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Comenzando la rebelión antiburócratica también se siente el nacimiento de Otra Política

Reflexiones de un cualquiera a cualquier otr@

Fuentes: Aporrea

A lo mejor faltan hechos por darse que nos permitan situarnos con certeza en las dimensiones de los que estamos viviendo. Es evidente que el hecho de morir y renacer no es simplemente una jugada psicológica interior, es realmente una ruptura con el tiempo que muere y una apertura al que puede nacer y que […]

A lo mejor faltan hechos por darse que nos permitan situarnos con certeza en las dimensiones de los que estamos viviendo. Es evidente que el hecho de morir y renacer no es simplemente una jugada psicológica interior, es realmente una ruptura con el tiempo que muere y una apertura al que puede nacer y que aún en esta joven historia de lo que hemos llamado revolución ya tiene pesadas cargas que echar al borde. De todas formas los mensajes están sobre la mesa: la quebrada burocracia que fue derrotada el 2D revolotea por perdurar sin encontrar argumentos que la justifiquen. Por su lado el movimiento popular que se hizo -o nos hicimos- chavistas, sigue en su rabia sin saber exactamente para dónde ir y qué hacer. Van y vienen balances de lo acontecido pero si no todos, al menos muchos, llevan en su lenguaje un anhelo desesperado por que opere una «limpieza» – «rectificación» – «resurgir», de lo mismo. Se acusa de esta forma, además de las fallas específicas de campaña, al burocratismo, al nepotismo, a la corrupción, aspirando que lo mismo al fin se depure de las gangrenas del pasado. En otras palabras, se niega a morir anhelando que al fin se haga realidad lo que está escondido en nuestra fantasía: un «proceso» con una burocracia al menos medianamente honesta y trabajadora, comprometida con las causas revolucionarias y un pueblo abriendo caminos en una relación diáfana de ayuda mutua consigo mismo, trabajando palmo a palmo con esa burocracia en una relación de respeto, del oírse, de diversidades construyendo esa sociedad que aún no existe donde la voz de mando del pueblo organizado se imponga cada vez mas. Y un líder atento y consecuente con esta ley.

No sé ni siquiera si tenga mucha moral para decir esto, pero en fin, si algún valor tiene el pensar descarnadamente dentro de las circunstancias que hoy vivimos, pues entonces que valga. Esa «salvación depurada» de lo mismo no parece ser otra cosa que el cuento de hadas final de un moribundo que se niega a morir y anhela perdurar. Un conservadurismo radical imposible de sacar de nuestras almas al menos que de verdad nos dispongamos a morir; o dicho de otra forma: es el terror del que no se dispone a matar lo que hemos sido para dar paso a otra cosa que aún no somos, que no es para nada ese mismo que quiere sobrevivir, pero que también grita por su derecho a nacer.

El sueño de un Estado y de una burocracia que se depure a estas alturas de la historia, raya en la inocencia. Se pueden cambiar caras -cosa que sin duda se va a hacer-, pueden haber recambios que refresquen, claro que sí. Pero esa podrida casta (incolora porque ya no se reconocen los límites entre su franja azul y su franja roja) que se ha reproducido rápidamente continuando exactamente el mismo patrón y modelo de estado de la cuarta república, ya no tiene salvación, por más leyes, programas, discursos y constituciones que se inventen, y y sobre las cuales este modelo cabalga. Ya no se trata solo de personas burocráticas y autoritarias, de izquierdas finas que quieren dirigir pueblos en una oficina, de oportunistas de oficio que se cambiaron de franela, de vivos repitiendo discursos oficiales en la mañana y en la tarde cobrando comisiones. Es mil veces más grave, es todo un enjambre de intereses creados alrededor de contrataciones fabulosas en PDVSA, Banco Central, infraestructura, salud, construcción, lavado de dólares, mercado negro de petróleo, compra de armas, bonos del tesoro, bonos del sur, compra de empresas, reciclaje de divisas, importación de alimentos, permisos de construcción, y etc, etc, que absorbe a toda esta burocracia, culpable o no, beneficiada o no, en un juego infernal de intereses del cual ya no pueden salir. Este ha sido un proceso rápido de descomposición en pocos años ha avanzado mucho más rápido que los lentos y esperanzadores avances de transformación que a pesar de ellos efectivamente se han podido hacer. A estas alturas, es totalmente imposible que nos imaginemos un día cualquiera al presidente tomando decisiones categóricas y el otro comenzando un conjunto de programas por VTV desenmascarando toda esta podredumbre con las consecuencias penales consiguientes. Eso no va a suceder por más que gritemos y nos revolquemos en las calles. Por más que el presidente añore hacerlo, si ese es el caso. La paz social se puede intentar preservar, lo que no soporta mas es una relación en paz, simplemente reformadora, con esa estructura insalvable hija directa del capitalismo rentista y petrolero.

Somos de la opinión que la Venezuela del 1998 al 2007 ha sido el lugar del último fracaso de una izquierda derrotada que intentó a través del desempeño decidido de sus mejores almas, tomar un estado viejo y podrido, y mediante actos de puro voluntarismo político, dirigir a una sociedad hacia su redención. Esto comienza con el mismo comandante Chávez, quien asume la conducción de ese estado y termina por confundirse en él, viéndose atrapado y mediante el fortalecimiento del caudillismo y el centralismo (perfectamente reflejados en el proyecto de reforma) buscar un escape fallido de antemano; los resultados del 2D son la respuesta.

Esa vieja izquierda que se armó muy atrás en el tiempo, posiblemente con la formación en el siglo XIX del partido socialdemócrata alemán para luego dividirse entre mas radicales y mas reformistas (las que destruían los viejos estados para construir otros o los que intentaban sus reformas), por supuesto que ayudó al desarrollo de procesos de liberación extraordinarios en su momento, realmente heroicos, pero ya en estos momentos, es -¿somos?- un trapo viejo y vencido que servimos a todo menos a la emancipación de los pueblos: la Venezuela «bolivariana» en la etapa que va de 1998 al 2007, ha sido -ojalá- el último testimonio de esta inmensa y desvanecida historia. Se habló de hacerlo de otra manera, ideas y formatos que precisamente intentaban romper con esa vieja izquierda. Se introdujeron conceptos políticos democráticos, hegemónicos y constituyentes que aparentemente podían ponerle freno a la tendencia mecánica de fortalecer el aparato burocrático, reproductor de opresiones y succionador de la energía creadora colectiva. Fuimos heroicos en defender esa esperanza hasta hace unos días. Pero una cosa pasó, los tiempos de la degradación interna fueron mucho más veloces que los tiempos de la redención. Ese movimiento interno que fue fundiéndose con la vieja cultura política de la cuarta república y con los intereses de las oligarquías nacionales y corporaciones transnacionales nos comió el tiempo de la construcción de una nueva república (del «socialismo del siglo XXI) hasta hacerse mucho más fuerte y destructivo. Es por ello que esa migraña, en medio de una esperanza cierta y viva, después del 2D se ha convertido en el objeto mas odiado, sentimiento expresado ahora en pequeñas o en grandes asambleas y a «pecho pelao»; es la «rebelión antiburocrática» del post 2D.

El «orden constituido» como le decimos aquí, ya no tiene remedio, y para prueba un motón: mientras se deja avanzar sin freno una derecha fascista, siendo absolutamente torpes en denunciar el fenómeno conspirativo que corre por detrás más allá de los personajes, campesinos nuestros siguen presos y asesinados, cantidad de empresas tomadas con justicia abandonadas o reprimidos sus autores, fascistas pistoleros se pasean tranquilos por las calles de Mérida y San Cristóbal, la organización popular aplastada por la intervención descarada de esta burocracia roja o azul, las misiones abandonadas y burocratizadas, los mejores cuadros de la izquierda más comprometida y creativa, callados o expulsados de las instituciones. O la prueba más palmaria y sencilla: aquí nadie rinde cuenta absolutamente de nada ni a nadie. La «gobernabilidad», como dirán algunos, se ejerce sin compromiso con pueblo real alguno; cada gobernante se cree dueño y señor de recursos que nadie le donó. Los hechos de justicia conseguidos efectivamente quedan siendo regalos aislados, buenos para la propaganda, para la estadística manipuladora, pero inútiles a la revolución. ¿Culpa de algunos zánganos sin escrúpulos?. Claro que los hay, pero eso no es lo fundamental, lo fundamental es que esa izquierda -nosotros también- que ayudó al líder a hacerse de un camino en el cual insiste en impulsarlo a viento y marea, ya no tiene nada que ofrecer a la tarea emancipadora real. Se ha convertido en derecha. Esa izquierda ya hace muchos años que fue derrotada en lo esencial de su proyecto histórico de liberación. En el mejor de los casos, a estas alturas se muestra como aquellos utopistas que soñaban en mundos idílicos mientras el movimiento obrero europeo producía las primeras revueltas de corte socialista.

Queda entonces la lección del ayer y el reto para el mañana. ¿Pero esto es un simple deber ser político o una conciencia que nace y se difunde?. Se oye se siente, el viejo orden hay que liquidarlo, de otra manera será él el que nos liquide a nosotros. En su lugar habrá de construirse el comienzo de una «sociedad de iguales» donde de nada valen los voluntarismos del liderazgo, del caudillo, de la vanguardia: la creación radicalmente popular de esa nueva sociedad es una creación larga y compleja que desborda toda frontera y todo cálculo de «transición» que hagan los jefes o ideólogos. Empieza antes y se multiplica después del desmantelamiento del viejo orden. Pero podrá consolidarse y vencer si y solo si se procede al acto de la liquidación revolucionaria. Empieza desde ya, creando las condiciones para hacerlo.

Parece que entre bastantes ya se entiende que tenemos que pararnos de manera fría y realista en lo que estamos viviendo. Apagar los vicios mediáticos que tanto enferman de lado y lado y aceptar que llegó el momento de las verdades profundas donde de nada vale las por sí solas las denuncias, los llamados a la unidad, a la lealtad si quieren. Impera la orden de Otra Política que empiece a romper con los límites de aquella que operó hasta el 2D y que se ha internalizado dentro del movimiento popular. Nada esta escrito ni hecho, todo eso hay que construirlo, y allí solo vale la razón de tod@s.

Viene una etapa interna al proceso mucho más interesante y probablemente dura de reencuentro de los movimientos populares consigo mismos divididos como están en dos grandes franjas: una cimentada en una autonomía creciente y de muy diversas expresiones y otra administrada y callada, conviviendo con un «chavismo crítico» cada vez más impotente. En el medio de ellos está la rabia del más común y menos organizado o menos «ideológico», que se moverá confundida entre estas dos aguas pero tendiente a tomar decisiones y acciones. Algunos con intereses creados insistirán en la utopía burocrática del buen gobierno revolucionario. Otros simplemente dejarán de ser chavistas no para abandonar nada, ni siquiera para dejar de defender la necesidad de Chávez como líder y presidente, sino para apartarse radicalmente de esa lógica chavismo (de su lógica no de los personajes que en la calle le dan vida) como propuesta estratégica, como práctica de poder, como cultura política, y comenzar la larga marcha de construir Otra Política; una política ajena totalmente a ese estado, capaz de recrear en nuestras tierras las alternativas propias a ese nuevo «comunismo» que ha venido naciendo luego del desmoronamiento de la URSS.

Unos irán por el «asalto al poder», poquito a poquito claro está, estamos en democracia, otros dirán que es mejor ir al «asalto de la utopía», «la «cosa es ya». Unos seguirán insistiendo: «sin Chávez nada, con Chávez todo», otros dirán con todo respeto: «con el pueblo todo, sin el pueblo nada». Unos dirán «el líder indiscutible» (inocente frente frente a al entorno que lo rodea). Otros dirá: ¡todos los liderazgos son discutibles! y nadie es inocente por ley divina. La mayoría nos gustará identificarnos como socialistas pero hay algunos que preferirán hablar de «democracia tamunangue» o lo que se invente para liberar los lenguajes y quitarse ese estigma «socialista» que ya parece maldito. Muchos enfrentaremos el fascismo y la derecha azul, allí está garantizada la unidad de la base por ahora, pero algunos lo harán realmente para extirparlo porque ya nos invadió por dentro, y eso significa tomar una inmensa distancia de las estructuras que lo reproducen y confrontar el sitio que lo engendra. Esto no es un problema de acusaciones mediáticas, es una tarea de la acción política que empieza a pensarse de forma muy distinta.

¿Cuál Otra Política para el que le interese y para comenzar a pensar? Se reitera, o es una invención de tod@s o no es. Pero hay algunas premisas que ya dan vueltas y que ayudo a sistematizar:

-Ella tiene un punto de vista autocrítico muy puntual. Más allá de lo bueno o malo que se ha hecho, de los aciertos o errores, de unidades y diferencias, ya se hace evidente que la existencia de una «subjetividad revolucionaria» creada y masificada en este proceso no es suficiente para desatar un movimiento de liberación real. Esa subjetividad necesita acompañarse de una política cuyo origen es imposible que venga del gobierno, del estado, y por extensión de Chávez y del «chavismo» oficial, incluido el PSUV como partido, como instrumento de mediación de ese estado. Nace de su propio fuero en pensamiento y acción. Un tejido militante fuera de todo compromiso con el estado de dominio. Otra política es aquella que empieza a construirse cuando se han dado las condiciones para ello y esas condiciones al menos nacieron con la derrota de la burocracia el 2D.

-Comienza por recordar que la necesidad del «líder indiscutible» es proporcional a nuestra debilidad y a la hegemonía sobre el proceso que conserva la vieja izquierda. Nuestras fortalezas colectivas, crecientes y arraigadas, por fuera de las estructuras de dominio, si se quiere harán descansar hasta el mismo comandante y nos liberarán a los liderazgos y organizaciones colectivas de nuestros miedos y ataduras ideológicas.

-Aunque parezca paradójico decirlo, esa otra política tiende a nacer en buena parte del sentimiento auténtico de ese inmenso conglomerado popular que se hace culto de la figura del presidente, y seguirá haciéndolo por un buen tiempo. Gentes que por lo general no tienen nada que perder y que por tanto no tienen problema en expresar sus verdades sin ocultamientos, o mejor dicho, solo ocultan lo que aún le temen y no lo que le conviene ocultar; allí sus militantes, el verdadero «movimiento bolivariano». Más nunca de los que fomentan ese culto a la personalidad por conveniencia y/o a conciencia de lo destructivo que puede ser ese culto a la personalidad.

-Por tanto, esa otra política nace alrededor de los que se le sublevan a las castas políticas que los han traicionado y los han explotado a su provecho. No es un hecho de mera sociología o intrínseco a la naturaleza del «pueblo bolivariano» que hemos idealizado. Es un hecho político de rebelión que en la medida en que multiplica sus brotes al mismo tiempo empieza a sentir de la necesidad de Actuar Ya. De empezar a liquidar el viejo orden no mediante leyes prefiguradas por «los representantes políticos» sino por su propia acción y protagonismo colectivo encarnado en los espacios de organización que asumen la condición poderes populares. Es por ello que necesita de «otra política» y otro lugar de producción de esa política.

-Ella en estos momentos no pude ser otra cosa que el fortalecimiento de los campos concretos de control territorial y gobierno colectivo sin ningún tipo de sumisión burocrática impuesta o comprada. Espacios donde se impone la soberanía colectiva. No estamos política y militarmente preparados para liquidar por completo el viejo orden como un todo, que además en el contexto de la globalización del capital, el imperialismo y el avance interno del fascismo, se complica hasta en su misma ubicación y delimitación. Pero antes de que él nos liquide, es fundamental avanzar en la «territorialización» concreta y articulada del acto de construcción de una nueva sociedad, superando los límites del movimientismo social fragmentado. Esas «totalidades territoriales» que ya se arman, tienden a convertirse en el primer legado estratégico de cualquier otra política y la primera condición para tener los acumulados necesarios para ir liquidando ese mundo de opresión y explotación.

-Por tanto ella comienza por asumir la autonomía plena de «esa-nuestra política». Autonomía no sólo de las ideas, de la organización social o de clase, asume plena autonomía frente a la lógica del estado-nación, de su orden territorial, de la «democracia» liberal en su versión de izquierda o de derecha, y en la medida de lo posible, de las alienantes barreras de la división del trabajo, de relación despótica entre dirigentes y dirigidos, que el capitalismo nos delega.

-Deduciendo entonces y aún utilizándolo en ciertas circunstancias, ella no puede sostenerse sobre el chantaje de la «legitimación electoral»: ese es el camino directo a convertir toda política en un mercado, en una competencia de propagandas, oportunismos y narcisismos, junto a una polarización artificial que la misma propaganda de ambos lados sostiene para que los polos se mantengan y ambos sobrevivan; gana en los cómputos el que mejor se propangandiza, triunfa como un todo el sistema de dominación.

-Ella sostiene en su fuerza, en la propia mayoría que ella va construyendo, sin que exista otra soberanía que la que nosotros conquistamos. Una soberanía colectiva y en acto que no se delega. Se van produciendo de esta forma las rupturas necesarias con todos estos resabios culturales y políticos propios del estado burgués sustentado en el «contrato social» o en las viejas concepciones instrumentalistas del estado que la izquierda buscó para justificarlo.

-Empieza a saberse parte de un espacio sin fronteras de lucha y resistencia que tiene en Venezuela la posibilidad de avanzar en múltiples esferas fuera del mando burocrático y capitalista, sobreviviendo y extendiéndose en tensión o confrontación con ellos de acuerdo a como evolucionen las situaciones y se radicalicen las contradicciones. Pero no es Venezuela donde se realiza como hecho y poder colectivo triunfante. Al menos necesitaremos de una dimensión continental del mismo para acariciar su victoria.

-Cualquier otra política en ese sentido no es un proyecto de estado es un proyecto emancipativo, colectivamente luchado y construido, que empieza a conocer de sus principios, sistematizar su ciencia y sus técnicas, develar sus estrategias y objetivos, en la medida en que logramos crear las condiciones socio-políticas y se dan de hecho los acontecimientos que nos permiten desde ellos mismos descubrirla. La emergencia de esas posibilidades y el reconocimiento de sus actores en medio de las circunstancias que vivimos después de 2D, parece que constituyen unos de los grandes frutos de la dolida derrota.

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