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¿Quién será el próximo director de la Organización Mundial del Comercio?

Fuentes: aljazeera.com

Traducido por Umberto Mazzei

Allá en 2004, cuando las negociaciones para el «Área de Libre Comercio de las Américas» (ALCA) empujadas por Washington se dirigían hacia el colapso, el brasileño copresidente de las negociaciones, Adhemar Bahadian, describió coloridamente la desilusión sufrida. Comparó el acuerdo a «una bailarina de striptease en un cabaret barato». «Por la noche, bajo las luces tenues, parece una diosa», dijo a la prensa. «Pero a la luz del día es algo diferente. Tal vez ni siquiera una mujer».

Muchos países han pasado ahora por un proceso similar de desencanto con la Organización Mundial del Comercio (OMC), creada en 1995 como la alternativa «multilateral» a los acuerdos bilaterales o regionales. Desde el principio, las normas se apilan en favor de los países ricos. Pero además de las normas, los países ricos, encabezados por los EE.UU., nunca se acostumbraron a la idea de que una institución multilateral se supone que es para el beneficio de todos, incluyendo a los países en desarrollo. Estaban demasiado acostumbrados a que el FMI y el Banco Mundial, que han dirigido Washington y sus aliados ricos por más de seis décadas. La OMC, a diferencia del Fondo y el Banco, fue creado para operar por consenso, pero algunos miembros han resultado ser mucho más iguales que otros.

Blanco frente Azevedo

Los países ricos han dejado eso en claro, una vez más, mientras EE.UU. y la UE tratan de forzar la nominación de su preferencia durante la elección para director general, que se decidirá el 7 de mayo. El francés Pascal Lamy, ex Comisario Europeo de Comercio, que representa el punto de vista de los países ricos, se retirará este año después de dos mandatos de cuatro años. Ahora es el turno de los países en desarrollo para ocupar esa posición y la ronda de selección final (en un proceso menos-que-transparente) se ha reducido a Herminio Blanco de México contra Roberto Azevedo de Brasil. Si bien esto parece ser una contienda entre dos candidatos de América Latina, para la mayor parte de la gente es claro que Blanco es el candidato de los EE.UU. y sus aliados.

En primer lugar, el gobierno del que viene, como dice el refrán, es está tan «lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos». No se trata sólo de la integración geográfica y económica, sino de un conjunto compartido de las políticas neoliberales que une a Blanco con sus vecinos del norte. Él fue un arquitecto del TLCAN, un tratado que acabó con cientos de miles de agricultores en México (obligándoles, irónicamente, a competir con cultivos subsidiados) y se mantuvo al país en una senda de desarrollo que sólo puede ser descrito como un experimento fallido.

Como gran parte de la prensa de negocios, últimamente, ha celebrado el hecho de que México está, momentáneamente, creciendo más rápido que Brasil, vamos a comparar el rendimiento de los dos países desde el PT asumió el cargo en 2003. El PIB de Brasil por persona ha crecido un 28,6 por ciento, mientras que el de México ha crecido sólo un 12 por ciento – el segundo peor registro (después de Guatemala) en toda América Latina. Tal vez el Partido del Trabajo sepa algo que no entienden los Chicago-boys del TLCAN. (El Phd en Economía de Blanco es de la Universidad de Chicago, muy malfamada por producir la extrema derecha de la profesión y conocida en toda Latinoamérica como «Los Chicago Boys», los discípulos de Milton Friedman que asesoraron al dictador Augusto Pinochet en Chile).

La diferencia entre México y Brasil es más que el simbolismo de sus candidatos, y va más allá del hecho de que Brasil es mucho más independiente de los EE.UU., y más allá de la realidad de que cada uno de estos candidatos, inevitablemente, se verían influidos por las políticas y las alianzas de su gobiernos. Una de las razones por las que la OMC no avanzó en su agenda por más de 11 años, es que tiene un programa concebido en una era diferente, y que nunca habría llegado a despegar si se presentará a los países miembros en la actualidad.

A partir de 1980-2000 se produjo una pronunciada desaceleración del crecimiento económico en la gran mayoría de los países del mundo, junto con una disminución de los avances en los indicadores sociales como la esperanza de vida y la mortalidad infantil. Esto coincidió con lo que se conoce como cambios «neoliberales» en la política – que incluía no sólo políticas monetarias y fiscales más estrictas, la privatización y la desregulación, sino también un abandono de las estrategias de desarrollo con ayudas estatales, que antes fueron exitosas en muchos países. La normativa de la OMC, escrita por los países ricos hacia el final de este período, fueron diseñados para ampliar el comercio en formas que no tomaban en cuenta las necesidades de desarrollo. El Comercio sin duda da un aporte importante al crecimiento, como hizo con China en las últimas tres décadas, pero el comercio de China (y la inversión extranjera) se manejó con cuidado como parte de una estrategia global de desarrollo.

Políticas económicas equivocadas

En la última década, a pesar de la gran recesión y una aparente recesión sin fin en Europa, ambas causados ​​ por la política económica errónea en los países ricos, vio un repunte en el crecimiento de los países en desarrollo. Irónicamente, gran parte de ella fue impulsada por la demanda de China, la economía más grande que rechazó la política de «reformas» de la era neoliberal y que se ha convertido, por las mejores medidas, en la economía más grande del mundo.

Aunque el mundo es ahora un lugar diferente, a pesar de eso los Estados Unidos y sus aliados actuan como si nada hubiera cambiado. Imagínese, después de la desregulación financiera que contribuyó a la peor recesión mundial desde la Gran Depresión, siguen presionando para una mayor liberalización de los servicios financieros. Ellos quieren que los países en desarrollo reduzcan sus aranceles sobre las manufacturas, mientras que gastan cientos de miles de millones cada año en subsidiar su agricultura, y se oponen a los esfuerzos de los países en desarrollo para proteger su propia agricultura y a sus agricultores pobres.

Y por supuesto promueven la forma más costosa del proteccionismo en el mundo: el proteccionismo de las empresas farmacéuticas. Esto es lo opuestodel «libre comercio» que dicen promover, con estos monopolios, protegidos y ampliados por los ADPIC de la OMC (aspectos «relacionados con el comercio» de los Derechos de Propiedad Intelectual), que elevan el precio de los productos farmacéuticos en cientos o incluso en miles de porcentaje que hacen un enano de cualquier arancál de los países en desarrollo en los equipos o aparatos electrónicos. No hablemos de los efectos sobre la salud de poner sobreprecio a medicamentos esenciales e impedir una investigación que puede salvar vidas. En este ámbito, también, Brasil ha liderado importantes pasos para desafiar a los monopolios de patentes y en favor de la salud pública, mientras que Blanco, con su TLCAN dio una mayor protección a las compañías farmacéuticas.

A diferencia de Blanco, que hizo su reputación mediante la negociación de acuerdos comerciales neoliberales impulsadas por intereses especiales, Azevedo es un diplomático con una larga experiencia en la OMC, ampliamente considerado como técnicamente cualificado y con una buena reputación en los círculos de la OMC. La elección debería ser obvia para cualquiera que quiera llevar el movimiento OMC hacia una agenda de interés público. Y esto no solo incluye a los países en desarrollo: los residentes de Estados Unidos pierden aproximadamente $ 290 millardos al año debido a los precios fijados por el monopolio de los productos farmacéuticos que la OMC fue diseñada para proteger. Pero, por desgracia, nosotros no estamos representados allí – son sólo nuestras más grandes empresas las que tienen una voz allí.

Mark Weisbrot es codirector del Centro para la Investigación Económica y Política en Washington, DC. También es presidente de Just Foreign Policy.

Fuente: http://www.aljazeera.com/indepth/opinion/2013/05/20135562626569496.html