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Quieren «debolivarianizar» Venezuela

Fuentes: Barómetro Internacional

Serán diversas las conclusiones a las que distintos analistas podrán llegar respecto de la definición de la maniobra norteamericana en Venezuela. «Desbolivarianizar» parece ser la táctica del imperialismo en el país latinoamericano. A simple vista y teniendo en cuenta los antecedentes de sabotaje y agresión que la propia embajada norteamericana en Caracas condujo, es lógico […]

Serán diversas las conclusiones a las que distintos analistas podrán llegar respecto de la definición de la maniobra norteamericana en Venezuela. «Desbolivarianizar» parece ser la táctica del imperialismo en el país latinoamericano. A simple vista y teniendo en cuenta los antecedentes de sabotaje y agresión que la propia embajada norteamericana en Caracas condujo, es lógico que las conclusiones respecto del injerencismo vayan desde la intención permanente de la destitución, el aliento de la guerra de calles, la invasión auxiliadora al estilo Siria o Libia, o la formulación oficial de «golpe de estado continuado».

Vale la pena, a riesgo de redundar, enumerar lo más destacado del plan continuado de desestabilización. El 11 de abril de 2002 fue el acontecimiento que llegó al paroxismo con el golpe de estado y el secuestro del Comandante Chávez. Numerosos intentos de magnicidios desbaratados, el lock out patronal y el llamado paro petrolero con pérdidas mayores a los 20 mil millones de dólares. Para el 2004 combinadas con una operación de guerra de cuarta generación aparecerán las guarimbas mesocráticas y oligarcas. Y finalmente la articulación de la oposición política de derecha pro imperialista en columnada tras el empresario Henrique Capriles Radonski a la orden de la embajada norteamericana, financiada por la misma.

Lo que para muchos fue un magnicidio,[1] la desaparición física del Comandante Hugo Chávez Frías abrió en la región y en el país un impasse de incertidumbre ofreciendo por un lado debilidades que los pueblos aún padecemos pero por otro evidenciando fortalezas construidas como es la adhesión leal del pueblo bolivariano al proceso y a su sucesor Nicolás Maduro Moros.

La primera maniobra de la nueva etapa consistió en el desconocimiento de los resultados electorales del 14 de abril del 2013 para horadar desde el cuestionamiento la legalidad y legitimidad del nuevo gobierno. Claro que resultó una operación de bajo impacto puesto que fueron miles los veedores internacionales que aseguraron la transparencia del acto electoral y del escrutinio, entre los que se destacaba al mismísimo ex presidente norteamericano Jimmy Carter. No obstante obviamente lo que se perseguía con semejante actitud no era tanto la impugnación en sí del acto sino construir antecedentes de deslegitimadas, y en eso, con la corporación mediática operando, construyen grandes logros y ventajas. Capriles Radonski y otros actores menores alentaron a sus seguidores a acometer actos de violencia que terminaron en asesinatos selectivos de militantes chavistas en las calles, más de una docena de patriotas venezolanos fueron emboscados y asesinados por el caprilismo. Más de ochenta personas resultaron gravemente heridas, se incendiaron locales partidarios del PSUV, automóviles, centros médicos de la Misión cubana Barrios Adentro y locales de la empresa estatal CANTV. Todo para montar un paisaje social de violencia, de desgobierno y de sensación de guerra civil donde a la sazón fue el pueblo venezolano su gobierno y sus bienes las únicas víctimas.

Con el sabotaje y la construcción de un clima de caos se puso en marcha el plan conocido como «La Salida». Ya hemos señalado los asesinatos, emboscadas, atentados contra la propiedad del Estado y del partido oficialista y una permanente operación de prensa que en el exterior pretendía mostrar un clima de guerra civil, que no fue otra cosa que el ataque sistemático de mercenarios colombianos (antiguos paras) y reaccionarios venezolanos asesorados por expertos de la CIA en montajes de situaciones, con la experiencia reciente acumulada en Medio Oriente.

«La Salida» fue el plan que el mismísimo Leopoldo López, alcalde opositor de Caracas, pergeñó y comandó cuando el 12 de febrero de 2014 llama en un incendiario discurso a «tomar las calles» desatando un proceso de agresión sobre el pueblo bolivariano y su gobierno que dejó un saldo trágico de 43 muertos, 878 heridos y daños superiores a los diez mil millones de dólares. Las guarimbas militarizadas de Caracas y de las otras 17 alcaldías opositoras venezolanas,[2] además de la emboscadas a motorizados (motociclistas identificados con el chavismo) combinado al accionar de los paras colombianos y francotiradores no pueden sino advertirse como un plan criminal fascista que nada tiene de distancia con los montajes de Deraá y Latakia con los que el imperialismo promovió y desató una guerra en Siria.

La operación pudo ser no sólo desmontada sino evidenciada llevando a algunos de sus principales autores a la cárcel. La prisión de estos golpistas criminales provocó un efecto colateral eventual que es implantar la idea de persecuciones políticas a los opositores. Lo que in visibilizarán las grandes cadenas noticiosas es el carácter criminal de esos dirigentes políticos opositores.

Para febrero de 2015 la inteligencia venezolana denuncia lo que se llamó el «Plan Jericó» que consistía, entre otros objetivos, en el bombardeo aéreo del palacio de Miraflores (sede gubernamental) con el consecuente asesinato del Presidente Maduro y la destitución del gobierno. El Teniente José Arzich Zapata resultó ser el enlace de un pequeño sector de la Fuerza Aérea venezolana con la embajada norteamericana. El General de Brigada de la Aviación, Oswaldo Hernández Sánchez, reveló que los bombardeos contra la patria venezolana fueron planificados por el diputado de la Asamblea Nacional por la alianza pro imperialista Primero Justicia, Julio Borges.

El sabotaje económico provoca escases de bienes esenciales de consumo masivo. Las grandes corporaciones transnacionales no sólo reducen la producción sino que entorpecen la distribución, esto sumado a que las formas de resolución que encuentra el estado para suplir estas situaciones y garantizar el abastecimiento, están atravesadas muchas veces por impericia cuando no contaminadas por elementos de corrupción que terminan potenciando el efecto del sabotaje.

Aún están ingresando a las arcas oficiales los dólares de la venta de petróleo de cuando el barril estaba al doble de precio que ahora. Esta baja estrepitosa -y provocada- del precio del barril objetivamente achicará la capacidad económica venezolana.

Cabe destacar como contracara de todo lo planteado una sola cifra que es la que mantiene el otro platillo de la balanza volcado en la adhesión popular al gobierno, y es que el 64 % del presupuesto nacional desde hace 16 años de gobierno bolivariano, viene asignándose a las áreas sociales y políticas públicas que tiene a los sectores populares como principales beneficiarios.

Ahora bien, ¿es la destitución simplemente lo que persigue el imperialismo en Venezuela? ¿Es la intervención directa el horizonte de mediano plazo que registran algunos papers de la geopolítica imperial?

Cuando invadían Libia, Chávez advirtió primero que nadie, incluso que el propio Gadafi, la naturaleza de la agresión que se estaba desatando y los objetivos reales que se estaban persiguiendo. Cuando se hicieron los montajes de falsos enfrentamientos y atentados terroristas para provocar la guerra civil en Siria, Chávez también fue de los primeros en advertir las felonías y falacias que se estaban acometiendo contra la soberanía y dignidad de aquel pueblo y su gobierno. El Comandante Chávez estaba asistiendo como espectador a lo que tenía la certeza sería el destino de su propio pueblo y gobierno.

El caso sirio resulta mucho más semejante por las condiciones mismas y configuraciones políticas de cada situación. Un núcleo de agentes extranjeros alojados como agentes dormidos que se evidenciaron en Siria y formaron tanto el ISIS como el Ejército Libre Sirio; y que en Venezuela son los «paracos» que mientras «duermen» construyen situaciones de crecimiento delincuencial para mantenerse. Un gobierno fuerte con un estado fuerte, víctima de difamaciones y anatemas por las grandes cadenas mundiales que dominan la circulación de discurso informativo. Una política exterior regional donde se vuelven determinantes para condicionar y limitar la voracidad imperialista y sus planes estratégicos sean de configuración de Medio Oriente Ampliado o de redespliegue en Nuestra América. En ambos casos Siria y Venezuela son los retenes de esas pretensiones imperiales. Ambos países tienen unas fuerzas armadas y semimilitares leales, poderosas y operativas con una retaguardia miliciana territorial (su propio pueblo) y extraterritorial (Hizbullah y FARC) muy poderosa. Por eso Siria no fue Libia, aquel país africano que había forzado la unión de tres regiones preexistentes (Cirenaica, Fezzan y Tripolitana) para formar aquel país, de estructura tribal. Por eso Siria está triunfando y por eso Venezuela no será Siria, porque es un camino donde van a la derrota.

Pero entonces, sabiendo que el imperialismo no hace lo que quiere sino lo que puede, y que ese lo que puede depende tanto de las resistencias populares como de las contextualizaciones que hacen al equilibrio global: ¿cuál es la táctica del imperialismo en la Venezuela bolivariana?

Para abordar esto resulta interesante atender las siguientes valoraciones respecto de su política en la región.

Suele decirse, cuando se analiza el proceso boliviano, que las transformaciones que produjo el proceso encabezado por Evo Morales Ayma en aquel país son de una profundidad y densidad superiores a lo que produjo el peronismo en Argentina. No se está hablando de transformaciones del aparato productivo ni tampoco de la transformación del mapa social, sino del empoderamiento de una subjetividad, de la legitimación de unas formas de producción histórica hasta ahora negadas e invisibilizadas y que muy difícilmente aún en una situación reaccionaria puedan demolerse las principales conquistas construidas.

En Argentina luego de varios ensayos que fueron desde el genocidio a operaciones más amables, como la democracia tutelada comandada por Raúl Alfonsín, pudo consolidarse el neoliberalismo a expensas de la cooptación de la estructura partidaria del peronismo con el menemismo además de facilitar la desarticulación de las posibilidades y potencialidades populares de resistencia. Años después será la misma identidad, en proceso de recuperación desde lo popular y nacional, la principal bandera con que se demolerán las certezas neoliberales. John William Cooke anunciaba sabiamente que el peronismo resultaba ser «el hecho maldito del país burgués».

Hay que establecer que el caos que pareciera ser la línea principal de los norteamericanos para la depredación y el saqueo, la determinación de estados fallidos y la «balcanización», ensayos todos que con regular efectividad viene implantando en África, Asia y Europa Oriental; no parecieran ser las líneas de aplicación inmediata en el territorio nuestro americano. Probablemente esta diferencia táctica pueda atribuirse a razones más del orden militar que políticas. El territorio de la metrópoli norteamericana linda territorialmente con Nuestra América. El caos de la periferia garantizaría la normalidad de la metrópolis, pero el caos del vecino puede salpicar a la metrópolis. Ahí está el dilema de Israel y su curiosa alianza con Al Nusra y el ISIS.

Uno no debiera tentarse a convertir generalizaciones desde la excepcionalidad. Es claro que México y la burdelización de su estado provocado por la mismísima DEA puede resultar un experimento que en el largo plazo pretendan generalizar. También es claro que hubo intentos concretos de secesionismo tanto en Argentina como en Bolivia. Lo mismo que intentos de gerenciamiento tecnocrático de algunos estados en sus momentos de máxima crisis. Pero la línea principal de saqueo y depredación en Nuestra América pareciera sectorizarse en la coyuntura a partir de distinto tipo de acuerdos con los estados formales.

La consolidación de la Alianza del Pacífico y los disensos al interior del Mercosur respecto de formalizar acuerdos de libre comercio con las metrópolis, junto a una suerte de repliegue o desaceleración de los procesos de recuperación de soberanía, parecen ofrecerle al imperialismo posibilidades de continuidad de este método cuya única sombra es la situación de guerra en Colombia y el fuerte enfrentamiento del proceso venezolano (otras situaciones sea por capacidad limitada de gravitación o por propia inestabilidad o dubitación no las contemplamos en este análisis).

Respecto de Colombia habrá que atender cómo avanzan los Diálogos de Paz que se realizan en el marco, en el mejor de los casos, de un equilibrio estratégico, no de una contraofensiva popular.

En el caso de Venezuela existe el reconocimiento, para cualquier observador, de la existencia de una subjetividad popular mayoritaria capaz de obstaculizar y enfrentar cualquier pretensión injerencista. Justamente y fundamentalmente éste es el elemento que garantiza la continuidad del gobierno y frena los intentos golpistas más desesperados y groseros.

Pero la experiencia de la guerra de los «contras» en Nicaragua ha dejado una enseñanza que uno no debiera permitirse obviar. El pueblo no puede ni merece ser sometido a una dinámica de guerra permanente siendo que además en esa dinámica de guerra las condiciones de existencia se van desmejorando. Cuando en elecciones libres el pueblo nicaragüense elige la paz, no elige al sandinismo por el temor a la guerra impuesta. Ahí está, creemos, la clave de las operaciones norteamericanas en Venezuela. La pretensión es «desbolivarianizar», disputar consenso, restarle apoyo, generar incomodidad y condiciones difíciles. Pretenden anular la capacidad de reacción, se adelantan dos jugadas, o más, quieren demostrar que el gobierno bolivariano será un gobierno donde no se puede vivir «normalmente». Pero además hay que arrancar de raíz la posibilidad de rearticulación de una posibilidad popular en el caso de que pudieran vencerla, por eso hay que quitarle la memoria, la dignidad, el espíritu. Ahí los ejemplos del peronismo y de Bolivia que mencionábamos más arriba. El bolivianismo es el hecho maldito de la depredación sustentable imperial y hay que barrerlo.

Por esto es que sostenemos que la táctica imperialista en Venezuela no será de un injerencismo decimonónico clásico, ni golpismo tradicional como en el siglo pasado; sino que primero y a los efectos de lograr la capacidad de sobre determinar el proceso político, lo que intentarán es el saneamiento ideológico y doctrinario mediante la construcción de una situación de desabastecimiento, violencia cotidiana, etc.; pingüe tarea si uno considera que gran parte de la consolidación de la doctrina bolivariana se asienta justamente en los aciertos y en la evidencia histórica de la posibilidad de recuperación de soberanía e independencia a la luz del pensamiento de Bolívar.

La posibilidad de victoria o no de la estrategia imperial reside solamente en el Pueblo Bolivariano de Venezuela.

[1] Sobre las causas de la muerte del Comandante Chávez se sostiene la posibilidad del envenenamiento. El caso de la muerte de Yasser Arafat resultará suficiente antecedente acerca de la posibilidad de semejante variable.

[2] Los incidentes se sucedieron solamente en 18 de los 355 municipios de Venezuela, todos distritos gobernados por opositores. En el resto del país reinó la calma a pesar de lo cual la operación de G4G mediante la prensa pro imperialista daba cuenta de un país en llamas.

Fernando Esteche es Secretario Político del MPR Quebracho (Argentina), Doctor en Comunicación Social y Titular de la cátedra Relaciones Internacionales y Comunicación (II) de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata, Argentina.

Cortesía PIA.

@estechefernando

Fuente: http://barometrointernacional.bligoo.com.ve/por-fernando-esteche-quieren-debolivarianizar-venezuela