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Las previsiones del jefe de la banca de inversiones Morgan Stanley

Roach apuesta por la globalización

Fuentes: La Jornada

DESPUES DE HABER escuchado a los impulsores de la «agonía de la globalización», que degeneró en una anglobalización (ver Bajo la Lupa, 03/05/06), toca el turno a Stephen Roach (SR), solvente economista en jefe de la banca de inversiones Morgan Stanley (Foro Económico Global, 24 y 28 de abril, y 1º y 5 de mayo […]

DESPUES DE HABER escuchado a los impulsores de la «agonía de la globalización», que degeneró en una anglobalización (ver Bajo la Lupa, 03/05/06), toca el turno a Stephen Roach (SR), solvente economista en jefe de la banca de inversiones Morgan Stanley (Foro Económico Global, 24 y 28 de abril, y 1º y 5 de mayo de 2006).

EL UNILATERALISMO MENTAL no es buen consejero y nada mejor que el pensamiento dialéctico para sopesar las tesis y sus antítesis, como es el caso ineludible de SR, quien después de haber sido un crítico feroz de la política centralbanquista de la Reserva Federal -tanto en la fase terminal de Alan Greenspan como en la inicial de Ben Helicóptero Bernanke-, a partir del 21 de abril (fecha del comunicado conjunto emitido por el FMI y el G-7) ha dado un vuelco espectacular de 180 grados que lo lleva a vaticinar un aterrizaje suave de los «requilibrios globales», lo cual valió para que Jennifer Hughes (JH) de The Financial Times (01/05/06) consagrara un artículo especial en el que comenta que el vuelco de SR es «remarcable después de varios años de pronósticos lúgubres», para afirmar ahora que la «economía mundial es capaz de sortear sus desequilibrios actuales sin una seria interrupción». Según SR, el «dólar no se está colapsando; no hay pánico de fuga» y «su declive es gradual».

¿PERO QUIÉN ES SR? El sitial The Globalist aporta una síntesis biográfica: «reconocido como uno de los economistas más influyentes», su énfasis reciente se centra «en la globalización, la emergencia de China, la productividad y los efectos de la información tecnológica en la macroeconomía». De 1972 a 1979, un periodo difícil en que imperó la estagnaflación, es decir, la mezcla letal de estancamiento con inflación, fue «integrante del equipo de investigación de la Reserva Federal, en el que estaba a cargo de las proyecciones oficiales sobre la economía de Estados Unidos».

SU TRAVESIA DESDE Morgan Guaranty Trust Company, pasando por Brookings Institution hasta Morgan Stanley, lo sitúa como una de las bisagras predilectas económicas del establishment entre la Reserva Federal, la banca comercial y los centros de pensamiento. Así que, guste o disguste, el mensaje de SR pesa.

TODAVIA EL 24 DE ABRIL, SR clamaba que era tiempo de «una nueva arquitectura global», y advertía que el «mundo había evitado una crisis financiera mayor por más de siete años», lo cual se debía «más a la suerte que al diseño». Pero con los «bancos centrales luchando contra el ciclo de liquidez, y los crecientes desequilibrios, esa suerte puede estar desapareciendo», por lo que la globalización fincada en la tecnología de la información requería una nueva arquitectura.

PUSO EN RELIEVE LA CRITICA de Mervyn King, gobernador del banco central inglés, contra el FMI, que «se estaba deslizando en la oscuridad», y fustigó la configuración eurocéntrica del G-7, que incluía a cuatro naciones europeas y excluía a la India y China, países que juntos poseen 40 por ciento de la población mundial.

CITO AL PRESIDENTE de la Universidad de Harvard, Lawrence Summers (por cierto, un misógino consumado), quien expuso el peligro del manejo de reservas foráneas por parte de los países en vías de desarrollo cuyas tenencias superan por mucho lo que se necesita para una ‘protección financiera’ en el caso de otra (sic) crisis y se han cuadruplicado desde 1999. Concluía en forma ominosa: «temo que con una globalización que irrumpe a la velocidad de la luz, la política de la anticuada (sic) arquitectura es incapaz de lidiar con la inevitable (sic) próxima tensión de problemas globales».

EN SU NUEVA ARQUITECTURA proponía tres pilares: (primero) la «consolidación» de los organismos internacionales desde Bretton Woods, que debían formar una única superestructura (sic), con un «mandato de política» (segundo) que disponga de una nueva «contabilidad» (tercero) de instrumentación que incluya «objetivos en referencia a los desequilibrios globales, estabilidad de precios, crecimiento sostenido, empleo pleno (sic), eliminación (¡súper-sic!) de la pobreza, y protección del medio ambiente». En suma, casi todo aquello que no implementa Estados Unidos.

DE LOS TRES PILARES, el primero es plausible, aunque puede degenerar en un gigantismo paralizante; el segundo suena muy idílico, y el tercero requiere de un «cambio de régimen» en la Casa Blanca, desde donde Baby Bush refiere que la historia no le interesa, y Dick Cheney profiere que no le teme a la inflación. Como que SR padece la clásica ingenuidad de los tecnócratas neoliberales que desconocen la realidad imperante fuera del ámbito de su especialización reduccionista.

LO GRAVE DE SU PLANTEAMIENTO radica en que ignora que «su globalización», debido a la desregulación bancaria y su inherente estructura plutocrática oligopólica y oligárquica de reminiscencia feudal, es la que ha aniquilado el empleo y ha ahondado los desequilibrios tecno-financieros.

CUATRO DIAS MAS TARDE, aplaude en su columna (desde Hong Kong) el comunicado conjunto del G-7 y el FMI del 21 de abril que busca un «requilibrio global» (sic) que se compone de tres puntos: 1) la «responsabilidad compartida»; 2) el «realineamiento de los ahorros globales de los flujos de inversiones para paliar el déficit y el superávit globales», y 3) la «maximización del crecimiento económico sostenido», a su juicio, «el punto más débil». Además, fustiga con justa razón el «fervor religioso» que impera en Washington y en Wall Street sobre la escuela de pensamiento del «ofertismo fiscal» (supply-side economics).

DESPUES DE LANZAR SUS DARDOS contra la «insistencia en la flexibilidad del yuan chino» (su revaluación) y de ridiculizar el «nuevo paradigma» sobre los «desequilibrios» como «atributo sustentable del nuevo orden mundial», festeja la nueva estrategia del G-7: un «requilibrio exitoso debería disminuir los riesgos de un aterrizaje duro al atemperar los temores de un crash (sic) del dólar y/o un brusco incremento relacionado en las tasas reales de interés de largo-plazo». Deseamos que se cumplan sus buenos deseos para evitar al planeta una grave crisis financiera.

EL 1º DE MAYO aborda al «mundo en reparación» cuando los «bancos centrales ajustan cuidadosamente la llave de la liquidez», al «tomar ventaja del lujo de una baja inflación» que les permite moverse lentamente». Refiere que el G-7 y el FMI «trabajan duro para desarrollar una solución multilateral a un problema multieconómico» (sic), mediante un «ajuste ordenado de las divisas». Comenta que los «bancos centrales son actores principales de este drama» (sic) y que las «autoridades monetarias de Japón y Estados Unidos estuvieron a punto de hacer estallar» el sistema que «coqueteó con la más corrosiva de las enfermedades macroeconómicas, la deflación».

DEFINE EN FORMA INTERESANTE que las «presiones inflacionarias que aparecen normalmente en una recuperación cíclica de la economía mundial» no se dieron debido al «despliegue de una globalización acelerada de la actividad manufacturera intercambiable y de los servicios no intercambiables». ¿Será?

AVANZA QUE, «AL CONTRARIO, la presente desinflación de economías cada vez más abiertas ha transformado el papel de los bancos centrales. Las tasas de interés ni muy apretadas ni muy laxas, más bien neutrales, han reducido la posibilidad de que el mundo sea resquebrajado por las interrupciones de los ciclos de auge-declive que han plagado en forma frecuente a las viejas economías».

¿ESTAREMOS VIVIENDO realmente una «nueva economía» de la globalización que elude el ciclo del declive? ¿Aniquiló de por vida SR a los ciclos alternos del ruso Nikolai Dmitriyevich Kondratiev, cuyo auge y declive duraron un cuarto de siglo cada uno? En caso de resultar correcta, esta «globalización sin declive» sería el hallazgo más relevante de toda la reciente prosa prolija de SR, quien sucumbe al reduccionismo centralbanquista y no pondera adecuadamente (aunque los cita con la «velocidad de la luz») los otros factores de poder, obligatorios en un análisis multidimensional más amplio, como son el surgimiento del «nacionalismo económico» en el seno mismo del G-7, el alza del petróleo y la nueva geopolítica mundial, susceptibles uno y/o en conjunto de descarrilar hasta la «globalización con puro auge y sin declives».