Luego de un año de debate la Cámara de Representantes aprobó la versión final de la mayor reforma de Wall Street en más de 80 años. Obama instó al Senado a que la apruebe rápidamente y se la envíe para que pueda sancionar la ley la semana entrante. La reforma está diseñada para evitar repetir […]
Luego de un año de debate la Cámara de Representantes aprobó la versión final de la mayor reforma de Wall Street en más de 80 años.
Obama instó al Senado a que la apruebe rápidamente y se la envíe para que pueda sancionar la ley la semana entrante.
La reforma está diseñada para evitar repetir la crisis financiera del 2008, que desató la peor recesión del país desde la Gran Depresión
En términos generales, el proyecto de ley establece una mayor supervisión del Gobierno, que tendrá más poder, por ejemplo, para liquidar entidades en quiebra o para auditar sus cuentas.
La ley también regula las transacciones de los mercados de derivados; limita los salarios de los banqueros; somete a mayor control a las entidades de calificación de riesgo, y establece la creación de una Oficina de Protección del Consumidor.
«Esta reforma es buena para las familias, buena para las empresas y buena para la economía», dijo Obama
A los banqueros de Wall Street les deja claro que no podrán volver a apostar con el dinero de otros.
Por su parte, a las familias de clase media «este proyecto de ley les dice que ya no tienen por qué temer que sus ahorros, su jubilación o su vivienda quede a merced de los tahúres en los grandes bancos.
Según el mandatario, la reforma financiera brindará la mayor protección al consumidor en la historia de EE.UU.
Específicamente, en el área de remesas, impone nuevas reglas a las empresas que envían dinero, y las forzará a aclarar a los clientes los costos por el envío de dinero.
Así los que mandan dinero a sus familias sabrán cuánto le llegará a sus parientes, algo que actualmente no tienen manera de calcularse por las tarifas que les cobran tanto en el sitio de origen como en el de llegada.
(Aunque las remesas no suelen superar los 300 dólares por envío, se trata de un negocio que sólo en el caso de México supera los 23,000 millones de dólares)
La reforma financiera (una de las iniciativas más importantes de Obama) estuvo en los últimos meses bajo fuerte presión del sector bancario en Wall Street. Al punto que hubo que sacrificar una de las medidas más populistas: la tasa a la banca, para que los republicanos que apoyaban el paquete legislativo no dieran un paso atrás en el momento crucial del voto.
Con la tasa se esperaba recaudar unos 19.000 millones de dólares anuales. Los negociadores demócratas aceptaron excluirla. Y debió sortear más obstáculos hasta que fue aprobada por la Cámara de Representantes. Ahora tendrá que ser aprobada también por el Senado.
El trámite del Senado es más difícil que en la Cámara porque, según los expertos, los demócratas necesitan 60 votos y el apoyo de los republicanos, especialmente después de la muerte del senador demócrata Robert Byrd.
De seguro lo conseguirán. Los republicanos en Washington entienden que necesitan demostrar que están «haciendo algo», ya que existe enorme presión pública para imponer controles a Wall Street.
Sin embargo, domesticar los mercados financieros no será fácil.
Según Paul Krugman, algunos republicanos podrían ser persuadidos para apoyar «una versión muy debilitada de la reforma; en concreto, una que elimina un punto clave de las propuestas de la administración de Obama: la creación de un organismo fuerte e independiente que proteja a los consumidores.
No sólo Krugman lo ha percibido. El grupo Americans for Financial Reform considera una ironía que se quiera poner la agencia de Protección del Consumidor en manos de la Reserva Federal (Fed).
¿Deberían los demócratas aceptar semejante reforma aguada?
«Yo opino que no, dice Krugman. Hay ocasiones en que hasta una reforma enormemente imperfecta es mucho mejor que nada; éste es claramente el caso de la asistencia sanitaria. Pero la reforma financiera es diferente. Una reforma financiera débil no se vería puesta a prueba hasta la siguiente gran crisis. Todo lo que haría es generar una falsa sensación de seguridad y proporcionar una hoja de parra a los políticos que se oponen a cualquier medida seria; luego llegaría el batacazo.»