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En busca de la soberanía perdida

Reflexiones sobre el posible rumbo de la política monetaria española fuera del Euro

Fuentes: economiacritica.net

Como país periférico de un proceso de integración como el europeo, España debe asumir que la falta de soberanía monetaria no se arregla saliendo del Euro. Más allá de las posibles ventajas y riesgos a corto plazo de una potencial vuelta a la peseta, la política monetaria española volvería en el medio plazo a depender […]

Como país periférico de un proceso de integración como el europeo, España debe asumir que la falta de soberanía monetaria no se arregla saliendo del Euro. Más allá de las posibles ventajas y riesgos a corto plazo de una potencial vuelta a la peseta, la política monetaria española volvería en el medio plazo a depender del Euro o, en su defecto, de los países-potencia de Europa. Esto es lo que pretende explicar el autor por medio de este artículo. Sólo entendiendo esto podríamos avanzar posteriormente en dos aspectos. Por un lado, profundizar en el análisis de las causas que hacen de España (y otros tantos países) un país periférico. Por otra parte, plantear alternativas monetarias de mayor equilibrio entre países y quizás de mayor respeto de las soberanías nacionales.

Somos un país periférico. Un país que obedece a las políticas dictadas desde otro país. O al menos desde poderes económicos ejercidos en otros países. Aceptar nuestra condición de periféricos nos está llevando unos cuantos años. En este lento proceso de toma de conciencia, todavía es difícil identificar cuáles son los factores que llevan a España a asumir este rol de economía satélite y cuales serían las alternativas para recuperar como Estado una eventual soberanía sobre los instrumentos con los que dicha economía queda regulada.

El fenómeno que mejor nos ha permitido admitir nuestra condición de periferia ha sido la crisis monetaria de la Zona Euro. Por eso, quizás por desconocimiento, quizás por precipitación, hemos identificado al Euro como el factor explicativo de nuestra condición. No es entonces extraño encontrar quienes argumenten que, si abandonamos el Euro para volver a la peseta, habremos recuperado la soberanía que perdimos con nuestra inmersión en la Europa neoliberal. No obstante, la comprensión de que nuestra condición de periferia se remonta a más allá de la creación de la moneda única, nos permitirá avanzar en dos aspectos. Por un lado, comprender que aunque recuperemos la peseta, tendremos que someter el destino de la misma a la potencia en torno a la cual nuestra economía gravita (la Zona Euro si ésta siguiera existiendo). Por otro lado, podríamos empezar a plantearnos cuáles son las formas efectivas de recuperar toda o parte de nuestra soberanía económica.

Europa puede ser vista de dos formas muy diferentes. Una posibilidad, utópica, es creer que se trata de un caso aislado de voluntad de asociación solidaria que derivó por error en un proyecto neoliberal. La otra forma de verla es desde su forma económica, entendiéndola como otra forma de integración característica de la economía mundial de las últimas décadas.

Desde los primeros acuerdos comerciales hasta su Unión Monetaria, el proyecto europeo es un caso paradigmático de cómo la integración económica internacional desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, y sobre todo la liberalización financiera de los años 80, obligaron a los países (desarrollados y en desarrollo) a alinearse en torno a las diferentes potencias mundiales a través de acuerdos de todo tipo. La asociación potencia(s)-países satélite se multiplicaba por todo el globo con acuerdos de todo tipo. Tratados comerciales – ALENA, ALCA, RD-CAUSA, Acta Única Europea…-, acuerdos bilaterales de inversión, los anclajes monetarios o incluso las integraciones monetarias parciales o totales – zona Franco-CFA, la emergencia y crisis del sudeste asiático, la dolarización de América Latina, creación y ampliación del Euro…- son ejemplos de integraciones económicas a diferentes niveles de las últimas décadas. Las potencias buscan asegurarse el acceso estable a mercados y recursos de países menos desarrollados. A su vez, estos últimos buscan anexar sus economías a las grandes potencias creando, a través de los acuerdos, la atmósfera más conveniente para los capitales de la potencia en un escenario internacional de creciente inestabilidad financiera.

La creación de la Europa económica no es por tanto un hecho aislado, sino una forma más de integración económica asimétrica (en función de los intereses de la potencia) a la que los países menos avanzados no pierden la ocasión de adherirse -aún perdiendo parte de sus instrumentos de regulación económica- porque quedarse al margen de un proceso de integración regional resulta muy caro y arriesgado. La sustitución de las monedas nacionales por el Euro como moneda única ha sido la forma final (al menos por el momento) de una integración monetaria que ya había empezado a dar los primeros pasos en la post-guerra La Unión Europea de Pagos de los años 50, la serpiente monetaria del Sistema Monetario Europeo (SME) de los años 70′s, la creación de una autoridad monetaria central (el BCE)…. Cada paso implicaba una cesión de soberanía a una instancia común o la sumisión de los instrumentos de control monetarios a los objetivos comunes (tipos de cambio estables, tipos de interés convergentes, precios bajos…). La pérdida de soberanía monetaria española no es entonces achacable únicamente al episodio Euro, sino a una dinámica de integración cuasi-forzada.

Incluso países fuertes que han preferido no adoptar la moneda única conservando la emisión de moneda nacional (la libra esterlina en el caso de Inglaterra, o el mismo franco suizo) siguen manteniendo una dependencia fuerte hacia el Euro, teniendo por ejemplo, que mantener tipos de cambio anclados a la moneda europea.

Entonces, si incluso economías potentes y reputadas como la inglesa o la suiza, tienen que someter sus políticas monetarias a los ires y venires de la Zona Euro, ¿qué haría España si decidiera volver a la peseta? ¿Qué haría Portugal, Grecia, Irlanda o Italia? ¿Qué haría un país fuera del Euro que en las últimas décadas ha aumentado sus relaciones económicas con el conjunto de los países europeos hasta el punto de ser su socio principal? ¿Cómo podría actuar un país cuya vinculación al mercado, al capital y a la moneda europea se ha convertido en casi el exclusivo cordón umbilical de acceso al mercado mundial?

Las exportaciones de mercancías del Estado español hacia la Unión Europea ascendían en 2009 al 69’1% del total. Más concretamente, el 57’1% era exportado a países de la Zona Euro. Las importaciones, por otra parte, representaban el 60% y el 54’4% del total respectivamente1. Más de la mitad (el 52’9%) de las inversiones extranjeras directas (IED) de ese mismo año provenían de la UE-152. En cuanto a la financiación exterior de la explosiva deuda española, los agentes alemanes y franceses aparecían a finales de 2009 como los principales prestamistas, siendo propietarios del 48% de los títulos emitidos al exterior y seguidos de lejos por otros países europeos y Estados Unidos3.

Con tamaña vinculación a la Unión Europea, y especialmente a los capitales del centro de Europa, resulta ilusorio pretender que la salida de la moneda única nos permita recuperar radicalmente la soberanía de nuestra política monetaria. Cierto es, recuperaríamos una moneda nacional y con ella los instrumentos que regulan su emisión y circulación. Podríamos incluso replantearnos el estatus de independiente dado a la Banca Central y su incapacidad legal de prestar al Gobierno Central. Todo ello son sin duda ventajas al menos desde un punto de vista teórico. Sin embargo, recuperar los instrumentos no implica que se recupere la capacidad real de gestionarlos de forma autónoma. En una hipotética salida del Euro, tras una más que segura depreciación de la peseta y varios episodios de fuerte especulación, las autoridades monetarias españolas se verían forzadas a diseñar un anclaje a la política monetaria del euro. Cambiaría la forma de dependencia monetaria, puesto que ya no sería más el BCE (guiado por los intereses alemanes) la autoridad monetaria competente para el Estado Español, sino que ahora España gozaría de la capacidad de decidir su propia política monetaria. Sin embargo, como ya nos ocurrió con las crisis del SME y como ocurre actualmente en casi todos los países cuya moneda no es divisa – incluso aquellos cuyo régimen oficial es declarado de flotación libre4– , el Banco Central Español tendría que subordinar dicha política monetaria a la del Euro, o a la de las moneda(s) que circulasen en lo que actualmente conocemos como la zona Euro.

No estamos discutiendo las posibles ventajas o riesgos a corto plazo de una salida del Euro. Sólo pretendemos poner en entredicho la tesis de que la salida del Euro permitiría a España recuperar el timón de su política monetaria. Más allá de los efectos inmediatos de la recuperación de la peseta, a medio plazo España sometería, directa o indirectamente, dicha política a la potencia-centro a la que está ligada, por lo que aún fuera del Euro, el grado de sometimiento monetario sería elevado.

Ser conscientes de que, en la etapa actual del capitalismo, las integraciones centro-periferia son heterogéneas pero casi inevitables, nos permite comprender que el abandono de una forma de integración no libera a un país periférico de tal condición, sino que simplemente se ven alterados los mecanismos de su integración a la(s) potencia(s)-centro y al resto de los países periferia.

En el caso particular del Euro, la asunción de la moneda única ha sido el último escalón de una integración que fue asimétrica (dirigida desde Alemania) desde sus primeras etapas a principios de los años 70. El abandono del Euro (de un país o de varios) no supone por tanto el fin de tal relación de dependencia, sino su transformación.

Por otra parte, y como reto para un futuro inmediato, otras formas de integración monetaria más simétricas son perfectamente factibles, aunque no resuelvan el carácter centro-periferia inherente a la propia integración europea. Dos fórmulas son las más defendidas: en primer lugar, en el marco actual, se plantea dotar al Euro de mecanismos de solidaridad fiscal y política económica común. Un plan más ambicioso sustituiría la moneda única por una común, complementaria a las nacionales, como planteaba Keynes, que incite a resolver los desequilibrios entre países a través de políticas expansivas. Cualquiera de estas dos formas permitiría enfrentar el problema de la integración de forma más equilibrada entre los países, conservando cada una grados de soberanía monetaria completamente diferentes. Sin embargo, la elección de una de estas (u otras) alternativas ya forma parte de otro debate.

NOTAS

1 Según la Secretaría de Estado de Comercio con datos del Departamento de Aduanas e Impuestos Especiales de la Agencia Estatal de la Administración Tributaria

2La Inversión Extranjera Directa, Informe 2010 Ministerio de Industria, Turismo y Comercio.

3 The Eurozone Between Austerity and Default, Research on Money and Finance

4Calvo, G. A. y Reinhart, C.M. (2000) Fixing for Your Life. NBER Working Paper No. 8006, Calvo, G. A. y Reinhart C M (2002) Fear Of Floating. Quarterly Journal of Economics, v107(2,May 2002), 379-408.