El déficit comercial de Estados Unidos, por mes, llegó en noviembre pasado al nivel sin precedente de 50.3 miles de millones de dólares. Aunque la balanza comercial ha sido muy desfavorable para ese país desde hace mucho tiempo, hace unos días se anunció este nivel sin precedente. En cambio, la balanza comercial fue favorable a […]
El déficit comercial de Estados Unidos, por mes, llegó en noviembre pasado al nivel sin precedente de 50.3 miles de millones de dólares. Aunque la balanza comercial ha sido muy desfavorable para ese país desde hace mucho tiempo, hace unos días se anunció este nivel sin precedente.
En cambio, la balanza comercial fue favorable a China, en diciembre pasado, en 11 mil millones de dólares mensuales, nivel también sin precedente. Se pueden identificar causas de ambos fenómenos.
En China se practica la planeación a largo plazo. Para las cuestiones más importantes, se planea a 20 años. La inversión pública, que es un objetivo directo de la planeación, tiene un peso muy grande en la economía.
Cuando bajó la actividad económica en Estados Unidos y en Japón (principales mercados de las exportaciones chinas), así como en otros países, se compensó el efecto que esto tuvo en esas exportaciones aumentando de manera importante la inversión pública. El indicador en el que se basaban los montos de esta última inversión era que el ritmo de crecimiento del producto interno bruto (PIB) no llegara a bajar al nivel de 7 por ciento anual. Lo que para el actual gobierno de México fue una promesa inalcanzable, para China era un piso inaceptable.
En cambio, cuando el crecimiento anual del PIB fue superior a 10 por ciento anual, en China se redujo la disponibilidad de créditos sin aumentar las tasas de interés, de modo que disminuyera, por ejemplo, la capacidad de compra de coches en ese país, sin incidir directamente en un aumento de precios. De este modo, sin que la inversión extranjera siga siendo enorme, y sin que se disparen los precios, se regula el ritmo de crecimiento de la economía.
Otro elemento importante en ese país es el crecimiento acelerado del mercado interno. En China se venden más celulares y más computadoras de escritorio que en Estados Unidos, y ahí mismo la Volkswagen vende más coches que en Alemania. Con un mercado interno así, se depende menos de las fluctuaciones económicas externas.
En Estados Unidos, en cambio, desde hace años que se abandonaron los elementos de planeación que se llegaron a tener. Y además del déficit comercial, hay un enorme déficit presupuestal, o sea que el gobierno gasta mucho más que lo que recibe.
Los dos países son importadores de petróleo, y aunque Estados Unidos es el mayor importador del mundo, también tiene la economía más grande del mundo. La diferencia es que el mayor costo de las importaciones petroleras repercute, en este último caso, casi directamente en los costos de los combustibles, de la energía en general y, dado que éstos son un componente necesario en las actividades económicas, se refleja en todas ellas. En cambio, en China los controles son tales que la economía casi no se ve afectada por estas fluctuaciones en los mercados internacionales de energía.
Estos hechos refutan a fondo los esquemas defendidos aquí por los tecnócratas. Los discursos oficiales chocan cada vez más con estos y otros elementos de la realidad, no sólo nacional, sino mundial.
Para México, es urgente recuperar el crecimiento económico real. Esta y otras experiencias muestran que ese crecimiento pasa por un impulso sustancial a la inversión pública, por una planeación de largo plazo de la economía y por una ampliación importante del mercado interno. Todo eso, conforme a nuestras propias condiciones. Pero no por el camino de los tecnócratas, que han mantenido la economía del país paralizada por más de 20 años.