho de que el general Baduel haya decidido adoptar un tono cauteloso y conciliador demuestra que en la actualidad no existe una base seria para un golpe de estado. Los contrarrevolucionarios serios (incluidos los asesores de la CIA) son conscientes de que por ahora la situación no está madura para una operación como la de abril de 2002. ¿Por qué no? Porque cualquier intento de dar un golpe en esta etapa sacaría de nuevo a las masas a las calles dispuestas a luchar y morir si es necesario para defender la revolución.
En estas circunstancias, el ejército venezolano actualmente no sería un instrumento muy fiable para un golpe. Llevaría a una guerra civil que los contrarrevolucionarios no confían en ganar. Y no hay dudas de que en esta ocasión una derrota de la contrarrevolución en una lucha abierta significaría la liquidación inmediata del capitalismo en Venezuela.
Por estas consideraciones prácticas Baduel ha adoptado la posición que ha tomado. En realidad intenta ganar tiempo, espera que las condiciones objetivas cambien a favor de la contrarrevolución y en contra de la revolución. Hay que admitir que estos cálculos son correctos. ¡El tiempo no está del lado de la revolución!
El papel pernicioso de las sectas
Baduel ahora defiende la convocatoria de una asamblea constituyente. Resulta irónico que sea la misma reivindicación que está defendiendo el PO argentino y otras sectas ultraizquierdistas. Estos últimos se encontraron agitando al lado de la contrarrevolución en la campaña del referéndum, pero no debería ser una gran sorpresa.
El papel de Orlando Chirino y otros llamados «trotskistas» que defendieron el voto nulo fue absolutamente pernicioso. Estas damas y caballeros están tan ciegos por su odio a Chávez que ya no son capaces de comprender la diferencia entre revolución y contrarrevolución. Esta circunstancia les incapacita totalmente como una fuerza progresista, menos aún revolucionaria. Pero dejemos que los muertos entierren a sus muertos.
Los contrarrevolucionarios e imperialistas comprenden la situación con mucha más claridad que los payasos y estúpidos sectarios. Las masas han despertado a la vida política por Chávez y le son tremendamente leales. La burguesía ha intentado todo lo posible para deshacerse de Chávez pero ha fracasado. Cada uno de los intentos contrarrevolucionarios se ha hecho pedazos frente a la roca del movimiento de masas.
Por lo tanto, han decidido armarse de paciencia e intentan ganar tiempo. Chávez ha sido elegido para un período de seis años y por tanto tienen cinco años más por delante. El primer paso de la burguesía era garantizar que no puede presentarse a las próximas elecciones. Esa era la importancia del referéndum desde su punto de vista, calculan que si pueden librarse de Chávez de una manera u otra el movimiento se dividirá en pedazos y se desintegrará, permitiendo así que el poder regrese a sus manos.
La oposición es cauta porque es consciente de su debilidad. Sabe que no es lo suficientemente fuerte para pasar a la ofensiva. Pero sobre la base de un «acuerdo nacional» intentan diluir el programa de Chávez. Si lo consiguen, desmoralizará a la base chavista, mientras que los burócratas y reformistas saldrán fortalecidos.
Es una táctica inteligente, pero hay un problema. A pesar del resultado del referéndum, tienen que aguantar a Chávez hasta 2012-13 y no hay otras elecciones importantes en el horizonte. En una situación como Venezuela en cinco años pueden cambiar muchas cosas. Por eso quieren una asamblea constituyente, si ellos pueden ganar otro referéndum cambiarán la constitución para permitir unas elecciones anticipadas que esperan ganar, probablemente con Baduel como candidato.
¿Por qué tienen tanta confianza en ganar? Por que la revolución no ha llegado hasta el final, porque las palancas importantes de la economía se han dejado en manos de los mayores enemigos de la revolución, y también porque hay un límite a lo que pueden tolerar la masas sin caer en un ambiente de apatía y desesperación.
¡Son necesarias medidas decisivas!
Hace algunos años, en mayo de 2004, escribí un artículo titulado: Tesis sobre la revolución y contrarrevolución en Venezuela, en él escribía lo siguiente:
«Basarse exclusivamente en la disposición de las masas a hacer sacrificios es un error. Las masas pueden sacrificar su hoy por un mañana sólo hasta cierto punto. Siempre hay que tener en mente una idea, en última instancia, la cuestión económica es decisiva».
Esta observación hoy mantiene toda su vigencia. En su artículo del 27 de noviembre de 2007, Erik Demeester daba cifras de un reciente informa de Datanalisis (1) [el servicio de estadísticas venezolano] que revelaba lo que ya muchas personas saben. «La escasez de productos alimenticios básicos se está volviendo intolerable. Este estudio señala que la leche, la carne de vaca y el azúcar son muy difíciles de encontrar. Otros productos como el pollo, el aceite de cocina, el queso, las sardinas y las alubias también son muy escasos. El análisis se basa en entrevistas a 800 personas en unas 60 tiendas diferentes, supermercados y mercados, tanto del sector privado como de la red pública de distribución: Mercal. El 73, 3 por ciento de los lugares visitados no tenían leche en polvo a la venta. El 51, por ciento ya no tenían azúcar refinada, el 40 por ciento no tenía aceite de cocina y el 26,7 por ciento no tenía alubias, un producto básico en Venezuela.
«Dos tercios de los clientes declararon que en un grado u otro padecían escasez de comida donde habitualmente compraban. Colas de horas, algunas veces de cuatro horas, para comprar algo de leche no eran algo excepcional. Esta situación recuerda a la de Chile cuando el sabotaje económico se utilizó contra el gobierno de izquierdas de Unidad Popular en los años setenta».
Para las masas la cuestión del socialismo y la revolución no es abstracta sino en realidad muy concreta. Los trabajadores y campesinos de Venezuela han sido extremadamente leales a la revolución. Han demostrado un alto grado de madurez revolucionaria y disposición a luchar y hacer sacrificios. Pero si la situación se prolonga durante demasiado tiempo sin una ruptura decisiva, las masas comenzarán a cansarse. Empezando por las capas más atrasadas e inertes empezará a desarrollarse un ambiente de apatía y escepticismo.
Si no hay un final claro a la vista comenzarán a decir: hemos escuchado todos estos discursos antes, pero nada fundamental ha cambiado. ¿De qué sirve manifestarse? ¿De qué sirve votar si vivimos igual que antes? Este es el mayor de los peligros para la revolución. Cuando los reaccionarios vean que la marea de la revolución comience a bajar entonces pasarán a la contraofensiva. Los elementos avanzados de los trabajadores se encontrarán aislados. Las masas ya no responderán a sus llamamientos. Cuando llegue ese momento la contrarrevolución golpeará.
Aquellos que defiende que la revolución ha ido demasiado lejos y rápido, que es necesario detener las expropiaciones y llegar a un acuerdo con Baduel para salvar la revolución, están totalmente equivocados. La razón por la que un sector de las masas se están desilusionando no es porque la revolución haya ido demasiado lejos y rápido, sino porque va demasiado lenta y no hay ido lo suficientemente lejos.
La creciente escasez de productos básicos y la inflación afectan principalmente a las zonas de la clase obrera, que forman la base del chavismo. Esta circunstancia es la que socava la revolución no «ir demasiado lejos». No se puede hacer media revolución. Si aceptamos el consejo de los reformistas de la escuela de Heinz Dieterich seguramente destruiremos la revolución. Actuaríamos como un hombre que está sentado en la rama de un árbol y la sierra.
Las elecciones y la lucha de clases
Los marxistas no nos negamos a participar en las elecciones. Esa es la posición del anarquismo no del marxismo. En general, la clase obrera debe utilizar cada resquicio democrático que esté disponible para reunir a sus fuerzas, conquistar una posición tras otra al enemigo de clase y prepararse para la conquista del poder.
La lucha electoral ha jugado un papel importante en Venezuela para unir, organizar y movilizar a las masas. Pero tiene sus límites. La lucha de clases no se puede reducir a estadísticas abstractas o aritmética electoral. Ni el destino de una revolución está determinado por leyes o constituciones. Las revoluciones se ganan o se pierden no en los despachos de abogados o en elecciones parlamentarias, sino en las calles, en las fábricas, en los pueblos y barrios pobres, en las escuelas y barracones del ejército. Ignorar este hecho es un peligro.
Los reformistas creen que la clase obrera siempre debe cumplir las sutilizas legales. Pero hace tiempo que Cicerón dijo: Salus populi suprema est lex (La ley suprema es el bien del pueblo). Nosotros deberíamos añadir: la ley suprema es el bien de la revolución. Los contrarrevolucionarios no han demostrado ningún respeto por la ley o la constitución de 2002, y si hubieran triunfado habrían abolido inmediatamente la constitución de 1999. Ahora todos están gritando por la defensa de esa misma constitución.
Incluso después de la derrota del referéndum, Chávez tiene suficientes poderes para llevar a cabo la expropiación de los terratenientes, banqueros y capitalistas. Tiene el control de la Asamblea Nacional y el apoyo de los sectores decisivos de la sociedad venezolana. Una ley capacitante para expropiar la tierra, los bancos y las grandes empresas privadas provocaría un apoyo entusiasta de las masas.
El nivel de abstención que ha permitido la estrecha Victoria de la oposición es una advertencia. Las masas exigen una acción decisiva y no palabras. Puede que esta derrota tenga el efecto contrario, puede elevar las masas a niveles nuevos de lucha revolucionaria. Marx dijo que la revolución necesita el látigo de la contrarrevolución, y lo hemos visto en más de una ocasión durante estos últimos nueve años en Venezuela.
No se puede hacer una tortilla sin romper los huevos y no se puede luchar con un brazo atado a la espalda. Una revolución no es un juego de ajedrez con reglas bien definidas. Es una lucha entre intereses de clase mutuamente antagónicos e irreconciliables. Son necesarias medidas decisivas para defender la revolución y desarmar la contrarrevolución.
La victoria del «no» en el referéndum actuará como un golpe saludable. La base chavista está furiosa y culpa a la burocracia, a la que correctamente culpan de este revés. Existen acciones para purgar a la derecha del movimiento. ¡Es absolutamente necesario! Nuestras consignas deben ser:
¡Ningún paso atrás! ¡Ningún acuerdo con la oposición!
¡Por el avance de la revolución!
¡Expulsión de los burócratas y arribistas!
¡Expropiación de la oligarquía!
¡Armar a los trabajadores para luchar contra la reacción!
¡Viva el socialismo!