«¿Quién puede creer que se pueda inocular un cáncer?» «Momificar a un presidente es endiosarlo y fanatizar una ideología, es de culturas primitivas». «Se ha mentido sobre la salud de Hugo Chávez», «El gobierno de Maduro trata de engañar al pueblo para mantenerse.» «Secretismo»,»fetichismo», «fanatismo, «necrofilia»,»Paranoia». Éstas son algunas de las ideas que los medios […]
«¿Quién puede creer que se pueda inocular un cáncer?» «Momificar a un presidente es endiosarlo y fanatizar una ideología, es de culturas primitivas». «Se ha mentido sobre la salud de Hugo Chávez», «El gobierno de Maduro trata de engañar al pueblo para mantenerse.» «Secretismo»,»fetichismo», «fanatismo, «necrofilia»,»Paranoia».
Éstas son algunas de las ideas que los medios de comunicación comerciales difunden continuamente sobre Venezuela. Centran el debate del Chavismo en hechos anecdóticos sin profundizar en lo que realmente está en juego en el país petrolero: Una feroz lucha de clases entre una mayoría históricamente excluida y un sector de la población acomodada, rica y blanca que sometieron al país en lo económico, político y social llevándolo a dramáticos índice de pobreza cercanos al 60%. Hoy en día, la pobreza ha bajado a un 24%.
Como es lógico, los pobres y los millones de personas que dejaron de serlo, están dispuestos a defender el Chavismo después de la muerte de Hugo Chávez. Debaten y analizan distintas áreas para la construcción de una sociedad más justa mientras muchos intelectuales, influenciados por las matrices mediáticas, se enredan en discusiones intrascendentes que no cuestionan ni afectan al sistema establecido.
Los medios de comunicación comerciales intentan invisibilizar la construcción de esta nueva sociedad tratando de dar una visión distorsionada del país: No tienen más que descontextualizar algunas frases del gobierno para moldear una imagen esperpéntica y ridícula del Chavismo. Aprovechan que un gobierno popular no tiene exquisitos asesores de imagen que les indiquen lo que es mediáticamente oportuno. Si se está construyendo un proyecto para las mayorías no se necesita recurrir al engaño y a la seducción como si vendieran cosméticos.
En los últimos días hemos observado que la estrategia comunicacional de estos medios comerciales ha sido construir las burlas al gobierno venezolano sobre al menos tres ejes principales: Embalsamar a Chávez, la acusación de inocular el cáncer y las «mentiras» sobre el estado de salud de Hugo Chávez.
Embalsamar a Chávez
Es fundamental contextualizar un hecho para poder analizarlo, una tarea que parece han olvidado algunos periodistas bien pagados en todo lo que se refiere a Venezuela. El día que Maduro anuncia la posibilidad de embalsamar a Chávez, había impresionantes colas kilométricas de más de 10 horas para visitar los restos mortales del Presidente. Familias enteras, personas mayores, niños y niñas de todas las edades, personas enfermas, cientos de miles que pasaron la noche esperando a ver a «su Presidente». Ese día, bajo un sol tropical, deshidrataciones, desmayos y fuertes emociones, un grupo importante de la cola derribó una valla de protección al grito de «¡Queremos ver a nuestro Presidente!». Este hecho motivó la decisión, quizás precipitada e improvisada, de embalsamar a Chávez para tratar de conservar sus restos más tiempo y dar el derecho a esa multitud de expresar su sentimiento de gratitud y dolor por la pérdida de lo que para ellos ha sido un símbolo de lucha y liberación.
Desde los grandes medios de comunicación se comenzó a ridiculizar esta idea y presentarla como un proyecto faraónico, de culto desmesurado al «Caudillo» idolatrado. La realidad indiscutible es que no había tiempo suficiente para que estos millones de personas que querían despedir a Hugo Chávez pudieran verlo. Nos guste o no, y rompiendo los habituales prejuicios eurocéntricos, ¿por qué un gobierno democrático no va a atender el reclamo que demanda un importante sector de su población? Los españoles han dedicado más atención al destino del cuerpo de Chávez que al del dictador Franco, que sigue en un mausoleo, pero ese sí faraónico, sin que ninguna demanda popular lo haya solicitado.
La inoculación del cáncer
La posible inoculación del Cáncer que presentaba Hugo Chávez, no es una acusación conspirativa que mantiene ocupado a todo el Chavismo. Sólo algunos han considerado esta posibilidad y no es un debate de primera línea en los foros políticos del país. Maduro apunta esta posibilidad recordando la lamentable historia de magnicidios sucedidos en América Latina. Y, sin consultar a esos bien pagados y maquillados asesores, como hombre de pueblo, lanzó esta reflexión en un momento de dolor y resignación. Posteriormente, Maduro ha insistido en que sólo se trata de una posibilidad, que no hay pruebas y que simplemente lo van a estudiar. Sin embargo, estas aclaraciones ya no son recogidas en grandes portadas por los medios comerciales.
¿Acaso no es lícito, e incluso obligatorio y responsable, que quieran estudiar si existe esa posibilidad? ¿o es que deberían ocultar que se va a hacer una investigación? Los mismos que denunciaron el «secretismo» del gobierno con la información del estado de salud de Hugo Chávez, son los que ahora se escandalizan y afirman que «deberían de ser más discretos» y llevar la investigación «en secreto», ¿por qué esa investigación sí tiene que ser en secreto?
¿El gobierno mintió sobre la salud de Chávez?
En los tres meses después de la cuarta operación a Hugo Chávez, se emitieron más de treinta comunicados oficiales del gobierno venezolano. En estas comunicaciones se indicaba claramente que peligraba la salud del Presidente y que había que «prepararse para lo peor». Si preguntabas a cualquier ciudadano venezolano, chavista o no, era consciente del grave riesgo de la operación a la que se había sometido. Nunca se dijo que el peligro estuviera superado aunque, como es lógico, había llamadas a la esperanza, como sucede con la enfermedad de cualquier ser querido.
Sin embargo, los medios comerciales, desde el principio, lo presentaron como un pronóstico fatal, no porque informaran mejor, sino por el sensacionalismo de la noticia. Por un lado, se centraron en acentuar las declaraciones del gobierno que apuntaban a una esperanza en la mejoría y atenuaron todas las que manifestaban preocupación. De esta forma difundieron el mensaje prefabricado de un «engaño» del gobierno para mantener el poder.
Se puede debatir si hubo o no un buen tratamiento de la información oficial pero si preguntas en la calle a cualquier chavista, su respuesta es clara: «No me sentí engañado». Y es que nunca hubo una mentira. Si revisamos cada uno de los más de treinta comunicados emitidos, no hay ninguna falta a la verdad.
Pedro Antonio de Alarcón en el prólogo de El sombrero de tres picos dice: «Hace, pues, mucho tiempo, que concebimos el propósito de restablecer la verdad de las cosas, devolviendo a la peregrina historia de que se trata, su primitivo carácter». Sin embargo, «restablecer la verdad» y volver a «la peregrina historia», hoy en día, se trata de una tarea imposible cuando nos enfrentamos a una monstruosa plataforma mediática que resulta ser un impresionante filtro con intereses económicos y financieros.
La estrategia de los medios de comunicación comerciales, en un momento de crisis global, con la amenaza mundial de recesión, crisis energética, en un país con la mayor reserva de petróleo del mundo, donde una opción política va a impedir el saqueo indiscriminado de estos recursos, está muy clara: «ridiculiza y ridiculiza para que esos subversivos no sean tomados en serio». Lo hicieron con Hugo Chávez y lo van a seguir haciendo con cualquier gobierno que se mantenga fiel a sus ideas.
Sin embargo, no hay nada más digno y respetable que el sentimiento de esperanza de millones de personas que son capaces de adivinar los miserables objetivos de la propaganda que protege los intereses de los poderosos. Y no hay nada más aterrador para estos poderosos que un pueblo sea consciente de su explotación, luche para liberarse y que pueda convertirse en un ejemplo para otros pueblos.
@rafaelricorios
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