El «plan de rescate» adoptado por la Unión Europea (UE) y el FMI pretende poner durante tres años a Grecia al abrigo de la especulación de los mercados financieros e impedir su «quiebra». Pero el yugo «euro-FMI» impide los debates y medidas democráticas que hay que imponer en Grecia y en toda Europa: apertura de […]
El «plan de rescate» adoptado por la Unión Europea (UE) y el FMI pretende poner durante tres años a Grecia al abrigo de la especulación de los mercados financieros e impedir su «quiebra». Pero el yugo «euro-FMI» impide los debates y medidas democráticas que hay que imponer en Grecia y en toda Europa: apertura de los libros de cuentas (de los Estados, de los bancos, de las empresas) y balance del fracaso de la UE neoliberal que atestigua el recurso al FMI.
Georges Panpandreu ha aceptado un plan de austeridad sin precedentes : en contrapartida a una ayuda de 100 millardos de euros en tres años, el Estado se compromete a realizar 30 millardos de euros de economías. ¡Los beneficios y mercados financieros ni se tocan mientras que los servicios públicos y los asalariados deben pagar los platos rotos!
Del lado de los gastos: se trata de lanzar una nueva ofensiva contra los servicios públicos de educación y de salud -disminuyendo un poco los gastos militares muy por encima de la media de la UE- pero estamos seguros de que Francia, segundo suministrador de armamento a Grecia, verá sus pedidos protegidos. Está prevista una contrarreforma de las jubilaciones peor que la que nos amenaza en Francia. Los salarios de los funcionarios se bajarán y luego se congelarán; y en el sector privado, los despidos se facilitan al mismo tiempo que se introduce una renta mínima para los jóvenes y los parados de larga duración que encuentren un empleo -lo que multiplicará los «asalariados pobres»…
Del lado de los ingresos : las privatizaciones de los transportes y de la energía agravan una Europa antisocial y desastrosa para el medio ambiente. En el plano fiscal ni se tocan los beneficios o las exoneraciones que disfruta la Iglesia Ortodoxa; pero el impuesto más injusto -el IVA- se aumentará.
El recurso al FMI y a financiamientos bilaterales por los Estados miembros intenta salvaguardar la arquitectura neoliberal de la UE: ausencia de fiscalidad europea (el presupuesto europeo tiene el techo del 1% del PIB), prioridad a la financiación privada con libre circulación de capitales y «criterios de Maastricht» (1). Éstos, reafirmados hoy, se establecieron en 1992 para que Alemania aceptara renunciar al Deutsche Mark. El conjunto ha construido una UE cada vez más asimétrica. Los países designados despectivamente como los «PIGS» (cerdos en inglés), Portugal, Irlanda/Italia, Grecia y España (Spain) son una «periferia» de la eurozona, como existe la del Este. A los excedentes comerciales y a la débil inflación de una Alemania que practica las deslocalizaciones hacia el Este y la austeridad salarial, corresponden una mayor inflación, déficit y endeudamientos superiores en otras partes.
Las agencias de notación «evalúan» estos desequilibrios. Las mismas agencias que elevaban a las nubes en 2007 lo que se vio luego que eran «títulos podridos» en la crisis de la subprimes, se permiten hoy infligir «malas notas» de las que se amparan los mercados especulativos: Grecia, Portugal y España son las más frágiles -pero Italia tiene una deuda superior a Grecia y el déficit del Reino Unido supera el 10%. Dominique Strauss-Khan y el Elíseo gruñen contra estas agencias que agravan la especulación sobre el euro. Pero los «especuladores» son particularmente los propios bancos. Los de Francia y Alemania tienen el 80% de la deuda griega. El banco central europeo no tiene derecho a prestar a los Estados, pero ha prestado a los bancos montantes alucinantes a intereses bajos en plena crisis financiera. Este dinero les sirve hoy para prestar, con un interés superior, a los Estados… que acaban de decidir prestar a su vez a Gracia con, de paso, un beneficio.
El FMI y los gobiernos de la UE quieren que Grecia sirva «de lección» europea. Pero esa Europa debe ser rechazada por movilizaciones que impongan verdaderas solidaridades y «criterios de convergencia» que tengan por objetivo la subida de los niveles de vida y la protección del medio ambiente. La moneda y la financiación bajo control público deben estar al servicio de la cohesión social.
El «plan de rescate» de Grecia no ataca a los beneficios y las rentas financieras sobre la deuda. Hay que rechazarlo porque es tan injusto como los planes del FMI en otras partes -e ineficaz: la austeridad significará recesión, causa primera de déficit público- sin hacer que cese la especulación.
Los islandeses se han negado a pagar por una quiebra que no es la suya en un referéndum el pasado mes de marzo. Hay que negarse a pagar por deudas sin auditorías, transparencia y debate sobre esas deudas.
Nota:
(1) El déficit público bajo el 3% del PIB y la deuda pública bajo el 60% se refieren al presupuesto del Estado, de las colectividades locales y de la seguridad social: fiscalidad y jubilaciones están pues en el corazón de lo que está en juego. Pero la UE ha prohibido también a los bancos centrales de la eurozona financiar a los Estados.
Fuente: http://www.vientosur.info/articulosweb/noticia/?x=2882
rCR