Este martes la directora del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde, alertaba acerca del «momento delicado» que vive la economía mundial, adelantando una revisión a la baja de las previsiones de crecimiento global. Siendo ya ésta una situación que viene anunciándose desde hace algunos meses, ¿podemos ir un poco más allá e intentar determinar ritmos […]
Este martes la directora del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde, alertaba acerca del «momento delicado» que vive la economía mundial, adelantando una revisión a la baja de las previsiones de crecimiento global. Siendo ya ésta una situación que viene anunciándose desde hace algunos meses, ¿podemos ir un poco más allá e intentar determinar ritmos y profundidad del escenario descendente que se avecina para la economía mundial? Hoy en Izquierda Diario, hablamos de la inversión de la curva de rendimientos en los EE.UU. y sus implicaciones.
«Hace sólo dos años, el 75% de la economía mundial experimentó un repunte. Este año, prevemos que el 70% de la economía mundial experimente una desaceleración», explicaba ayer Lagarde, reunida en una conferencia en la Cámara de Comercio de Estados Unidos y a una semana vista de la publicación del documento conjunto de perspectivas con el Banco Mundial, relativo a su Asamblea de Primavera en Washington.
La Reserva Federal estadounidense (FED) viene de rebajar las perspectivas de crecimiento en los EE.UU. para 2019 del 2,3% al 2,1 %, confirmando la tendencia hacia la ralentización, después de obtener un crecimiento del 2,9%, el pasado año. Así mismo, y tras cuatro subidas de tipos de interés en 2018, la FED ha manifestado públicamente su negativa a volver a elevar el valor monetario en lo que resta de 2019, en la línea de su homólogo, el BCE europeo.
Parece ya obvio que la dinámica del capitalismo global se dirige hacia un nuevo ciclo de estancamiento, a tenor de las perspectivas de crecimiento del mismo, situación por otra parte reconocida ya por boca de sus propios portavoces oficiales. Ahora la pregunta pertinente pudiera ser, ¿cuál será la profundidad de tal situación?, y sobre todo, ¿habrá una nueva recesión global generalizada?
A continuación, vamos a dibujar un escenario hipotético acerca de las perspectivas para la economía de los EE.UU., por ser ésta la economía más representativa de la salud del capitalismo mundial, apoyándonos en el comportamiento de la curva de rendimientos o yield curve.
¿Qué es la curva de rendimientos y cuál es su relación con el ciclo?
La curva de rendimientos busca relacionar sobre un plano la rentabilidad de la deuda, esto es, el tipo de interés de la misma, con sus diferentes plazos de vencimiento; o sea, la evolución de los tipos mensual, anual, quinquenal, etc. En condiciones normales, su representación gráfica es ascendente y cóncava, ¿Por qué? Porque conforme avanza el plazo de vencimiento de la deuda, el riesgo es mayor, el retorno del montante inicial de la misma se aleja en el tiempo y la liquidez se deteriora. Es decir, en circunstancias normales, a plazos de devolución de la misma más alejados en el tiempo, mayor interés exigido por los acreedores.
De esta forma, el capital financiero, particularmente cuando se encuentra en una situación de respaldo de los Bancos Centrales como prestamistas de última instancia y goza de inyecciones de liquidez barata, tiene un gran incentivo para arbitrar la curva de rendimientos; es decir, buscar endeudarse a corto plazo tomando la ventaja de los bajos tipos de interés y reciclarlos con inversiones futuras, cobrando altos tipos (por ejemplo, captando depósitos para conceder hipotecas).
Por esta vía, los tipos a largo tienden a reducirse hasta igualarse con los tipos a corto, debido al aumento exponencial de la demanda de deuda a corto plazo que ahora es usada como «salvavidas», en detrimento de la de largo plazo. De este modo se agudiza el endeudamiento de los agentes económicos, favoreciendo procesos inflacionarios burbujísticos. La curva comienza a dibujar una forma lineal, se ha «aplanado».
Este proceso de liquidez barata e hiperendeudamiento llega a su cénit en el punto álgido del ciclo económico y, finalmente, colapsa en el momento en que se «descubre» la descoordinación latente entre los stocks de capital levantados a golpe de bajos tipos y las necesidades de mercado de ahorradores y consumidores. Todo el castillo de naipes colapsa y llegamos a la fase descendente del ciclo; fase que el propio modus operandi del capitalismo se encargar de resolver destruyendo mercancías, despidiendo fuerza de trabajo que pasará a engrosar el «ejército industrial de reserva», parálisis del crédito y, en definitiva, destrucción de fuerzas productivas en general.
Es decir, y volviendo a la curva, a medida que los capitales más expuestos a deuda perciben que el crédito escasea y que probablemente sus inversiones a largo plazo no son realistas, su demanda de refinanciación a corto plazo se dispara, a pesar de que les penalice enormemente el abonar tipos altísimos. Se trata de evitar una quiebra a toda costa.
De esta manera, los tipos de interés a corto se disparan con respecto a los tipos a largo. En otras palabras, gráficamente, la curva de rendimientos se invierte. Tras años de distorsiones del sistema de precios favorecidas por la ingente cantidad de crédito barato inyectada por los Bancos Centrales, la lógica del proceso de acumulación capitalista se impone, haciendo estallar las empresas burbujísticas e iniciando un ciclo descendente. Así, se cierra la fase alcista del ciclo y la economía capitalista rueda hacia la crisis.
¿Correlación o causalidad? Un ejemplo en los EE.UU.
Podría pensarse que, en realidad, se trata simplemente de una correlación superficial; una regularidad traída por los pelos que no esconde ninguna explicación de fondo. Como acabamos de demostrar, hay fuertes motivos para reivindicar este indicador, como herramienta a la hora de intentar explicar los resortes de las fases cíclicas que adopta el proceso de desarrollo de las fuerzas productivas sobre bases capitalistas.
Además, la propia evidencia empírica lo reivindica. Históricamente, todas las grandes crisis han venido precedidas, en un primer momento, de un aplanamiento de la curva de rendimientos, para pasar posteriormente a una inversión de la misma. Baste echar una mirada a las últimas recesiones sufridas por los EE.UU., tanto en el escenario previo a las «puntocom», o el mismo ante las «subprime».
Pues bien, en las últimas semanas la curva de rendimientos de la deuda pública estadounidense se ha venido invirtiendo en el tramo entre los tres meses y los 10 años; o sea, el tipo de interés anualizado de las letras del Tesoro a tres meses se ha ubicado por encima del tipo de interés anual de los bonos a 10 años.
Las perspectivas están abiertas en dos direcciones. O el sector financiero estadounidense está siendo presa de un estado de ánimo pesimista (alimentado por múltiples causas, algunas de ellas de orden superestructural, como hemos analizado en artículos anteriores ); o bien el propio mercado empieza a descubrir un stock de capital que no se corresponde con sus necesidades de acumulación. De verificarse esta última hipótesis, sería equivalente a decir que estamos en la antesala de una recesión que golpearía a los Estados Unidos y reverberaría en el mundo entero, dejándose sentir especialmente en China y Europa, donde agudizaría las ya enormes contradicciones materiales que arrastran estos países.
Es muy pronto aún para hablar de una inversión plena de la curva para EE.UU. y asegurar el desarrollo de un escenario recesivo como el arriba citado; pero basándonos en el análisis económico y la evidencia empírica reciente, tal posibilidad podría hoy estar más cerca que ayer, con las profundísimas implicaciones políticas y geoestratégicas que eso tendría.