La vida exige unos hombres reunidos, y los hombres sólo se reúnen por un caudillo o por una tragedia. Georges Bataille. Aquí en este país nos han quedado pequeñas aquellas palabras de la Junta Tuitiva en su emblemática proclama por allá en 1809 en Chuquisaca «hemos guardando un silencio bastante parecido a la estupidez». Un […]
La vida exige unos hombres reunidos, y los
hombres sólo se reúnen por un caudillo o por
una tragedia.
Georges Bataille.
Aquí en este país nos han quedado pequeñas aquellas palabras de la Junta Tuitiva en su emblemática proclama por allá en 1809 en Chuquisaca «hemos guardando un silencio bastante parecido a la estupidez». Un silencio que solo tiene explicación fundamental en el miedo, un miedo que deriva del desconocimiento, un desconocimiento que lleva a una especie de aceptación o un saber demasiado sobre lo que pasa, que se convierte en apatía y resignación. Hemos escuchado muchas veces en las calles y reuniones la siguiente frase «Por mucho menos de lo que está pasando ahorita en nuestro país, anteriormente ya hubiésemos salido a las calles».
Pero que mecanismo genialmente armado ha impedido que la indignación popular logre finalmente manifestarse plenamente con la potencia de su grito, que artilugio maldito han utilizado las castas autodenominadas revolucionarias. Bichos ellos, que nos sumergen en la falsa idea de libertad, que es la de elegir entre dos opciones, ellos o la derecha tradicional, que al final de todo terminarán pareciéndose mucho, en aspectos, intensiones y fondo. Definitivamente algo anda mal, no es que no sepamos los que nos interesa, no es que no sepamos lo que está pasando, lo sabemos. Pero hay algo que ha impedido actuar de acuerdo a lo que pensamos y queremos, en función de la libertad real de los pueblos. Que no es precisamente la llamada libertad de elección, o la libertad de opciones, sino justamente aquella libertad que se logra eliminando todas las coordenadas de la sociedad que las impone, derrumbando los muros que las sostienen. El estado hace su trabajo, nosotros hagamos el nuestro, sabemos lo que pasa. Y lo que pasa no es más que la utilización de miedo a, como herramienta de movilización o inmovilización, de lealtad absoluta, en este caso a algo que se encuentra en estado grave, como lo es la idea que ellos pretenden vender como revolución Bolivariana.
Se decía mucho en los días que el presidente Chávez anunció su enfermedad, los posteriores y desafortunados avances de la misma, sobre qué iría ser de la revolución Bolivariana si Chávez falleciera. Escenarios trágicos se nos venían a la mente, el país sumergido en un caos absoluto, guerra civil en las calles, la derecha tradicional tratando por todos los medios de tomar el poder del estado, la era del caos y la violencia se dibujaba amenazante en nuestra mente, Venezuela definitivamente no sería la misma si Chávez falleciese, y no fue la misma cuando esto pasó. Está demás ponerse a detallar en argumentos lo que a simple tacto se está sintiendo desde aquél día del terrible anuncio. Y para sorpresa nuestra (o no tanta, porque no somos tan ingenuos) lejos de ser nuestros enemigos de clase los que se activaron con mayor fuerza para hacer implosionar la revolución Bolivariana, están siendo en mayor medida precisamente estos llamados dirigentes que dicen hablar en nombre y en la memoria del presidente Chávez. Y para eso utilizan cualquier tipo de artilugio comunicacional, para manifestar su supuesta lealtad, cosas como «comandante eterno» «comandante supremo» «nuestro padre» «nosotros sus hijos». Los personajitos que se apoderaron del aparato del estado comienzan su juego, el juego macabro se activa en dos vertientes, la compasión y el miedo. Y así que comience el saqueo, en este caso el más grande en toda la historia hamponil de este país, el populismo-chavista se activa y entre camerinos se comienzan a ejecutar los planes de desactivación de toda esperanza revolucionaria.
Para ser honestos y no parecer tan ingenuos ya en menor medida algunos de estos planes se venían ejecutando estando en vida el presidente Chávez, pero la desfachatez y el descaro de lo posterior no tiene nombre. El plan Soviético se pone en marcha, el desmantelamiento de la revolución Bolivariana no se iba a dar como imaginábamos en nuestra mente, en un ambiente de enfrentamientos sociales, guerra civil, marines y fuerzas extranjeras desembarcando en nuestras costas etc. No, había un plan más sutil, menos impactante mediáticamente, un plan delicadamente elaborado, un plan donde sus ejecutores terminan como héroes y los del otro bando quedan como villanos. El juego de la culpa al otro es un juego maldito que no busca sino que imponer el miedo a como decíamos anteriormente, la culpa al otro de lo que pasa es el lenguaje que adopta las elites del populismo-chavista, que en este caso cumple su doble función, de desactivación de todo trabajo revolucionario real, para dedicarse a casos coyunturales para «enfrentar al enemigo» y la imposición mediática al miedo de lo que podría venir, si estos seres de la derecha tradicional, tan repugnante como ellos mismos, llegaran a tomar el poder del estado. El populismo-chavista es aquí el más puro ejemplo de lo que dice Nietzsche sobre las políticas emancipatorias reales y radicales y la política populista «la diferencia definitiva entre la política emancipatoria verdaderamente radical y la política populista es la política verdaderamente real impone, ejecuta su visión, mientras que el populismo es fundamentalmente reactivo, una reacción al intruso perturbador». El populismo-chavista ha hecho del miedo y la compasión al líder, su estandarte de traición.
El desmantelamiento histórico, de la URSS a Venezuela.
Desmantelar un proceso revolucionario supone el desmantelamiento del sujeto político que la asumió desde el cuerpo social. Esencialmente lo que se desmantela en este caso es el proceso de constitución del proletariado, la «prole» que se asume hija apasionada de la revolución que ha hecho suya, quedando desmanteladas los finos hilos por donde progresivamente se ha ido convirtiendo en un sujeto emancipado: con capacidad de control y gestión sobre los medios de producción, capacidad de integración de todo el entorno social comunitario al espacio productivo liberado, capacidad de fusionar conocimientos y experiencias en función de construir una tecnología y un mercado propio y de iguales, disposición colectiva para derrotar la hegemonía cultural del individualismo acumulativo y explotador sustituyéndolo por relaciones solidarias y productivas en vista al bien común. Hay que acabar entonces con la «máquina libertaria» que se ha fabricado desde el milagro revolucionario, con todas sus múltiples relaciones, con los hilos materiales que se han gestado con otras poblaciones, hasta acabar con la pasión colectiva propiamente.
Tales experiencias son la clave de toda revolución social donde esté de por medio la superación de las relaciones capitalistas. Y no en vano cuando nos acercamos a los procesos históricos de desmantelamiento de grandes revoluciones como la de URSS, cuando vemos los detalles, nos damos cuenta que esa implosión de la revolución, pasaba primero por una verticalización despótica impuesta por la burocracia hacia la clase obrera y el campesinado, ciclo iniciado de manera bárbara por el stalinismo y completada por la «nomenclatura» del partido-Estado que le sucedió y recorrió toda la guerra fría. Todo esto hasta terminar de crear las condiciones para que ese inmenso poder de obreros y campesinos dueños de los medios de producción y de la tierra, se desinfle y pueda convencerse a la población que no había otra salida que regresar al salvaje capitalismo.
Era necesario acabar con el «poder del pueblo» en este caso propiamente «soviético» (es decir consejista) hasta aislar por completo la disposición colectiva a seguir construyendo las bases de una nueva sociedad. La misma lógica de la guerra fría que sustituyó la confrontación entre modelos de sociedad y desarrollo antagónicos por la geopolítica de dos grandes polos imperiales confrontados, dejaba agotadas a las fuerzas productivas proletarias obligadas a ser los esclavos manuales que le aseguraban el poderío burocrático de la nomenclatura soviética en la guerra fría. Poco a poco se fueron creando las condiciones para que esa nomenclatura abandone su guerra contra el imperialismo occidental y prepare las condiciones para apropiarse privadamente de las inmensas fuerzas productivas que fueron capaces de crear los obreros y campesinos enamorados de la revolución justiciera y socialista que protagonizaron.
Ya a comienzos de los años 80 se dan las condiciones para la rendición y entrega final. La burocracia prepara el camino con la falsa liberación de la «perestroika» (una «trampa democratista caza bobos»), incitando a la población a dejar cual utopía por detrás incluida la de convivir en un solo Estado confederado como lo era la URSS. A pesar de haber perdido la mayoría de los referéndums nacionales donde la población votó a favor de la URSS, finalmente en un autogolpe preparado por Boris Yeltsin y las fichas duras de Moscú, disuelven la URSS y las bases constitutivas del orden socialista. A partir de allí comienza la masacre final de la revolución, y la población pasiva y rendida acepta que ese inmenso emporio industrial y económico creado pase a manos privadas de la vieja nomenclatura que ya lo controlaba burocráticamente desde Stalin- y sus aliados transnacionales de occidente.
El desmantelamiento en este caso fue un proceso complejo, una dura batalla contra la clase obrera y la población soviética, que pasaba por desmantelar subjetivamente el orgullo de una población que no solo había comenzado la gran revolución socialista sino fue capaz de salvar al mundo del genocidio nazi-fascista, hasta llegar al desmantelamiento material final. Proceso nada fácil pero logrado.
Si nos situamos en Venezuela, salvando las enormes diferencias, aquí en pequeño vemos como empieza a prepararse a través del desmantelamiento primero de los grandes proyectos socialistas agrarios e industriales, como de soberanía petrolera, energética, alimentaria, medicinal, semillera, tecnológica, etc. Y luego con el reciclaje y reprivatización de la renta petrolera que en vez de ser invertida en estos grandes proyectos y en la ayuda a los proceso concretos de liberación productiva llevados a delante en la toma de tierras y de fábricas, la formación de los consejos campesinos, comunas y consejos de trabajadores con control real de los medios productivos tomados, es una renta desfalcada por la conspiración que han llevado adelante los grandes monopolios de importación y su acoplamiento con la dirección política de Estado, tomando por vía de la corrupción y la fuga de capitales, cantidades mil millonarias de esa renta.
Los grandes proyectos que siempre implicaron un altísimo protagonismo de campesinos y obreros, como los procesos medianos de toma directa de medios de producción, fueron en primer lugar neutralizados, retomados por el mando burocrático y finalmente acabados por la burocracia, teniendo hoy en día un cementerio de maquinarias(nuevas mucha de ellas, es decir, no muertas) y fábricas regadas por el país que hubiesen implicado no solo un desarrollo industrial en sí, sino una experiencia invaluable de los centenares de miles de trabajadores que debería estar al mando de esa fuerza productiva y creado su propia experiencia liberadora. Lo que resta de ella en comunas y pequeños centros industriales es ínfimo para lo que deberíamos tener dada la tamaña inversión que se ha hecho.
Pero no solo basta con destruir proyectos e iniciativas colectivas productivas. En este caso, al igual que en la URSS es necesario acabar con la pasión subjetiva por la revolución. El mecanismo ha sido el de la vuelta al empobrecimiento, la carestía el miedo a la marginalidad, la complicación que implica en la violencia social acrecentada de manera endemoniada. Se desmantela no solo el cuerpo productivo sino también el cuerpo social organizado, no solo se desmonta en lo estructural, en sus bases fundamentales y económicas. Sino también en lo anímico, en lo moral, en las bases humanas que impulsan su libertad. Volvemos al individualismo puro de la búsqueda desesperada del valor, del dinero, del bachaqueo, ante un salario que se ha desplomado por completo, frente a una divisa todos los días más cara e inasequible a la población, y que es al final de cuenta por lo que se rige toda la actividad económica de Venezuela, lo que se maneja a dólar oficial, está en manos de grandes mafias surgidas del interior mismo del estado, que incluyen a grandes funcionarios y militares. De esta forma se prepara el camino a través del miedo, la pobreza, los fanatismos religiosos y culpas, al desmantelamiento por la vía subjetiva. Es evidente por solo tomar un ejemplo, del pequeño emporio agroindustrial de Portuguesa prácticamente dejado al desecho y una población desesperada que no es capaz de tomarlo en sus manos, desentendida del propósito revolucionario. Lugar concreto donde ya los intereses del gobernador y los «chivos regionales» y seguramente empresas chinas y transnacionales ya le tienen el ojo montado a toda esa inversión, prosiguiendo el mismo camino que ya hicieron a escalas infinitamente superiores sus maestros de la nomenclatura soviética.
Ya en los últimos meses se empiezan a volver a oír las voces de la privatización. Una población que no solo ha quedado desconectada y fuera de los hilos materiales que hubiesen implicado una experiencia maravillosa para ella, es al mismo tiempo una población preparada para la estocada final, donde verá hasta con regocijo como los «nuevos amos del valle» desmantelan y toman en sus manos lo que han sido sus propios sueños. El panorama se avizora terrible para las esperanzas de los pueblos que luchan de los que a diario se resisten contra toda forma de dominación, de los que dicen no a las imposiciones del gran capital mundial. La dirigencia entreguista que actualmente está al frente del gobierno, pone en bandeja el banquete a los intereses imperiales y sus representantes nacionales, la burguesía tradicional. Con tal y que después de la debacle les dejen gozar sus beneficios robados a mano armada al pueblo venezolano, bienes que están tanto en Venezuela y en el exterior. El que negocia y entrega, negocia no el bienestar del Pueblo, negocia su libertad personal y la de los suyos, y el posterior goce de todo lo robado. El desmantelamiento es la succión total de la renta petrolera y el valor producido por el trabajo por parte de la burocracia de turno, en un aceleramiento cada vez más vertiginoso y destructivo.
De esta forma, serán parte de la nueva burguesía, estos nuevos con membrecía comprada en el club de los ricos Venezolanos, membrecía que incluirá una especie de salvo conducto, para poder andar a todas sus anchas haciendo y rehaciendo con todo lo saqueado. El juego macabro de estos operadores de estos burócratas, militares y anticomunistas dentro del gobierno nacional es extraordinario, por un lado desmantelan todo el aparataje industrial, agrarios, energético, alimentario, medicinal y tecnológico con el que soñó alguna vez el presidente Chávez, para que luego del desastre ser ellos mismos los dueños, pero está vez convertidos en empresarios privados, y por otro hacen ver de forma grosera que el socialismo o el comunismo es inoperantemente inútil, al no haber podido lograr poner en funcionamiento pleno todas estas iniciativas industriales. Entonces estos buitres ganan doble, ganan con lo que se quedan y ganan poniendo la mala imagen en todo aquello que huela a comunismo. El trabajo está hecho, se ha venido ejecutando con precisión macabra, sin que las fuerzas revolucionarias en estos espacios donde este plan se da, hayan sido capaz de haberlo visto, esperamos que hasta ahora. Recuperar la imagen liberadora de la revolución, del comunismo, de la izquierda en nuestro país va llevar un largo tiempo, el desastre que han hecho esta gente en nombre de la revolución ha sido más dañina de lo que podemos imaginar, la repulsión que causa en algunos sectores de la población es imperdonable, el plan macabro está montado en todos los ámbitos, incluyendo el psicológico. La idea subyacente es, nada de lo que se diga socialista, comunista o revolucionario, sirve, por tal hay que desecharlo.
Shannon y Diosdado. Maduro y la inercia implantada.
A las esperanza de revolución Bolivariana la llevan camino a la horca, y sus verdugos son más que evidentes, así usen esa terrible capucha negra que los caracteriza. Unos la encaminan desde los calabozos donde la pusieron, incapacitada en estos últimos años de cualquier iniciativa liberadora, y otros la esperan para ponerle al cuello la cuerda maldita con que dejarán colgadas todas las esperanzas del pueblo Bolivariano. El tan escandaloso encuentro en Haití entre el representante del imperio norteamericano Tomas Shannon y Diosdado Cabello, no es el principio de la entrega de la esperanza revolucionaria, como muchos creen, todo lo contrario es el conclave final para la escogencia de la forma de muerte para el gran culpable, el proyecto Bolivariano. Los resultados inmediatos de esta reunión se ven evidentemente reflejados en la aceleración de las concesiones a la derecha, espacios de poder compartidos, anuncio bajo presión de fecha de las elecciones, y las muy posibles próximas liberaciones de Leopoldo López, Daniel Ceballos y los demás mal llamados presos políticos.
Queda demostrado que el bienestar de un pequeño grupo vale más que la mayoría realmente revolucionaria del país, es este caso un bienestar condicionado que seguramente durará hasta que el imperio quiera. Por que las negociaciones en este caso no se dan de poder a poder, se dan como es evidente, de poder a amenazado, y en esas circunstancias el amenazado es el que entrega todo a cambio de casi nada. El amenazado es el que otorga todo a espaldas del pueblo que dice «representar», el amenazado él y su grupo seguirán los dictados del amenazante, el poderío imperial se impone finalmente, después de largos años de verborrea discursiva antiimperialista, antiyankee, anticapitalista, etc. Se cae la máscara de los verdugos. La desesperante inercia que demuestra el responsable de seguir guiando el legado que dejara el presidente Chávez es a estas alturas del desastre es inaceptable, el papel de un verdadero hijo de Chávez no es ver pasar con complacencia la esperanza de revolución bolivariana camino a la horca. El verdadero papel de un hijo de Chávez es de detener y pulverizar cualquier intento de traición y entrega de los sueños de todo un pueblo.
Pero ante la incapacidad en los que hoy recae esa responsabilidad sagrada de mover un dedo, será en el desastre que esto produzca que el pueblo venezolano padre y no hijo de todo lo que hasta ahora se ha hecho, quien definitivamente termine de salvarlo todo. Como dice Bataille, esta vez nos tocará unirnos en la tragedia, de una tragedia venimos, de la avanzada neoliberal de los años 80 que desembocó en febrero del 89, que hizo posible la unión posterior en torno al gran caudillo del siglo XXI luego del levantamiento militar del 92, esta vez el circulo vicioso del eterno retorno y de lucha nos llama a unirnos nuevamente ante la dispersión que se encuentra el movimiento popular Venezolano, cosa esta que forma parte del gran plan, porque el enemigo sabe muy bien, que el obstáculo final para la ejecución de su plan de ahorcamiento, es el poder popular. Es el poder del pueblo que espera en la plazoleta para a último minuto irrumpir y cortar la soga con que pretenden ahorcar sus sueños y esperanzas.
El gobierno del pueblo se pone a la orden del día, el gobierno popular surge como la señal esperanzadora en medio de este escenario oscuro al que nos han conducido, sólo el pueblo salva es pueblo, no es una consigna vacía, es un grito de guerra, es un grito desobediente, de insurgencia popular, es rayo de luz que ilumina la larga noche a las que nos pretenden llevar, en palabras de Mao decimos, hay un gran desorden bajo el cielo, y la situación es excelente. La respuesta está de nuestro lado, es demasiado tarde para seguir callados, lo que emprendemos es una guerra contra todo aquello que pretende subyugarnos, la guerra tendrá que ser necesariamente de todo el pueblo. Es nuestra historia y nuestro futuro, no hay tiempo para más.
Solo el Pueblo Salva al Pueblo!
Volvemos por Todos los Caminos!
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