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Ropa basura

Fuentes: Rebelión

En un inicio de 2010 especialmente frío, la firma sueca H&M y la cadena de distribución estadounidense Walmart se han visto obligadas a justificarse ante la publicación de una artículo comprometido en el NY Times. Una estudiante de trabajo social encontró montones de ropa en la basura de la calle 35, muy cerca de los […]

En un inicio de 2010 especialmente frío, la firma sueca H&M y la cadena de distribución estadounidense Walmart se han visto obligadas a justificarse ante la publicación de una artículo comprometido en el NY Times. Una estudiante de trabajo social encontró montones de ropa en la basura de la calle 35, muy cerca de los establecimientos comerciales que las dos grandes empresas tienen en Manhattan y lo dió a conocer al popular diario. Las prendas encontradas han resultado ser artículos no vendidos que se han roto de manera que no puedan ser utilizados o recuperados de los contenedores. Estudiantes, prensa y entidades benéficas ya han mostrado su indignación. Incluso los «fans de H&M» en Facebook – que son casi un millón y medio – han mostrado su descontento y han pedido explicaciones a la marca de moda. En una ciudad donde un tercio de la población padece penurias económicas y donde cada año el frío mata a un buen número de personas sin hogar, la destrucción de la ropa no vendida ha resultado indignante por mucha gente.

Los departamentos de responsabilidad social de ambas empresas se han espabilado a remarcar que se trata de un incidente anecdótico que deberá ser investigado, y han recordado en declaraciones a la prensa su compromiso con las personas desfavorecidas y los kilos de ropa que cada año donan para beneficència; como si deshacerse de los excedentes de producción vistiendo a las personas que nunca entrarán en sus tiendas o enviando contenedores de ropa de última moda en África fuera un ejemplo de esta «responsabilidad «.

Sí que es indignante que se tire lo que no se vende y darle a un artículo que se ha producido de forma innecesaria un destino totalmente inútil. Pero también nos debería indignar la irresponsabilitat de las empresas transnacionales que se enriquecen a base de imponer cuotas de producción inhumanas a trabajadoras que ganan salarios miserables. La mayoría de los proveedores de las cadenas de distribución como Walmart o de las firmas de moda como H&M son fábricas situadas en países donde las personas trabajadoras difícilmente pueden organizarse para defender sus derechos. Las empresas transnacionales imponen a estos proveedores unos plazos de entrega cada vez más cortos y unos precios cada vez más bajos, bajo la amenaza de encargar la producción a otros fabricantes en caso de no cumplir con sus exigencias. No son los empresarios los que asumen los costes derivados de los pedidos imprevisibles y de las tomas de las empresas internacionales. La inseguridad se traslada a las trabajadoras en forma de horas extras excesivas – que se imponen sin previo aviso – y de salarios miserables.

El tiempo que pasa entre la decisión de producir un determinado modelo de camiseta y su venta en una tienda de Nueva York, París o Barcelona es cada vez más corto. La rapidez supone para las marcas internacionales un ahorro en costes de almacenaje y una reducción de los riesgos que tradicionalmente acompañaban los negocios de producción y comercialización. Si las camisas de color verde no se venden bien pero el stock es pequeño no pasa nada, pero si tienen almacenes llenos las pérdidas se multiplican.

A pesar de las mencionadas prácticas de suministro «just on time» o «eficient consumer response», las enormes maquinarias transnacionales de distribución aún cometen pequeños fallos de cálculo y se encuentran con mercancías que no obtienen la salida comercial esperada. Estos excedentes representan un pequeño porcentaje de la producción total pero, dadas las cifras de estos grandes monstruos empresariales, son grandes montañas de prendas. Su destino no es el vertedero sino mercados precios más reducidos, como las rebajas o los outlets. De esta manera, acaban vistiendo con sus productos personas consumidoras que no estaban dispuestas a pagar lo que se les pedía en primera instancia, acaparando una nueva porción de mercado.

Sea a principio de temporada o en época de rebajas, son un pequeño puñado de empresas transnacionales las que abastecen con su ropa los armarios de todo el mundo. Su lógica es que producción y venta sigan el mismo ritmo, un ritmo cada vez más rápido pero sincronizado con la máxima precisión, y si la máquina sufre pequeños desajustes siempre habrá personas pobres que, excluidas del mercado laboral por las propias transnacionales, podrán vestirse con lo que no ha querido nadie más …

El autor es Coordinador de la Campaña Ropa Limpia en SETEM-Catalunya


Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.