Ana María Fuster Lavín (Puerto Rico, 1967-) escribe. Lo hace desde una variedad de géneros literarios, tales como la poesía, el cuento, la microhistoria, el ensayo, la novela y el reporte de prensa. Formada en la Universidad de Puerto Rico en Música y literatura (M.A., Estudios Hispánicos), Ana María ha forjado una literatura que refleja […]
Ana María Fuster Lavín (Puerto Rico, 1967-) escribe. Lo hace desde una variedad de géneros literarios, tales como la poesía, el cuento, la microhistoria, el ensayo, la novela y el reporte de prensa. Formada en la Universidad de Puerto Rico en Música y literatura (M.A., Estudios Hispánicos), Ana María ha forjado una literatura que refleja su formación universitaria en la profundidad con la que escribe, pero también su mirada cotidiana a la vida y de la vida en su relación con el amor y la muerte, y la propia existencia.
Su trabajo creativo ha sido publicado en su país de origen, Puerto Rico, y en Cuba, República Dominicana, México, Uruguay, España, Argentina, Suecia, Francia e Italia. Parte de su obra creativa ha sido traducida al inglés, portugués e italiano. Su obra también ha sido premiada por el Instituto de Cultura Puertorriqueña (Verdades caprichosas, 2002; El libro de las sombras, 2006) y el Pen Club de Puerto Rico (Réquiem, 2005).
Carnaval de sangre: Microcuentos y otras brevedades de la palabra (2015), es su última colección de micro-relatos, una combinación de microcuentos y microhistorias. En una entrevista que le realizamos en el 2016, Fuster Lavín nos dice al respecto:
«Este libro se trata del carnaval nuestro de cada día, desde todos los aspectos de lo que somos, lo que aceptamos que somos y lo que ocultamos de ese lado oscuro que todos tenemos, es poesía, es realidad cruda, es romántico, también tierno y muy cruel y caprichoso. Un carnaval de pinceladas de lo que somos, incluyendo las pesadillas, pasiones y temores. Esas son las máscaras del carnaval. Por eso mismo dividí el libro en cuatro partes:
I. Sin ojos: habitantes de la ciudad silente – es crítica social, urbana, humor negro, reflexión sobre las rutinas, la apatía social ante los ‘otros’, y siempre, la soledad, la falta de solidaridad, la falta de equidad.
II. Bajo la cama: trece días en el abismo y un final feliz – (que fue la primera parte que escribí del libro) es un cuento gótico-sicológico-erótico (fragmentado) dividido en microcuentos, sobre una mujer que ha enloquecido, la soledad como refugio al haber matado a su familia que no acepta su lesbianismo (por razones religiosas), en las noches se transporta junto al insomnio (que es un personaje fantasmagórico) a otro mundo laberíntico debajo de su cama. Hasta que se reconoce a sí misma, a su amor, y comienza a liberar sus miedos, sintiendo nuevamente la fuerza de amar, de la pasión.
III. Carnaval de voces y sueños: amores caníbales – esta sección son micros que entran en la metaliteratura, el acto de escribir, de las voces que nos hablan y nos obligan, sobre la creatividad, también es son lírico, gótico, erótico, divertimentos, algunos crueles también.
IV. Los placeres de la muerte: carnaval de sangre – esta parte regresa a la atmósfera de la primera con pinceladas también de las dos anteriores, trata el lado cruel del ser humano, mucho humor negro, que refleja nuestros dolores, que critica nuestro lado oscuro, a veces el más ridículo hasta siempre en una cuerda floja entre la cordura y la locura.» (Román Samot 2016).
Carnaval de sangre, contiene en total unos 58 relatos, que ha decir de Ricardo Rodríguez Santos, «dialogan entre sí» (Rodríguez Santos 2016). La colección, publicada por la editorial de EDP University, es prologada por Emilio del Carril. Es Del Carril quien en su prólogo destaca el «marcado acento poético» que distancia los micro-relatos de Ana María.
«Gol» es el título del primer microcuento que contiene la colección. En éste, Ana María nos relata la vida culminante de Juan Claudio Morales Villa. Es la historia triste y con final de un portero boricua apostado por su familia al fútbol, todo por una mejor calidad de vida. Es, a su vez, ese final predecible, pero que no por tal pueden ver los habitantes de la ciudad silente, aquella que no le puede ocultar a él el recuerdo continuo de «la cara de aquel niño y su gatito, a los que atropelló borracho con la motora de su vecino; a quien sentenciaron a tres años de cárcel, de la cual el pobre hombre acaba de salir».
A la segunda parte de Carnaval de Sangre pertenece «Quererse en silencio». Es la confesión de amor de Insomnio consigo mismo: «Se miró al espejo, yo soy mi amor«. Se trata de ese juego de la vida que no es otro que el que resulta del encuentro del ser humano con su placer al descubrir el deseo siempre soñado:
«Insomnio se recostó, dos manos lo palpaban suavemente. Cuatro manos, seis, ocho, diez manos tocándolo rítmicamente. Le crecían los senos, se le endurecían los pezones, se le curveaban las caderas. Descubrió ese deseo: el siempre soñado. Fue sintiendo entre sus piernas un enorme laberinto en el que entraban todas las manos, también pasó sus dedos y descubrió la humedad de ser ella, de todos los dedos acariciando su vulva. Alcanzó el más gozoso orgasmo, y gritó tan fuerte que cayó de cantazo sobre la cama enredada a sus sábanas moradas, abrazada a su amado Insomnio. A fin de cuentas, todo fue consecuencia de aquella manía de quererse en silencio.» (negritas nuestras)
Ana María dedica uno de sus micro-relatos a Ivania Zayas. Más que un microcuento es una microhistoria del tránsito a la inmortalidad de Ivania. Es también una denuncia al silencio cómplice: «Los silencios pintaron de muerte la medianoche». Se intitula: «Balada del silencio». Fuster Lavín nos recuerda que Ivania no iba sola, pues estaba acompañada de la vida; a su decir: «También la vida sola cruzaba tomada de tu mano.» A su vez, Ana María nos recuerda que las canciones de Ivania «siguen lloviendo como pétalos en tiempo de balada a la eternidad, y él ya no existe.»
Si «Balada del silencio» es un micro-relato con perspectiva de género, «La viuda cuentista» es uno con perspectiva de clase y de género. Este último pertenece a la cuarta parte de Carnaval de sangre. Es una mirada crítica a quienes escriben desde el privilegio, o a quienes describen el privilegio desde sí mismo. Su final, no deja de ser una alentadora lectura con perspectiva de género:
«Llamó a su nuevo amor, mientras acariciaba el frasco de arsénico en la mano. Le preguntó qué pensaba sobre la literatura. El hombre le confesó que solo le gustaban las novelas pornográficas, lamentablemente él estaba demasiado cerca del balcón.»
Finalmente, cabe señalar y resaltar que Carnaval de sangre contiene una serie de micro-relatos que conversan con otros paisanos o autores contemporáneos a Ana María. Me refiero a que los dedica a David Caleb Acevedo, María de Lourdes Javier, Pabsi Livmar, José Ovejero, Francisco Font-Acevedo, y a su propio prologuista, Emilio del Carril. Los micro-relatos de Fuster Lavín retan a reflexionar con y entre nosotros, e invitan a cuestionar, a romper el silencio y con el silencio, y a superar nuestras propias sombras, nuestros propios temores y secretos. Vale la pena aprender leyéndoles.
Referencias:
Ricardo Rodríguez Santos, «Carnaval de sangre, de Ana María Fuster Lavín», en Letralia, Tierra de Letras, Venezuela: 10 de junio de 2016 (https://letralia.com/
Wilkins Román Samot, «Entrevista a Ana María Fuster Lavín, escritora y editora puertorriqueña: ‘La literatura puertorriqueña me ha marcado desde pequeña y me obliga'», en Rebelión, España: 12 de enero de 2017 (http://www.rebelion.org/
Wilkins Román Samot, Doctor de la Universidad de Salamanca, donde realizó estudios avanzados en Antropología Social y Derecho Constitucional.
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