En el primer volumen de sus memorias, Néstor Majnó nos describía cómo los campesinos y obreros de la región de Guliaipole fueron capaces en 1917 de dotarse de una organización comunal y autogestionada que abría el camino de una profunda transformación social. Sin embargo, la capitulación de Brest-Litovsk en febrero de 1918 y la acometida […]
En el primer volumen de sus memorias, Néstor Majnó nos describía cómo los campesinos y obreros de la región de Guliaipole fueron capaces en 1917 de dotarse de una organización comunal y autogestionada que abría el camino de una profunda transformación social. Sin embargo, la capitulación de Brest-Litovsk en febrero de 1918 y la acometida subsiguiente de los ejércitos austro-alemanes y sus lacayos ucranianos, supuso la vuelta de los viejos amos y una salvaje represión que asesinó y llevó al exilio a muchos revolucionarios. Entre los que lograron huir estaba nuestro protagonista, y en el segundo volumen de sus memorias, éste nos relata sus andanzas por la Rusia en guerra, que culminan con una visita a Moscú.
De regreso en su tierra a comienzos de julio de 1918, Néstor Majnó organizó una audaz guerra de guerrillas contra los ocupantes y sus cómplices, y ésta fue capaz de alcanzar éxitos notables al contar con el apoyo de los campesinos. De esta forma, el armisticio del mes de noviembre y la retirada de los invasores dejaron en Ucrania oriental lo que ya podemos considerar el embrión de un ejército curtido y bien pertrechado y estructurado, brazo armado de las masas populares: lo que la historia conocerá como el ejército majnovista. Estas luchas se recogen en el tercer y último volumen de las memorias de Néstor Majnó: Revolución en Ucrania (junio a diciembre de 1918), libro cuyo original en ruso vio la luz póstumamente en 1937 con una breve introducción de Volin.
Julio y agosto de 1918: organización de las guerrillas
En las amplias estepas y las aldeas de Ucrania oriental reina la contrarrevolución que han traído en la punta de sus bayonetas los ejércitos austro-alemanes y sus secuaces de la Varta, la guardia nacional del títere que ahora ostenta el poder en Kyiv, el atamán Pavló Skoropadski. Es también un nacionalista ucraniano, como lo era la Rada Central que gobernó el país desde abril de 1917 hasta finales de marzo de 1918, pero ésta fue disuelta por no ser suficientemente complaciente con los invasores.
Nuestro protagonista, recién regresado clandestinamente a su tierra, es consciente de que le toca asumir un papel director en esta nueva fase, pero debe medir cuidadosamente sus pasos. El 4 de julio pone su firma en una carta a los campesinos de la que pronto circulan por la región decenas de copias. En ella hace un llamamiento a la resistencia contra el invasor y a la lucha por los ideales de la revolución social.
Escondido en una localidad próxima a Guliaipole, arde en deseos de acercarse a abrazar a amigos y parientes. Muchos le aconsejan prudencia, pero a mediados de agosto acude allí de incógnito y extremando las precauciones. La noticia de las numerosas ejecuciones sumarias no lo desmoraliza, y trata de calmar los sentimientos antisemitas que afloran por la traición de la compañía judía que desencadenó el desastre. En seguida se organizan grupos guerrilleros y emprenden acciones contra los terratenientes que regresaron a sus antiguas posesiones y los destacamentos enemigos.
La subsiguiente represión, obliga al líder a buscar refugio en Ternovka, al norte de Guliaipole, pero esta última ciudad es la elegida para un golpe de efecto. Él y otro compañero, Isidor Lyuty (Petya), ambos disfrazados, se disponen a volar el cuartel general allí de los austro-alemanes, cuando la presencia de mujeres y niños entre las posibles víctimas hace que Néstor suspenda la operación, no sin que le cueste trabajo convencer a Petya del cambio de planes.
Septiembre a diciembre de 1918: el nacimiento de un ejército
Las guerrillas son cada vez más numerosas y contundentes, al tiempo que su armamento mejora con lo que van capturando. Montando una ametralladora en un carro tirado por dos a cuatro caballos nace la «tachanka», elemento decisivo a partir de entonces en todas las operaciones. A finales de septiembre, el destacamento de Majnó, que vaga por campos y aldeas, acechado por sus enemigos, en un golpe de audacia consigue ocupar Guliaipole varios días. Allí imprimen miles de sus proclamas revolucionarias y despachan telegramas a toda Ucrania informando de la liberación de la ciudad y llamando a la insurrección. Los austro-alemanes toman posiciones en los alrededores, y cuando atacan desde el sur, los majnovistas se enfrentan a ellos, pero en unas horas optan por retirarse ordenadamente.
Al día siguiente, en la localidad de Dibrivka, el grupo de Néstor contacta con el que capitanea Fiódor Schuss, un anarquista que sirvió en la marina durante la Gran Guerra, sesenta hombres bien armados y camuflados con uniformes de la Varta. Deciden unirse y acometer empresas más ambiciosas, contando también entre sus enemigos a las unidades blancas del Don y el Kubán que pretenden controlar la región. Después de un llamamiento a la población, los insurgentes son casi mil quinientos, dispuestos a todo aunque con armas sólo para uno de cada cuatro. El 30 de septiembre consiguen aplastar a fuerzas austriacas muy superiores en las inmediaciones de Dibrivka, y es entonces cuando todos comienzan a llamar a Néstor, «Batko» (padrecito en ucraniano), mientras centenares de campesinos acuden a engrosar las filas de los rebeldes. Tras la victoria, los miembros de la Varta y de las bandas de propietarios fueron fusilados sin pensarlo dos veces, pero a los soldados austriacos se les envió a casa provistos de provisiones para el camino, aunque desarmados y sin gorro; esto es, desmovilizados.
Sin embargo las tornas cambian a los pocos días, cuando el enemigo contraataca con fuerzas muy superiores. Queman Dibrivka y masacran a sus gentes, mientras los insurgentes, impotentes, se ven obligados a retirarse. En Gavrilovka e Ivanovka, aldeas próximas, éstos ejecutan su venganza en los terratenientes a los que responsabilizan de lo de Dibrivka. Es el momento feroz del ojo por ojo, y «muerte» será el primer eslogan que los majnovistas escribirán en sus banderas negras, como una condena de los verdugos de la revolución, los enemigos del pueblo trabajador. No obstante, tras la orgía de destrucción, la mente se aclara y el corazón exige que se evite cualquier crueldad innecesaria. En el contexto de una guerra en que la ejecución de los prisioneros era casi la norma, los majnovistas destacarán, de acuerdo con las fuentes primarias disponibles, por su relativa moderación.
Corre ya en el mes de octubre y la guerrilla de Néstor Majnó extiende la llama de la revuelta por todas las aldeas de la región; griegos y tártaros reciben también el mensaje. A los terratenientes se les desarma y se les exigen contribuciones; los que esconden armas, son fusilados. Con esto y las victorias, el arsenal aumenta, mientras los efectivos se multiplican por el entusiasmo de los campesinos. En ocasiones, éstos se niegan a asumir el control de pequeñas empresas, por miedo a represalias, y se decide entonces dejarlas provisionalmente en manos de sus propietarios, pero con obligación de aplicar tarifas mínimas. Aún en octubre, los majnovistas ocupan Guliaipole, cuya población les apoya mayoritariamente. En esos días, los más destacados elementos de la reacción, culpables de crímenes contra el pueblo, son ejecutados, aunque se intenta evitar una espiral represiva.
El 15 de noviembre de 1918, los majnovistas cosecharon una penosa derrota militar. Mientras estaban cantonados en la aldea de Temirovka, una patrulla detuvo a un reconocido kulak que merodeaba, pero cuando declaró que había venido a solicitar permiso para el paso de una comitiva nupcial por el pueblo se le dejó libre. Al cabo de media hora, un regimiento de tiradores húngaros, informado de todos los detalles de la defensa, atacó por sorpresa y consiguió un éxito aplastante. Casi la mitad de los trescientos cincuenta miembros del destacamento perdieron allí la vida, y el Batko y dos de sus lugartenientes, Semión Karetnik y Fiódor Schuss, resultaron heridos. No obstante, las noticias de estos hechos fueron un detonante para el incremento de la insurgencia en toda la región. Los campesinos comprendían que había llegado la hora decisiva del combate a muerte.
En este mismo mes de noviembre, tras la firma del armisticio que pone fin a la guerra mundial, Pavló Skoropadski es depuesto en Kyiv y los nacionalistas ucranianos de Simón Petliura forman gobierno. Una amnistía permite regresar a casa a los detenidos anarquistas, entre ellos un hermano de Néstor, Saveli. Ante estos cambios, los majnovistas dejan claro que su postura sigue siendo la misma, irreductiblemente por la emancipación y autogobierno de las masas campesinas y contra cualquier engendro estatal que pretenda imponer sus directrices.
Al final del libro encontramos a los insurgentes enriquecidos con el armamento abandonado por los ocupantes en su retirada y dotados de una estructura militar robusta y federada, pero enfrascados en una lucha en varios frentes contra todos los enemigos que aún amenazan la revolución. Los responsables de cada sector son elegidos democráticamente.
Una gesta que es imprescindible recordar
El hilo del relato se interrumpe cuando el primer golpe contra la revolución de los trabajadores de la orilla izquierda del bajo Dniéper ha sido superado. Sin embargo, otros enemigos poderosos tomarán el relevo; los petliuristas y los blancos ya desde ese momento, y en unos meses, el Ejército rojo. Todos ofrecerán ocasionalmente alianzas contra los adversarios comunes, pero sólo serán aceptadas las de estos últimos, por dos veces, y únicamente para ver cómo, cuando el peligro era conjurado, los bolcheviques volvían sus armas contra ellos. Finalmente, fueron los que tenían la desfachatez de nombrarse «poder soviético» los verdugos definitivos de los soviets libres y democráticos de Ucrania, ya en el año 1921.
Huérfanos de las palabras del protagonista principal de los hechos, podemos acudir a las de otros que los vivieron a su lado. Piotr Arshínov (1886-1937) publicó en 1924 su Historia del movimiento majnovista, que es la fuente primaria más minuciosa y solvente de que se dispone. Uno de los lugartenientes de Néstor, Víktor Belash (1893-1938), que continuó la lucha tras el exilio de éste y fue detenido por los bolcheviques, pergeñó en las mazmorras de la Cheká unas memorias que fueron completadas por su hijo Aleksandr y editadas en ruso en 1993 en Kyiv: Dorogi Néstora Majnó (Los caminos de Néstor Majnó), un documento valiosísimo que desgraciadamente aún no ha sido traducido. Hay que decir también que hasta el momento el trabajo historiográfico más riguroso sobre la revolución majnovista es el de Alexander Skirda. Su última versión, en inglés y actualizada hasta 2004, Nestor Makhno, anarchy’s cossack, contiene un análisis exhaustivo de las numerosas, pero dispersas y a menudo contradictorias, fuentes disponibles, y logra alumbrar el derroche de voluntad y sufrimiento de aquella gesta memorable.
Tras exiliarse en Rumanía y luego en Polonia, donde lo persiguen las añagazas «soviéticas», fue por fin en Francia donde nuestro Batko encontró un refugio seguro en 1925, pero la tuberculosis que llevaba dentro todo ese tiempo sólo lo dejó vivir hasta el 25 de julio de 1934. Sus cenizas reposan en el cementerio Père-Lachaise de París, y su recuerdo permanece poderoso en el corazón de todos los que siguen buscando caminos para la emancipación del ser humano.
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