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Quiénes fabricaron la amenaza de la guerra de Irak: perspectiva de los entresijos

Fuentes: Rebelión

Traducido para Rebelión por MarinaTrillo

Existen debate y crítica crecientes en el Congreso de EEUU y en los medios de comunicación sobre las pruebas fabricadas por el gobierno de Bush respecto a la posesión de armas de destrucción masiva por Irak. Y lo que es más importante, la investigación y el testimonio de altos funcionarios estadounidenses militares y civiles en el Pentágono y el State Department (Ministerio de Asuntos Exteriores) revelan profundas diferencias y desacuerdos entre ellos y los «nombrados a dedo». El testimonio y pruebas de las revelaciones de los profesionales son de suma importancia para comprender la estructura del verdadero poder dentro del gobierno de Bush. Es en tiempos de crisis y desacuerdos entre la clase gobernante cuando se le dan al público atisbos de quien gobierna para quien. El debate, la crítica y la división existente hoy en Washington son justamente un ejemplo.

Después de años de inspecciones de Naciones Unidas, y casi cinco meses de miles de búsquedas y entrevistas realizadas por cerca de diez mil militares estadounidenses, inspectores de inteligencia y científicos se ha demostrado definitivamente que Irak no poseía armas de destrucción masiva (ni incluso útiles para la defensa nacional), punto ahora prácticamente admitido por algunos miembros del gobierno de Bush. Esto planteó la pregunta clave siguiente – Quién en el régimen de Bush proporcionó las pruebas fabricadas y con que propósito.

La respuesta inicial de los apologistas de Bush fue atribuir las fabricaciones a «errores burocráticos» y «fallos de comunicación» o como Wolfowitz cínicamente declaró, para «conseguir un acuerdo general a favor de la política de guerra». El Director de la CIA Tenet se auto inculpó como cabeza de turco por los «errores». Sin embargo, a medida que avanzaron las investigaciones, el testimonio de una multiplicidad de fuentes de alto nivel del régimen reveló que hubo dos canales de estrategas políticos y asesores, la estructura formal compuesta por militares profesionales de carrera y civiles en el Pentágono y el State Department, y una estructura paralela integrada por personas nombradas a dedo. De todas las evidencias disponibles se desprende que los asesores políticos «no oficiales» organizados por Wolfowitz, Feith y Rumsfeld en la Oficina de Planificación Especial (OSP), fueron la fuente de las pruebas fabricadas que se utilizaron para «justificar» la invasión y la ocupación de Irak. La OSP está encabezada por Abram Shulsky e incluía a otros neoconservadores, que no tienen prácticamente ningún conocimiento profesional o cualificación en asuntos de inteligencia y militares. Douglas Feith, Subsecretario de Defensa, y Paul Wolfowitz montaron la OSP. Shulsky es un seguidor ávido y un protegido de Richard Perle, el conocido militarista y partidario desde hace mucho tiempo de ataques militares contra regímenes árabes de Oriente Medio.

Según el testimonio de una persona enterada del Pentágono, la Teniente Coronel Karen Kwiatkowski que trabajó en la oficina del Subsecretario de Defensa para la Política, División y Proyectos Especiales para Oriente Próximo y Sur de Asia, en el Pentágono, el «servicio civil y militares profesionales en servicio activo no estuvieron implicados perceptiblemente en áreas clave» de interés para Feith, Wolfowitz y Rumsfeld, a saber Israel, Irak y Arabia Saudita. La teniente coronel Kwiatkowski prosigue para especificar que «en lo que respecta a Israel e Irak todo el trabajo de personal primario fue realizado por personas nombradas a dedo, en el caso de Israel un oficial asistente designado por el Washington Institute for Near East Policy y en el caso de Irak, Abe Shusky.»

Igualmente importante, la exfuncionaria del Pentágono describe la existencia de «pandillas inter-agencias». Describe como los miembros de diversas organizaciones neo-conservadoras y pro Israel, (Project for a New American Century, Center for Security Policy y el American Enterprise Institute), que están ahora en el régimen de Bush solo interactúan entre ellos a través de varias agencias. Señala que las decisiones importantes son resultado de «pensamiento grupal» – la aceptación acrítica de puntos de vista predominantes y la aceptación acrítica de puntos de vista sumamente estrechos y aislados». Su jefe la forzó a dimitir después de que le dijo que «alguna gente (las pandillas y redes) del Pentágono pudiera sentarse al lado de Hussein en el tribunal de crímenes de guerra» por sus destructivas políticas de guerra y ocupación.

Lo que está muy claro es que la OSP y sus directores Feith y Wolfowitz fueron expresamente responsables de las pruebas fabricadas sobre las «Armas de Destrucción Masiva» que justificaron la guerra.

La OSP y los otros miembros de las redes que operaban por todas partes en las agencias clave estadounidenses compartían una ideología pro militarista derechista y estaban fanáticamente a favor de Israel. Feith y Perle fueron los autores de un infame documento político en 1996 para el extremista del Partido Likud, Benjamín Netanyahu, titulado «Una Fractura Limpia: Una Nueva Estrategia para Hacerse con la Región», que pedía la destrucción de Saddam Hussein y su reemplazo por un monarca Hashemita. Después tendrían que ser derrocados o desestabilizados Siria, Líbano, Arabia Saudita e Irán para que Israel estuviera segura en una especie de ‘Mayor Esfera de Co-Prosperidad Estadounidense-israelí.’

Hoy la OSP es un brazo de la política Wolfowitz-Feith para fomentar la política de los grupos más extremistas del régimen de Sharon, forjando íntimos lazos con una operación de inteligencia ad hoc paralela en el régimen israelí según un informe del periódico británico, The Guardian.

El dedo claramente apunta a Sionistas fanáticos que dirigieron la OSP, como Abram Shusky y Feith, como la fuente de la «inteligencia falsa» que condujo a la guerra que buscaban Wolfowitz y Rumsfeld. La manera en la que los Sionistas fanáticos se organizaron y actuaron – como una pandilla de fanáticos arrogantes de idéntica opinión, hostiles a cualquier punto de vista contrario de funcionarios civiles y militares de la inteligencia profesional, sugiere que su lealtad y vínculos estaban en otra parte, más claramente con el régimen de Sharon en Israel. Es interesante observar que los influyentes Sionistas de derechas del gobierno de Bush proporcionaron «informes» sobre Irak que estaban en discrepancia con informes del Mossad israelí, que no creía que Irak representara una «amenaza» para los EEUU o Israel.

Para entender el papel fundamental de los ideólogos Sionistas en la formación de la política exterior estadounidense en Oriente Medio y otras partes es importante enmarcarlo en el contexto de las relaciones EEUU-Israel y la poderosa influencia del lobby pro israelí en los EEUU. Como Patrick Seal describe en el semanario liberal estadounidense The Nation, «Los Amigos de Ariel Sharon (entre los fanáticos judíos pro Israel) aborrecen a los Árabes y a los Musulmanes… Lo que deseaban eran una mejora del ambiente militar y estratégico de Israel». La invasión de EEUU a Irak y su postura militar agresiva hacia la mayoría de los regímenes árabes de Oriente Medio ha hecho que los nombres de estos estrategas Sionistas sean conocidos en todo el mundo. Wolfowitz y Feith son el segundo y tercero en el mando del Pentágono.

Sus protegidos en la OSP incluyen a Abram Shusky, Richard Perle de la Defense Policy Board, y Elliot Abrams (un defensor del genocidio Guatemalteco de los años 1980) director decano para asuntos de Oriente Medio en el National Security Council. Los fanáticos pro Israel más influyentes en Washington son William Kristol y Robert Kagan del The National Standard, la familia Pipes y un gran número de institutos pro Israel que trabajan estrechamente con y comparten la perspectiva de los Sionistas de derechas del Pentágono. El creciente consenso entre los críticos estadounidenses del gobierno de Bush es que «el 11/9 proporcionó a los Sionistas fanáticos de derechas una posibilidad única para aparejar la política de Oriente Medio y el poder militar estadounidense en interés de Israel y consiguieron que Estados Unidos aplicara la doctrina de guerra preventiva a los enemigos de Israel» (Seale, Nation, 21 julio 2003). Las pruebas implicando a los Sionistas estadounidenses en la política de guerra son tan aplastantes que hasta las principales organizaciones Sionistas se han abstenido de gritar ‘antisemitismo’.

Más preocupados con la supremacía israelí que con las pérdidas de militares estadounidenses, los Sionistas fanáticos planean nuevas guerras – Perle, Feith y Wolfowitz apuntan ahora a Irán, Líbano y Arabia Saudita, produciendo nuevas series completas de «informes de inteligencia» en los que acusan a los países árabes de financiar, proteger y promover el terrorismo. Y la inteligencia prefabricada sigue fluyendo de los miembros de la OPS y sus pandillas y redes tan bien descritas por la Teniente coronel Kwiatkowski.

Según aumentan a diario en Irak las víctimas militares estadounidenses, con una estimación no oficial de 4.000 heridos y más de 60 muertes al 1 de agosto de 2003, conforme los gastos militares de la guerra minan la economía de EEUU, el público estadounidense se está desilusionando con el gobierno de Bush. A medida que prosigan las investigaciones públicas conducirán probablemente a escándalos en relación con la verdadera fuente de pruebas fabricadas para ir a la guerra. En caso de que sean hechas públicas la identidad y la lealtad política de los arquitectos y los propagandistas de la guerra de EEUU contra Irak y para la supremacía de Israel, probablemente habrá una áspera y honesta reacción adversa por parte del gran público contra los ideólogos Sionistas neoconservadores y sus redes en y fuera del gobierno. Hasta ahora su papel ha sido el secreto peor guardado en Washington, pero con las elecciones pendientes es muy posible que el pequeño y sucio secreto de Washington pase al dominio público y habrá una demanda pública de mayor transparencia en la búsqueda de los intereses estadounidenses y mayor interés en confiar en funcionarios de carrera profesionales y menos en personas nombradas a dedo, con la lealtad dividida.

Por suerte muchos judíos progresistas plantean serias preguntas sobre el apoyo acrítico de Israel por parte de las principales organizaciones judías y son muy críticos respecto a los Sionistas fanáticos del Pentágono.

10 de agosto de 2003