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Recordando a Manuel Sacristán (1925-1985), veinticinco años después

Retrato de un germanista que amaba la montaña

Fuentes: Rebelión

  La vida de los hombres suele ser como las raíces de los tomillos en su lucha por subsistir, pero hay pocos que al final de esta lucha huelan profunda y limpiamente como éste. Miguel Hernández (1935) [tomado de: José Luis Ferris, Miguel Hernández. Pasiones, cárcel y muerte de un poeta, pág. 210] […] Esas […]

 

      La vida de los hombres suele ser como las raíces de los tomillos en su lucha por subsistir, pero hay pocos que al final de esta lucha huelan profunda y limpiamente como éste.

        Miguel Hernández (1935) [tomado de: José Luis Ferris, Miguel Hernández. Pasiones, cárcel y muerte de un poeta, pág. 210]

      […] Esas y otras contradicciones de la obra y el hacer de Gramsci se resuelven orgánicamente en la totalización de la una y el otro en su vida. No en el sentido de que la biografía sea el método adecuado para su comprensión. Aparte de que probablemente no lo sea para el pleno entendimiento de ninguna obra, parece, además, que la biografía en sentido tradicional tiene escaso interés para la comprensión de la obra y la acción de Gramsci, y hasta, paradójicamente, para la comprensión de su vida. Pues se trata de la vida de un pensador y práctico de la lucha política, de un hombre que fundó el sentido de su vida y las motivaciones de su consciencia en realidades extraindividuales, con lo cual, por cierto, no hacía más que aplicarse a sí mismo su propia concepción histórico-social y política de la persona. La clave de la comprensión de los escritos y el hacer de Gramsci, en su variedad y en sus contradicciones, no es, pues la biografía individual, pero sí la totalización quasi-biográfica de numerosos momentos objetivos y subjetivos en el fragmento de historia de Italia, historia de Europa e historia del movimiento obrero cuyo «anudamiento» bajo una consciencia esforzada pudrió el «centro» que fue Antonio Gramsci. [el énfasis es mío] 

      Manuel Sacristán (1970), El orden y el tiempo.

En esta primera aproximación a la figura, obra y legado de Manuel Sacristán doy cuenta de algunos datos básicos de su biografía, de la biografía del autor de «Karl Marx como sociólogo de la ciencia«, un prolífico y riguroso germanista que, en una conversación de 1979 con Jordi Guiu y Antoni Munné para El viejo topo (López Arnal y De la Fuente 1996: 104-105), trazaba este significativo apunte sobre sí mismo:

    […] Entre otras cosas porque si yo me recompongo, ¿quién me ha hecho a mí? A mi me han hecho los poetas castellanos y alemanes. En la formación de mi mentalidad no puedo prescindir ni de Garcilaso, ni de Fray Luis de León, ni de San Juan de la Cruz, ni de Góngora, pero tampoco puedo prescindir de Goethe, por ejemplo, e incluso de cosas más rebuscadas de la cultura alemana, cosas más pequeñas, Eichendorff, por ejemplo, o poetas hasta menores, y no digamos ya, sobre todo, y por encima de todo, Kant. Y Hegel, pero sobre todo Kant. Bueno… el Hegel de la Fenomenología también.

Manuel Sacristán Luzón nació el 5 de septiembre de 1925 en Madrid. Allí transcurrió su infancia hasta el estallido de la Guerra Civil. La familia Sacristán-Luzón, que se había trasladado a Valencia en noviembre de 1936, y más tarde a Rivatrigoso (Italia) y a Niza durante los dos últimos años de la contienda (Sempere 1987: 5-6), se instaló en Barcelona en 1939, ciudad donde el joven Manuel cursó estudios de Bachillerato, afiliándose, como tantos otros adolescentes de la época, en la OJE, la organización juvenil de la Falange española.

En 1944, Sacristán inició sus estudios de Derecho y Filosofía. Tener noticia, cuando cursaba segundo de Derecho, de la persecución y torturas a las que fueron sometidos estudiantes catalanistas contrarios al uniformismo cultural del nacional-catolicismo franquista fue decisivo en su ruptura con OJE y Falange. Decisión arriesgada: diversos testimonios (Vicens, Juncosa 2006 y López Arnal, De la Fuente, 1996: 339-363) coinciden en que la pistola de un, por aquel entonces, conocido jerarca falangista estaba cargada con balas que le tenían como destinatario.

Finalizados sus estudios universitarios con premio extraordinario en Filosofía, Sacristán participó activamente en las revistas Qvadrante y Laye y, después de conseguir una beca de la Deutscher Akademischer Austauschdienst (Domingo Curto 2007: 12), partió a estudiar lógica, filosofía de la lógica y epistemología durante 1954-1956 en el Instituto de Lógica Matemática y Fundamentos de la Ciencia de la Universidad de Münster entonces dirigido por Heinrich Scholz, uno de los maestros que nunca olvidó, uno de los pocos maestros que tuvo, según sus propias palabras, a quien dedicó un sentido artículo tras su fallecimiento (Sacristán 1984: 56-89) [1].

Su estancia en el Instituto de lógica de Münster fue decisiva en su evolución político-filosófica (Fernández Buey, 1995: 7-22). No sólo por la formación científica y analítica que allí adquirió sino porque fue también entonces cuando se vinculó a la tradición marxista y al Partit Socialista Unificat de Catalunya (PSUC) y al PCE, iniciando su militancia política, clandestina obviamente, en la primavera de 1956. Ya en aquellos años su renuncia a una plaza de profesor-ayudante en el Instituto de Münster estuvo motivada por su compromiso antifranquista. Iba en serio [2]. La amistad e influencia intelectual del gran lógico pisano Ettore Casari (Juncosa 2006), estudiante de postgrado como él y miembro del PCI, fue decisiva para su toma de posición político-filosófica. Su larga y arriesgada actividad en el principal partido de la oposición antifranquista (un cuarto de siglo de militancia aproximadamente) y su interés teórico-político por un marxismo sin ismos [3] ni postulados férreamente establecidos nunca se enmarcaron en una cegada aceptación de todos los vértices y aristas de una cosmovisión talmúdicamente cultivada, férreamente cubierta, nunca revisable en sus nudos y aristas centrales.

Tras su regreso a Barcelona y después de haber contraído matrimonio en Nápoles con la hispanista Giulia Adinolfi (Ettore Casari fue padrino de su boda), Sacristán se doctoró en 1959 con un ensayo sobre Las ideas gnoseológicas de Heidegger, uno de sus más notables y reconocidos trabajos (Lledó: Juncosa 2006), colaboró en la enciclopedia Espasa con un largo y documentado artículo sobre «La filosofía desde la terminación de la Segunda Guerra Mundial hasta 1958» (Sacristán 1984: 90-219), editó los apuntes de «Fundamentos de Filosofía» de sus clases en la Universidad de Barcelona (1956-57, 1957-1958: Reserva de la Universidad Central de la UB, fondo Sacristán) y se presentó en 1962 a las oposiciones a la cátedra de lógica de la Universidad de Valencia celebradas en Madrid. Lo sucedido en ellas ocupa un lugar destacado en la historia de las decisiones sesgadas de los tribunales universitarias del franquismo: contra todo balance comparativo, los representantes del Opus Dei impusieron su candidato y diseñaron las reglas del juego y el escenario del teatro (Christian Martín en López Arnal et al. 2004: 257-285). Fue también durante estos años cuando insistentes presiones del arzobispado barcelonés forzaron trasladar su ubicación académica desde la Facultad de Filosofía a la Facultad de Económicas de la UB [4].

El papel de Sacristán fue decisivo en la reintroducción y cultivo en España de la tradición marxista. De él fue la edición, presentación y traducción -con el título de Revolución en España- de los primeros escritos de Marx y Engels publicados legalmente después de la guerra civil. Él fue autor del prólogo a su propia traducción del Anti-Dühring, un texto que dejó huella en numerosos intelectuales y universitarios de la época (y de años posteriores). Fue también uno de los más destacados estudiosos y divulgadores de la obra de Antonio Gramsci: su Antología del filósofo y político sardo -editada en México en 1970, más tarde en Madrid en 1974- fue decisiva para el conocimiento de la obra gramsciana en Latinoamérica y España. La traducción y/o presentación de otros grandes autores de la tradición están entre sus aportaciones más destacadas: Labriola, Lenin, Lukács, Zeleny, Harich, Korsch, Heller, Gerratana, Della Volpe, Marcuse, …

Tras su expulsión de la Universidad barcelonesa en 1965 al no renovársele por motivos netamente políticos su contrato laboral (Estapé 2008), Sacristán se ganó la vida durante más de diez años como traductor y trabajador editorial, mientras era miembro del comité ejecutivo del PSUC entre 1965 y 1969 y militante de base hasta finales de los 70. Suyas son las traducciones de Historia y consciencia de clase de Lukács, del Karl Marx de Korsch, o de La estructura lógica de El Capital de Marx de Jindrich Zeleny, amén de clásicos como El Banquete, Historia del análisis económico de Schumpeter, La investigación científica de Bunge, Los métodos de la lógica y Desde un punto de vista lógico de Quine, los dos primeros libros de El Capital o la prosa completa de Heine. Fueron más de cien los volúmenes traducidos, unas 29.000 páginas vertidas al castellano del griego clásico, del alemán, italiano, francés, inglés y catalán, amén del latín en algunas celebraciones familiares (Domingo Curto 2007: 11).

Tras su trabajo como maestro de personas adultas en los últimos años del franquismo y primeros años de la transición-transacción en una escuela de alfabetización de Can Serra, en L’Hospitalet de Llobregat, una ciudad obrera del extrarradio barcelonés, Sacristán volvió a la universidad barcelonesa en 1976, impartiendo clases de Metodología de las ciencias sociales en la Facultad de Económicas. Fue en aquellos años cuando inició junto con un amplio equipo de colaboradores uno de sus grandes proyectos: la traducción de la obras de Marx y Engels (OME). La editorial Crítica publicó finalmente once volúmenes del centenar proyectado. Los tiempos diseñados de la transición-transacción y el, digamos, humus cultural de la época se movían ágilmente hacia coordenadas muy alejadas.

Después del fallecimiento de Giulia Adinolfi en febrero de 1980, Sacristán asistió a un congreso internacional de filosofía celebrado en México a finales de 1981 e impartió algo más tarde, durante el curso 1982-1983, dos seminarios de postgrado en la Facultad de Ciencias Sociales y Políticas de la UNAM: «Inducción y dialéctica» y «Karl Marx como sociólogo de la ciencia» fueron las temáticas desarrolladas. Fue en México, donde se había exiliado un hermano de su padre cuya militancia y coherencia socialistas siempre admiró, donde Sacristán se casó en segundas nupcias con la socióloga y profesora Mª Ángeles Lizón y fue también durante esa época cuando empezaron a editarse sus artículos, prólogos y presentaciones con el título general, elegido por él mismo, de «Panfletos y Materiales».

De vuelta a España a mediados de 1983, participó activamente en el movimiento antinuclear y ecologista, y en las movilizaciones contra la permanencia de España en la OTAN, y siguió empeñado en la radical y urgente renovación de las finalidades, procedimientos y categorías centrales de la tradición marxista. Las conferencias impartidas durante aquellos años, en ámbitos académicos y ciudadanos, son neto testimonio de ello (Sacristán 2005).

A finales de 1984, en decisión tardía y polémica, Manuel Sacristán fue nombrado catedrático extraordinario. Falleció medio año más tarde en Barcelona, el 27 de agosto de 1985, después de haber finalizado una sesión de hemodiálisis en un dispensario público cercano a su domicilio. De regreso a casa, un infarto segó su vida.

Juan-Ramón Capella (2005: 264) ha descrito así sus últimos días:

    Manolo pasó el verano [de 1985] poniendo orden: en sus papeles, pero sobre todo -y estaba muy contento por eso- en los de Giulia [Adinolfi], para que alguien pudiera hacer algo con ellos algún día. También discutió papeles de mientras tanto y debatió con algunos de sus amigos ciertas diferencias surgidas en el seno de la redacción de la revista. Manolo reafirmó con ellos su alianza para el proyecto. Fue visitado por Anna Adinolfi, una compañía muy grata para él. El 26 de agosto, durante un paseo vespertino por el monasterio de Pedralbes, Manolo le pidió a Anna su cámara para hacer una fotografía: la de una mata que había crecido arraigando directamente entre la piedra, aferrándose a la vida sin apenas nada en que basarse.

Manuel Sacristán está enterrado junto a su primera esposa, la gran hispanista Giulia Adinolfi [5], en el cementerio de Guils, en la Cerdanya, un pueblecito cercano a Puigcerdà al que solían llegar Adinolfi, Sacristán y su hija Vera en sus paseos vespertinos. Fueron veranos de felicidad, amor, amistad, trabajo y senderismo.

Notas:

[1] A pesar de que por su avanzada edad y su mala salud, Heinrich Scholz no daba ya clases de posgrado en el Instituto, que él mismo fundó, a mediados de los cincuenta, cuando Sacristán estuvo en Münster.

[2] «Iba en serio» fue una expresión que Sacristán usó en una conversación de 1979 con Jordi Guiu y Antoni Munné para El Viejo Topo para referirse a la actitud militante de Ulrike Meinhof, a quien tradujo para Anagrama en 1976. Sacristán había conocido a Meinhof durante su estancia en la Universidad de Münster.

[3] Este paso sobre los ismos filosóficos («Corrientes principales del pensamiento filosófico», Papeles de filosofía, Barcelona, Icaria, 1984, pp. 393-394), a pesar de su extensión, es de cita obligada:

    […] La clasificación de las ideas de los filósofos en ismos -como los tres que van a considerarse seguidamente- no puede contar nunca con el aplauso de los autores así clasificados. No es, ciertamente, un procedimiento que pueda dar en general razón de lo que más debe importar al autor filosófico: por muy dentro que se encuentre de una tradición, el filósofo digno de ese nombre escribe precisamente para alterarla en mayor o menor medida, para añadirle temática, o para rectificar puntos del método en ella, o para someter a examen crítico su modo de validez, su capacidad de evolucionar, etc. De no ser así, no habría nunca producción filosófica que no fuera meramente histórico-didáctica.

    Pero esos irrefutables argumentos contra la clasificación de las filosofías en ismos, argumentos que sin duda tienden a cobrar peso mayor cuanto más penetra en la cultura el espíritu científico, dependen de una consideración técnica o profesional de la filosofía. Eso quiere decir que, para ser de verdad concluyentes, tienen una validez limitada; pues la filosofía tiene una presencia cultural: es, además de una actividad de especialista, la formulación más explícita en una sociedad de las orientaciones de grupos de hombres. Este reflejo cultural de la filosofía en la sociedad es lo que justifica seriamente la práctica de las amplias clasificaciones genéricas: el público filosófico, sin ser insensible a los aspectos técnicos de la filosofía, se interesa sobre todo por las grandes orientaciones del pensamiento, por aquellos rasgos muy generales compartidos por varios filósofos y que constituyen lo más propiamente cultural de las filosofías, su capacidad de orientar al individuo para que éste pueda, como decía Ortega, «saber a qué atenerse». A esa justificación de las clasificaciones -pese a todas las injusticias y groserías intelectuales que se cometen al catalogar- se suman otras de orden más pragmático, señaladamente las necesidades retóricas y didácticas de cualquier exposición breve ordenada.

    Todo está en aceptar la necesidad de clasificar sin olvidar la precariedad técnica del resultado: sabiendo que éste tiene utilidad más para la comprensión de las ideas dominantes en una cultura que para el análisis fiel de la obra de un filósofo.

    Los tres «ismos» o troncos principales de la cultura filosófica contemporánea son el existencialismo, el neopositivismo y el marxismo. Los tres términos deben tomarse en una ancha acepción cultural, no en sentido técnico filosófico.

[4] Durante las aproximadamente dos décadas en las que Sacristán fue profesor universitario, fueron quince o dieciséis los años en que fue profesor de Metodología o de Fundamentos de Filosofía en la Facultad de Económicas de la UB. Sin que sea una paradoja sangrante, no deja de ser llamativo teniendo en cuenta que, según algunos, Jesús Mosterín entre ellos, Sacristán fue el filósofo más destacado de su generación.

[5] Sobre Giulia Adinolfi es de obligada visión el documental «Giulia» de Xavier Juncosa (Integral Sacristán, ed cit), así como los escritos de Elena Grau, Joaquín Miras, Albert Domingo Curto, Carmen Pérez y Alejandro Pérez que acompañaron la edición.

Referencias

Capella, Juan-Ramón (2005): La práctica de Manuel Sacristán. Una biografía política. Madrid, Trotta.

Domingo Curto, Albert: «Introducción: filosofías de una vida». En Sacristán, Manuel (2007). Lecturas de filosofía moderna y contemporánea. Madrid, Trotta, pp. 9-41.

Estapé, Fabià (2008). «La expulsión de Manuel Sacristán». La Vanguardia, 16 de marzo de 2008

Fernández Buey, Francisco: «Prólogo» de Sacristán, Manuel (1995). Las ideas gnoseológicas de Heidegger. Barcelona, Crítica

Juncosa, Xavier (2006), Integral Sacristán (ocho documentales). Barcelona, El Viejo Topo.

López Arnal, S. y de la Fuente, P (1995, eds): Acerca de Manuel Sacristán, Barcelona, Destino.

Martín Rubio. Christian (2005) «Mientras la esperanza espera. Materiales en torno a la oposición a la cátedra de lógica de la Unversudad de Valencia en 1962». En López Arnal, S., Domingo Curto, A. y otros (eds), Donde no habita el olvido. Barcelona, Montesinos, pp. 257-285.

Sacristán, Manuel (1984), Papeles de filosofía. Barcelona, Icaria.

– (2005), Seis conferencias. Sobre tradición marxista y los nuevos problemas. Barcelona, El Viejo Topo (presentación de F. Fernández Buey; epílogo de Manuel Monereo).

Sempere, Joaquim (1987): «Una semblanza personal, intelectual y política». mientras tanto 30-31, mayo 1987, pp. 5-31.

PS: Nota bibliográfica:

Para profundizar en la biografía de Sacristán, me permito recomendar sin ningún ánimo de ser exhaustivo: Capella 2005; Sempere 1987; las entrevistas con familiares, amigos, filósofos y discípulos incluidas en López Arnal y De la Fuente (eds) 1996, además de:

Castellet, Josep Mª(2009): Manuel Sacristán. Història d’una amistat». En: Seductors, il.lustrats i visionaris. Barcelona, Edicions 62, pp. 15-89.

García Borrón, J-C (1987): «La posición filosófica de M. Sacristán, desde sus años de formación», mientras tanto, nº 30-31, pp. 41-56.

Pinilla de las Heras, Esteban (1989). En menos de la libertad. Dimensiones políticas del grupo Laye en Barcelona y en España. Barcelona, Anthropos.

Anexo

En la que seguramente fue una de las mejores entrevistas realizadas a Sacristán -«Entrevista a Manuel Sacristán (Dialéctica)», Acerca de Manuel Sacristán, ed cit, la entrevista fue realizada por Gabriel Vargas y dos compañeros de la revista mexicana Dialéctica-, el propio Sacristán trazaba esta aproximación sobre él y su obra:

    En la obra escrita y firmada por mí, o publicada anónimamente o con seudónimos en la prensa comunista ilegal, no pude hacer mucho de lo que hubiera querido hacer. Durante quince años fui miembro del comité central del partido comunista en la ilegalidad y durante diez de esos quince años, miembro del comité ejecutivo; y eso en una circunstancia rara y delicada: yo era legal en España, tenía mi documentación en regla y era un profesor universitario o, en otras épocas, un traductor que viví como tal legalmente. Por otra parte, tenía mucha actividad ilegal, y en situaciones de bastante responsabilidad. Eso acarreaba un gasto muy grande de tiempo y de energía. Una persona que está viviendo legalmente, descubierta, y sin embargo, actúa clandestinamente, tiene que pasarse muchas horas borrando pistas, por así decirlo; muchas más que si fuera puramente clandestina y viviera en una casa de seguridad del partido. Yo hacía así dos vidas, lo cual producía una especie de esquizofrenia. Era un hándicap fuerte para un trabajo intelectual duradero. De aquí que escogiera conscientemente, como fórmula para escribir, el texto corto, el artículo, el ensayo, el prólogo. Eso tiene sus pros y sus contras. No me arrepiento de haber procedido así porque fue, al fin y al cabo, una solución que me permitió intervenir bastante, a pesar de lo difícil de mi situación, en la discusión teórica y política en España, legal e ilegalmente.

    (…) Ésa no es la única limitación de lo que he escrito durante todos esos años. Hay otra limitación más, que es su carácter, generalmente muy ocasional. La gran mayoría de mis trabajos, salvo los de pura diversión (que son los de crítica literaria) están escritos por alguna urgencia de la discusión de partido o de la discusión política o teórica en curso en el país, legal o ilegal…

    Ésas son las dos limitaciones principales de lo que he escrito. Son limitaciones muy graves. Pero, repito, cuando repaso la vida que he llevado, me parece que es natural que procediera así; y seguramente si tuviera que volver a empezar lo haría del mismo modo. No parece que hubiera otra posibilidad. La dos únicas veces en que escribí largo tuve que suspender la actividad militante. Fue cuando redacté mi tesis doctoral y cuando escribí el manual de lógica. Las dos veces quedó claro que era imposible escribir un texto largo y llevar a cabo diariamente trabajo conspirativo. Y ganarme la vida, además. Creo que veo claramente las limitaciones de lo que he escrito, que siempre ha sido con urgencia. Conociendo mi situación, meditaba los asuntos muy detalladamente antes de sentarme a escribir, pero luego escribía todo de una sentada, por miedo de no poder acabar lo empezado si me interrumpía.

    Todo eso por lo que hace al pasado, que creo que a mi edad y con mi escasa salud, ya pesa más que el futuro. Pero eso no quiere decir que no tenga proyectos…

Sobre los aspectos menos conocidos de su biografía, tiene interés esta carta de José Mª Vives Farrés, gerente de Ediciones Grijalbo, fechada el 23 de marzo de 1974:

    Apreciado amigo:

    Me gustaría conocer tu opinión sobre la calidad de los comics que te adjunto y que constituyen una colección de personajes editada en Bélgica.

    Perdona que acepte tu ofrecimiento del día que comimos juntos, por lo que me atrevo a solicitar tu opinión.

    Gracias. Cordialmente.

Transitando por el mismo sendero, esta carta de Enric Sió, de 8 de abril de 1985, que Sacristán conservaba en su carpeta de «Correspondencia» (ahora depositada en Reserva de la BC de la UB, fondo Sacristán):

    Querido profesor,

    ¡Menuda alegría me has dado con tu carta! No sabía que te gustaran los comics. Te agradezco mucho tus frases sobre La Oca.

    Bien, ya ves, tratamos de hacer una revista de comics lo mejor hecha que podemos. Estoy de acuerdo con lo de Fogo. Y, a raíz de tu carta, se me ocurren más cosas. Por ejemplo, que es ridículo tener que pedir constantemente a Italia artículos de Del Buono o cositas de Umberto Eco, para tener material un poco digno que publicar aquí. Ellos son amigos míos y colaborarán gustosamente en La Oca. Romà Gubern es el de la cantera al que constantemente molestamos para que escriba artículos. Pero ahora se me ocurre que quizá, ocasionalmente, te apetecería escribir algún artículo. Debo ser memo, porque casi no me atrevo a proponértelo. Tampoco me he atrevido a buscar tu teléfono. Al no dármelo tú en tu carta, he pensado que era mejor escribirte.

    En resumen, me gustaría que nos viéramos y habláramos de la posibilidad de colaborar con nosotros. Para La Oca sería un honor publicar un articulo tuyo sobre comics, ya que éste no es un tema que traten los intelectuales de tu talla, en este país.

    Espero noticias tuyas. Un gran abrazo.

Estas notas de viaje de un pequeño cuaderno rojo de Sacristán, también depositado en Reserva de la BC de la UB, fechadas el 18 de octubre de1973 y el 3 d diciembre de1974, presentan igualmente detalles biográficos de interés:

    Jueves, 18/10/1973.

    09 h. En tren a Hostalric. La farmacia abre a las 09 h. Fotos blanco y negro de muralla, y puesta y carrer major. Foto color conjunto. Las siguientes, todo color. Fotos de Can Seguer. Fotos de Can Coll desde la era de Can Seguer. Alto y desayuno

    10.30 h. A Can Coll. Foto de Can Coll. Foto de Can Seguer desde Can Coll. A Coll Para-sol.

    Camino de Coll Para-sol, extensa «urbanización» en la vertiente N y NE del Montgròs, a la altura del Pi de Migdia. Está en construcción. Carretera de trazado casi campesino, casitas de una planta, todas iguales: pequeño porche, tejas de falsa pizarra. En menos de un año. Foto.

    Produce abatimiento. Habrá que pensarlo en serio.

    La mayoría de los madroños están maduros. Tienen bastante sabor y, sin embargo, muy poco alcohol: quizás se deba a lo mucho que están durando los calores este otoño.

    Coll Para-sol, descanso y comida corta. Hacia Serra Rossa a las 13.30.

    Fotos del Convento de Serra Rossa. También aquí hay nueva carretera. No puedo ver trazado. Otro día.

    En una subida tuve un dolor que interpreté como gástrico. Fue anginoso. Ha servido para descubrir mi insuficiencia coronaria (Se me repitió en varias ascensiones, trepando. Es posible que bandeara algo peor).

    Antes de llegar a Ramió, en Ca N’Arassó, me recogieron unos leñadores de corcho, que me llevaron en su jeep a Hostalric. Eran de Sant Hilari Sacalm. Me enseñaron cosas sobre el corcho y los alcornoques. Me enseñaron pasos de jabalíes. Sólo en Hostalric, por un fallo fonético, se dieron cuenta de que no soy catalán.

    Martes. 3/12/1974.

    8.05. Hostalric en tren. Desayuno Bar Sporto. Agua Plaça dels Bous. Han rotulado calles y plazas en catalán, con errores («Carrer del Arrabalet»; sigue la vieja placa «Calle del Arrabalillo»).

    9.15. Can Coll. Carretera parcialmente asfaltada. Se anuncia un restaurante, «La Serra de l´esquirol». Iré la próxima vez.

    También el camino de Can Coll ha cambiado un poco: más cercados con vallas y cadenas.

    Descanso y café en Can Coll.

    10 h. A Coll Para-sol.

    11 h. Coll Para-sol. Descanso y fruta.

    La urbanización del Montgròs tiene una buena tasa de desarrollo. Ya el año pasado cortaba el camino de Hostalric. Pero ahora lo impide con vallados y alambradas. En la lejanía, además, el camino está interrumpido por terraplenes levantados por máquinas excavadoras. Me gustaría escribir un «Elogio de la piqueta y del hacha del caminante», o sea, de los instrumentos que sirven para derribar tapias y cortar vallados en los viejos caminos.

    En el futuro jardín de algunas «torres» hay juguetes de niños. Todos, hasta los que aluden a un ambiente no megalopolitano -por ejemplo, un «puñal» de indio norteamericano- son míseramente standard. O casi todos: algunos niños (¿o niñas?) han jugado a ordenar chinas.

    El incremento de basura en la zona es considerable. Pero hay todavía pocas antenas de televisión.

    Y en Can Coll han vuelto a arar. Es evidente que seguirán labrando, al menos por este año. Lo mismo Can Seguer. Y en Coll Para-sol los leñadores han beneficiado mucho corcho y han limpiado relativamente el sotobosque.

    No se trata de idealizar. La agricultura intensiva de los Coll y Seguer puede haber sido una depredación desde el punto de vista de anteriores pastos y cazadores. Y estos pueden haberlo sido, a su vez, de otras posibilidades, como parece que dicen ahora los paleoantropólogos norteamericanos respecto del mamut.

    *

    Pero creo que finalmente sé cuál es la raíz de los rasgos suyos por los que me resultan más gratos que los productores capitalistas (incluidos los obreros y aun más los empleados): recolectores, cazadores, pastores y labradores obran directamente para el sustento (y el cobijo). No así el productor industrial (por lo general). Y cuando lo hacen (industria de la construcción, agricultura industrializada), la generalización de la mercancía hace que sólo por casualidad él vaya a comer o usar algo de lo que produce, ni a trocarlo materialmente por nada. Creo que lo repugnante es el trabajo abstracto, ya «antes» (lógicamente, pero acaso también históricamente -esclavos-) de una división plena.

    -He recordado el lugar donde tuve la cosa anginosa más fuerte. Hoy también algún conato, pero no me ha parecido necesario tomar la pastilla palingual.

    11.45. A Roca Rossa.

    13. Roca Rossa. Comida. Descanso largo.

    Se me olvidó poner que entre Hostalric y Coll Para-sol hay algunos madroños con fruto, y hasta con flor. El fruto estaba muy bueno. Los madroños con fruto eran los menos.

    En Roca Rossa preparan una gran urbanización. Hay parcelas sembradas, y la carretera que vi abierta el año pasado es ahora toda una red. Como sigue caminos viejos, supongo que va a desembocar en la pista a Tordera.

    Ya en sí misma es Roca Rossa una ruina sórdida, sin gracia. Aunque el portal y sus arquivoltas debieran de tener alguna, porque me parece que no ha faltado algún entusiasta de los valores eternos y de la mercancía para tomarse el trabajo de llevárselo todo.

    Voy a buscar (?) por el Sur de l´Home Mort, esperando que aún esté penetrable.

    Los ruidos que llegan a Roca Rossa (la urbanización no se construye aún): una sirena de fábrica, quizás de Breda, un rumor muy tenue de la autopista y ruidos de aviones y de moto-cross. Todavía hay bastantes pájaros que cantan.

    14.45. El camino escogido sólo se puede seguir a ratos, porque lo eliminan las carreteras de la urbanización de Roca Rossa, que es bastante extensa; parece coger desde Can Camps hasta más allá de las ruinas de Roca Rossa, hacia Tordera. Casas de muy poca calidad.

    15.45. Descanso en el camino, al NNE (10º E) de Can Massó, antes de llegar al sur de l´Home Mort, en lo alto de Puigpelat.

    Los caminos se prestan, se me hizo de noche y vivaqueé en el monte. A la mañana siguiente fui a Hostalric. Giulia [Adinolfi], Paco [Fernández Buey], Dolors [Folch] y Xavier [Folch] me habían salido a buscar. Nos encontramos en Breda.

    Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.