Hace unos años se definía a la Unión Europea como “un gigante económico y un enano político”, en la actualidad, después de las ampliaciones a países de la antigua órbita política de la URSS, la definición se acercaría más a “un enano político y económicamente decadente.”
Tras los últimos procesos de ampliación, la UE ha perdido homogeneidad política. El art. 2 del Tratado de la UE la fundamenta en “los valores del respeto a la dignidad humana, libertad, democracia, igualdad, Estado de Derecho y respeto de los derechos humanos, incluidos los derechos de las personas pertenecientes a las minorías”.
Hoy podríamos plantear el examen a los países de la UE y su respeto al art. 2 del TUE y veríamos cómo diversos países miembros son claramente deficitarios en estos aspectos desde Polonia a Hungría o Eslovaquia, así como en lo referente al trato discriminatorio de la minoría rusa en algún país báltico como Letonia. Y ya no hablamos de Bulgaria o Rumania países que parecen cuasi externos a los procesos de la UE con una situación social y económica alejada de los estándares europeos.
Tras los últimos procesos de ampliación la Unión Europea ha perdido homogeneidad política
Es evidente que la aplicación de todos estos principios inspiradores se aplican de forma muy desigual entre los diversos países y que existen fuertes diferencias sociales, políticas y económicas entre ellos.
La ampliación ha complicado la actuación homogénea entre países con fuertes diferencias y distintos intereses. La Unión Europea se ha hecho más grande sin duda, pero su coherencia interna es muy inferior. La rápida ampliación al este europeo fue un objetivo de la entonces hegemónica Alemania unificada que deseaba tener un amplio mercado para sus productos.
Pero en las crisis las fisuras aparecen con más frecuencia. Y la crisis derivada de la guerra provocada por Rusia en Ucrania las ha hecho aparecer con más fuerza. La UE ha cedido toda la iniciativa en este tema a la OTAN, es decir al liderazgo de Estados Unidos. En estos momentos la UE está librando una guerra con Rusia a través de un país interpuesto que es Ucrania. Nadie se plantea si el escenario de guerra es el que más conviene o si sería necesario a la vez buscar posibles salidas al conflicto. Pero todo esto se deja en manos de la dirección de los EEUU. Hasta ahora los países de la UE se han limitado a plantear sanciones y desembolsar dinero y envío de armamento en una guerra que cada vez se plantea más problemática a la hora de alcanzar su final por una victoria ucraniana.
El coste económico está agravando la crisis en el conjunto de la UE y especialmente en el motor alemán. La misma ministra de Asuntos Exteriores germana Annalena Baerbock, del partido de los Verdes, un verdadero “halcón” en el tema de la guerra contra Rusia, ha reconocido recientemente que las sanciones han perjudicado de forma más efectiva a la UE que a la propia Rusia. Con esta política de dejar todo en manos del “padrino americano” tanto la continuación de la guerra como la posibilidad de un acuerdo de paz la UE pierde la oportunidad de ser el principal valedor para intentar acordar un alto el fuego o un posible acuerdo de paz.
Con la guerra de Ucrania, la UE está perdiendo la oportunidad de ser el principal valedor para intentar acordar un alto el fuego o un posible acuerdo de paz
Cada vez más observadores del proceso se plantean la imposibilidad de una victoria ucraniana. Y el planteamiento de un alto el fuego previo al inicio de negociaciones de paz parece ineludible en el medio plazo. Y Europa, la que después de Ucrania más está sufriendo el coste de la guerra debería estar interesada en tratar de lograr una salida y cuanto antes mejor para evitar la sangría en forma de vidas humanas. Es evidente que los objetivos de los EEUU pueden ser otros, ellos no están sufriendo la crisis económica de la UE, ellos generan beneficios para su industria energética y armamentística. Sería ineludible que la UE buscara su propia voz en la guerra, como hicieron en su momento países como Alemania o Francia con la Guerra de Irak.
Por otra parte la crisis provocada por la guerra y el propio hecho de la guerra está alimentando en los países de la UE el auge de formaciones de ultraderecha. El belicismo siempre alimenta a los radicales ultras y lo hemos visto de norte a sur. Nadie se libra. En Finlandia y Suecia la ultraderecha está en el gobierno. ¿Qué decir de Italia? O el surgimiento de Vox en España, el auge de Le Pen en Francia o el hecho trascendental de que el AFD alemán sea en estos momentos la segunda formación en intención de voto en Alemania que está provocando que el canciller Scholtz se plantee una “ganz grosse Koalition” (“más gran coalición) que solo excluyera a la AFD y a Die Linke. Todo ello sin hablar de la ultraderecha en Eslovaquia, Hungría o Polonia. Es evidente que los aires de guerra y sus consecuencias en forma de crisis económica favorecen a los radicales de la ultra derecha.
Ya en 2018 el reconocido intelectual Jürgen Habermas dio la voz de alarma sobre el futuro de la UE en un artículo muy oportuno titulado ¿Hacia dónde va Europa? En él ya planteaba el peligro de una nueva internacional de extrema derecha, a la vez que planteaba el problema del parón del proceso europeo y criticaba “la contradicción entre la vieja palabrería proeuropea y la obstrucción de la cooperación necesaria” lo cual impedía “la perspectiva de una política proactiva capaz de abordar los problemas comunes con una mentalidad de cooperación”. Y sentenciaba que “la experiencia y el sentido común nos dicen que el proceso de integración europea está en una deriva peligrosa”.
Para un intelectual del nivel de Habermas, claramente proeuropeo la Unión Europea del “euro” debería ser la base del proceso de fortalecimiento de la unión. Pero para ello se debería cumplir la promesa implícita de que los niveles de vida en los estados del euro se aproximarían. La realidad ha constatado que ha sucedido todo lo contrario y continúa la diferencia entre los niveles de vida de los ciudadanos de los diversos estados de la unión monetaria.
Los planes de la UE de ampliarse aún más hacia los Balcanes parecen un “brindis al sol” o la fuga hacia “una unidad cada vez mayor entre desiguales”
Habermas considera que el futuro de la UE se basa principalmente en el papel fundamental de una zona Euro que “debería desarrollar la convergencia económica de la eurozona de forma que la unión monetaria se convirtiera en una unión política proactiva y eficaz”. Para ello considera imprescindible la creación de un “presupuesto de la eurozona con competencias de acción política- con un ministro europeo de Finanzas- bajo control democrático”. Sólo así la UE podría recuperar poder político y respaldo popular, al tener unas competencias y un presupuesto que, con legitimidad democrática, impedirían un mayor alejamiento económico y social ente estados.
Es evidente que Ha bermas defiende la Europa de dos velocidades, que por otra parte es ya un hecho entre la Europa de los países del euro y el resto. Pero de lo que se trata es de que los ciudadanos europeos vean que las políticas europeas sirven para consolidar un núcleo de países con una mayor uniformidad social y económica que sirvan de ejemplo para el conjunto de la UE.
Pero para ello también se precisaría una Europa que fuese capaz de tener una política internacional y también posiblemente militar propia que le diera plena independencia y autonomía respecto a terceros y en especial de la dependencia de la OTAN y de la dirección de los EEUU.
En 2019 Macron manifestó que la OTAN estaba en muerte cerebral. Ahora podemos ver que como consecuencia de la guerra en Ucrania la OTAN vuelve a recuperar músculo hasta el punto de marcar la política del conjunto de la Unión Europea y la convierte de nuevo en un satélite de los EEUU.
Ante ello los planes de la UE de ampliarse aún más hacia los Balcanes parecen un “brindis al sol” o la fuga hacia una ampliación mayor de “una unidad cada vez mayor entre desiguales”. Europa precisa de forma urgente recuperar los principios fundamentales, potenciar la mayor uniformidad entre los países de la Eurozona con políticas presupuestarias, económicas y sociales unificadas. Y que a la vez sirvan como acicate para el resto de los países de la Unión Europea para unirse a ese núcleo unificado con el objetivo de lograr una unión fuerte y homogénea.
Lamentablemente los inputs parecen dirigirse hacia todo lo contrario especialmente bajo la batuta de dirigentes mediocres que parecen haber olvidado la base sobre la cual se constituyó el germen de la Europa comunitaria.
Sin duda las elecciones europeas de la primavera del 2024 serán importantes por el devenir futuro de la EU.