«Aquí es donde comienza la gran tarea revolucionaria. Para liberar a la técnica de la intriga de los intereses privados y colocar al gobierno al servicio de la sociedad es necesario «expropiar a los expropiadores». Únicamente una clase poderosa, interesada en su propia liberación y opuesta a los expropiadores capitalistas es capaz de […]
«Aquí es donde comienza la gran tarea revolucionaria. Para liberar a la técnica de la intriga de los intereses privados y colocar al gobierno al servicio de la sociedad es necesario «expropiar a los expropiadores». Únicamente una clase poderosa, interesada en su propia liberación y opuesta a los expropiadores capitalistas es capaz de realizar esa tarea. Únicamente unida a un gobierno proletario podrá construir la clase calificada de los técnicos una economía verdaderamente científica y verdaderamente racional, es decir, una economía socialista.«.León Trotsky
Quizá haya llegado el momento en que, entre otras mil cosas, la praxis de la Expropiación, aun con sus limitaciones, nos permita crear la televisión no alienante que necesitamos. Es del mayor interés priorizar la Expropiación, debatirla, estudiarla y practicarla en las aulas, las fábricas y las sobremesas, ejercer sus fuerzas, anchuras, profundidades y promesas para una lucha que, mientras no se demuestre lo contrario, es competencia de poetas al igual que de médicos, de campesinos y obreros… de quienes quieren derrotar la miseria, la ignorancia y esclavitud. Expropiar las herramientas de producción simbólica es tan importante como expropiar petróleo, bancos, alimentación, escuelas, hospitales… fábricas, porque paradójicamente la televisión ya ha sido expropiada, o secuestrada, por empresas televisoras que, bajo alguna modalidad «legal», gozan de un usufructo, económico, político e ideológico monstruoso… de lo que se trata ahora es de expropiar a los expropiadores.
Expropiar la televisión y las televisoras es uno de esos temas «tabú» 1 , un innombrable, intocable… «herejía» mayor no sólo para los trabajadores de la imagen televisiva, sino incluso para académicos, investigadores, científicos, docentes, críticos… la «loca de la casa», lo «incómodo», de «mal gusto», «peligroso». De eso no se habla. No se trata crear una televisión maquillada dentro del capitalismo sino expropiar la televisión para derrocar el capitalismo. Y tal expropiación es sólo una acción, no descontextuada ni de carácter transitorio, tampoco un fin en sí.
Expropiar es un tema que se elude con frecuencia, un tema «maldito» empantanado con epítetos simplistas. Dicen incluso que se amenaza a la «libertad de expresión» que para algunos es en realidad «libertad de empresa». Rápidamente los dueños de consorcios televisivos, y sus cancerberos, estigmatizan, como inquisidores de cepa, toda alusión e intención expropiatoria. A lgunos se esfuerzan en idear tácticas dilatorias con «reformas», «reglamentaciones» o maquillajes democratizadores de todo género, pero la televisión y las televisoras requieren intervención, científica, poética y política concretas para su expropiación definitiva. Ningún paliativo sirvió hasta ahora.
Tal expropiación, cuyo alcance internacional llega tan lejos, plantea un problema en apariencia insoluble: la unidad organizada de todas las fuerzas comunicacionales, foros, colectivos, talleres, que inicien históricamente el momento en que la conciencia penetre hasta el fondo de la realidad y se confiera el desafío y privilegio de cambiar al mundo, transformarlo.
No es necesario expropiar para fines platónicos, sino para ejercer una influencia práctica sobre las herramientas de producción y sobre los modos de producción televisiva. Esto es inalcanzable sin una transformación que genere producción duradera, estable, normal, bajo el control de los trabajadores y los usuarios. Acaso estemos hablando del control obrero bajo el régimen capitalista y contra el poder de la burguesía que jamás tolerarán la dualidad de poder y control de los trabajadores sobre las empresas y sistemas sociales. Pero, claramente, tal control puede ser logrado sólo con un cambio brusco en la correlación de fuerzas, desfavorable a la burguesía, por trabajadores que van camino de arrancarle el poder y la propiedad de los medios de producción televisiva.
Para muchos trabajadores, estudiantes, funcionarios e intelectuales, involucrados directa o indirectamente, parece poco conveniente impulsar una revolución de la televisión expropiándola, porque son frecuentemente victimas de cierto fanatismo comercial, religioso o político. Aun cuando no exista un sólo momento de la producción televisiva que no haya sido trabajada por ellos, no se sienten vinculados ni con derecho sobre su trabajo. Viven alienados… desgarrados. Esos trabajadores se creen con el deber de ser fieles eternamente a los designios del patrón. La mayoría de quienes trabajan para las televisoras, contratados, independientes, sin contrato… se ven obligados a adaptarse a los intereses de los dueños y a los gustos no poco degenerados, alfabetizados e infiltrados de buena parte del «público». Si el trabajador ha desarrollado algún grado de conciencia sobre los desastres producidos por las televisoras, también se ve obligado a desarrollar una doble moral llena de absurdos, frustraciones e insatisfacciones.
En Latinoamérica, por ejemplo, Globo, Televisa, Cisneros y Clarín reinan en un «mercado» monopólico con ambiciones de «globalidad», tejen redes entre sí ayudados por poderes maleables que colaboran a fortalecer a las industrias de la televisión fortaleciéndose ellos mismos, esto acentúa la urgencia de las expropiaciones. Hace evidente la necesidad de una Revolución de la Comunicación, no atomizada, la necesidad de un marco de prioridades latinoamericanas en comunicación, la necesidad de un movimiento teórico-práctico para la comunicación crítica, la necesidad de un debate profundo sobre las relaciones entre educación y comunicación dominante y sus responsabilidades sociales, además romper el cerco de los «académicos» y gestar una interrelación inexcusable con obreros, campesinos y organizaciones populares.
¿Qué perspectivas puede tener la expropiación de las televisoras? La burguesía 2 no responderá a la expropiación por medio de métodos pacifistas, ni fuera ni dentro de su territorio. Podemos esperar que sus respuestas sean temerarias y bestiales. No hay lugar para ingenuidades.
Expropiar tiene sentido sólo si tal expropiación obedece a un programa revolucionario para la producción de Imágenes e imaginarios capaz de consolidar una revolución cultural profunda, la expropiación aislada no basta porque los expropiados ejercerán siempre tareas contra-revolucionarias con el propósito de restaurar la dictadura de la propiedad privada.
Se trata de buscar una victoria definitiva contra la miseria, superstición y la ignorancia pero no lo lograremos sin expropiar las herramientas técnicas. No debemos quedarnos a la zaga. Hay que elevar el nivel cultural de las masas trabajadoras. La televisión revolucionaria debe prestar la mayor atención a las necesidades artísticas de las sociedades, apoyar y guiar sus esfuerzos. La creación de talleres de producción televisiva de base puede ofrecer magníficos resultados. Pero sobre todo la televisión expropiada ha de contribuir al fortalecimiento de la organización de los trabajadores porque es imposible transformar una sociedad y una televisión a partir de individuos aislados.
Son necesarios consejos, asambleas y grupos organizados como frente único para impulsar una era nueva de comunicación social, ensanchándola y profundizándola. Su tarea tomará proporciones inmensas en la vida de las fábricas, de las ciudades, de las regiones agrícolas y de la sociedad toda. Estas organizaciones podrán, y a caso deben, operar, en una instancia, como órganos de doble poder. Esto, por supuesto, no resuelve todos los problemas técnicos, operativos y administrativos involucrados en el desafío de tomar las televisoras y hacerlas operar pertinentemente. Es sólo un momento de un proceso muy largo.
Contra la idea de que la televisión debe tener como propósito principal el «entretenimiento» por el entretenimiento mismo, y de ninguna manera el conocimiento de la realidad para transformarla, habrá que esforzarse enormemente. La televisión bien puede ser un medio de conocimiento con un significado superior al de «diversión» y hacia un lenguaje de intercomunicación humana renovado. Por lo que no es poco urgente un trabajo sistemático y tenaz contra todo analfabetismo o alfabetismo precario, contra los prejuicios religiosos, contra la superstición que infunde miedos y debilidad a los seres humanos. Contra las sectas de todo tipo que pululan adueñándose día con día de canales y medios para la obtención de diezmos muy diversos.
No podemos ignorar que entre las ciudades y el campo existen, en América Latina, contradicciones enormes, materiales y culturales. No es posible pensar una televisión que no contemple las diferencias concretas en que está sumergida la población rural y urbana. La unidad revolucionaria de campesinos y obreros, de habitantes del campo y de seres urbanos es una cuestión central que no admite elusiones. Y la televisión debe contribuir ahí con las tareas urgentes. El interés por la relación campo-ciudad que incluye a los pueblos originarios, con sus tradiciones, lenguas e identidades, a los excluidos de todo tipo, debe madurar y emerger de abajo a arriba. Desde las organizaciones hacia una reprogramación total del trabajo productivo en y con la televisión. No hay revolución de la televisión al margen de la revolución total.
Hoy la tarea esencial es la lucha revolucionaria por la conquista del poder valiéndonos de todas las herramientas que sepamos conquistar. Luego habrá que construir una sociedad socialista y una cultura socialista. No podemos inhibirnos ante las dificultades. Tenemos problemas complejos en todos los terrenos de la creatividad humana. No hay soluciones prefabricadas. La televisión expropiada repudiará todo dogmatismo con sus fuerzas y medios, se construirá sobre convicciones inquebrantables y con la mirada en el futuro.
No basta con identificar y denunciar la problemática mundial en materia de televisión y empresas televisoras. No bastan los diagnósticos más conspicuos, de los que por cierto hay muchos y muy buenos. Hace falta la expropiación de las herramientas para el Trabajo de producir una televisión verdaderamente libre. Esto incluye la urgencia de anular todo sectarismo. Si la humanidad lucha por adueñarse de sí para desaparecer todas las miserias que la aquejan y alejan de su emancipación total, no podemos ser indiferentes ni indolentes, por eso es necesaria la expropiación de la televisión para que ésta contribuya a la libertad de la imagen, la imaginación y la fantasía contra toda la miseria que nos abruma. Bien puede ser ésta la hora. Incluso nos hemos tardado.
¡Paren la Represión en Oaxaca!
¡Paren la Represión contra los Obreros y los Campesinos Latinoamericanos!
¡Paren la Represión contra los docentes y los estudiantes!
¡Manos Fuera de Venezuela!
Corriente Internacional de la Comunicación hacia el Socialismo
1 » Todos los salvadores del capitalismo, tanto de la clase democrática como de la fascista, pretenden limitar, o por lo menos disimular, el poder de los magnates del capital para impedir «la expropiación de los expropiadores». Todos ellos reconocen, y muchos de ellos lo admiten abiertamente, que el fracaso de sus tentativas reformistas debe llevar inevitablemente a la revolución socialista… Aquí es donde comienza la gran tarea revolucionaria. Para liberar a la técnica de la intriga de los intereses privados y colocar al gobierno al servicio de la sociedad es necesario «expropiar a los expropiadores». Únicamente una clase poderosa, interesada en su propia liberación y opuesta a los expropiadores capitalistas es capaz de realizar esa tarea. Únicamente unida a un gobierno proletario podrá construir la clase calificada de los técnicos una economía verdaderamente científica y verdaderamente racional, es decir, una economía socialista.». El pensamiento vivo de Marx León Trotsky · Febrero 1939 www.marxismo.org/penvivo.htm
2 «… Se puede derrotar de golpe a los explotadores con una insurrección victoriosa en la capital o una rebelión de las tropas. Pero, descontando casos muy raros y excepcionales, no se puede hacer desaparecer de golpe a los explotadores. No se puede expropiar de golpe a todos los terratenientes y capitalistas de un país de cierta extensión. Además, la expropiación por sí sola, como acto jurídico o político, no decide, ni mucho menos, el problema, porque es necesario desplazar de hecho a los terratenientes y capitalistas, reemplazarlos de hecho en fábricas y fincas por otra administración, la obrera. No puede haber igualdad entre los explotadores, a los que durante muchas generaciones han distinguido la instrucción, las condiciones de la vida rica y los hábitos adquiridos, y los explotados, que, incluso en las repúblicas burguesas más avanzadas y democráticas, son una masa embrutecida, inculta, ignorante, atemorizada y falta de cohesión». V. I. Lenin La Revolución Proletaria y el renegado Kautsky, Ediciones el Lenguas Extranjeras, Pekin 1972 Primera edición 1972 http://www.marxismoeducar.cl/len55.htm