Las elecciones municipales que acaban de realizarse en Brasil revelan un avance poco espectacular del Partido de los Trabajadores de Lula. Esto se explica por la ausencia de una línea política coherente con la percepción popular de su programa y de su comportamiento político. Brasil desperdicia así una oportunidad excepcional para avanzar hacia un nuevo […]
Las elecciones municipales que acaban de realizarse en Brasil revelan un avance poco espectacular del Partido de los Trabajadores de Lula. Esto se explica por la ausencia de una línea política coherente con la percepción popular de su programa y de su comportamiento político. Brasil desperdicia así una oportunidad excepcional para avanzar hacia un nuevo modelo político en América Latina.
Las elecciones municipales no reflejan necesariamente las tendencias nacionales. Pero cuando un partido de origen popular asume el gobierno, las elecciones locales tienden a reflejar la tendencia al cambio manifestada en esta oportunidad. En el Chile de Allende, por ejemplo, las elecciones municipales de 1971, elevaron del 33% al 51% la votación de la Unidad Popular. El pueblo chileno expresaba así su voluntad de cambio.
En el caso de Brasil postelectoral de Lula podríamos esperar un avance similar si el gobierno Lula demostrara la misma coherencia que Allende. Su política económica y la adopción de principios neoliberales en su plan social dieron señales negativas a la población, contrastando solamente con su política internacional, de carácter claramente progresista.
Al mismo tiempo, el comportamiento político del gobierno, al buscar alianzas demasiado amplias con fuerzas conservadoras reconocidas como corruptas, enajenaron importantes sectores del Partido de los Trabajadores y provocaron confusión en su base política de izquierda y de centro. De cualquier forma, provocó una enorme frustración en amplios sectores que apoyaron su propuesta de cambio social.
De esta forma, las elecciones municipales en curso están muy por detrás de lo que esperaba la dirección nacional del PT que llegó a anunciar la victoria del Partido en cerca de 800 a 1000 municipios del país que cuenta con cerca de 5700 municipios dispersos en 8,5 millones de kilómetros cuadrados. Para alcanzar este objetivo, el PT creó directorios locales o direcciones provisionales en casi todos los municipios del país. Sin embargo, según los datos de las elecciones realizadas el domingo 3 de octubre e inmediatamente computadas por sistema electrónico, el PT difícilmente alcanzará la victoria en 500 municipios en todo el país. Esto representa un gran avance en relación a cerca de 200 municipios que detentaba hasta antes de esta elección. Pero muy poco en relación a las aspiraciones del PT de convertirse en el mayor partido nacional.
Es necesario señalar, sin embargo, que los resultados de la primera vuelta realizada el 3 de octubre dan al PT cerca de 10 millones de votos, lo que le da la condición de partido más bien votado en el país. Empero su principal rival, el PSDB del derrotado Fernando Henrique Cardoso tiene cerca de 9 millones de votos y el PMDB obtuvo cerca de 8 millones de votos. El PT no tiene, por lo tanto, una mayoría suficiente para gobernar solo. No puede renunciar a la alianza con varios partidos para formar una mayoría parlamentaria razonable.
Asimismo, no queda claro para el pueblo brasileño el contenido de estas alianzas en la medida en que las fuerzas de apoyo al gobierno se presentaron divididas y hasta opuestas en las elecciones municipales causando una gran confusión sobre los objetivos programáticos que unen los varios partidos que componen el gobierno y la oposición.
En realidad, el PT ganó pocas elecciones en los centros metropolitanos principales del país. Él ha vencido en la primera vuelta en 6 capitales de estados brasileños, que no están entre las mayores (excepto Belo Horizonte y Recife, dos capitales muy significativas). Pero sobretodo ha tenido un mal resultado en São Paulo, donde no ha logrado el primer lugar en el intento de reelección de su alcalde actual, que además de pertenecer al PT fue claramente apoyada por el presidente Lula.
Todo indica que Marta Suplicy, del PT, perderá en la segunda vuelta ante José Serra, candidato derrotado del PSDB a la presidencia de la república en contra de Lula. El PT perderá la elección en la capital de su estado de origen, así como salió derrotado en la cuna misma del partido, la ciudad de San Bernardo.
Es grave también constatar la derrota del candidato del Ministro de la Hacienda en su ciudad de origen que no alcanzó ni el segundo lugar para poder pasar a la segunda vuelta. Y esto cuando el gobierno insiste en considerar a su ministro de Hacienda como una verdadera opción electoral.
Es necesario considerar también situaciones como la ciudad de Río de Janeiro donde Lula obtuvo cerca de 80% de los votos en la segunda vuelta de 2002. En la presente elección, el candidato del PT que intentó presentarse como el candidato de Lula solo alcanzó cerca del 6% de los votos de la ciudad, quedando en el quinto lugar. Esta fue una clara respuesta de la población de la ciudad a las restricciones de Lula en apoyar el gobierno del Estado de Río por ser gobernado por la mujer de un posible candidato presidencial importante en 2006, Anthony Garotinho.
Es verdad que varios partidos de izquierda están obteniendo importantes victorias en varias partes del país, pero muchos de estos partidos han roto con el gobierno del Partido de los Trabajadores y otros se muestran muy reticentes. No existen condiciones, por lo tanto, para que haya un significativo avance político como consecuencia de la presente elección.
El país entra en un período de agua tibia y su pueblo sufre una amarga decepción en gran parte paralizante. El pueblo brasileño desea avanzar en la dirección del crecimiento económico y de la distribución de la renta. Pero el cálculo político de los dirigentes principales del Partido los conduce a caminos extremamente conservadores para evitar la confrontación. El sueño de un poder partidista imbatible choca contra la política económica que entrega los recursos externos generados por el superávit cambiario a los bancos internacionales, y los recursos internos captados por un aumento increíble de los impuestos a los bancos nacionales bajo la forma del pago de altísimos intereses por la deuda pública, en detrimento de las grandes mayorías de la población que se enfrentan a un colosal recorte de los gastos públicos para pagar estos intereses mientras la recesión, el desempleo y la recesión aumentan drásticamente dentro de esta política dirigida por los burócratas del FMI y del Banco Mundial.
* Theotonio dos Santos es profesor titular de la UFF. Coordinador de la Cátedra y Red de la UNESCO y la UNU sobre Economía Global y Desarrollo Sostenible