El economista Branko Milanović analiza la creciente desigualdad en el capitalismo contemporáneo. En un análisis pormenorizado, desarrolla los motivos por los que las fracturas sociales resultan peligrosas para la democracia.
En Alemania se da una situación paradójica: aunque la economía está en auge, muchas personas sienten que no se están beneficiando de ella. Culpan a los partidos tradicionales y eligen partidos populistas. ¿Hay algo en eso?
Alemania es considerada un excelente ejemplo de un país que se ha adaptado con gran éxito a la globalización. Actualmente es el país que más exporta en el mundo. La tasa de desempleo es de aproximadamente 5,7%, y se debe tener en cuenta que, simultáneamente, recibe a un millón de inmigrantes. Eso es todo muy positivo.
Lo que es menos positivo es que los ingresos reales del 50% más desfavorecido de la población alemana no han aumentado en los últimos 15 años. Si se considera este dato y otros factores como la migración o el temor a la pérdida de empleos, es bastante comprensible que el desarrollo económico en Alemania haya conducido al crecimiento de los populistas.
¿Qué pasa con los sindicatos? ¿Han hecho lo suficiente por los trabajadores?
Debido a los cambios en los puestos de trabajo y en el mercado laboral, el retroceso de la organización sindical es un fenómeno global, tanto en el sector privado como en el público. También en Alemania los sindicatos han perdido poder. Esto plantea serios problemas a los partidos de izquierda. En Francia, Alemania y otros países solía haber una relación estrecha con los sindicatos. En Francia, los sindicatos socialistas y comunistas estaban estrechamente vinculados al Partido Socialista, lo que incluía periódicos, revistas, etc. Hoy, este vínculo se ha debilitado, por lo tanto, la izquierda debe repensar la política económica.
¿En qué sentido?
Hasta ahora, si usted y yo teníamos ingresos diferentes, la política se centraba en equilibrarlos con transferencias e impuestos. Pero si nuestros puntos de partida son bastantes similares en términos de educación y capital, nuestros ingresos no se diferencian significativamente entre sí y el Estado no tiene que intervenir tanto.
Los partidos de izquierda deberían esforzarse más en equilibrar las condiciones de acceso al mercado laboral para las personas. En lugar de invertir todo en la redistribución del ingreso ya generado, se debería canalizar más dinero hacia una educación igualmente buena para todas las personas, independientemente de su extracción socioeconómica, y debería redistribuirse el capital a favor de las clases medias. Esa sería mi recomendación.
Tal como escribe en su libro Global Inequality, la creciente desigualdad tiene su origen principalmente en la globalización. ¿Es el proteccionismo comercial, tal como lo practica Donald Trump, la respuesta correcta?
No, creo que esta política es incorrecta. También es muy difícil de implementar debido a las regulaciones internacionales. E incluso si Trump siguiese impulsando estas medidas, en mi opinión, solo serían temporales y no generarían ninguna mejora a largo plazo, o incluso a mediano plazo, en la situación económica de la gente. Muy pocas personas se beneficiarían con ellas, y muchas sufrirían.
Estas medidas son malas a largo plazo, tanto para Estados Unidos como para el resto del mundo. La reducción de los aranceles aduaneros fue un gran avance. Mientras que en los últimos 50 años estos aranceles en los países ricos han promediado entre 10% y 12%, ahora alcanzan solo a 1% o 2%. El regreso a la vieja política sería un error.
Pero también los acuerdos multilaterales de libre comercio, como el Tratado de Asociación Transpacífico (TTP) y el Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión (TTIP), han sido duramente criticados en Estados Unidos y Europa.
Como usted sabe, muchas de estas negociaciones son secretas. El conocido economista Paul Krugman se ha enterado de detalles de estas conversaciones solo a través de documentos que lograron filtrarse. Allí se plantean numerosas medidas monopólicas para proteger derechos de propiedad intelectual, patentes de medicamentos, computadoras, software, etc. La verdad es que hay lobbistas que trabajan para dejar plasmados sus propios deseos en los acuerdos comerciales, los cuales no benefician a los consumidores ni a los trabajadores.
¿Cómo es que en las últimas tres décadas ha disminuido la desigualdad entre los países de todo el mundo, mientras que ha crecido dramáticamente dentro de la mayoría de los países occidentales?
La respuesta es bien simple, ya que la economía ha crecido en países más pobres y poblados, como China, la India y Vietnam. Se podría decir que allí ha surgido una clase media global. Eso se puede ver en el aumento masivo de turistas chinos en Europa. Ese fue el factor que causó la reducción de la desigualdad global.
Pero en lo que se refiere a la desigualdad dentro de los países: como reacción al crecimiento de China, en los países occidentales muchas personas han visto reducirse sus salarios y desaparecer puestos de trabajo en sectores que competían con China. El mismo auge de la globalización que ha impulsado los ingresos en China y ha dado lugar a la clase media global probablemente ha reducido los ingresos de muchos trabajadores estadounidenses. Por lo tanto, la desigualdad está creciendo en Estados Unidos. Pero para mí esta relación no es argumento para introducir aranceles punitivos, sino argumento para dar apoyo a las personas afectadas por la globalización.
¿Por qué la creciente desigualdad amenaza a la democracia, porque redundará en beneficio de los populistas?
No solo por eso. Al aumentar la desigualdad, más recursos terminan en manos de la porción más rica de la población. Si se observan los deseos de los ricos y las leyes que se hacen, se ve una clara conexión. Las leyes debatidas reflejan las preferencias de los ricos. A medida que los ricos se vuelven más poderosos y financian los procesos políticos y los partidos, también dictan la política económica. Y tienen sus propios intereses en mente. En ese sentido, refuerzan la ventaja que ya tienen. Creo que eso es peligroso para la democracia, porque se ha demostrado de forma empírica y con claridad que el principio según el cual cada voto cuenta por igual ya no es válido.
Ese es uno de los peligros. El otro peligro es que una mayor polarización también trae consigo el declive de la clase media. Eso no significa necesariamente que las personas se vuelvan pobres. Muchos también migran a las clases más ricas, pero los del medio terminan en apuros. Y luego surge la pregunta: si la clase media era la base indispensable para la democracia, ¿cómo puede la democracia seguir funcionando en este contexto polarizado?
¿Cómo repercute en la composición de un parlamento que haya muchos ricos y muchos pobres? En relación con mi primer argumento, esto puede tener un impacto muy negativo. Eso no sería populismo, sino una plutocracia.
Veo estos dos posibles peligros: la plutocracia y el populismo. La ironía es que Trump, de forma probablemente intuitiva, encarne ambos. Porque primero baja los impuestos a los ricos, una medida absolutamente plutocrática que beneficia solo a la clase alta. Y ahora dice: elevaré los aranceles aduaneros, lo que es muy populista. Probablemente se lo pueda calificar de plutopopulista.
¿Seguirá habiendo clase media en los países occidentales en 2050?
Probablemente, pero estará en declive en todos los países, en España, Finlandia, etc. Aunque, como dije, no tiene por qué ser algo malo. En Finlandia, por ejemplo, cuatro de cada cinco personas de clase media han ascendido a una clase más rica, y solo una se ha vuelto más pobre. Entonces esto no es per se negativo, pero plantea la pregunta: ¿dónde está la base de la democracia en una sociedad muy polarizada?
¿Qué recomendaría para revertir esta tendencia?
Primero, debemos revertir la concentración de capital, porque la participación del capital en el ingreso neto total está aumentando. Si el capital continúa estando concentrado, nuestra sociedad se vuelve automáticamente más desigual. En segundo lugar, debemos ofrecer a todas las personas las mismas oportunidades educativas de excelencia. Esto vale especialmente para Estados Unidos, pero también para otros países. Por lo tanto, el énfasis no debe estar en una mejor distribución del ingreso ya logrado, sino en garantizar a todos un punto de partida comparable.
Me parece que este es el campo político futuro de la izquierda, junto con un impuesto a la herencia, aunque no sea muy popular. Tal impuesto no significa que se vayan a gravar todas las herencias, sino solo las grandes herencias de, digamos, más de un millón de euros. Esta podría ser una política sensata de izquierda: enfocarse más en el estadio anterior a la redistribución. Esta es una igualdad más sustancial que simplemente redistribuir el dinero que ya se ha ganado.
Branko Milanović es profesor invitado en la City University of New York. Antes de eso fue, entre otras cosas, economista senior del departamento de investigación del Banco Mundial. Recientemente publicó el libro Global inequality: A New Approach for the Age of Globalization, [Desigualdad global: Un nuevo enfoque para la era de la globalización], por el que fue distinguido en 2018 con el Premio Hans Matthöfer de periodismo económico «Wirtschaft.Weiter.Denken.» de la FES.
Traducción: Carlos Díaz Rocca
Fuente: http://www.ipg-journal.de/schwerpunkt-des-monats/k…