Un médico iraquí que presenció el año pasado la matanza cometida por soldados de Estados Unidos en la localidad de Haditha aseguró que ese caso no es único. Varias masacres similares aún no salieron a la luz, dijo.
El Departamento de Estado (cancillería) estadounidense reconoció la semana pasada que infantes de marina (marines) asesinaron en noviembre a 24 civiles –incluida una mujer de 66 años y un niño de cuatro– en Haditha, en el occidente de Iraq.
Los portavoces militares habían asegurado antes de la admisión del Pentágono que los civiles habían muerto por la detonación de un explosivo sembrado en un camino.
«Hay muchos, muchos, muchos casos como el de Haditha aún sin ser revelados», dijo a IPS el doctor Salam Ishmael, gerente de proyectos de la organización Médicos para Iraq y ex jefe de internos en el Hospital de la Ciudad Médica de Bagdad.
En la propia Haditha, relató Ishmael, militares estadounidenses cortaron la electricidad y el agua de toda la ciudad, atacaron el hospital e incendiaron su farmacia.
«El hospital sufrió tres ataques. En noviembre pasado fue ocupado siete días por los estadounidenses y el ejército iraquí, lo cual constituye una grave violación de las convenciones de Ginebra», informó el médico.
Las convenciones de Ginebra, base del derecho internacional humanitario, rigen el trato a los prisioneros de guerra y la defensa de la población civil en circunstancias de conflicto, y su cumplimiento es vigilado por la Federación Internacional de la Cruz Roja y la Media Luna Roja.
«En una de esas ocasiones, soldados estadounidenses usaron armas de fuego dentro del hospital. Esposaron a todos los médicos y destrozaron todos los materiales que había en el depósito. Todo terminó con el asesinato de un paciente que estaba en su cama», afirmó Ishmael.
La Media Luna Roja Iraquí aseguró entonces que casi 1.000 familias fueron obligadas a huir de sus hogares en Haditha por la operación que dirigieron los militares estadounidenses.
El Pentágono respondió a las acusaciones por la masacre en Haditha con la retirada de los soldados involucrados de Iraq y una investigación penal. También anunciaron el lanzamiento de un nuevo «entrenamiento ético» para soldados a ser enviados a misiones en el exterior.
El soldado estadounidense Joseph Hatcher trabajó en el occidental poblado iraquí de Dawr entre febrero de 2004 y marzo de 2005. Su entrenamiento sobre las características culturales del país donde operaría consistió, dijo, en tres horas de clase y la entrega de un folleto.
«Lo único que nos enseñaron sobre el idioma árabe estaba en una octavilla que decía cosas como ‘agáchese y ponga sus manos en el suelo’ y ‘no se resista’. No aprendimos a iniciar ningún tipo de conversación», dijo Hatcher a IPS.
En los 13 meses que trabajó en Iraq, Hatcher participó en muchas redadas casa por casa similar a la que culminó con la masacre de Haditha. Pero ninguno de los miembros de su unidad hablaban árabe, y con frecuencia cumplían su tarea sin un intérprete.
«Hablábamos poco en esas redadas», agregó. «Apuntabas a alguien con la pistola y lo empujabas al piso. Era lo habitual. No había modo de saber si estabas capturando a alguien importante… Sólo registrabas arbitrariamente una cuadra entera.»
Salam al-Amidi trabajó como intérprete para militares estadounidenses en la septentrional ciudad de Mosul, en Kurdistán, controlada por insurgentes durante más de un año. Al-Amidi aseguró que era el único traductor para más de 5.000 soldados.
Los uniformados de Estados Unidos dependen, en gran medida, de informantes que reciben un pago por su servicio para decidir qué casas registrarán, aseguró el intérprete.
«Quizás un informante quería vengarse de una familia y para eso nos decía que los vio vendiendo armas. Íbamos a esa casa a las tres de la madrugada, rompíamos la puerta y luego todo lo que había dentro de la casa», indicó.
El diario The Washington Post informó el lunes que marines ingresaron en la casa de un discapacitado iraquí de 52 años, lo arrastraron fuera de la casa y le dispararon cuatro veces en la cara.
Al igual que en el caso de Haditha, los ocho marines involucrados han sido sometidos a investigación penal. Todos ellos fueron enviados de Iraq al cuartel Camp Pendleton, en el sudoccidental estado de California, Estados Unidos.
De cualquier manera, crece el clamor entre los dirigentes políticos estadounidenses sobre la insuficiencia de la justicia militar para considerar estas atrocidades.
El Pentágono y el gobierno en general deberían «ver estos incidentes como parte de un gran problema sistemático», y no como «pequeños compartimientos», advirtió el senador Jack Reed, del opositor Partido Demócrata.