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¿Quién controla realmente la política exterior de Estados Unidos?

Fuentes: El tábano economista

Un laberinto de poder entre la Casa Blanca, las agencias de inteligencia y los grupos de presión (El Tábano Economista)

En el intrincado tablero geopolítico actual, donde cada movimiento militar o diplomático de Estados Unidos genera ondas expansivas, persiste una pregunta: ¿quién toma realmente las decisiones en Washington? La retórica presidencial, los informes de inteligencia y las acciones sobre el terreno a menudo parecen discordantes, revelando un sistema de poder fragmentado donde influyen desde halcones de seguridad hasta lobbies con agendas propias. Este escrito pone en claro las fuerzas ocultas que moldean la política exterior estadounidense, desde los ataques coordinados contra aliados de Irán hasta las sombras detrás de la guerra en Ucrania.

Durante años, Irán tejió una red de influencia en Oriente Medio mediante actores intermediarios: Hezbolá en Líbano, los hutíes en Yemen, milicias chiíes en Irak y un régimen aliado en Siria. Este «cinturón de seguridad» le permitió a Teherán proyectar poder sin confrontar directamente a Israel o a los Estados Unidos. Sin embargo, la Operación Inundación de Al-Aqsa de Hamas en 2023 marcó un punto de inflexión. Este evento permitió que los aliados de Irán, que mantenían a Tel Aviv bajo presión, fueran sistemáticamente atacados.

Esta limpieza de países protectores de Irán llevó tiempo. La neutralización de estos actores requirió paciencia y operaciones encubiertas de inteligencia, nada dejado al azar. Siguiendo la lógica de los acontecimientos, es evidente la participación coordinada del Departamento de Estado estadounidense, la CIA, el MI6 británico y el Mossad israelí.

En junio de 2025, mientras delegados estadounidenses y rusos discutían un frágil alto al fuego en Ginebra, drones ucranianos impactaban contra aeródromos y líneas ferroviarias en territorio ruso. Casi al mismo tiempo, Israel lanzaba un ataque sin precedentes contra instalaciones nucleares iraníes, pese a que Teherán y Washington mantenían diálogos secretos sobre energía.

La similitud es inquietante: en ambos casos, Estados Unidos negó su participación directa, aunque documentos filtrados muestran que la Casa Blanca autorizó el ataque israelí con 72 horas de antelación. Respecto a Ucrania, la versión oficial insiste en que «actuó por cuenta propia», pero los expertos militares son escépticos.

«Ucrania no tiene capacidad autónoma para operaciones de esa precisión», explica la general retirada estadounidense Laura Richardson. «Requieren satélites, inteligencia de señales y coordinación con la OTAN». Peor aún: según fuentes del Comité de Inteligencia del Senado, el entonces presidente Trump no fue informado. ¿Ignorancia deliberada o una grieta en el poder real?

Lo que se sabe es que esto refleja un interés estratégico de Estados Unidos en ambos conflictos, donde el fracaso diplomático precede a acciones militares. La narrativa oficial —promover la paz— contrasta con resultados que apuntan a una preparación encubierta para la escalada.

La estructura formal atribuye al presidente, bajo el Artículo II de la Constitución, la máxima autoridad en política exterior y como comandante en jefe. Sin embargo, la realidad es más compleja:

– Red de influencias. El presidente depende de agencias como el Departamento de Estado (Marco Rubio), el Pentágono (Pete Hegseth), la CIA (John Ratcliffe) y el Consejo de Seguridad Nacional.

– División de intereses. Mientras el Tesoro maneja sanciones, el Congreso controla el presupuesto y la declaración de guerra.

En la administración Trump 2025, figuras clave, como Ratcliffe (CIA), priorizan amenazas como China y Rusia, utilizando inteligencia avanzada (IA, operaciones encubiertas). No obstante, la politización de la inteligencia y los conflictos internos plantean dudas sobre quién realmente dicta las decisiones.

Documentos internos filtrados revelan que el 40% de las decisiones clave son bloqueadas o modificadas por el Consejo de Seguridad Nacional (NSC), donde burócratas de carrera y lobbistas ejercen veto silencioso. «Hay dos gobiernos: el visible y el que firma cheques», denuncia un asesor presidencial.

Pero si hay alguien que tiene poder es el Comité Estadounidense-Israelí de Asuntos Públicos (AIPAC), uno de los grupos de interés más influyentes de Estados Unidos, con un poder significativo sobre el Congreso y la Casa Blanca.

AIPAC emplea un enfoque multifacético para ejercer presión, incluida la amplia difusión de información a través de publicaciones como «The Near East Report«, que se distribuye a todos los miembros de AIPAC, a todos los miembros del Congreso, a los gobernadores y a la Casa Blanca. Este informe proporciona información clave sobre la próxima legislación, la postura de AIPAC y las personas percibidas como amenazas a la legislación pro-Israel.

Históricamente, la organización ha aprovechado el miedo a ser etiquetado como «antisemita» para presionar a los miembros del Congreso y mantiene una «lista de enemigos», individuos que se han opuesto a su agenda, lo que puede dañar significativamente sus carreras políticas.  

El lobby que dicta la política en Oriente Medio. Mientras Trump anunciaba en 2025 un «histórico acuerdo de paz» entre Israel y Arabia Saudita, el Comité Estadounidense-Israelí de Asuntos Públicos (AIPAC) movilizaba U$S 32 millones para campañas contra legisladores críticos. Su influencia es un secreto a voces:

– Control legislativo: el 80% de los proyectos de ley sobre Oriente Medio son redactados o editados por sus abogados.

Armas y veto: bloquean ventas de F-16 a Emiratos Árabes mientras aceleran envíos a Israel.

–  La «lista negra»: políticos, como Betty McCollum (demócrata), fueron tildados de «antisemitas» por pedir auditorías a la ayuda militar.

«Es simple: si quieres sobrevivir en el Congreso, no critiques a Israel», admite un exsenador republicano.

La visita de Trump a Riad en 2025 culminó con contratos de armas por U$S142 mil millones, incluidos F-35 fabricados por Lockheed Martin —empresa cuyos accionistas incluyen a tres miembros del NSC—. Paralelamente, fondos de inversión vinculados a Jared Kushner adquirieron terrenos en zonas estratégicas de Qatar. Si bien el lobby israelí es quien maneja la política, hay ocasiones en las que se imponen los negocios.

La política exterior estadounidense es un campo de batalla entre: el presidente (teóricamente el decisor), las agencias de seguridad (CIA, Pentágono) con agendas propias y los grupos de presión (AIPAC) y las élites económicas.

La aparente «desconexión» —como el desconocimiento de Trump sobre los ataques ucranianos— sugiere dos hipótesis:

– Maniobra calculada: negación plausible para evitar responsabilidades.

– Caos interno: fracturas en el gabinete donde agencias o lobbies actúan autónomamente.

En ambos casos, el resultado es una política exterior fragmentada, donde la retórica pacifista enmascara una maquinaria bélica impulsada por halcones, intereses geopolíticos y dinero.

La política exterior estadounidense ya no es un juego de ajedrez, sino un póker donde múltiples actores apuestan sin mostrar sus cartas. El presidente tiene el micrófono, pero ¿quién escribe el guion? Entre las sombras, una alianza de halcones de seguridad, lobbies y corporaciones parece haber secuestrado el proceso decisorio.

Como resume un exdirector de la CIA: «Aquí nadie manda… pero todos disparan».

Fuente: https://eltabanoeconomista.wordpress.com/2025/06/18/quien-controla-realmente-la-politica-exterior-de-estados-unidos/