El objetivo de este breve artículo es discutir desde una perspectiva antropológica el tema clásico de «las culturas del capitalismo». Quiero exponer argumentos para contestar a la pregunta: ¿Qué papel deberíamos reservar a las personas y sus culturas en el discurso teórico sobre el capitalismo? Empezaré esbozando los rasgos principales del debate académico en curso, […]
El objetivo de este breve artículo es discutir desde una perspectiva antropológica el tema clásico de «las culturas del capitalismo». Quiero exponer argumentos para contestar a la pregunta: ¿Qué papel deberíamos reservar a las personas y sus culturas en el discurso teórico sobre el capitalismo? Empezaré esbozando los rasgos principales del debate académico en curso, para ofrecer una rápida introducción teórica al problema de la relación entre los conceptos de cultura y capitalismo. En segundo lugar explicaré el sentido del «análisis cultural de la acción económica» así como es concebida en la investigación antropológica contemporánea. En las conclusiones volveré a la pregunta inicial y propondré, desde una perspectiva antropológica, una crítica a la visión monolítica del capitalismo, afirmando la necesidad de la introducción del estudio de las personas y sus peculiaridades culturales.
Culturas y Capitalismo. Los autores clásicos y la negación de la cultura en el ámbito económico
Reduciendo al máximo los términos del debate podemos decir que históricamente las posiciones sostenidas para definir los conceptos de cultura y capitalismo han sido dos: por un lado la postura de la ciencia económica y de la primera antropología han negado o devaluado las especificidades culturales en la acción económica, afirmando la imagen del capitalismo como sistema organizativo universal; por el otro lado la antropología contemporánea, a partir de la cual se articula mi contribución, ha desarrollado instrumentos analíticos que tratan de recolocar a las personas y sus representaciones en el centro de la investigación sobre el capitalismo, criticando dicha imagen universalista y monolítica, y acentuando los aspectos culturales de la acción económica.
Efectivamente el problema fundamental que cruza todo al debate de la Antropología Económica (el sub-sector de la Antropología que se ocupa de cuestiones económicas) parece ser el reconocimiento o la negación del rol que las «culturas», como sistemas de símbolos, patrones de conducta o conjuntos de trayectorias vitales imaginables, juegan en las elecciones económicas de los actores sociales en determinados contextos. ¿Tiene la «cultura» un papel en la definición de la acción social capitalista, o las prácticas capitalistas son universales, siempre iguales y gobernadas de por idénticas motivaciones fuera de cualquier contexto cultural especifico? ¿Es el capitalismo un sistema organizativo universal o más bien una estructura que cambia de forma adaptándose cada vez a las distintas culturas que lo adoptan?
Visto desde otra perspectiva, el problema principal al que se enfrenta la Antropología Económica tiene que ver con su propia legitimidad y razón de ser. La investigación antropológica, atenta a las peculiaridades culturales de los grupos sociales, necesita justificarse a sí misma a la hora de abordar en un ámbito, el económico, presuntamente gobernado por leyes universales e independientes de todo contexto cultural. La Antropología estudia las culturas, en todas sus formas, por lo tanto, si se niega el aspecto cultural en el ámbito económico, las bases de su proyecto cognoscitivo pierden sentido.
La literatura académica ha tratado históricamente los conceptos de cultura y capitalismo como si fueran antitéticos. Desde la perspectiva de la antropología clásica se ha dejado más o menos explícitamente pasar la hipótesis por la cual donde hay capitalismo no hay cultura, y al revés, adonde hay cultura no puede vivir el capitalismo. Según Durkheim, Mauss y Polanyi, la llegada de la sociedad moderna fundada en la empresa y la producción industrial, ha coincidido con la difusión de mecanismos organizativos de carácter utilitario y de sujetos económicos operantes en base al cálculo costes/beneficios en contextos independientes de relaciones parentales o sociales (es decir, independientes de los aspectos culturales normalmente estudiados por los antropólogos) [Papa, 1999:14]. Según estos autores, en las sociedades complejas, la racionalización del los procesos sociales y la difusión de las relaciones capitalistas, no dejan espacio en el ámbito económico a la dimensión social y parental, que viene relegada a parte de la vida colectiva. El análisis antropológico perdería por lo tanto sentido en la realidad moderna, dominada por los intereses individuales y el cálculo.
Estas posiciones, que hacen hincapié en las polaridades tradición/modernidad, capitalismo/pre-capitalismo etc., definen las relaciones económicas de los «otros» como especulares e inversas a las «nuestras». Contrariamente a lo que sucede en las sociedades caracterizadas por la difusión de las practicas capitalistas, la actuación económica en las sociedades tradicionales estaría «incrustada» en las relaciones sociales y parentales y guiada por criterios irracionales e independientes de los cálculos económicos. A partir de estas distinciones fundamentales, se ha establecido una división de tareas entre disciplinas, luego fortalecida con el tiempo, por la cual el estudio de las economías arcaicas y exóticas, caracterizadas por la prevalencia de la dimensión socio-cultural es de competencia antropológica, mientras el estudio de las economías desarrolladas es competencia de la ciencia económica, la única supuestamente dotada de instrumentos teóricos adecuados y por lo tanto llenamente legitimada.
Aquellos que, analizando la historia de los estudios, han querido investigar los «culpables» del alejamiento teórico de los conceptos de cultura y capitalismo, llaman a la causa nada menos que a los dos padres fundadores del pensamiento sociológico moderno, Karl Marx y Max Weber, acusados de haber definido modelos ideales de sociedades contrapuestas, y por lo tanto responsables de haber introducido en el debate las dicotomías anteriormente mencionada. [Papa, 1999:13; Yanagisako, 2002:18]. Efectivamente ambos autores, desde perspectivas distintas pero con una sensibilidad común hacia la sociedad moderna, han propuesto la distinción teórica entre sociedades tradicionales y sociedades capitalistas, reduciendo la dimensión socio-cultural del ámbito económico a elemento marginal y presente sólo en las primeras.
La Antropología contemporánea y el «análisis cultural de la acción capitalista»
Como alternativa a estas posiciones se ha desarrollado en antropología un debate que ha evidenciado «como también en las economías occidentales modernas la organización, la gestión y el uso de los medios materiales de existencia, así como sus representaciones sociales estan estrechamente correlacionadas con las categorías culturales y las relaciones sociales» [Papa, 1999 :14]. Se ha abierto entonces el espacio teórico para un análisis cultural (antropológico) de la acción económica, también en contextos desarrollados, cuya legitimidad había sido denegada por los primeros autores. Tal «antropología de la complejidad» sostiene sustancialmente que en la esfera económica la dimensión socio-cultural no viene anulada por la maquina racionalizante de la modernidad como sugería Weber, y tampoco por los imperativos del Capital como sugería Marx, sino que convive con las leyes del mercado, con el beneficio, la acumulación etc. Sostiene por consiguiente, contrariamente a las primeras formulaciones, que el capitalismo y las culturas no son conceptos antitéticos y pueden convivir.
¿Qué significa entonces estudiar las culturas del capitalismo desde una perspectiva antropológica? La idea básica es la de discutir la naturaleza de la acción económica, normalmente relegada al ámbito aislado de la vida social en el cual rige la férrea ley del cálculo racional y de la maximización del beneficio, y concentrarse en sus aspectos culturales. Tal proyecto teórico se articula a partir «de una visión de la acción económica en el contexto de una teoría cultural de la acción social» [Yanagisako, 2002:5]. Cada acción social, incluso la acción económica, llevada a cabo por personas de distintos orígenes, está relacionada con sus orientaciones culturales y adquiere sentido gracias a ellas. La acción capitalista, como cualquier otra acción social, toma sentido en el universo cultural de las personas que la ejecutan, y no puede ser explicada de otra manera sino subrayando los valores culturales que le subyacen. Es deber del antropólogo descubrir y aclarar los significados culturales que las personas atribuyen a sus acciones económicas, y no reducirlas a la mera ley de la acumulación y maximización como ha hecho hasta ahora parte de la teoría económica.
Dos son los puntos de partida para un «análisis cultural del acción capitalista»:
1) Evitar la distinción entre las acciones económicas y las otras acciones, para emanciparse de las herencias de los autores como Weber, Talcott-Parsons, que piensan las acciones sociales de manera dicotómica racional/irracional, instrumental/cultural etc. Cada acción, incluida la acumulación de capital, es constituida por el cálculo racional y por sentimientos y deseos culturalmente inducidos. Hacer capitalismo no es algo distinto del practicar orientaciones culturales, las dos cosas vienen juntas.
2) La segunda propuesta es la de poner a las personas en el centro del estudio económico, para evitar las consecuencias de las teorías económicas utilitarias y reduccionistas. Dichas teorías, abstrayendo leyes generales del comportamiento humano, conceptualizan las personas como actores que practican sistemáticamente normas económicas, sociales, morales etc., respondiendo a los estímulos de un determinado contexto, convirtiéndolas así, desde un punto de vista teórico, en «casi-autómatas». Es preferible adoptar modelos procesuales y dinámicos que consientan comprender las practicas capitalistas en todas sus articulaciones y variaciones. Las normas económicas no son fijas e iguales para todos, dependen de la cultura de quien las interpreta.
Prácticamente la antropología contemporánea de un lado se apropia de la vuelta post-estructuralista en las ciencias sociales y vuelve a poner las personas en el centro del análisis; después «desnaturaliza» el interés de la clase social burguesa, identificado hasta ahora en la racional acumulación de capital fuera de cualquier horizonte cultural; en fin, comparando la acción económica con cualquier otra acción social abre el espacio para una análisis cultural. Propone un estudio sobre las características culturales de las prácticas capitalistas que rechaza la idea difundida en varios sectores de estudio de un social agency predeterminado según la pertenencia de clase.
Conclusiones. Las personas y sus culturas en el centro del discurso teórico
De alguna forma el proyecto cognoscitivo de la Antropología Económica más actual recoge la proclama de un colega redactor de esta revista, que en un artículo anterior explicaba la tarea principal de la crítica de la economía, es decir, «fundamentar la crítica al capitalismo, cuestionando al mismo tiempo la existencia misma de lo económico, como lógica explicativa, como ámbito separado de estudio, como principio de comportamiento y como motor necesario de la evolución social» [Ricardo Molero Simarro, 2008]. Efectivamente, como subrayaba el autor, «hacer esto sólo es posible desde fuera mismo del marco del análisis económico,[…] aprovechando la fragmentación con el resto de ciencias sociales para demostrar, apoyándose en sus particulares lógicas de explicación (psicológica, sociológica, antropológica, histórica), la falta de universalidad de la economía». El discurso antropológico de hecho trata poner a las personas, sus ideas, sus aspiraciones y deseos en el centro del análisis, incluso a la hora de analizar los fenómenos económicos, que históricamente han sido tratados como si fueran mecanismos autónomos y ajenos a la voluntad humana.
Para concluir volvemos a la pregunta inicial: ¿Qué papel deberíamos reservar a las personas y sus culturas en el discurso teórico sobre el capitalismo? Sin duda alguna, por lo que hemos esbozado, reservarle el papel de protagonistas. Si quéremos analizar el fenómeno capitalista en todas sus formas y articulaciones, para alcanzar una comprensión exhaustiva y poder así proponer una crítica eficaz deberíamos recolocar en el centro de la investigación los procesos culturales que están detrás su actuación, difusión, así como los elementos que lo vuelven tan atractivo en todas las sociedades que han decidido adoptar su sistema.
Las personas tienen que hacer algo en el proceso económico, no podemos tratarlas como ruedas de un engranaje más grande que se mueven por presiones que llegan desde fuera. Las personas que practican acciones capitalistas siguen objetivos de origen socio-cultural, y confieren a estas acciones significados culturalmente relevantes. Es importante discutir el significado cultural de la acción económica, considerando el hecho de que la acción económica es antes que nada una acción cultural. Podemos así por un lado evitar la lógica utilitaria y reduccionista, y por el otro proponer un estudio de las peculiaridades culturales de la acción social capitalista, rechazando su visión monolítica, como sistema económico único y universal, que no acepta alternativas.
Bibliografia:
Yanagisako S. J.: Producing culture and capital. Family firms in Italy. rinceton Paperbacks, 2002 .
Wilk, R.: Economies And Cultures: Foundations Of Economic Anthropology (Paperback). Westview Press (October 7, 1996)
Molero Simarro, R.: «Economía crítica y crítica de la economía», en ECCE, 13 Noviembre 2008. http://economiacritica.net/web/index.php?option=com_content&task=view&id=24&Itemid=41
Papa C.: Antropologia dell’ Impresa. Guerini Scientifica (pre-print). Milano 1999.
En http://www.economiacritica.net/