Terminar radicalmente con el lenguaje injurioso no es cosa fácil si se tiene en cuenta que el desenfreno en el lenguaje tiene raíces psicológicas y es una consecuencia […]
Terminar radicalmente con el lenguaje injurioso no es cosa fácil
si se tiene en cuenta que el desenfreno en el lenguaje tiene raíces psicológicas
y es una consecuencia del escaso grado de cultura de los suburbios. … El lenguaje
es el instrumento del pensamiento. La corrección y precisión del lenguaje es condición indispensable de un pensamiento recto y preciso .
León Trotsky, Problemas de la vida cotidiana (1924)
Estimado anónimo del Partido Obrero: fiel a las inveteradas costumbres de su organización usted responde con insultos a una crítica política, dura pero sin agravios. Lo hace, además, escudado en el anonimato. Se asoma a la polémica tratándome de caradura. ¿Le parece que un debate entre marxistas puede hacerse cuando uno de ellos actúa desde las sombras? Ni yo soy Marx ni usted es Lasalle, pero por lo menos podríamos aprender algo de aquel debate y hacerlo a cara descubierta y con argumentos en lugar de agravios. Allá usted.
Vamos al grano: le aseguro que leí su artículo sobre las desventuras de Lanata en Venezuela con mucho cuidado, porque jamás imaginé que su extravío ideológico pudiera llegar tan lejos como para defender al periodista estrella del Grupo Clarín y atacar a Chávez, a quien define como líder de un «bonapartismo nacionalista». Se puede y se deben discutir los logros y los problemas del chavismo, pero su toma de partido en favor de Lanata raya en lo ridículo. Su gente se enoja conmigo y me ha obsequiado un interminable torrente de insuotos; pero debería más bien enojarse con quienes son incapaces de establecer alguna diferencia entre un líder de masas -así como Trotsky apreciaba al general Lázaro Cárdenas aunque no fuera socialista- y un provocador enviado por el mayor oligopolio mediático de la Argentina, incondicional aliado del imperialismo y la reacción. Con todo respeto le digo que el sesgo conservador del artículo es decepcionante: a Lanata le reprocha su falta de espíritu crítico, un pecadillo venial; pero a Chávez lo acusa de algo gravísimo como la censura y la represión que supuestamente ejercería sobre sus opositores, haciéndose eco de la prédica que a diario realiza el Grupo Clarín y el diario La Nación. Además permítame que le diga que su artículo peca de incoherencia. Comienza criticando al periodista de marras por haber repetido «como un loro lo que soplaban los medios internacionales» para luego rematar su nota con un frontal ataque a Chávez, precisamente la persona que combatía a esos loros. Todo mal. ¡Por una vez llame las cosas por su nombre! En el marxismo eso que usted denomina eufemísticamente «medios internacionales» se llama IMPERIALISMO, y hay que escribirlo así, con mayúsculas. Perdone que use esta palabrota que parece haber desaparecido de su vocabulario pero le aseguro que Trotsky jamás le hubiera perdonado este desliz lingüístico. Sabe, la lucha de clases también se libra en el lenguaje. Hablar de «medios internacionales» en lugar de imperialismo revela una ambiguedad ideológica que es la segura antesala de un extravío político, cosa que se comprueba a medida que se avanza en la lectura de su artículo.
Luego de esa infeliz referencia termina su órgano de prensa victimizando a Lanata, haciéndolo aparecer como un inocente corderito cuyas libertades democráticas fueron conculcadas por Chávez. Decir que Lanata y su equipo fueron a «laburar» es de una ingenuidad asombrosa; se lo puede contar a un niño de un jardín de infantes pero es inadmisible en alguien que lleva toda una vida haciendo política. Hable con la gente común y corriente, no sólo con sus correligionarios y tome nota de lo que opinan acerca del objetivo del viaje de Lanata y sus «laburantes». Para colmo, en su crítica a mi nota usted vuelve a defender a Lanata ante «lo que hizo el gobierno de Chávez con su equipo periodístico», lo cual ratifica la certeza de lo que afirmara en mi blog. Ante su corroborada incapacidad para comprender los procesos revolucionarios -de ahí sus virulentas diatribas en contra de Fidel, Chávez, Evo, Correa- reacciona como un pequeño burgués indignado: se rasga las vestiduras y formula una defensa abstracta de la libertad democrática de Lanata y el Grupo Clarín, arrojando por la borda las radicales objeciones que el joven Marx había hecho acerca de esta clase de argumentaciones que soslayan por completo las condiciones históricas que definen el ejercicio concreto de esa libertad. Si hubiera reparado, como lo aconseja el materialismo histórico, en esas condiciones (verbigracia, la lucha de clases que se libra en la Argentina y en toda América Latina) se habría dado cuenta de que Lanata y su equipo no fueron a Venezuela para hacer periodismo sino para operar en contra de un gobierno que hoy por hoy es el enemigo número uno del imperialismo norteamericano, tema que no me parece para nada irrelevante. Por si le queda alguna duda acerca del verdadero objetivo del viaje de Lanata le paso la dirección del video en donde se lo ve exclamar furioso, una vez que terminara la emisión de su programa desde Caracas: «¡perdió .. la c.. de su madre»! (http://www.youtube.com/watch?v=vILtuYvCcOs&fb_source=message )
Convénzase: el enemigo principal e inmediato del imperialismo norteamericano es Chávez, no el Partido Obrero. Y el Grupo Clarín mandó a los «laburantes» aquellos que usted defiende a pelear en contra de Chávez e, indirectamente, a favor de la derecha de aquí y de allá y, sobre todo, a favor del imperio. Creo que coincidirá conmigo en que esos son nuestros enemigos. Tenga usted la seguridad de que si esa gente llegara a tomar el poder no harán ninguna distinción entre usted y yo: en las fosas comunes estaremos todos hermanados, como lo estuvieron quienes fueron apresados, torturados y desaparecidos por la genocida dictadura cívico-militar de 1976. No entiendo como es que usted puede defender a los enviados del Grupo Clarín mientras fulmina con su crítica a un personaje, Chávez, y a un proceso, la revolución bolivariana, a quienes el imperialismo norteamericano viene combatiendo desde hace trece años. ¿Por qué será? ¿No le parece que algo hace ruido en su cabeza? ¿No advierte alguna contradicción entre su retórica y la prosaica realidad de la vida política? ¿No cayó en la cuenta de que tras el «affaire Lanata» el Grupo Clarín se abstuvo de realizar cualquier análisis del triunfo de Chávez (o la derrota de Capriles). ¿Por qué habrá sido? Mi opinión: porque no le interesaba en lo más mínimo la labor periodística que pudieran hacer Lanata y su equipo sino que su objetivo era montar una operación dirigida a desprestigiar al gobierno bolivariano. No hubo tal atentado a la libertad de prensa o de expresión; lo que hubo fue la neutralización, por parte de las autoridades venezolanas, de una grosera maniobra de un equipo que llegó no con la misión de informar sino con el propósito de provocar.
El desgraciado caso de Mariano Ferreyra -como tantos otros héroes de nuestras luchas populares: Maxi, Darío, Carlos Fuentealba, Teresa Rodríguez, Cristian Ferreyra y ahora Miguel Galván, del Mocase, etcétera- merece el mayor de mis respetos. Como todos ellos fue víctima del accionar de los aparatos represivos del estado y las patotas con las cuales se dividen la tarea de «disciplinar» y, llegado el caso, de eliminar a quienes luchan y resisten la explotación y la dominación de los capitalistas. Pero no se evitará la recurrencia de estos asesinatos insultando y difamando a compañeros que tienen una opinión diferente sobre un hecho político o sobre una coyuntura. Le aclaro, además, que jamás he sido invitado a un acto del gobierno de CFK: mis críticas al kirchnerismo son públicas y notorias. Lucho, como puedo y con las armas que tengo a mi alcance, por el socialismo y su etapa superior, el comunismo, objetivo político irrenunciable de todo mi actuar. El kirchnerismo, en cambio, cree en un «capitalismo serio». Las diferencias son notorias pero como el mundo real -no el que se ve desde una capilla- presenta muchas complejidades no puedo caer en el maniqueísmo que oprime el cerebro de muchos de sus amigos. ¿Cómo no voy a reconocer la importancia de la política de derechos humanos de este gobierno, aún cuando alimente la ilusión de un «capitalismo serio»? ¿Cómo desconocer que los asesinos de Mariano Ferreyra llevan varios meses detenidos y que casi con seguridad van a terminar en la cárcel? ¿O para usted estas son minucias? ¿Cómo voy a desconocer la importancia de la Unasur para tratar de erigir una valla en contra de los avances del imperialismo norteamericano y sus bases militares en la región? ¿Cómo desconocer que en Mar del Plata se derrotó al ALCA? Desconocer tales realidades me impedirían hacer eso que, tras las huellas de Marx, recomendaba Lenin cuando decía que «el marxismo es el análisis concreto de una situación concreta». El reconocimiento de aquellos avances, a los que se le podría sumar la renovación de la Corte Suprema, por ejemplo, o de programas económicos como la Asignación Universal por Hijo (aún con sus limitaciones) no me impide percibir la explotación del trabajo asalariado inherente a toda sociedad capitalista, el trabajo «en negro» tan extendido en nuestro país, la extranjerización de la economía, la sojización del agro, la megaminería a cielo abierto, la trampa del INDEC, la regresividad del régimen tributario, el lento despojo de la inflación, la crisis energética, el desplome del transporte público y muchas otras cosas más. Espero que también coincida conmigo en que Trotsky era un comunista inclaudicable. Pero él, a diferencia de usted, distinguía matices. Su mundo no era de blanco o negro. Por eso cuando llegó a México no titubeó un segundo en aplaudir la política petrolera de un régimen burgués nacional como el de Lázaro Cárdenas, y se acogió de buen grado al asilo que le otorgaba su gobierno aunque reconociera, al mismo tiempo, las limitaciones y contradicciones del régimen. Aplaudiendo, en suma, los adelantos del reparto agrario -de nuevo, aún con sus limitaciones- y la nacionalización petrolera a la vez que censuraba el contenido burgués del proyecto cardenista.¿Por qué no imitar esa correcta actitud de Trotsky para analizar concretamente el caso argentino? He criticado hasta el cansancio las limitaciones y contradicciones de lo que el oficialismo denomina «el modelo», pero quien habla de contradicciones asume que hay algunos aspectos positivos en la gestión del gobierno nacional aunque en el balance los negativos tengan un peso insoslayable. Ignorar esto tiene como precio caer en una metafísica fundamentalista del «todo malo vs. todo bueno», o en una historia concebida como la interminable cadena de traiciones de los dirigentes -Lenin, Stalin, Mao, Ho Chi Minh, Allende, Fidel, Chávez, Evo, Correa- perpetradas en contra de masas eternamente frustradas en sus aspiraciones revolucionarias. Pero, repito, esto es metafísica y el tema no me interesa. Entre otras cosas porque es políticamente estéril y a mí me interesa cambiar el mundo, no tan sólo denunciar sus iniquidades.
Por último: si de ir a lugares se trata, déjeme decirle que tampoco fui a tomar champán con periodista alguno del Grupo Clarín o Radio Mitre, algo que repugna mis más profundas convicciones. Por eso, contrariamente a lo que usted dice, me sobra autoridad moral para hablar de todos estos temas aún con una persona como usted, que no tolera la disidencia y la discusión política y que su único reflejo ante ello es la diatriba y la descalificación de su interlocutor. ¡Ah!, de paso, más vale que se preocupe por educar a sus muchachos porque están haciendo un papelón inigualable con sus comentarios e insultos en mi blog, convirtiéndose en los hazmerreir de quienes me visitan. Hubo uno que calificó a la Venezuela bolivariana como un «estado policial», que es lo que dicen a coro los periodistas del Grupo Clarín. Sin embargo, en ese «estado policial» un candidato afín a sus ideas, Orlando Chirino, pudo participar en las últimas elecciones presidenciales, proponer su candidatura y hacer su campaña criticando acerbamente al gobierno sin que nadie lo molestara. Lástima que sólo pudo obtener unos 4.000 votos, contra más de 8.000.000 de Chávez. Conviene que se pregunte por las razones de tan resonante derrota. Otro de sus compañeros, anónimo también él, me acusa de haberme tomado «en serio el cuentito del imperialismo». Fiel a las enseñanzas de dirigentes como usted, para este compañero el imperialismo es apenas «un cuentito». Hágase un favor a usted mismo y mándelos a estudiar. Si tiene desconfianza de los demás hay un par de notables trotskistas -lamentablemente fallecidos ya- y de cuya amistad me enorgullecía: Ernest Mandel y Daniel Bensäid que escribieron varios libros sobre el «cuentito» del imperialismo. Ojalá que sus muchachos le hagan caso y se pongan a estudiar.
Postsciptum:
Apenas terminé de redactar estas líneas fui advertido por mucha gente en la web de que había salido una nueva nota, esta vez firmada por Gabriel Solano y Jorge Altamira, en donde mi persona era objeto de un vitriólico ataque enhebrando una sarta de mentiras, calumnias e insultos tan absurdos que lejos de enojarme me produjeron lástima. De ahí el epígrafe de Trotsky al comienzo de esta nota. Tiene toda la razón cuando escribió que «la corrección y precisión del lenguaje es condición indispensable de un pensamiento recto y preciso», como debe ser el marxismo. Y también cuando recordaba que «terminar radicalmente con el lenguaje injurioso no es cosa fácil si se tiene en cuenta que el desenfreno en el lenguaje tiene raíces psicológicas y es una consecuencia del escaso grado de cultura de los suburbios.» Por un momento pensé en responder a ese desenfreno pero luego caí en la cuenta de que el esfuerzo no valía la pena. Al fin y al cabo son expresiones de un sector residual de la izquierda mundial que jamás protagonizó ninguna de las grandes revoluciones que cambiaron la historia universal en el siglo XX. Ni la revolución mexicana, ni la rusa, ni la china, ni la vietnamita, ni la boliviana, ni la cubana ni la sandinista se beneficiaron con su arrojo y su sabiduría; tampoco fueron favorecidos con su apoyo Salvador Allende en Chile, Juan Bosch en República Dominicana o Jacobo Arbenz en Guatemala. Vino entonces a mi memoria una apropiada frase de Marx en el Prólogo del Primer Tomo de El Capital con la cual pongo fin a una controversia que pretendió ser política pero que no lo fue ni tiene las menores condiciones para serla. La frase decía así: «Bienvenidos todos los juicios fundados en una crítica científica. En cuanto a los prejuicios de la llamada opinión pública, a la que nunca he hecho concesiones, será mi divisa, como siempre, la del gran florentino: Segui il tuo corso, e lascia dir le genti! [¡Sigue tu camino y deja que la gente hable!].
¡Hasta la victoria, siempre!
Atilio A. Boron
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