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Quilombos resisten la exclusión

Fuentes: Tierramérica

Más de un siglo después de la abolición de la esclavitud, persisten en Brasil pequeñas villas remanentes de los «quilombos», reductos de libertad creados por los esclavos africanos fugitivos en los siglos XVII y XVIII.

 

Quienes conseguían escapar, se refugiaban en medio de la selva o en cerros o montañas inaccesibles, para resistir al orden colonial. Bajo distintos nombres –por ejemplo palenque– esas zonas liberadas existieron en toda la América Latina colonial.

«Hoy también intentan resistir, creando lazos de identificación histórica y cultural», señaló a Tierramérica Givânia Silva, subsecretaria de Políticas para Comunidades Tradicionales de la gubernamental Secretaría Especial de Políticas de Promoción de la Igualdad Racial (Seppir).

Un plan gubernamental de desarrollo busca mejorar sus condiciones de vida, de las peores de Brasil.

Coordinada por la Seppir, la propuesta para los «quilombolas» (habitantes de los quilombos) incluye titulación de tierras –iniciada durante el gobierno de Fernando Henrique Cardoso (1995-2003)–, mejora de carreteras, saneamiento, abastecimiento hídrico y educación y salud.

El Programa de Desarrollo para Quilombolas, con participación de siete ministerios, según confirmó a Tierramérica la asesora de prensa de esa secretaría, Isabel Clavelín, se enmarca en otro creado por el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva en 2004 «para rescatar la identidad y mejorar las condiciones de vida de esas comunidades», según su documento constitutivo.

Se intenta beneficiar inicialmente a 525 comunidades de 22 estados, con miras a aumentar ese objetivo hasta 2010. Y se centrará en garantizar el acceso a la tierra.

«El desarrollo de una comunidad rural sin tierra es ficticio. Si no tienen sus tierras regularizadas, si éstas están tomadas o invadidas, ¿de qué tipo de desarrollo podemos hablar?», planteó Silva.

«En el imaginario nacional, es común asociar los quilombos a las clases de historia del colegio, o a algo restringido al pasado que habría desaparecido del país con el fin de la esclavitud» en 1888, afirma la Seppir.

Pero estas comunidades existen casi en todo el país, con mayor concentración en Bahía (oriental), Mato Grosso (occidental), Goiás (central), Minas Gerais (sudoriental) y Pará (septentrional). Pero también en ciudades como Río de Janeiro y São Paulo.

«Muchas comunidades urbanas no lo eran; las ciudades llegaron a ellas y no a la inversa», sintetizó Silva.

«La legislación en vigor reconoce a los quilombos a partir de la Convención 169 de la Organización Internacional del Trabajo, que establece la autodeterminación de los pueblos», agregó Silva, quien se define como «originaria» de una comunidad quilombola, Conceição das Crioulas, en el nororiental estado de Pernambuco.

Un relevamiento de la estatal Fundación Palmares detectó 1.170 comunidades remanentes de quilombos. Pero la Seppir calcula que pueden superar las 3.000.

Esto representaría 1,7 millones de personas, en un país de 189 millones de habitantes. Según el censo de 2002, 48 por ciento de los brasileños son negros y mulatos.

Los afrodescendientes «son 70 por ciento de los más pobres del país. Es justo y urgente que el mismo Estado que los reprimió ahora efectivice acciones que les devuelvan sus condiciones dignas y promuevan su permanencia», opinó Silva.

Alejados de los centros urbanos y en lugares de difícil acceso, los quilombos sobrevivieron de la agricultura y el pequeño comercio e intentaron recuperar la organización social africana. El más célebre fue el Quilombo de Palmares, una ciudadela fortificada que perduró durante un siglo y llegó a tener unos 15.000 habitantes.

Según Silva, el aislamiento permitió su supervivencia y la de su identidad cultural. Pero también gravó las condiciones de vida, afirma una investigación del Ministerio de Desarrollo Social titulada «Llamada nutricional quilombola 2006».

El informe muestra que, entre los quilombolas, la proporción de niños de hasta cinco años desnutridos es 76,1 por ciento mayor que en toda la población brasileña, y 44,6 por ciento mayor que la de la población rural.

Noventa y uno por ciento de las familias perciben ingresos inferiores a unos 190 dólares mensuales.

El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, que tiene dos proyectos de apoyo a los descendientes de quilombolas, destacó que apenas 3,2 por ciento de los niños viven en residencias con acceso a saneamiento.

La regularización de tierras, mediante títulos de propiedad colectiva, es uno de los aspectos más complejos.

Según el Instituto Nacional de Colonización y Reforma Agraria (Incra), las comunidades deben primero encaminar una declaración expedida por la Fundación Palmares en la que se identifiquen como remanentes de quilombos. Después deben presentar una solicitud formal de apertura de procedimiento.

Éste involucra desde antropólogos a peritos en agrimensura. Luego que el Incra reconozca los límites de la tierra, puede dictaminar expropiación o pago de mejoras en casos de predios en litigio.

Hay en el Incra 585 procesos de regularización de tierras, y 31 títulos fueron emitidos entre 2003 y 2006.

«Espero que estas iniciativas compensen la injusticia histórica cometida contra la población negra en Brasil», expresó Silva.

* La autora es colaboradora de IPS. Este artículo fue publicado originalmente el 25 de agosto por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.