El presidente Hugo Chávez venció con un 61 %, contra un 38 .3 % del candidato opositor, Manuel Rosales, que concedió la victoria de su oponente antes del cierre de los escrutinios finales. Los medios acoplados a la oposición a Chávez, por cierto que condicionaron esta aplastante victoria resaltando los reclamos de la oposición de […]
El presidente Hugo Chávez venció con un 61 %, contra un 38 .3 % del candidato opositor, Manuel Rosales, que concedió la victoria de su oponente antes del cierre de los escrutinios finales.
Los medios acoplados a la oposición a Chávez, por cierto que condicionaron esta aplastante victoria resaltando los reclamos de la oposición de que se habría distribuido listas de personas que perderían sus privilegios si no votaban por Chávez.
La evidente molestia de CNN y su corresponsal especial Patricia Janiot, se hizo ver cuando se refirió a Chávez como un caudillo que con casi todo el poder del estado a su disposición en un régimen presidencialista, hacía difícil mantener los equilibrios políticos y advertía, desde la «catedral» del pluralismo, una tendencia al autoritarismo. Fernando Coronil, un connotado historiador venezolano que enseña en los EEUU, anticipando el triunfo de Chávez, señalaba en el The New York Times, que sus políticas se semejaban a la de los gobiernos venezolanos pos segunda guerra mundial de los partidos de Acción Democrática y Social Democrático, que distribuyeron la riqueza del petróleo entre los pobres.
Pero ha pasado más que eso bajo la administración Chávez.
Todo venía respaldado por un paquete de cifras sólidas, y movimientos políticos constructivos. El crecimiento económico bordea el 10% para 2006; la bolsa de valores registra un alza de 129.2%, siendo una de las mayores en el mundo para 2006; el país es reconocido internacionalmente, no sólo por su riqueza petrolera, sino por su capacidad de negociar y establecer proyectos de integración; tiene una sorprendente buena relación con el presidente colombiano Alvaro Uribe, un vecino clave.
Han habido costos también. En función de mantener niveles intensos en la actividad económica, que es una característica del tipo de globalización que se impone por el momento, Venezuela ha optado como muchos otros países, por destinar una parte importante de su copiosa liquidez, en el negocio del capital financiero especulativo y en estimular el consumo más suntuario, en detrimento de generar la manufactura local.
De acuerdo a José Guerra, un ex – economista del Banco Central de Venezuela, ha habido una caída brusca del número de compañías manufactureras desde 1998. ( citado por The New York Times). Hay que consignar que este es el paso elegido de la mayor parte de las economías que acumulan de repente flujos importantes de liquidez y por las tendencias del mercado mundial, no pueden entrar en una transición brusca de economías manufactureras. Esto se podrá ejercitar en una economía como la británica y aún así hay que ver los discursos de Gordon Brown, Ministro de Finanzas.
Sobre Hugo Chávez se ha dicho internacionalmente de todo. Que es un factor de desestabilización en la región, ha sido lo más suave. Que tiene conexiones con el terrorismo internacional ha sido la más grave, como es el caso de los argumentos usados por los parlamentarios chilenos de la Alianza por Chile durante la reciente elección para una posición en el Consejo de Seguridad de la ONU.
Para el gobierno de la actual administración republicana en los EEUU, Hugo Chávez es el epítome del peligro populista que antecede a la insurgencia. No pocos países en la región, entre ellos Chile, califican al presidente venezolano de intervencionista en los procesos políticos locales. La democracia cristiana chilena y otros miembros de la coalición de gobierno son activamente anti Chávez, aunque la política de estado sea más moderada.
Internamente los detractores le acusan de haber polarizado el país. Teodoro Petkoff, ex miembro de lo que en los años 60 se llamaba ultra izquierda, aparece en la BBC diciendo que «en un país donde el Gobierno y la oposición no se hablan, es muy peligroso».
A partir de esta polarización, se habla de que Venezuela enfrenta la incertidumbre política. Una fuente directa señala que «esta es quizás la última oportunidad de Chávez o de la revolución bolivariana, para transformarse en un movimiento político amplio que abarque todos los rincones del país, y que genere también un nuevo sistema político. Si el sistema político de dos partidos se quebró, entonces debe surgir otro sistema.» Nuestra fuente, no ve a Venezuela en un sistema como el de Cuba. » La refundación de una república no puede tener un 38 % de opositores, que son los que supuestamente votaron por Manuel Rosales.
La «vía Cuba» de Chávez es descartada por Alberto Garrido un analista político venezolano «Chávez es un pragmático. Si ve que lo de Cuba no funciona para Venezuela, el no lo aplica. No tiene nada que ver con que admire a Fidel Castro.
Una parte de la clase media es antichavista, pero estudios independientes señalan que el fenómeno de la polarización cruza las clases sociales desde pobres a ricos. Obviamente hay más pobres chavistas que lo contrario, pero también hay ricos que se han enriquecido con el gobierno de Chávez.
Lo importante es que ha sido un proceso -en que la presidencia de Chávez es el factor mayor pero no el único- , donde se produjo el quiebre del sistema político de los dos partidos. Comprobadamente, este sistema marginaba a gran parte de la población, y aceleró el proceso de empobrecimiento. Lo que aparece como un cliché, es la realidad.
Aquellos pro Chávez señalan que su mayor contribución es hacer sentir a la gente más excluida, que participa en las decisiones. Claramente, una mayoría que apoya a Chávez, piensan «que es su gobierno». Se estaría repitiendo el caso de Lula en Brasil, en donde las poblaciones marginadas no sólo están demandando mayores ingresos, sino una cuota mayor de participación política.
Democracias cooptadas por la decadencia del estado liberal
Si hay un común denominador en las elecciones y situaciones políticas del último año en América del Sur y parte de Centro y Norte América, es el descenso de la social democracia como alternativa política eficiente para el gran capital financiero. Con el rasgo principal de ser transnacional, este capital, crece a medida que la globalización crece también en forma desenfrenada en sus áreas más dinámicas, como comercio y tecnología.
Al mismo tiempo, en el proceso, ese capital, se ha ido quedando sin interlocutor válido en los países. La idea de poderes políticos o gobiernos transnacionales se ha visto amenazada por las limitaciones del estado. Este es un fenómeno particularmente notorio de los últimos 25 años. Como lo hemos reiterado, el ajuste económico de la década de los años 80 dejó a los países menos desarrollados -como lo son todos los de la región- con sociedades desintegradas y estados en situación al límite de su funcionamiento. Recién ahora, al terminar primera década del primer mileno, se comienzan a analizar los reales efectos del grave desajuste de una parte no contemplada en el menú del ajuste de las economías: qué hacer con la política y sus sistemas.
Cuando las poblaciones eligen a Evo Morales, Néstor Kirchner, Luis Ignacio Da Silva, Daniel Ortega, Rafael Correa, y este domingo a Hugo Chávez, la tendencia en los medios abanderizados con ese gran capital, ha sido de hablar acerca de una «ola populista o izquierdizante» que asola a la región. Por general el comentario es negativo y ponen una gran dosis de cautela, pero pocas veces apuntan a que podría ser el estado liberal y sus actuales condicionantes, la que están provocando una crisis política.
No es que se instalen gobiernos de tipo izquierdista o populista, definidos con superficialidad, sino más bien describen retrocesos marcados de las opciones políticas que ofrece el estado liberal, con este flagelo que le ha significado absorber las condiciones del ajuste económico.
En esta perspectiva, las aprehensiones van por el lado de la estabilidad y de que estos gobiernos con bastante arrastre popular, se transformen en gobiernos autoritarios y que el sueño democrático de los demócratas de la región acabe en estados y países desestabilizados. Todos estos fenómenos de «izquierdización», pueden ser mejor observados desde la óptica del gran capital apuntando a la estabilidad, en la medida en que no caiga en contradicciones propias. La social democracia por lo que se ha visto, con la excepción de Chile, no ha sido capaz de contener la avalancha del reclamo popular.
Hoy día vemos que más y más población, es más dependiente del elemento centralizador del crecimiento económico que mueve al sistema, y que la estabilidad política y la eficiencia de los estados son más cruciales de lo que se podría visualizar una década atrás.
No existe una respuesta política que sea legible para la gente -aún en Europa- al tipo de globalización que se ha disparado, quizás muy a pesar de los órganos rectores de la actual configuración del estado, como son el capital transnacional que ejerce una función financiera vital, para los países, y los sistemas políticos que los administran.
Venezuela en este sentido, refleja los diferentes rasgos que ha asumido ese estado, que aún no se ha revolucionado ni reinventado, para dar cuenta de una variable – la política- que quedó a la deriva detrás de definiciones unipolares de gobernabilidad y democracia.
En este sentido, a pesar de que muchos analistas digan que la situación venezolana está polarizada, es claro también que esa polarización se debe más a esa frigidez política de la social democracia para «rearmar» su tinglado político, y darle solución a un problema que se auto fabricó, vía corrupción, e incapacidad de generar más justicia, que se vea traducida en una cantidad mayor de equidad y de participación política.