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Richard Stallman: La libertad exige en muchas ocasiones grandes sacrificios

Fuentes: El Comercio (Asturias)

«El único principio de los políticos de mi país es el bolsillo» Aspecto desaliñado, barba larga y descuidada, con incipientes canas, mirada clara y penetrante y caminar parsimonioso. Sólo el maletín, que cuelga de su hombro, del que asoma un pequeño ordenador portátil, delata ante quién estamos. Richard Matthew Stallman (Manhattan, Nueva York, 1953) fundador […]




«El único principio de los políticos de mi país es el bolsillo»
Aspecto desaliñado, barba larga y descuidada, con incipientes canas, mirada clara y penetrante y caminar parsimonioso. Sólo el maletín, que cuelga de su hombro, del que asoma un pequeño ordenador portátil, delata ante quién estamos. Richard Matthew Stallman (Manhattan, Nueva York, 1953) fundador del movimiento GNU y padre del software libre. Su sola presencia no deja indiferente a nadie. Sus opiniones acerca de cómo debería ser la informática trascienden esta disciplina y son balas contra el sistema, porque para él cualquier programa puede ser usado, copiado, estudiado y distribuido libremente. Sus admiradores le siguen como a un profeta y sus detractores, especialmente las grandes multinacionales tecnológicas, lo ven como una amenaza.

En privado, este físico por la Universidad de Harvard, gran amante de las matemáticas, políglota y brillante programador, es afable y un gran comunicador. Se considera dotado de un talento natural para la informática y de una buena memoria, cualidades suficientes para facilitar su trabajo. Asumió hace muchos años su papel de portavoz de un movimiento que aglutina millones de personas en todo el mundo y, como buen predicador, exige, a todo aquel que se acerque al personaje, un conocimiento exhaustivo de su obra. Su obsesión por la libertad le hace prescindir de algo tan común como el teléfono móvil y de evitar dormir en hoteles para que no conste su pasaporte en el registro de huéspedes. Tras tanto tiempo por el mundo no se considera de ningún lugar, aunque reconoce que le gusta mucho Cambridge (Massachusets), lugar donde vive desde que comenzó su carrera hace treinta y cinco años. Hoy ofrece una conferencia, a partir de las 11.30 horas, en la Escuela Politécnica Superior de Ingeniería de Gijón, y hasta se han fletado autobuses para oírle.

-¿Porqué promulgó, en el año 1983, el manifiesto GNU, pionero del software libre?

-La única manera de usar ordenadores en libertad en una comunidad de seres libres es con software libre. En aquel tiempo sólo había software privativo (el que ofrecen empresas como Microsoft) y el usuario estaba bajo el dominio del desarrollador del programa. Así que me puse manos a la obra y comencé a desarrollar este proyecto sabiendo que me iba a llevar muchos años. Esa era mi responsabilidad. Desarrollar software libre por un motivo ético.

-¿Cómo fueron esos comienzos?

-Muchas veces la libertad exige grandes sacrificios. Los comienzos fueron duros, aunque no conviene exagerar la dificultad. Gracias al trabajo que hicimos desde nuestra comunidad, hoy ya no hay excusas para rechazar el software privativo. Hay aplicaciones libres para casi todo. Hoy ya no se necesita hacer ningún sacrificio, como mucho alguna incomodidad.

-Usted habla del software libre como si se tratara de una religión o una doctrina, ¿por qué?

-Observar los derechos humanos en un nuevo aspecto de la vida como es la informática es un proceso muy largo. Para que tengamos libertad de prensa tuvieron que pasar más de tres siglos desde la creación de la imprenta. Creo que he descubierto unos derechos humanos del usuario de software, pero es una idea nueva y transgresora. Las empresas tienen mucho poder y deciden qué creencias son las normales. Para nuestro movimiento la meta de reemplazar el software libre por el privativo es una cuestión ética, de respeto a la libertad del usuario. Nuestra comunidad tiene un deber que es de ayudar a su prójimo.

-Estas ideas fueron catalogadas de comunistas por parte de muchos de sus conciudadanos

-No, pero es que no tiene nada que ver con el comunismo. El deber de ayudar a tu prójimo existía milenios antes de Marx. Las religiones mayores del mundo han promovido explícitamente esta idea . El espíritu de buena voluntad y de ayuda al vecino es esencial para cualquier sociedad. Lo que he hecho yo es aplicar esta idea amplia a la informática y reconocer que también en mi campo la ética tiene consecuencias.

-¿Tiene usted problemas para expresar estas creencias en su país?

-Bastante. Es más fácil en España. No debe obviar que la empresa que más gente tiene sujeta al software privativo, Microsoft, financió la campaña de Bush antes de que éste robase su primera elección. Desde Washington hay una orden de apoyar en todos los países el software privativo, especialmente el realizado por la empresa de Bill Gates.

-Fuera de Estados Unidos ¿recibe su proyecto apoyos por parte de la política?

-En algunos países como España sí. Ahí está el ejemplo de la Junta de Extremadura que migró al software libre. También recuerdo hace un tiempo que un senador de la derecha me dijo que la administración que no utiliza software libre no es democrática. Me sorprende porque tanto la derecha y la izquierda de mi país el único principio que tienen es el bolsillo. Hace décadas podías conocer políticos honestos. Hoy no lo creo.

-Un enemigo muy peligroso para el software libre son las patentes, ¿no?

-Las grandes como Microsoft tienen miles de patentes, pero también las pequeñas empresas tratan de patentar cada línea de código que escriben. Los programadores no intentarán desarrollar grandes programas por miedo a cometer algún delito y hay que tener en cuenta que un gran programa es un compendio de cientos de ideas, si estás están patentadas no se podrá hacer nada sin permiso.

-Su posición respecto al intercambio de archivos por internet parece entonces clara.

-Es un asunto muy sencillo, el intercambio es un derecho humano y cualquiera puede tener la libertad de copiar y compartir no comercialmente cualquier obra publicada si es de software o cualquier obra de uso práctico. Si no es de uso práctico, como la música, no deben ser libres en el mismo sentido, pero sí tener la mínima libertad, esto es, la distribución no comercial de copias exactas.

Enlace a noticia original:


http://servicios.elcomerciodigital.com/pg060303/prensa/noticias/Sociedad/200603/03/GIJ-SOC-165.html