«El Socialismo se había consagrado a la democratización de todo el tejido de la vida social: su versión ha suprimido toda democracia, y su versión socialdemócrata no ha podido impedir las regresiones democráticas que, por razones diversas, roen nuestras civilizaciones desde nuestro interior. Este proyecto de política de civilización que era el proyecto inicial del […]
«El Socialismo se había consagrado a la democratización de todo el tejido de la vida social: su versión
1.- ¿HAY QUE ENTERRAR AL SIGNIFICANTE SOCIALISMO?
La convocatoria a construir el «Socialismo del siglo XXI» y pasar a un período de transición post-capitalista cargado de formas y contenidos radical-democráticos, replantea los debates para forjar una sociedad alternativa al capitalismo global-corporativo. Esta discusión se actualiza en momentos en que la mayor parte de los movimientos «progresistas» se definen básicamente como sujetos post-neoliberales (e incluso post-marxistas), omitiendo cualquier referencia al socialismo, como alternativa civilizatoria frente al capitalismo tardío de las multinacionales y del Imperio.
Sin embargo, podemos decir que la derecha esta ganando terreno en un campo de batalla. Los grandes poderes mediáticos, junto a los aparatos hegemónicos en el campo intelectual y cultural (1), han logrado deslegitimar simbólicamente cualquier discurso favorable sobre el Proyecto Socialista (2), mientras las fuerzas contra-hegemónicas buscan orientaciones político-normativas (3) en las luchas anti-neoliberales y/o anticapitalistas.
Para estos actores/movimientos, invocar el Socialismo es síntoma de un bloqueo problemático. Existe una convergencia casi automática entre las lógicas de sentido del «socialismo» y las experiencias de «socialismo realmente existente»; entre la palabra «socialismo» y aquellas experiencias históricas tuteladas doctrinariamente por el «marxismo burocrático»: el «marxismo-leninismo» y sus aparatos ideológicos, políticos y culturales, se impone subrepticiamente una identidad de referentes.
En este campo de batalla, la guerra político-cultural de la derecha global ha tenido importantes avances en el orden ideológico, imaginario y simbólico, registros donde se construye sentido a la acción colectiva revolucionaria. Al imponerse la equivalencia Socialismo=Despotismo Burocrático, somos responsables de aceptar la racionalización ideológica de las significaciones dominantes y su violencia simbólica.
Por otra parte, resulta sorprendente cómo el término «socialdemocracia», pasó de ser una prohibición abierta por el gobierno de Bismark en el siglo XIX (4), a un significante equivalente a administración o gestión keynesiana del «capitalismo de organización». Estas transfiguraciones de referentes y de acentos socio-ideológicos son parte de la lucha.
La ruptura de las articulaciones entre el socialismo, la democracia y la revolución, son parte de la historia de extravíos de las luchas contra-hegemónicas y anticapitalistas. ¿Hay que enterrar acaso por esto al significante «Socialismo»? Creemos que no, que el socialismo viable para el siglo XXI sigue siendo una vertiente de la revolución democrática sin fin, proceso que adquiere nuevos perfiles con las luchas por la descolonización del saber y el poder, la ecología política, el buen vivir y los movimientos sociales anti-autoritarios.
Afirmamos que la revolución socialista tiene vigencia como proyecto de radicalización intensiva y extensiva de la democracia, en tanto que crítica radical al «elitismo democrático», verdadera amalgama de «democracia permitida o gobernable» por el discurso hegemónico capitalista a lo largo y ancho del mundo.
2.- LA DEMOCRACIA SOCIALISTA ES UNA DEMOCRACIA POST-LIBERAL:
Los procesos históricos de transición post-capitalistas que han sido condensados en el término: «socialismo real», se alejaron en cuestiones medulares de cualquier imaginario crítico de emancipación social y política, evaluados a la luz de fuentes clásicas, como la obra crítica, abierta e inconclusa de Marx y Engels. Mientras algunas corrientes consideran al marxismo como un campo de clausuras, resulta cada vez actual la frase de Marx: «tout ce que je sais, c’est que je ne suis pas marxiste» (lo único que sé es que yo no soy marxista).
Marxistas, marxianos y marxólogos han desbrozado cierto espesor de la maleza ideológica sobre la obra del espectro-Marx. Por ejemplo, ningún marxista riguroso puede confundir hoy la colectivización de los medios de producción, las «socializaciones», con las «nacionalizaciones» y las «estatizaciones». Una cosa es la democratización de las matrices del poder social; otra su reforzamiento desde centros de control económico y político de elites burocráticas. Cabe preguntarse entonces, si aquella asociación entre democracia radical y socialismo, que fue asumida claramente desde las fuentes marxianas, ha sido definitivamente quebrada, traicionada e invertida por los aparatos ideológicos, políticos y burocráticos que usurparon la emancipación social y política en nombre del «marxismo burocrático», hasta llegar a la tesis de que cualquier iniciativa socialista es equivalente a una tentación despótico-totalitaria.
La convergencia entre democracia y socialismo en un proceso popular constituyente, abre la única rendija de posibilidad para las luchas anticapitalistas en el presente siglo. Cualquier otra posibilidad, reactiva los monstruos políticos de la modernidad occidental, e incluso, los imaginarios del «despotismos oriental», en la conflictiva relación entre Norte y Sur.
Hay que asumir, entonces, todas las implicaciones de la potencia político-normativa de una noción de «democracia socialista» como revolución democrática sin término positivo, considerándola ampliamente como democracia participativa permanente (5).
2.- LA SUBCULTURA AUTORITARIA DE LA VIEJA IZQUIERDA BLOQUEA LA REVOLUCIÓN DEMOCRATICA Y NUEVO SOCIALISMO:
Con lo sucedió el 26-S en Venezuela, hay que profundizar la crítica radical y propositiva en el seno de la revolución bolivariana. Desde el punto de vista de los objetivos principales que se trazó la alta dirección estratégica del proceso, no se reconoció el «revés táctico». El autoengaño conscientemente elaborado fue la peor «táctica de signos», pues generó una dislocación entre lo que las «bases sociales de apoyo» de la revolución sienten, perciben, imaginan y piensan, y lo que alta dirección política proyectó como «versión oficiosa». Se trató de un vano intento de manipulación del imaginario popular ante los resultados electorales. Un error que no permite avanzar en las rectificaciones necesarias y profundas.
Frente a la meta públicamente asumida en el Congreso de delegados del PSUV (6) para alcanzar la «mayoría calificada» y profundizar la revolución hacia el socialismo, una mayoría simple que no alcanzó 3/5 partes (99 curules), no era motivo suficiente para declarar «Victoria Contundente». El Presidente Chávez había indicado: «Nosotros estamos obligados, no sólo a ganar la mayoría en la Asamblea Nacional, sino ganar los dos tercios por lo menos, ése es el objetivo, desde ahora hay que mirar para allá».
Este objetivo trazado fue el leitmotiv de la toda la campaña electoral en el año 2010. En consecuencia, si se evalúa el resultado obtenido frente al objetivo trazado, es evidente que el resultado es insatisfactorio. Una de las corrientes revolucionarias identificadas con la práctica de «calcar y copiar» la experiencia de la revolución cubana (7) para el proceso venezolano, asumió el siguiente tono de crítica (¡Nos derrotaron!):
«(…) nos encontraremos con dos hechos claros: Primero, perdimos la mayoría calificada. Eso significa un inmenso obstáculo en la labor parlamentaria de la Revolución. Segundo, el sector oligarca obtuvo más votos que la Revolución. Eso cambia el cuadro de las fuerzas electorales, la moral de los actores políticos, la percepción de la población. Si recordamos que esta Revolución tiene como uno de los principales campos de batalla a las elecciones, nos daremos cuenta de la importancia de este dato. Pero además y más importante, se mantiene una tendencia de desgaste de la Revolución, esto es: si hacemos una curva desde las elecciones del 2004 hasta ahora, encontraremos una tendencia de descenso en la fuerza bolivariana. ¿Dónde está la causa de esta merma sostenida? No hay dudas, la causa generadora de la tendencia negativa reside en la ideología pequeña burguesa que hegemoniza el proceso desde el triunfo sobre el golpe de abril.» (8)
Ante el llamado reciente de Chávez a superar el código amigo/enemigo de cuño schmittiano (9) por un esquema afín al pluralismo democrático de amigo/adversario (10) se generó una continua crítica a lo que ésta corriente denomina «reformismo» (11), descalificando el concepto de democracia pluralista:
«La Revolución Pacífica es capturada en un falso dilema: Democracia o Dictadura. Las definiciones las hace el imperio capitalista. Democracia es lo que ellos digan que es democracia. (…) Dictadura es lo que se salga de los parámetros impuestos por el imperio. Lo primero es entender y difundir que la única alternativa a la hipócrita democracia capitalista, burguesa, no es la dictadura. La democracia capitalista es una ilusión que enmascara el gran robo de los capitalistas que se apropian de la riqueza que pertenece a toda la sociedad. La única democracia verdadera es la socialista, porque no puede haber verdadera liberación sin liberar a la sociedad de la apropiación del trabajo ajeno, de la riqueza social. En otras palabras, debemos defender sin sonrojos al Socialismo frente a las formas políticas y económicas capitalistas. Dejar sentado que no puede haber verdadera democracia en el capitalismo, ni puede haber economía eficiente. (…) Es necesario consolidar la lógica del Socialismo, su legalidad, romper de raíz con el capitalismo, con su lógica, su legalidad. No es pensable hacer una Revolución y al mismo tiempo mantener, buscar la certificación de los hipócritas demócratas mundiales, de la OEA, de la cúpula eclesiástica, de las elites políticas, en resumen, esperar que la canalla nos aplauda. La conciliación, la concertación, siempre ha significado la derrota de la Revolución, así lo dice la historia, nos lo dice Miranda, El Libertador en el Manifiesto de Cartagena, la Campaña Admirable, y también nuestra historia reciente, recordemos Abril, que dio pie para la preparación del gran sabotaje petrolero. El Socialismo sólo tiene una posibilidad, hacerse en contra del capitalismo y del reformismo, las concertaciones lo debilitan, confunden a la masa revolucionaria, los límites difusos disminuyen la pasión revolucionaria. Y Revolución débil es víctima fácil del patíbulo capitalista.» (12)
El leninismo parece aún bastante vivo en estas ideas. Los límites difusos del reformismo, disminuye la pasión revolucionaria. O terror revolucionario o muerte, llegaron a decir en algún momento los jacobinos. La oposición entre democracia socialista y democracia capitalista, en clave de ruptura revolucionaria violenta, encubre el debate sobre el socialismo y la democracia plural, además de pasar por alto un hecho esencial: la legalidad constitucional con la cual se mueve la revolución bolivariana es su propio proyecto político: la Constitución de 1999. Por tanto, si la Constitución de 1999 es pura legalidad oligárquica o burguesa, entonces no queda otra salida que activar un proceso constituyente de facto ó in jure (13).
Estamos ante una suerte de regresión socio-ideológica e histórica a las coordenadas mentales de los años 60, con la apología de la revolución rusa, sin ningún balance crítico:
«Pero hizo más Lenin: ¡hizo una Revolución! Demostró que es posible hacerla, él es el padre de la primera Revolución triunfante contra el capitalismo, del primer intento serio de construir el nuevo mundo, de construir el Socialismo. Dirigió la Revolución Soviética, le dictó rumbos, derrotó a los reformistas internos y a las agresiones de todas las naciones capitalistas de la época que se unieron contra el ensayo revolucionario. Por eso el odio visceral que Lenin y el Partido Bolchevique suscitan a los oligarcas, a los contrarrevolucionarios, a los reformistas. Lo atacan con saña, lo han convertido en un anatema, en algo que descalifica, en una grosería. Cuando el imperio, los capitalistas, los reformistas, los contrarrevolucionarios, acusan a algo o a alguien de Leninista, o de seguidor del Partido Bolchevique, indudablemente esa acusación indica que allí hay posibilidades revolucionarias, que ellos le temen.» (14)
Desde éstas posiciones «auténticamente revolucionarias» parece ignorarse toda la reflexión crítica teórica, histórica y política sobre la tragedia de la revolución anticapitalista soviética, negándose a estudiar incluso el papel de la Internacional Comunista ni las fronteras trazadas por las «21 condiciones de admisión» a la Internacional (15), con sus límites rígidos entre «reforma o revolución»; o entre «democracia liberal adocenada y dictadura del proletariado».
Sin embargo, la pregunta es si apelar al paradigma leninista clásico desbarata o no los principios, disposiciones fundamentales y alcances de la Constitución Bolivariana de 1999 y de su proyecto político. La revolución bolivariana caería en una contradicción auto-inducida. Si no hay claridad en este aspecto, la transición post-capitalista evade el asunto de cómo despejar las tensiones entre las resistencias anti-neoliberales, el poder constituyente de la multitud y la insurrección popular.
Si se pretendiese regresar a la tesis de una «dictadura democrático-revolucionaria de obreros y campesinos», tendríamos que explorar las afinidades electivas entre el pensamiento de Schmitt y Lenin cuando hablan de la posibilidad de una «Dictadura Democrática»; es decir, ir directo al código «amigos/enemigos». Entre revolución y reforma no hay política hegemónica, solo abismos y decisiones para dinamitar diálogos y puentes.
Esta postura de ruptura de compromisos mínimos democráticos, parte del desconocimiento de la idea de democracia participativa, que reconoce contenidos elementales del «liberalismo político», como el pluralismo y los contrapesos institucionales (El constitucionalismo social y democrático es justamente un eje del compromiso liberal-socialdemócrata del Estado Social), lo cual ha generado no pocas contradicciones en la propia alianza interna del campo bolivariano.
Por otra parte, desconocer el proceso popular constituyente, implica desconocer la conformación de un nuevo bloque histórico de los dominados y oprimidos en clave de «sujeto nacional-popular», que se identificó con la carta de derechos contenidos en la Constitución de 1999, la que los «auténticos revolucionarios» califican ahora como legalidad oligarca (siendo en gran medida parte central del proyecto histórico bolivariano). Así, la contradicción del campo bolivariano reside en su ambivalencia entre reconocer ó desconocer la Constitución de 1999, entre reconocer o no a los mecanismos electorales establecidos para el ejercicio directo e indirecto de la soberanía popular, descalificados en bloque por quienes consideran que esa Constitución representa ya una «camisa de fuerza».
Las elecciones multi-partidistas son calificadas como elecciones «capitalistas», cuestionando a su vez a la democracia participativa» como muy inferior a la «democracia revolucionaria»; estirando el concepto de «reformismo», hasta etiquetar a cualquier corriente, organización o persona que no esté de acuerdo con los planteamientos «auténticamente revolucionarios», con el cliché estalinista de: «enemigos del pueblo».
3.- LA REVOLUCIÓN DEMOCRÁTICA Y PACÍFICA: ¿ES UN INVENTO PEQUEÑO-BURGUÉS?
No es casual, que existan claras resonancias con los debates alrededor de la Unidad Popular en Chile durante el gobierno de Allende. La pregunta clave sigue siendo: ¿Es posible una transición democrática, electoral y pacífica al socialismo en condiciones de una economía dependiente, subdesarrollada, bajo la presión geopolítica del imperialismo norteamericano?
Si el «modelo de revolución» que se tiene en la cabeza es el doctrinarismo leninista, la respuesta es sencilla: no es posible. Por tanto, la ruptura revolucionaria es y será violenta. La política es sólo la continuación de la guerra por otros medios, como recordaba Foucault. Uno comprende entonces la importancia de las formas ideológicas en estas circunstancias, en medio de contradicciones sociales, económicas y políticas que las condicionan:
«(…) se abre así una época de revolución social. Al cambiar la base económica se conmociona, más o menos rápidamente, toda la inmensa superestructura erigida sobre ella. Cuando se estudian esas conmociones hay que distinguir siempre entre los cambios materiales ocurridos en las condiciones economices de producción y que pueden apreciarse con la exactitud propia de las ciencias naturales, y las formas jurídicas, políticas, religiosas, artísticas o filosóficas; en una palabra, las formas ideológicas en que los hombres adquieren conciencia de este conflicto y luchan por resolverlo. Y del mismo modo que no podemos juzgar a un individuo por lo que él piensa de si, no podemos juzgar tampoco a estas épocas de conmoción por su conciencia. Por el contrario, hay que explicarse esta conciencia por las contradicciones de la vida material, por el conflicto existente entre las fuerzas productivas sociales y las relaciones de producción.»(Marx. Prólogo a la contribución a la crítica de la economía política; 1859)
La forma político-jurídica de 1999 plantea una revolución democrática que no supera los límites socialdemócratas, pues la convocatoria a la Asamblea Constituyente de 1999 se realizó en nombre de: «La democracia social y participativa». El asunto medular reside en que plantear un más allá de la democracia participativa y de la economía mixta (reconociendo una importante área de propiedad colectiva) implica la «colectivización» (nacionalizaciones, estatizaciones o socializaciones) de la estructura económica del país. Todo esto implica revisar el concepto de la revolución democrática, para postular la superación del sistema socioeconómico establecido la propia Constitución de 1999. Ir más allá implica activar un nuevo proceso constituyente. Un proceso legitimo, pero que sin embargo desborda el principio de supremacía constitucional.
Si el proceso de transición post-capitalista en el siglo XXI implicase una combinación compleja de reformas radicales sucesivas, con dosis de gradualidad e intensidad, entonces su horizonte a corto y mediano plazo es el desarrollo efectivo de la economía mixta, la profundización de la democracia social y participativa, incluyendo figuras como la autogestión, la propiedad colectiva directa coexistiendo con el sector de propiedad estatal y con la propiedad privada de empresas capitalistas. Esto es lo que algunos «revolucionarios auténticos», llaman las fórmulas híbridas de la transición al socialismo.
Por otra parte, en el terreno de las formas políticas y jurídicas, cualquier postura que valore como elementos positivos a la democracia pluralista, el diálogo, la deliberación, los acuerdos mínimos negociados, o incluso una mayor participación de las bases sociales en la toma de decisiones, es descalificado automáticamente como valores «reformistas» o «pequeño-burgueses». Se inhibe así cualquier figura de pluralidad socialista.
Como queda en evidencia, esta postura extrema que dice identificarse con el «guevarismo» (otra figura del jacobinismo), es un indicador sintomático de un retorno a debates y prácticas que parecían superadas en el campo de la izquierda latinoamericana. Pero no es así. En Venezuela, la subcultura política del jacobinismo de izquierda, adquiere una visibilidad que coloca el asunto del despotismo estalinista como riesgo de la revolución bolivariana. La derecha anticomunista adopta un alter-ego simétrico: la izquierda antidemocrática.
De hecho, uno de los sintagmas que se han impuesto subrepticiamente en el debate (incluso en la forma jurídica), no justificar la lucha por la ampliación de derechos sino que apela a la «conciencia del deber social». Ya he elaborado críticas sobre este tópico (16). Aunque parezcan debates sin consecuencias, lo que está en juego son opciones colectivas y ético-culturales que afectan la compresión de la hegemonía democrática y socialista, pues la transición es imaginada como «dictadura del partido-vanguardia» (17).
Es decir, la transición: ¿es o no imaginada bajo formas y contenidos radicalmente democráticos?; y el horizonte-proyecto que se postula, ¿es o no un modelo de socialismo democrático-participativo? Desde nuestro punto de vista, se trataría de luchar por la posibilidad histórica de una revolución democrática, socialista, eco-política y descolonizadora, algo muy distinto de las experiencias históricas del socialismo burocrático del siglo XX.
4.- SE MANTIENEN GRAVES ERRORES DE CONCEPCIÓN SOBRE EL SOCIALISMO, PRESENTES DESDE LA REFORMA CONSTITUCIONAL FALLIDA DEL AÑO 2007:
Los graves errores que desde el año 2007 se han impulsado desde la alta dirección política del proceso bolivariano, han tenido consecuencias: perdida de respaldo en segmentos urbanos de los sectores populares, en franjas importantes de los sectores medios, y de pequeños y medianos emprendimientos. Esto tiene que ver con la ausencia de debates y balances críticos de inventario de las experiencias del Socialismo Real (incluyendo el caso de la revolución socialista en Cuba), y lo que significa repensar el nuevo socialismo de la democracia participativa para el siglo XXI.
Hay que tomar una nítida distancia del despotismo burocrático del siglo XX, así como ante paradigmas de liderazgo que traduzcan rasgos cesaristas de conducción del proceso: unipersonales, mono-lógicos y vertical-impositivos. El resultado de este estilo de liderazgo-conducción es una izquierda tutelada y un movimiento popular administrado, si posibilidad de ser interpelado de abajo hacia arriba.
Todo esto ha llevado a diversos signos de malestar y descontento. En declaraciones dadas en noviembre-2009, el diputado y dirigente político de izquierda Luis Tascón (18), afirmaba en un informe de previsión de escenarios electorales, que la popularidad del gobierno de Hugo Chávez, descendía progresivamente desde 2007, mientras que la oposición había sostenido una política coherente que le había permitido aumentar gradualmente la fuerza electoral en el mismo periodo de referencia. Tascón afirmaba que si se mantenía esta tendencia electoral, el Gobierno obtendría: «(…) una mayoría calificada muy precaria para aprobar leyes orgánicas y designar autoridades de los otras ramas del Poder Público».
El informe «Tascón» señalaba que el apoyo a la oposición crecía en los sectores populares, especialmente en los asentamientos urbanos, mientras el chavismo perdía espacios, que la maquinaria del Partido Socialista Unido de Venezuela, no había logrado superar en eficacia al Comando Miranda-2006, ni al Comando Maisanta-2004:
«(…) la oposición ganaría entre 66 a 76 diputados, sobre todo en los centros más poblados y la revolución obtendría entre 91 a 101 diputados, en cualquier escenario es muy precaria la mayoría calificada para aprobar leyes orgánicas y designar autoridades de los otras ramas del poder publico, lo cual obligara al acuerdo con la oposición que podrá recuperar espacios de poder en instituciones vitales de la República, comprometiendo la estabilidad y gobernabilidad reeditando la polarización y conflicto del parlamento vivido en el parlamento entre 2000 y 2005, Por otro lado de mantenerse la tendencia aunque la asamblea nacional se ganará, la oposición obtendrá una victoria en el voto popular, calculada en cerca de 500 mil votos, diferencia que podrá incrementarse de mantenerse la crisis de la opción revolucionaria y abrirá las puertas de la derrota en las elecciones del 2012 tanto en estados y municipios estratégicos como en la presidencia de la República misma.»
De los resultados electorales del 26-S se desprenden grados de confirmación del informe señalado. El «polo bolivariano» obtuvo una mayor cantidad de cargos, con una pequeña ventaja relativa de votos a la hora de valorar la correlación electoral por estados. Un análisis detenido, circuito por circuito, muestra que las ventajas no superan en muchos casos el 5 % de los votos. Por tanto, no hay amplias mayorías electorales sino «empate catastrófico». De los 87 circuitos disputados por votos uninominales, el polo bolivariano conquistó sólo 54 circuitos (62,06% de circuitos totales del país).
Sin duda, la lectura de los curules obtenidos genera una percepción distinta. El polo bolivariano conquisto 98 curules, la oposición 67 y el PPT sólo 1. Todo esto, con una ventaja relativa en total de votos por circuitos mayores de 5 % de diferencia en tan sólo 37 de los 87 circuitos. Aquí comenzamos a entrar en la verdadera dimensión de la victoria del polo bolivariano (19). Entonces, ¿Hay base estadística suficiente para declarar que se conquistó una «victoria contundente»? En absoluto. Esto es cierto en solo 37 de los 87 circuitos disputados. Se trata entonces de una victoria del polo bolivariano que profundiza el «estancamiento» o «equilibrio catastrófico». No hay ventajas decisivas en la correlación de fuerzas electorales.
Lo planteado por Toby Valderrama («Equipo-Un grano de maíz») se acerca a la realidad en tanto diagnóstico de superficie. Pero las causas profundas y las conclusiones políticas que se desprenden de este síntoma de desgaste es justamente, algo muy distinto.
5.- IDENTIFICAR FACTORES DE REFLUJO POLÍTICO: ¿QUE (NO) HACER?
El reflujo político tiene otro tipo de causas y condiciones distintas a la presunta «hegemonía del reformismo»: es el doctrinarismo de la izquierda cavernaria (bloqueando las voces y los liderazgos de base de los sectores populares) la que insiste en «calcar y copiar» modelos de socialismo indeseables para grandes segmentos de la población, es el rechazo a la deriva cesarista como paradigma de liderazgo, es la limitación a la democracia participativa por parte de la dirección del PSUV, es la ineficiencia de la política social (las misiones presentan un grave deterioro y no hay una institucionalización de programas sociales con eficacia, eficiencia y alto impacto), es el bloqueo al empoderamiento autónomo de los movimientos sociales y populares, son las graves fallas de política económica que siguen sin romper con una economía rentista petrolera (como modelo extractivista de crecimiento económico), reproduciendo fallas en el modelo distributivo y redistributivo de la renta (el reparto del ingreso nacional sigue siendo desfavorable al mundo del trabajo), es la ausencia de instancias de debate-encuentro entre fuerzas y movimientos de izquierda.
Este conjunto de factores son suficientes para no seguir con visiones auto-complacientes ni con auto-engaños. La revolución bolivariana ha tomado un rumbo equivocado y requiere una profunda reconducción democrática del proceso popular constituyente que se inicio en 1998. Requiere de una radicalización democrática como eje de la rectificación y del reimpulso. Una re-politización de la gestión pasa por una estrategia hegemónica de carácter profundamente democrático, por recuperar, reunificar y reagrupar actores, movimientos y fuerzas sociales que se han venido desactivando, distanciando y desagregando de la corriente histórica nacional-popular que amalgamó la revolución bolivariana en 1998.
Aunque las correlaciones de fuerzas no son exclusiva ni predominantemente electorales, una revolución que se califica como democrática, pacífica y electoral, no puede perder de vista los flujos y reflujos electorales. La combinación de fuerzas económicas, sociales, políticas, ideológicas, institucionales, militares, internacionales y culturales, terminan poniéndose en juego en acontecimientos electorales, donde la movilización de recursos de poder y el control de centros estratégicos de decisión política e institucional tiene un correlato en votos.
Hay muchos más aspectos a considerar, si se trata de hacer previsiones para el 2012. Lo fundamental en un riguroso análisis de la correlación de fuerzas para evitar la derrota estratégica de la revolución bolivariana. Y allí la crítica, por más desmesurada que sea, es un insumo de trabajo político. Para este elemental propósito, hay que corregir las fallas en la definición del Proyecto Político de Gobierno.
6.- LA HEGEMONIA DEMOCRÁTICA POSTERGADA Y EL SOCIALISMO BOLIVARIANO:
El «Socialismo Bolivariano» debe ser definido ampliamente como democrático, plural, incluyente y participativo, sin dejar ningún resquicio de dudas sobre su alejamiento de las experiencias del socialismo burocrático del siglo XX. Es necesario mejorar las capacidades políticas, profesionales y técnicas de gestión del Gobierno. No deben descuidarse las fallas en la gobernabilidad del sistema económico y la dificultad estructural para recuperar un crecimiento económico sostenido, diversificado y ecológicamente sustentable, con mayor democratización de la riqueza y de la propiedad, con una más eficiente y transparente redistribución del bienestar social; reconociendo una economía mixta con tres áreas de propiedad claramente definidas. Se trata de establecer una consistente relación entre la Constitución de 1999 y la vía venezolana al «Socialismo Bolivariano», lo cual afecta la definición de un arreglo institucional que defina «reglas de juego» para el funcionamiento de los motores del crecimiento, la diversificación productiva y el reparto del excedente producido.
Resumo este tema en dos grandes cuestiones que son inseparables: a) el proyecto de transición democrática al socialismo»; y b) el proyecto de transición al socialismo democrático. El carácter revolucionario de ambos procesos reside en la liquidación histórica de las presiones transnacionales y nacionales que pretenden la imposición de un capitalismo neoliberal en la coyuntura mundial actual. De por si, este hecho es revolucionario, ir a contracorriente de los vectores transnacionales de poder en el capitalismo global-corporativo.
Ahora, bien, la cuestión anticapitalista en las nuevas circunstancias no es una decisión de corto plazo, ni de un arco de fuerzas sociales y políticas cuyo ámbito de actuación sea acotado al Estado-nación o a un solo país, a menos que se quiera arribar a un escenario de «fortaleza asediada» y de estrangulamiento paulatino en la inter-dependencia asimétrica mundial.
Un bloque regional de poder es imprescindible para avanzar en la construcción de alternativas viables al neoliberalismo y al capitalismo global-corporativo. Para algunos actores, fuerzas y movimientos, promotores de la revolución socialista en clave de «socialismo revolucionario», el «socialismo democrático-participativo» constituye una babosada «reformista y socialdemócrata». Sin embargo, la tesis que sostendré es que hay que ir más allá de las dos izquierdas históricas para renovar la democracia socialista y participativa en el siglo XXI (20).
Así como Lenin definió las dos tácticas de la socialdemocracia rusa, hay que saber interpretar las condiciones geopolíticas internacionales que permiten avances paulatinos o radicales hacia la construcción del socialismo en países periféricos y dependientes, altamente vulnerables a los vaivenes de la economía mundial y sus centros hegemónicos de poder. En contraste con aquellas corrientes que se auto-definen básicamente como «auténticos revolucionarios», considero que en Venezuela, no se han agotado las condiciones ni objetivos de la lucha cívica, democrática, electoral y constitucional para desplegar nuevos pensamientos, prácticas y políticas de democracia social, plural y participativa.
La Constitución de 1999 sigue siendo una Constitución social de avanzada, una Constitución social y democrática que plantea una revolución democrática permanente para construir una sociedad justa, con inclusión social y desarrollo humano integral. Agotar estos contenidos sigue siendo una tarea pendiente del presente y del futuro inmediato.
Se trata ciertamente de un momento embrionario de las luchas anticapitalistas con mayores contenidos y alcances. La revolución democrática abre los caminos. Pero son los pueblos organizados los que definen hacia donde y en que medida quieren transitar los caminos del socialismo.
Notas:
(1) Aquellos segmentos intelectuales de la izquierda mundial (que en apariencia cuestionan radicalmente al mismo poder mediático-transnacional y su papel en el funcionamiento de los aparatos de hegemonía intelectual y cultural), ven alineadas sus actitudes, creencias básicas y discursos con las matrices de sentido y significación dominantes (la opinión pública hegemónica), censurando sutilmente cualquier referencia al Socialismo como paradigma-base del imaginario social-radical anticapitalista.
(2) Todavía hoy sigue siendo actual la crítica a la «teoría elitista de la democracia» (1967) de Peter Bach. Primer prejuicio de la teoría elitista: que las masas son intrínsecamente incompetentes para ejercer el poder, y segundo, que son en el mejor de los casos, materia inerte y moldeable a voluntad, y en el peor, seres ingobernables y desenfrenados con una proclividad insaciable a minar la cultura y la libertad.
(3) Beatriz Stolowicz: «Gobernabilidad como dominación conservadora», en El mito de la gobernabilidad. Quito, Trama, 1997; «La democracia gobernable: instrumentalismo conservador», en Cuadernos de Nuestra América, núm 28, La Habana, julio-diciembre de 2001; «La crisis de la democracia gobernable», Caracas, Revista Venezolana de Economía y Ciencias Sociales, vol.7, núm.2, agosto de 2001.
(4) La Ley Antisocialista, que puso fuera de la ley al Partido Socialdemócrata Alemán, había sido promulgada por el gobierno de Bismarck con el apoyo de la mayoría del reichstag el 21 de octubre de 1878, tenía como objetivo reprimir al movimiento socialista y obrero. La validez de esta ley debía alargarse cada dos o tres años. Pero fue derogada el 1ƒ de octubre de 1890 bajo la presión del movimiento de las masas obreras.
(5) Ciertamente, se trata de la superación crítica de la democracia liberal, pero sin confundirla con posiciones anti-liberales presentes en discursos como el fascista o el nazi; e incluso presentes en el imaginario político jacobino o blanquista, que inspiró a los dirigentes bolcheviques rusos. De allí que haya que luchar permanentemente sobre dos frentes: contra la reacción capitalista, por una parte, y contra la regresión despótico-estalinista, conquistando espacios de libertad, alteridad, democracia, liberación, diversidad, justicia y paz.
(6) El día sábado, 21 de noviembre de 2009, en la reunión ante los 772 delegados del PSUV, el presidente Chávez, advirtió que la revolución está «obligada» a ganar al menos dos tercios de la Asamblea Nacional (AN) en las elecciones de septiembre de 2010 para garantizar el «avance» del proceso de cambios que lidera.
(7) «Sólo un pueblo Socialista es capaz de la hazaña de la Cuba de aquellos días (se refiere a los acontecimientos de 1989): ¡resistir a la caída del campo socialista, y al embate del imperio más poderoso que ha conocido la historia! Ella preservó la esperanza. Nos decía con su ejemplo que un mundo mejor es posible, que la historia no terminaba con el capitalismo, que la enfermedad era superable. Poco a poco, la humanidad volvió sus ojos a Cuba. Su llama heroica aún alumbra el camino de salida del infierno capitalista. La posición frente a Cuba define a los revolucionarios. A ella nos une algo más que intereses materiales o afinidades ligeras: nos une la hermandad de remar juntos en el mismo barco, el de la redención del humano, el del Socialismo.»(19-03-2008. http://ungranodemaiz.blogspot.com/2008/03/cuba-define.html)
(8) Ver: (28-09-2010.http://ungranodemaiz.blogspot.com/2010/09/nos-derrotaron.html)
(9) «La específica distinción política a la cual es posible referir las acciones y los motivos políticos es la diferenciación de ‘amigo’ (Freund) y ‘enemigo’ (Feind). Ella ofrece una definición conceptual, es decir, un criterio, no una definición exhaustiva o una explicación del contenido» (Schmitt, El Concepto de lo Político, 1985:22-23).
(10) Ver: Discurso de presentación de memoria y cuenta ante la Asamblea Nacional 2011. http://www.asambleanacional.gob.ve/index.php?option=com_docman&task=doc_view&gid=2832&tmpl=component&format=raw&Itemid=185〈=es
(11) http://www.aporrea.org/ideologia/a107502.html
(12) Ver: (19-01-2011.http://ungranodemaiz.blogspot.com/2011/01/el-falso-dilema-democracia-o-dictadura.html)
(13) La revolución socialista entraría en el campo de la decisión política, de ruptura de las instituciones, de las superestructuras políticas y jurídicas, de sus formas de conciencias social, para romper radicalmente con la estructura de relaciones de producción y cambio capitalistas. O estructura económica capitalista o estructura económica socialista. No hay híbridos ni términos medios. La transición es ruptura histórica, no gradualidad, ni dislocaciones sucesivas, es quiebre, momento de decisiones de la vanguardia política, que como diría Lenin asume el papel de conducción y construcción del movimiento revolucionario de masas, estén maduras o no, para ese momento rupturista. La revolución es fundamentalmente un acto de voluntad colectiva de la vanguardia organizada y consciente, más allá del pensamiento marxiano, con todas sus consideraciones sobre desarrollo orgánico de contradicciones, de condiciones objetivas y circunstancias adecuadas.
(14) Ver (8-11-2010. http://ungranodemaiz.blogspot.com/2010/11/lenin.html)
(15) Las condiciones para la admisión a la Internacional Comunista, popularmente conocidas como las 21 condiciones, eran los puntos ideológicos y organizativos que debía aprobar todo partido u organización que quisiese adherirse a la Internacional Comunista. Estas condiciones fueron aprobadas durante el segundo Congreso Mundial de la Internacional Comunista, el 30 de julio de 1920. Algunas de estas condiciones establecían: «Romper totalmente con los reformistas y su expulsión (condiciones 2ª, 7ª y 21ª)».
(16) Ver: «A propósito de la elevada conciencia del deber social». http://www.aporrea.org/ideologia/a87622.html, «¿Quiénes inventaron la frase conciencia del deber social»?».
(17) El debate aun no asumido sobre la constitución de subjetividades y la emancipación, sobre los espacios de libertad y liberación, sobre la contra-hegemonía y el pensamiento único revolucionario, no aparece en el imaginario ni el subcultura de la izquierda despótica por razones harto evidentes. Toda esta problemática es «pequeño burguesa y anarquista».
(18) www.scribd.com/doc/22612754/Informe-Tascon-sobre-tendencias-electorales-para-2010
(19) En 50 de los 87 disputados (57,47 %) hay prácticamente mínimas ventajas relativas (un equilibrio de fuerzas) entre ambos polos: el polo electoral bolivariano y el polo electoral opositor, incluyendo a los votos del PPT.
(20) Ver: La muerte del mito de las dos izquierdas. http://www.aporrea.org/ideologia/a49681.html.
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