Se acabó el tiempo y ya no existe crédito para comprar más. De eso parece que sólo se han dado cuenta los mercados que andan haciendo el agosto anticipadamente a costa de la pusilanimidad de unas autoridades europeas a las que se le pueden reprochar muchas cosas pero, fundamentalmente, una: que no hayan entendido nada […]
Se acabó el tiempo y ya no existe crédito para comprar más. De eso parece que sólo se han dado cuenta los mercados que andan haciendo el agosto anticipadamente a costa de la pusilanimidad de unas autoridades europeas a las que se le pueden reprochar muchas cosas pero, fundamentalmente, una: que no hayan entendido nada de lo que viene ocurriendo en la Unión Monetaria desde su creación.
Y estamos así porque nadie pensó en los mecanismos necesarios para corregir las desequilibrios que se generarían inevitablemente como consecuencia de la excesiva heterogeneidad estructural de las economías que la integraban y de la falta de sincronía de sus ciclos económicos. Era un proyecto al que le falta mercado para ser una integración monetaria estrictamente neoliberal; pero al que, sobre todo, le falta Estado para convertirse en un actor de primer orden en la escena económica y política internacional.
Durante su tiempo de vida los desequilibrios se han ido acumulando y nadie ha hecho nada por articular mecanismos de corrección que permitan corregirlos. Llegada la crisis, las autoridades comunitarias han tratado de contemporizar ciñéndose a los dictámenes de unos mercados que saben perfectamente que la Unión Monetaria es un proyecto inviable si no es retomada por políticos con alturas de miras y voluntad de aportar soluciones que profundicen el proyecto.
Y, ante esa situación, qué hacen nuestras autoridades: someterse al liderazgo de los intereses alemanes que en muy poco confluyen con los del resto de la Unión y dejar que los especuladores sigan marcando la agenda e imponiendo su ley a golpe de terrorismo financiero.
Y, frente a esa situación, qué habría que hacer. La respuesta no es fácil porque son tantos los frentes abiertos que el recetario escapa a las restricciones de espacio de este artículo. Ahí van algunos a modo de píldoras para digerir lentamente.
Lo primero, conseguir de inmediato la estabilidad financiera en el marco de la Unión Monetaria. Eso sólo se puede conseguir por dos vías: consiguiendo que el Banco Central Europeo se convierta en gendarme de los mercados interviniendo de forma directa siempre que sea necesario y, por otra parte, articulando de inmediato un plan de rescate para la economía griega que no la condene a salirse del euro, aunque ello implique asumir una reestructuración de su deuda.
Lo segundo, articulando mecanismos de recuperación de la actividad productiva, máxime cuando lo que los mercados están sancionando ahora, en muchos casos, no es el nivel de la deuda sino las penosas perspectivas de recuperación de las economías endeudadas.
Lo tercero, cediendo definitivamente soberanía fiscal para crear un Tesoro europeo que disponga de recursos suficientes para corregir las asimetrías estructurales y los desequilibrios coyunturales de las economías que integran la Unión y que, además, emita de inmediato eurobonos que permitan liberar a los Estados de la tiranía de los mercados para captar fondos.
Y, finalmente, diseñando mecanismos de redistribución de los excedentes comerciales que acumulan las economías superavitarias dentro de la Unión -en especial, Alemania- para evitar que lo que ha ocurrido ahora vuelva a repetirse.
Si no se está dispuesto, como poco, a todo ello, apaga y vámonos.
Alberto Montero Soler ([email protected]) es profesor de Economía Aplicada de la Universidad de Málaga y puedes leer otros textos suyos en su blog La Otra Economía.
http://www.publico.es/dinero/387127/reconstruir-o-desmantelar
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