Érase una vez un país de Europa, de la Europa occidental democrática y avanzada por supuesto, que decidió plantear una enmienda a la Constitución para posibilitar la reelección presidencial, y equipararse de esta manera al resto de sistemas políticos de su entorno. Era el único país del occidente europeo donde un ciudadano sólo podía postularse […]
Érase una vez un país de Europa, de la Europa occidental democrática y avanzada por supuesto, que decidió plantear una enmienda a la Constitución para posibilitar la reelección presidencial, y equipararse de esta manera al resto de sistemas políticos de su entorno. Era el único país del occidente europeo donde un ciudadano sólo podía postularse dos veces consecutivas para optar al cargo de jefe de gobierno, mientras que en el resto de Estados, un presidente podía ser reelegido, vía electoral, de manera consecutiva todas las veces que quisiera, o mejor dicho, todas las veces que los votantes le dieran su respaldo mayoritario.
En este país, tenían la sana costumbre de celebrar elecciones, referéndum y consultas ciudadanas casi todos los años, y por ello se les ocurrió, que esta posible modificación legal fuese a referéndum, para que la ciudadanía decidiese si avalaba o no dicha enmienda constitucional. De inmediato, el conjunto de las «democracias» del continente aplaudieron la decisión, por el deseo de equipararse al resto de las constituciones de la zona, y sobre todo, por optar por un mecanismo democrático para darle el visto bueno al cambio legal (consultar al pueblo). Un parlamentario español de un partido de larga tradición «democrática» aseveró entusiasmado: «¡parecen suizos! ¡siempre consultando al pueblo!». Y un prestigioso politólogo británico añadió no con menos entusiasmo: «¡Excelente! ¡Expresión sublime de madurez democrática!».
En realidad, esto no sucedió en ningún país de la Europa Occidental, sino en un país del Sur del mundo, de América Latina, que responde al nombre de República Bolivariana de Venezuela. Y resulta que los grandes medios de comunicación europeos, y gran parte de sus políticos profesionales e intelectuales sistémicos, han comenzado a alertarnos sobre el peligro de que «Chávez se eternice en el poder», de la «deriva autoritaria» del «régimen», y de «indicios preocupantes del inicio de una dictadura personal». Y yo, ignorante de mí, desde el otro lado del charco, a más de 8.000 kilómetros de la culta y democrática Europa, me preguntó: ¿y cuántos años lleva «eternizándose» en el poder Chaves? Sí, Chaves con S, el de la Junta de Andalucía. ¿Y Miguelito Sanz? ¿Y cuantos estuvo Felipe González o Jordi Pujol?
¿Cuál es el problema? ¿Qué Chávez es «sudaca» y «medio negro»? Uhmmm. ¿Qué las democracias latinoamericanas no están lo suficientemente «maduras» para la reelección presidencial? Bueno… ¿O más bien que Chávez es el conductor de un proceso de transformación profundo y de contenido popular y que hay que bloquearlo como sea? Pues también.
«Los perros ladran… Señal que cabalgamos»