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¿Quién pagará el déficit del mundo desarrollado?

Fuentes: Clarín

En un reciente discurso, el presidente de la Reserva Federal de los Estados Unidos, Ben Bernanke, atribuyó los crecientes desequilibrios que registra la economía mundial (déficit externo masivo en los EE.UU., su contrapartida en los excedentes externos de muchos países emergentes, y una tendencia declinante de las tasas reales de interés de largo plazo), a un exceso de ahorro mundial, en particular en los nuevos países industrializados asiáticos.

Sin embargo, en mi opinión, la información estadística no parece validar totalmente esta hipótesis. De acuerdo a los datos publicados por el FMI en su informe sobre las «Perspectivas Económicas Mundiales», la tasa total de ahorro mundial del año 2006 fue del 22,8%, nivel superior al promedio de los últimos diez años, pero inferior al de los últimos 45 años.

Este nivel fue superado en 18 oportunidades desde el año 1970, incluyendo el ciclo positivo 1976-1980 (muy similar al actual), durante el cual promedió el 24%. No obstante, los promedios mundiales esconden importantes diferencias entre países.

Mientras que durante el ciclo favorable de la segunda mitad de la década de 1970 el conjunto de países industrializados mostraba una tasa de ahorro del 19,4%, en el actual ciclo dicho promedio sólo alcanza al 15,7% del PBI. Esta caída en los niveles de ahorro es bastante generalizada, pero las disminuciones más importantes se registraron en los EE.UU. y en Francia (con caídas superiores a 6 puntos del PBI).

Como contrapartida, la tasa de ahorro promedio de los países asiáticos recientemente industrializados se elevó aproximadamente del 28% al 31% del PBI, y la del resto de los países emergentes del 26% al 32% del PBI. Dentro de este grupo de países se destacan los países del Oriente Medio cuya tasa de ahorro fluctúa violentamente con el precio del petróleo (42,6% en 1980, 7,8% en 1991, y 40,4% en 2006). Durante este período la contribución de China al ahorro mundial se elevó del 0,87% al 2% del PBI mundial.

Estas cifras muestran que los niveles de ahorro de los países emergentes fluctúan con los precios de las materias primas, y que en la actualidad estos países (en particular China y los productores de petróleo) están financiando el exceso de gasto de los países industrializados, en particular el de Estados Unidos.

En su discurso, Bernanke enfatizó que si bien el déficit en las cuentas externas de los EE.UU. había crecido del 1,6% al 5,5% del PBI (de 125 a 640 mil millones de dólares), este desarrollo no podía ser atribuido exclusivamente a la caída en la tasa de ahorro de los EE.UU. puesto que estos desequilibrios sólo pueden existir si alguien está dispuesto a financiarlos.

Como en este mismo período las cuentas corrientes agregadas de los países emergentes pasaron de un déficit de 80 mil millones de dólares a un superávit de 300 mil millones, Bernanke llega a la conclusión de que existe un «exceso de ahorro» en estos países y que son los que generan los desequilibrios mundiales, justificando este razonamiento por la reducción de las tasas de interés reales de largo plazo.

Contablemente es bastante claro que, a nivel global, los desequilibrios de un país deben tener como contrapartida desequilibrios de signo inverso en otros países (las exportaciones de un país son importaciones de otros). Sin embargo, no es tan sencillo determinar dónde se originan estos desequilibrios. Casi siempre «se necesitan dos personas para bailar un tango», pero no siempre es claro quién lidera.

Algunos datos contradicen los argumentos de Bernanke. Si bien es cierto que la contribución de los países emergentes al ahorro mundial se elevó del 6% al 7,4% del PBI mundial desde 1996, también es cierto que durante el ciclo 1976-1980 la tasa de ahorro de estos países era equivalente al 9,3% del PBI mundial.

A pesar de esta elevada contribución al ahorro mundial, ni la tasa de interés real ni el desequilibrio en cuenta corriente de los EE.UU. alcanzaban en ese entonces los niveles actuales. Más aún, la violenta reducción posterior de la tasa de ahorro de los países emergentes (su contribución al ahorro mundial se redujo a un mínimo del 4,7% en 1992 como reflejo de la caída de los precios mundiales de las materias primas) tampoco se reflejó en una gran mejora de las cuentas externas de los Estados Unidos.

Es importante destacar, que a partir de 1992, la contribución del ahorro de las familias al ahorro mundial en los países pertenecientes a la OECD se redujo casi en un 50% (del 8,5% al 4,7% del PBI mundial), al mismo tiempo que el ahorro negativo de sus gobiernos se incrementaba del 0,1% al 0,6% del PBI mundial, resultado del incremento en el consumo. Sin embargo, el ahorro de sus corporaciones se incrementaba del 8% al 9,2% del PBI mundial (tendencia que puede explicar el comportamiento de las Bolsas de Valores durante los últimos años).

Durante este mismo período la tasa de inversión total de los países de la OECD también se redujo del 13,3% al 11,9% del PBI mundial, concentrada casi en su totalidad en inversión no residencial. Estas cifras parecerían reflejar un deterioro en la distribución del ingreso en estos países (en coincidencia con el auge de las exportaciones industriales chinas) y una tendencia a incrementar el consumo en base al endeudamiento.

No sería justo terminar esta columna sin una referencia a las importantes mejoras que se registraron durante este período en materia de inflación y de desequilibrios de las cuentas públicas de los países emergentes en general, y de América latina en particular.

La inflación mundial se redujo del 17% a sólo el 3% entre 1980 y 2007, al mismo tiempo que la inflación en América latina se reducía del 65,9% al 5,2%. Las cuentas públicas de la región también mostraron importantes mejoras al pasar de un déficit importante a un superávit.