Todo parece indicar que la recuperación de la economía española no solo depende de nosotros. El enorme -y necesario- endeudamiento contraído por el Estado ha provocado que las decisiones a tomar por parte del Gobierno de la nación dependan cada vez más de una serie de instituciones, mercados financieros y medios de comunicación enormemente influyentes. […]
Todo parece indicar que la recuperación de la economía española no solo depende de nosotros. El enorme -y necesario- endeudamiento contraído por el Estado ha provocado que las decisiones a tomar por parte del Gobierno de la nación dependan cada vez más de una serie de instituciones, mercados financieros y medios de comunicación enormemente influyentes. Uno de estos agentes son las denominadas agencias de ‘rating’ o de regulación. Una observación retrospectiva de su comportamiento nos revela las enormes externalidades negativas que están provocando en determinados países de la Unión Europea, entre los que se encuentra España. ¿De quién o de qué dependen los juicios de estas empresas?
Fue a principios de 2009 cuando la prestigiosa Standard and Poors rebajó la calificación de la deuda soberana española, desde la máxima nota, ‘AAA’, hasta un sobresaliente, ‘AA+’. Un descenso que provocó automáticas ventas de títulos españoles en los mercados financieros: la deuda pública del Reino de España había perdido cierto atractivo: lo decía S&P. La consecuencia principal fue que un mecanismo tradicional de financiación estatal como el de la emisión de deuda pública nos empezó a salir más caro. Algo parecido a lo que ha comenzado a suceder recientemente en Portugal, como consecuencia de una declaración similar procedente de otra de estas agencias.
En el empeoramiento del ambiente respecto a la deuda soberana española estas agencias habían sido apoyadas por otros agentes. El anuncio de S&P coincidía en definitiva con las predicciones emanadas de los editoriales del Financial Times (FT), o The Economist, entre otros. En definitiva, y como quedó reflejado en la visita relámpago de la Ministra de Economía, Elena Salgado, a la sede del FT, determinados Gobiernos habían comenzado a estar cada vez más pendientes de las opiniones de unas instituciones que no han sido elegidas por los ciudadanos. Procede, por tanto, una aproximación a uno de estos agentes tan influyentes como han demostrado ser las citadas agencias de ‘rating’.
¿QUÉ SON LAS AGENCIAS DE ‘RATING’?
Las agencias de ‘rating’ o de regulación son empresas privadas cuya función es analizar, en base a modelos matemáticos complejos, la rentabilidad y el riesgo de los instrumentos financieros que empresas, instituciones o Gobiernos pretenden llevar a los mercados para financiar sus actividades. Entre estos instrumentos o productos nos encontramos con deuda pública soberana, pero también con lo que fuera la ‘última moda’ antes de la crisis: complejos paquetes financieros normalmente vinculados a hipotecas de dudoso cobro o ‘subprime’. Por estas agencias pasaron, de este modo, los letales virus de la crisis financiera y económica que vivimos en la actualidad con toda crudeza. Y no fueron eliminados, ni mucho menos.
EL CLIENTE SIEMPRE TIENE LA RAZÓN…
¿Cómo pudieron dejarlas pasar? Muchos expertos han reflexionado sobre este fenómeno y sus principales conclusiones señalan a algo obvio: «En sus calificaciones, estas agencias tienen altos incentivos; cuanto mejor ‘rating’, el cliente queda más satisfecho, y el volumen de negocio que han manejado con los productos estructurados ha sido enorme», afirma Ángel Vilariño, Consultor internacional, ex Director Financiero de Caja Madrid y Profesor Universitario. No es casualidad, por tanto, que, como narraba un extenso artículo del Financial Times en mayo de 2007 -justo antes de la explosión de las hipotecas basura- «en muchas ocasiones, ejecutivos de S&P, Moody´s o Fitch acaban siendo fichados por Wall Street».
De este modo, no resulta difícil que estas agencias caigan en un conflicto de intereses con consecuencias definitivas en el clima de confianza y en los mercados. Si su volumen de negocio con EEUU es superior que el que tiene con Grecia y España, ¿por qué productos van a decantarse en sus exámenes? En última instancia, el beneficio acaba imponiéndose como criterio sobre otras consideraciones.
UNA DELGADA LÍNEA ROJA
Cruzar la frontera entre el análisis y el asesoramiento es una tentación en la que puede caer cualquier entidad privada que pretenda maximizar beneficios, y más en época de ‘vacas gordas’. El negocio creado en torno a la calificación y la complejidad de los títulos emitidos hasta agosto de 2007 llevó sin duda a que estas agencias exhibieran un comportamiento generoso con sus principales clientes, destacando el caso de Lehman Brothers, que contaba con un ‘AA’ antes de su derrumbe financiero en septiembre de 2008.
Más expresa era S&P en el mencionado artículo del Financial Times: «A nosotros nos pagan nuestros clientes; les explicamos nuestros criterios, y luego ellos pueden modificar o reestructurar sus productos para que encajen con nuestras pautas. No es asesoramiento, no hay nada perverso en esto». Eran tiempos felices.
¿QUÉ HACER CON ESTAS AGENCIAS?
Sabemos más o menos lo que ocurrió después: la caída de Lehman marcó un hito en la historia del capitalismo financiero globalizado. No obstante, la crisis no parece haber afectado a las agencias de ‘rating’, cuyas estimaciones siguen siendo muy tenidas en cuenta por inversores y mercados, haciendo que aumente el riesgo en épocas de bonanza y que las crisis sean más acentuadas.
De ahí que, en noviembre de 2009, la Unión Europea aprobara un reglamento para controlar el excesivo poder de estas empresas. Una normativa que entrará en vigor a final de año y que será aplicada en España por la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV). El objetivo no será otro que supervisar la independencia de estas entidades, cuidando de que no caigan en los conflictos de intereses anteriormente mencionados. ¿Será suficiente? Son muchos los intereses en juego: la crudeza de la crisis exige del resurgimiento de la política. Se podría comenzar con este tipo de empresas y no supondría tomar el «Palacio de Invierno».